Hace 70 años moría en México, lejos de su patria Miguel Ángel Osorio Benítez, un humanista, poeta, profesor y periodista ciertamente incomprendido, desconcertante, y muy criticado.
Solo con el paso del tiempo, y gracias a la tolerancia y evolución en la comprensión de las ideas se le ira dando poco a poco el puesto que merece, y se admirará al hombre que se conocería mas por el seudónimo de PORFIRIO BARBA JACOB.
Vivió entre 1883 y 1942, fueron 59 años de itinerante, de viaje por el mundo, de literatura predominantemente en verso, conocimiento de diversas culturas, de ambientes complejos, de personas, alumnos y amigos en quienes dejaba su imprenta de hombre místico, profundo y romántico…Pero a la vez cuestionador, inquietante y pesimista.
Quién de entre nosotros en conversaciones sobre nuestra volubilidad en los estados del alma no ha recitado alguna vez uno o dos versos de su poesía más conocida CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA:
…Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.
Ajoutée par
casamerica
le 27 mai 2011
24/5/2011. Porfirio Barba Jacob no se
llamaba así. El escritor colombiano nació con el nombre de Miguel Ángel
Osorio, y tuvo muchos seudónimos antes de llegar a este último, con el
que el mundo de la literatura le ha conocido. Su compatriota Juan
Gabriel Vásquez, habla de su obra y de su vocación errante, sus
aventuras y desventuras por Guatemala, Honduras, Costa Rica, El
Salvador, Cuba, Perú y México.
Ciclo 'Los olvidados'
Con el ciclo Los olvidados, la Casa de América se propone rescatar a varios autores de primera línea de ambos lados del Atlántico, como el novelista uruguayo Enrique Amorim; el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, la cuentista norteamericana Charlotte Perkins Gilman y el cuentista peruano Julio Ramón Ribeyro, que nos han legado una obra literaria excelente y merecen volver al espacio lector común.
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Un T+ es un bloque de tres intervenciones, de 20 minutos cada una, en torno a un asunto vinculado a la actualidad, a la reflexión, a la creación, a las tendencias o a los grandes retos y desafíos que debe encarar la comunidad internacional. Casa de América invita a participar en cada uno de esos bloques temáticos a tres brillantes personalidades que abordan el asunto desde perspectivas multidisciplinares o complementarias.
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Ciclo 'Los olvidados'
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TRAYECTORIA DE SU VIDA
El nombre original del poeta es Miguel Ángel Osorio Benítez. En el transcurso de los años adoptará sucesivamente los pseudónimos de Main Ximénez, Ricardo Arenales y PorfirioBarba-Jacob —nombre definitivo—.
Nace el 29 de julio de 1883, en Santa Rosa de Osos, ciudad provinciana de Antioquia, en Colombia, en plena magnitud de los Andes suramericanos. De origen campesino, es hijo de un abogado pobre; por la rama materna tiene, sin embargo, antepasados distinguidos. Su educación, muy incompleta. Soldado en la guerra civil de los Mil Días, hacia 1901-1902, y maestro de escuela.
Por esos días vive su única experiencia amorosa auténtica: su frustrado noviazgo con Teresa Jaramillo Medina, la Teresita de algunos de sus versos. Y un día, a fines de 1905, o poco después, se aleja para siempre de su tierra natal, parte hacia el mar, en busca de nuevos horizontes. En Barranquilla, el puerto colombiano sobre el Caribe, inicia su vida literaria; ya con el nombre de Ricardo Arenales, publica en opúsculo su poema Campaña florida, 1907; y este mismo año abandona Colombia, siguiendo, por la vía de Costa Rica, Jamaica y Cuba, hacia México. De la ciudad de México se dirigea Monterrey (1908), capital de la provincia que gobierna el general Bernardo Reyes, padre de Alfonso Reyes, amigo de Rubén Darío y Manuel J. Othón — y protector de Arenales —.Allí vive cinco años, entre 1908 y 1913. Trabaja en su obra poética e ingresa al periodismo: es el gran animador de la Revista Contemporánea, colabora en otros diarios y llega a ser propietario de uno de ellos. De Monterrey se traslada a San Antonio de Texas, en los Estados Unidos. Escribe entonces a un amigo mexicano:
Yo no sé qué encanto especial tiene para mí todo lo de México. A veces he llegado a creer que en la soledad de mi corazón sin familia y de mi inteligencia sin incertidumbres, el amor a México es mi única fuerza. Ahora me voy para Nueva York, con el designio de fundar allá una revista... [... ] para hacer que resplandezca la gloria de México. Al mismo tiempo voy a iniciar mi labor en pro de Colombia. Los dos amores se me funden en uno: Colombia es mi niñez y mi adolescencia, como entre una bruma azul dorada con el oro del día naciente; México es mi juventud y mi dolor; mis alaridos cabalgan en las brisas mexicanas.
De nuevo en la ciudad de México, en 1914, funda el diario Churubusco, para defender patrióticos intereses. En seguida, va a Guatemala, y luego, otra vez, a Cuba. Allí, en la bella isla, y en la plenitud de los treinta y dos años, escribe muchos de sus mejores poemas, como la Canción de la vida profunda, Elegía de septiembre, Un hombre (1915), contando con la protección de un compatriota generoso: el escritor Jaramillo Meza, que será más tarde su 'testamentario' poético y su biógrafo. Vuelve luego a Centroamérica, y durante algunos años viaja, escribe y funda periódicos por tierras de Honduras, El Salvador, Guatemala (ca. 1915-1918). Regresa a México por la ruta de Bélice; funda El Territorial en el sur del país; de retorno en Monterrey, funda allí El Porvenir (1919).
Poco después es reportero y editorialista en dos diarios de la ciudad de México (1921). Director de la biblioteca pública en Guadalajara, en septiembre de 1921. Expulsado del país, vuelve otra vez a Guatemala, donde funda El Imparcial (1922), que será por muchos años el primer periódico de esa capital; después de visitar una vez más a Honduras (1925) y otros países centro americanos, se dirige al Perú. En Lima es redactor durante algunas semanas de La Prensa (1926).
Regresa a Colombia en 1927, después de veinte años de ausencia de la patria. Vuelve a su Antioquia natal, da recitales de sus versos por varias ciudades del país, trabaja por poco tiempo en algunos periódicos de Bogotá. Y parte... para no volver a la tierra de sus mayores, en la que es un inadaptado. 1930: retorna a Cuba. Estando allí decide regresar —definitivamente—a México (1930), ya muy difundido el nombre de Porfirio Barba-Jacob. Es entonces un hombre agotado y enfermo. "Era Porfirio sólo un despojo ambulante, un cuerpo enflaquecido, un alma sin posible redención": así le encuentra en 1931 su amigo el poeta González Martínez3. Se dirige a Monterrey, pero fracasa al querer fundar la revista Atalaya (1931). Es luego profesor de Escuela Normal, en la capital de la provincia de Guerrero. Otra vez en la capital mexicana, ingresa a la plana mayor del diario Hoy (1934). Y es, por último, uno de los fundadores del diario Ultimas Noticias de Excélsior, en México, D. F., cuyos editoriales llaman extraordinariamente la atención. Consumido por la tuberculosis, y tras de muy prolongados padecimientos, muere en la ciudad de México, un dia como hoy, hace 70 años , el 14 de enero de 1942.
Los grandes motivos de la poesía— por serlo de la vida — son el amor y la muerte. Es verdad
antigua, de la cual dan testimonio todos los grandes líricos. Recuerdo, a manera de ejemplo, los versos de fray Luis de León:
el amor y la pena
despiertan en mi pecho una ansia ardiente;
los de Schiller, que nos revelan al hambre y al amor, "Hunger und Liebe", como los dos móviles vitales por excelencia. A los fragmentos clásicos que cito a continuación, de Fray Luis, Schiller, Leopardi y Darío, cabría añadir muchísimos otros, de todas las épocas y países, sin olvidar a Barba-Jacob:
(¡Oh noche del camino, vasta y sola,
en medio de la muerte y el amor!).
En España, la idea del amor y de la muerte como motivos de vida y poesía, « la idea motriz del pensamiento poético y filosófico del gran Unamuno. DÁMASO ALONSO, poeta y crítico, en su estudio sobre ha poesía de Vicente Aleixatidre, afirma que "su tema central es el tema central —y único— de la poesía y de todo arte: la vida. Es decir, la muerte y el amor" (cf. Poetas españoles contemporáneos, Madrid; 1952, pág. 289). Y otros sabios escritores españoles, como Pedro Salinas, Amado Alonso, Carlos Bousoño, han acogido en sus libros de crítica, expresa o tácitamente, esta orientación clarificadora.
En el maestro castellano y Hunger en el maestro alemán están vistos, a mi entender, como suma del dolor humano, que espresagio y vivencia de la muerte). Y recuerdo también los claros versos de Leopardi:
Fratelli, a un lempo stesso, Amare e Morte
¡ngenerb la sorte;
no menos que la sentencia de Rubén Darío: "La poesía existirá mientras exista el problema de la vida y de la muerte".
Vida y poesía, amor y muerte. Amor y muerte, motivos absolutos de poesía, por ser motivos absolutos de vida. La vivencia del amor —a la mujer, a la patria, a la humanidad, a Dios — y la vivencia de la muerte — su presagio, su fatalidad, su eternidad, su destrucción por la inmortalidad — forman la dualidad raigal de toda expresión poética con sentido trascendente.
funda Muerte, que obtiene su grandeza de su representación de la vida en presencia de su más alta verdad: la muerte. Un raro poeta que rechaza el amor o lo concibe sólo como sensualidad destructora, y que se queda dialogando a solas, por siempre, con la muerte. Los elementos vivos de su sistema poético, como la naturaleza, la infancia, la belleza, no son el vehículo de su más honda comunicación; y sobre ellos se agita también la sombra de la muerte. Penetrando en todo lo terreno, se encuentra siempre — el desolado — con la muerte. Y más allá de lo terreno, sólo la muerte. Como el clásico español, este nuevo clásico americano no halló cosa en que poner los ojos que no fuese r e c u e r d o de la muerte. Gran poeta de la muerte, hermano de Jorge Manrique, Francisco de Quevedo, Miguel de Unamuno.
No vacilo en llamarle, desde luego, el más grande poeta de la muerte en América, la América española. Nadie entre los suyos, ninguno de sus más célebres contemporáneos, como Rubén Darío, Gabriela Mistral, César Vallejo y Pablo Neruda, nadie, se ha enfrentado a la muerte tan hondamente, tan prolongadamente como él. No conozco en la literatura americana otro sistema de visiones de muerte tan luminosamente estructurado, tan valeroso. Porfirio Barba-Jacob es, de los poetas del Nuevo Mundo, el 'Príncipe Sombrío', el Señor de la Muerte.
CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA
El hombre es una cosa vana, variable y ondeante…
MONTAIGNE
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos…
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.
Mas hay también ¡Oh Tierra! un día… un día… un día…
en que levamos anclas para jamás volver…
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!
Canción de la hora feliz
Yo tuve ya un dolor tan íntimo y tan fiero,
de tan cruel dominio y trágica opresión,
que a tientas, en las ráfagas de su huracán postrero,
fui hasta la Muerte... Un alba se hizo en mi corazón.
Bien se que aún me aguardan angustias infinitas
bajo el rigor del tiempo que nevará en mi sien;
que la alegría es lúgubre; que rodarán marchitas
sus rosas en la onda de lúgubre vaivén.
Bien sé que, alucinándome con besos sin ternura,
me embriagarán un punto la juventud y Abril;
y que hay en las orgías un grito de pavura,
tras la sensualidad del goce juvenil.
Sé más: mi egregia Musa, de hieles abrevada,
en noches sin aurora y en llantos de agonía,
por el fatal destino de dioses engañada
ya no creerá en nada... ni aún en la poesía...
¡Y estoy sereno! En medio del oscuro "algún día",
de la sed, de la fiebre, de los mortuorios ramos
-¡el día del adiós a todo cuanto amamos!-
yo evocaré esta hora y me diré a mí mismo,
sonriendo virilmente: -"Poeta, ¿en qué quedamos?"
Y llenaré mi vaso de sombras y de abismo...
¡el día del adiós a todo cuanto amamos!
Nocturno
¡Oh!, ¡que gran corazón el corazón del campo
en esta noche azul y pura y reverente,
todo lleno de amor y de piedad sagrada
y fuerza suficiente!
Yo le escucho latir y comprendo mi vida:
me parece tan clara, tan profunda, tan simple,
y tiene como el mar y el monte puro
su raíz en el tiempo sumergida...
Yo le siento latir, y una onda inefable
y cordial y vital me reconforta,
y no pienso que soy un barro deleznable,
y que la brega es dura y corta.
Toda inquietud es vana; la desazón soporta
-me está diciendo a voces un amigo interior-
El minuto es florido, sonoro y halagüeño,
el corazón del campo te dará su vigor
para entrar en el último sueño...
SOBERBIA
Le pedí un sublime canto que endulzara
mi rudo, monótono y áspero vivir.
El me dio una alondra de rima encantada...
¡Yo quería mil!
Le pedí un ejemplo del ritmo seguro
con que yo pudiera gobernar mi afán.
Me dio un arroyuelo, murmullo nocturno...
¡Yo quería un mar!
Le pedí una hoguera de ardor nunca extinto,
para que a mis sueños prestase calor.
Me dio una luciérnaga de menguado brillo...
¡Yo quería un sol!
Qué vana es la vida, qué inútil mi impulso,
y el verdor edénico, y el azul Abril...
¡Oh sórdido guía del viaje nocturno!
¡Yo quiero morir!
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
http://es.wikipedia.org/wiki/Porfirio_Barba_Jacob
http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/12/TH_12_123_089_0.pdf
y otras diversas fuentes para las poesías.
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Gustavo Quiceno