viernes, 27 de noviembre de 2020

27 de noviembre del 2011: Primer domingo de adviento ciclo B





PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es "Nuestro redentor". Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en el. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero; somos todos obra de tu mano.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

SALMO 79
R.- OH DIOS, RESTÁURANOS, QUE BRILLE TU ROSTRO Y NOS SALVE.

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.-

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R.-

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R.-

 SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 1,3-9

Hermanos:
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi Acción de Gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado, el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. El os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de que acusaros en el tribunal de Jesucristo, Señor Nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!
Palabra de Dios.

ALELUYA Sal 84, 8
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

EVANGELIO
 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 13, 33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!
Palabra del Señor.

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A guisa de introducción:


PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Feliz año y felices pascuas!

ES MUY TEMPRANO para tales deseos, me dirán ustedes. Y por lo tanto, no!
La Iglesia comienza un nuevo año litúrgico, que yo les deseo sea feliz y próspero.

El año litúrgico celebra el recorrido admirable de Jesús y cada una de sus tres etapas es difícil a creer: en Él, Dios ha venido, Él viene y Él volverá. Tres venidas o tres tiempos de un evento (suceso) definitivo de Dios entre nosotros. Para mucha gente, es muy difícil ya creer que Dios haya venido en la persona de Jesús. Pero lo más duro de “tragarse” del cuento es que Jesús haya resucitado para que pudiera venir estar con nosotros todos los días y acercarnos a Dios hasta el punto de hacernos entrar en la vida que Él nos ha preparado: LA VIDA ETERNA. Es para esta vida –allá que es necesario prepararnos, no solamente y no primeramente para la fiesta de Navidad! 

Desde ya percibimos las primeras luces del día del Señor y queremos que se realice, o se cumpla de manera total la venida del Resucitado, iniciada por el nacimiento de Jesús en Belén.

El Señor puede manifestarse (sin importar cuando) en cualquier momento de nuestras vidas. Él puede venir en el desvío de un encuentro, de un tiempo de oración, de una desgracia, de un suceso, de una amistad, de un nacimiento, de un duelo. Es por ello que Jesús dice: “Vigilen. Estén atentos a mi venida, ella será causa de su alegría”. Es el consejo que Jesús transmite en el evangelio de este primer domingo de adviento.

Él nos presenta el ejemplo de un hombre que antes de salir de viaje, previene a sus sirvientes de vigilar a la espera de su regreso. Este podría llegar de improviso. Él no quiere encontrarlos adormilados.

Tengamos entonces nuestra lámpara encendida como mi madre claustrofóbica  (que tenía miedo a la oscuridad) alumbraba un cirio o una vela cuando se iba la luz en nuestra casa. Esa pequeña luz la reconfortaba puesto que espantaba la oscuridad y las tinieblas. Los humanos son claustrofobos espirituales. Ellos no pueden vivir en las tinieblas. Se ahogan en la oscuridad de una vida que no encuentra su sentido. La oscuridad de la muerte les angustia. Les es necesaria al menos una caperuza o pequeña vela en la espera del gran día (el amanecer).

Al encarnarse en Jesús y al resucitarle, Dios ha alumbrado una caperuza para la humanidad. Cristo es la luz y la Iglesia es la lámpara que la difunde.

Un día, el día del Señor, la luz brillara y se  destacará con su fuego pleno de brillo e impregnado de eternidad.

Durante el adviento, adquiramos una pequeña lámpara (o caperuza) y pongámosla en algún rincón de nuestra casa (o apartamento) que servirá para orar. Sobre una pequeña mesa, depositemos un mantelito y sobre él una biblia, un icono, flores y todo esto cerca a la lámpara. (cuidado con los incendios, las precauciones a tomar son importantes).

Este pequeño montaje o escenario  nos recordará que esperamos el pleno día de Dios y que la venida de Jesucristo vence ya las tinieblas. Después encendamos la lámpara de Cristo en la vida de los claustrofobos espirituales que nos rodean. Visitando un enfermo, arriesguémonos a leer un versículo de la biblia.

Escuchemos a un joven inquieto por su futuro y contémosle como nosotros mismos le hemos hecho frente a la vida. Démosle ánimo y o coraje a alguien que esté buscando trabajo. Conversemos por un momento con una persona sola. Destaquemos las buenas actitudes y actos de nuestro hijo a quien le falta confianza en sí mismo. Hablémosle de Jesucristo a alguien que haya perdido el sentido de la navidad. Narremos lo más seguido posible aquello que Cristo ha hecho en nuestra …vida y de nuestra vida. Demos  y o transmitamos el gusto por el mañana y que lleva otro nombre: la esperanza!




REFLEXION ( basada en una traducccion de Jean-Luc Hétu en « Les options de Jésus »)  (II)

La vigilancia en las fronteras

Recuerdo la primera vez que atravesé una frontera de mi país (Colombia) fue en Rumichaca, después de Ipiales, en la frontera con el vecino Ecuador. Fue en enero de 1993.

Las tres o cuatro horas que permanecí allí haciendo las vueltas de Aduanas, cambiando dinero y legalizando mi entrada a aquel país donde haría mi año  de pastoral, me permitió ver y analizar después con el tiempo que una frontera puede ser causa de tensiones y de enfrentamientos entre vecinos muy sensibles y belicosos…En este caso consideraríamos que la frontera con Venezuela responde mucho más a esta descripción…pero fuera de este caso limite, es importante también descubrir que la FRONTERA es una realidad que cumple una función vital: el control sobre lo que es favorable o desfavorable a la gente del interior.

En la frontera, se ensaya de interceptar lo que aparece indeseable para aquellos que están adentro: alimentos y animales contaminados, estupefacientes, armas, divisas que quieren evadir al fisco, criminales, mercancías y o artículos robados que alimentan (fortalecen) el mercado denominado “negro”…Pero al mismo tiempo la frontera permite acoger las personas que vienen como  (en calidad de) amigas y de operar todos los intercambios provechosos para uno y otro país.  Para decir entonces que la frontera es el lugar privilegiado de la vigilancia, del discernimiento y de la acogida.

Jesús se construyó una comunidad (Mateo 16,8) como se construye una casa, poniendo sus bases sobre la piedra (cfr.Mateo 7,24) y ha dejado a esta comunidad en el seno de un mundo que hace circular todo tipo de valores nocivos (Juan 17,15-16): poderes opresivos, prioridad dominadora del dinero, egoísmos colectivos, explotación de los pobres…

Entonces hay que decir que la comunidad cristiana no debe dejar su puerta grande abierta a todos los vientos y que ella debe vigilar sobre sus fronteras. De otro lado, esta puerta no se le ha de poner barricadas (o muros) ya que los creyentes deben ser “sal de la tierra”  y “luz del mundo” (Mateo 5,13-14), es decir, testimoniar de manera abierta el evangelio. Y sobre todo los creyentes deben acoger todo ser humano, de un lado o del otro, sin importar la frontera: pobre, prisionero, extranjero…si ellos quieren acoger su amo o su patrón (Mateo 25,31-46, el evangelio del domingo pasado).

La función del “portero que vela o guarda la casa”, se sugiere entonces altamente estratégica, por lo que ella es, para el creyente, el lugar de la vigilancia, del discernimiento y de la acogida. Porque si es necesario “amar sus enemigos” (Mateo 5,44), es necesario al mismo tiempo “guardarse de aquel que puede hacer perder a la vez el alma y el cuerpo” (Mateo 10,28).

Esta interpretación alegórica deja ver en el presente pasaje mucha más materia (o tela para cortar) que el evangelista no ha puesto! Pero el objetivo es correcto al poner en alto valor y o consideración el mensaje que Marcos tenía en mente: mantengan los ojos abiertos! Usted no sabe con antelación (o anterioridad) cuando Jesús irrumpirá (entrará) en su vida; permanezcan en la puerta y examinen (escruten) los signos de los tiempos (Mateo 16,3) para comprender bien lo que Dios espera de ustedes!

PISTA DE HOMILIA  (III)

Navidad está en la puerta. 4 semanas apenas nos separan. Y estas 4 semanas serán para todos una espera febril, activa. Y lo más emocionante es que estas 4 semanas, este adviento, serán la imagen de lo que significa NAVIDAD para nosotros.

Si NAVIDAD es para mi un buen asunto comercial, yo estaré animado por el deseo de vender mucho. Mi adviento será ante todo una esperanza de ver aumentar mis ventas, y un compromiso de trabajar.

Si para mi Noel es antes que nada la fiesta de la familia, la alegría de los reencuentros, entonces esta alegría ya me habita y se apoderará más de mil a medida que el día se acerque.

Si uno de los miembros de mi familia llega de lejos con su familia, entonces yo preparo la casa, yo armo las camas de ocasión, yo hago mis provisiones, yo compro tal cerveza o vino a su gusto, preparo  esto o aquellos dulces al gusto de sus niños, yo congelo algunos alimentos para improvisar comidas…Desde ya la alegría del rencuentro me habita, me calienta, me anima.

Si por el contrario NAVIDAD significa para mi encontrarme solo en una residencia fría casi vacía, entonces veré la NAVIDAD instalarse en el horizonte como una lluvia congelada que invade  desde ahora mis huesos con su terrible frio.  El miedo a que llegue  ese día me invade lentamente.

Así, repito, lo que toca mas es que nuestro adviento será a la imagen de nuestra NAVIDAD. Así es igual para toda espera. Ella es siempre la imagen de lo que es esperado.

Para nosotros los cristianos, NAVIDAD es ALGUIEN, es una presencia de paz, de amor. Es Dios con nosotros (el Emanuel), no es un Dios amenazante, sino más bien un Dios que viene a compartirnos su eterna juventud; que viene a rejuvenecer todos nos envejecimientos, que viene a reanimar la llama del amor que se apaga, proclamar el sueño del ser humano nuevo, sueño que uno no osaba más murmurar, que viene a salvar el hombre contagiado por el envejecimiento del egoísmo, del encierro en sí mismo y del desespero. 

Si queremos verdaderamente esperar  la NAVIDAD, es decir a Jesús entre nosotros, entonces ÉL debe desde ya habitarnos y animarnos.

EN LA NOCHE DE ESTE MUNDO LA LUZ NOS HABITA

Hoy más que nunca, nosotros nos damos cuenta de la necesidad de esta salvación de Dios. Parecemos vivir en un mundo parecido al descrito por el profeta Isaías en la primera lectura: la humanidad pareciera caminar hacia la catástrofe; la amenaza nuclear pesa sobre nosotros. La fuerza económica, orgullo del mundo neoliberal, pareciera  estar contaminada por un virus incurable. En el mundo del trabajo, gran crisis de empleo, y la desconfianza reina…Los hombres no son capaces de confiar unos en otros. La familia está comprometida, herida, desgarrada, amenazada. El tejido social mismo está enfermo por el cáncer del  egoísmo, del individualismo (del cada uno por su lado).

No se habla sino de derechos, raramente se hace alusión de los deberes y las responsabilidades. Todo el mundo pareciera importarle un comino todo el mundo. Los planes de reforma social, los proyectos de reforma económica y estructural de la sociedad se caen, se desinflan o se quedan en teoría escritos en documentos sobre las mesas. El mundo pareciera vivir, no una historia de salvación sino una historia de pecado, de muerte. El mundo está amenazado.

El mundo está amenazado porque el ser humano está amenazado; y mas todavía el mismo esta contagiado en su corazón mismo por un mal, por un cáncer. Un poco como esta enfermedad que de hecho, hay muchos, el mal del ser humano también es múltiple: es su egoísmo (cáncer de corazón), su gusto por el poder (cáncer de piel y de cerebro), su miedo al otro, su desconfianza, su individualismo, su consumismo y o materialismo (otra vez cáncer de corazón y o de sangre)…

Pero en esta noche que alcanza al hombre hasta en su corazón, un grito resuena: “velad”! No se dejen invadir por esta noche, ustedes saben lo que hay que hacer para combatir y o rechazar esta noche, porque la luz les habita, la luz de Dios, la luz fuerte, la luz cálida, brillante de su Espíritu y de su Vida. “y esta Eucaristía es la prueba de ello”:
contra el mundo que divide estamos  acá reunidos;
contra la muerte que entristece, nosotros aclamamos al Resucitado;
contra la noche que pareciera ganar terreno, cantamos el día que viene.
Proclamamos nuestra fe en el triunfo del hombre que ha comenzado ya en Jesús.

VELAR (o VIGILAR) es VIVIR EN LA LUZ  EN LA PLENITUD DE LA NOCHE

Ahora, entonces, esperar a Jesús no es impacientarse en el Carrefour de la historia, impacientándose por su retardo como cuando uno espera un autobús en la esquina de la calle en una noche de invierno.

Esperar a Jesús, es velar en la noche, es estar habitados por una luz en la noche.
Es de modo constante, cada año de nuestra vida, en cada edad, en cada generación, rechazar la noche que nos asalta, nos tienta, nos amenaza;
es no dormirse, no dejarse penetrar por la noche. Es por el contrario llevar su luz (su lámpara) en la oscuridad.
Es ser la prueba viva,  enfrentándose a todo lo adverso y amenazador, de que el amor existe, dejándose amar por este amor.
Es probar que la alegría camina aun sobre la tierra dejándola irradiar a través de nosotros.
Es decir bien fuerte que la confianza entre los seres humanos es todavía posible viviendo dentro de esta confianza.
Es proclamar que el hombre triunfará y o vencerá proclamando a Jesucristo.

Velar es entonces un constante esfuerzo, una permanente tarea.
Pero todo esto de VELAR vale la pena, porque sabemos que en Jesús la noche ha sido vencida definitivamente. La noche es cosa del pasado.

Aquellos que se dejan habitar (invadir) por la luz están del lado del futuro, de lo que viene. Vale la pena esperar porque Dios ya ha venido una primera vez en Jesús. En Él , Dios ha matado el odio, el miedo, la desconfianza. Y es un Dios fiel. EL vendrá de nuevo en Jesús. Y todos aquellos que habrán velado, que se habrán arriesgado a dejarse invadir o habitar y animar  por la luz, le reconocerán.

ES LA NAVIDAD LA QUE NOS ESPERA

Nosotros creemos siempre estar esperando la navidad, pero es la NAVIDAD (la natividad, el nacimiento de Jesús, Jesús mismo) que nos espera: El espera que lo acojamos en todos nuestros caminos y  en toda nuestra vida. Navidad entonces se apoderara desde ya de nosotros. Y nuestro ADVIENTO será una vida de luz contra toda oscuridad.

El ADVIENTO, es verdaderamente el signo, el símbolo de toda vida cristiana, de este esfuerzo constante, de esta decisión siempre renovada de ser invadidos y o habitados por esta luz en un mundo de tinieblas.

Así durante este adviento, somos invitados a reflexionar sobre el ahora y actualidad de nuestra vida cristiana. Y sobre todo vamos a ofrecernos a Jesús, a la luz, por estar desde ya habitados por ella. Esperar Navidad, eso será ya saborear su luz y su alegría. Eso será contra la oscuridad, estar poseído por la luz, eso será VELAR (vigilar).

DEL MOVIMIENTO DE CURSILLOS DE CANADA (IV)
Por el P. Yvon-Michel Allard, s.vd.

« Vigilen, porque no saben cuándo regresara el dueño de la casa »

A menudo, vemos en este texto una exhortación (o invitación) a esperar con miedo el día del juicio. Lo que interesa a Jesús, no es el juicio final y el fin del mundo, sino más bien nuestro comportamiento de todos los días. Es hoy que Cristo nos invita a una vigilancia activa y constante. De esta vigilancia depende la calidad de vida de nuestra familia, de nuestra Iglesia y de nuestro mundo. “Dios nos ha dado todo poder”, Él confía en nosotros y cuenta con cada uno de nosotros. Dios nos confía el pequeño mundo en el cual vivimos  y nos invita a la vigilancia.

El adviento es un periodo de actividades, de preparación y de espera. La Navidad se acerca! En la vida, los momentos que preceden a los eventos importantes son plenos de laboriosidad y de movimiento: las bodas, el nacimiento de un bebé, el regreso de un ser querido, los resultados de una búsqueda, el término de un proyecto…

Y hemos de ser vigilantes y utilizar bien el tiempo que se nos da. Debemos aprovechar el momento presente para hacer nuestro mundo más humano, más bello, más “vivible” como decía Santa Teresa de Calcuta.

San Pablo utiliza un lenguaje de imágenes para hablar de la vigilancia. Él nos invita a “despojarnos de la somnolencia” o del sueño (Romanos 13,11). Es como si estuviéramos en peligro de torpeza o somnolencia. Nosotros nos cuidamos del embrutecimiento que puede llegar cuando abusamos de los somníferos. Los reflejos de defensa cesan de funcionar, es parecido al caso del conductor quien ha bebido demasiado alcohol y que se sale de la carretera sin darse cuenta.

El adviento es un tiempo durante el cual somos invitados a dejar de lado nuestra tibieza, nuestra pereza, nuestra mediocridad espiritual.

“Señor, mi Dios, ilumina mis ojos para no dormirme en el sueño de la muerte” (Salmo 13,4). Jesús nos ve como una casa donde se vigila, una casa con ventanas iluminadas cuando todas las demás permanecen en la oscuridad: “vigilen, velen!”

En tiempos pasados, hablábamos de la Iglesia militante. Hoy, se hace necesario hablar de la Iglesia vigilante, es decir de una comunidad plenamente consciente de sus responsabilidades y deseosa de vivir de acuerdo a los valores propuestos por el Señor. He leído en alguna parte esta bella frase: “se vigila en el nombre de la ley (cámaras de vigilancia); uno  “vela” en el nombre de la ternura”. “Velar” expresa la ternura que tenemos por aquellos a quienes amamos. Aquel que ama vela siempre. La madre de familia que quiere preparar su casa para que sea acogedora, vela continuamente. Cuando un hijo está enfermo, la madre y el padre vela y acompañan al niño…

Velar, estar preparados, utilizar bien el tiempo que se nos ha dado! Si hoy debiéramos encontrar nuestro creador, estaríamos listos? Es la pregunta que nos formula (o lanza) el adviento…no para atemorizarnos sino para invitarnos a utilizar de manera responsable el tiempo que se nos ha dado. Dios confía en nosotros. Él nos responsabiliza  (nos ocupa) y nos invita a la vigilancia.

Se dice continuamente que la religión es el opio del pueblo, que ella nos impide vivir el momento presente por estar esperando el cielo, esperando la muerte. Es todo lo contrario! El cristianismo nos invita a estar despiertos, vigilantes y activos ahora, cada día.



REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS :

HÉTU, Jean-Luc. Les options de Jésus.


www.betania.es

Diversos comentarios de adviento en publicaciones quebequenses en francés.

viernes, 12 de junio de 2020

26 de junio del 2011: Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Senor Jesucristo



En otro tiempo uno llamaba esta fiesta « la fiesta del santo Sacramento » y se ponía el acento en la proclamación pública de nuestra fe: procesión en las calles con la custodia, aglomeración de todos los movimientos fraternales de la Iglesia, etc. Después del vaticano II, se llama a esta fiesta “Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo”. Ha sido un cambio significativo ya que se  ha puesto el acento en la celebración comunitaria de la Eucaristía más que en la proclamación exterior de nuestro catolicismo. La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos invita entonces a renovar nuestro interés por la celebración comunitaria del Día del Señor.

La Eucaristia es ante todo la fiesta del recuerdo: “Hagan esto en conmemoración mía”. El texto del Deuteronomio (1ª lectura) comienza con las palabras: “Recuerden…” esta lectura recuerda que Dios ha acompañado a su pueblo en el desierto, y el milagro del agua que sale de la roca con la cual ha saciado su sed y el pan desconocido que ellos llamaron “el mana”.

Cuando el Deuteronomio fue escrito, los Hebreos después de mucho tiempo habían dejado el desierto y se habían establecido en Palestina. Ellos corrían el riesgo  de olvidar todo lo que Dios había hecho por ellos.

“Recuerda que Dios te ha liberado de la esclavitud en Egipto. Recuerda todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho recorrer durante cuarenta años en el desierto”. Una vez en Palestina, sedentarios y prósperos, ellos pueden ahora aprovechar  su riqueza, pero ellos arriesgan de olvidarse que Dios les ha liberado. Cuando todo va bien, cuando la prosperidad hace parte de la vida, que la salud es excelente, uno se vuelve fácilmente autosuficiente y se tiene la impresión de no tener más necesidad de Dios. Es difícil  acordarse de Dios en los periodos de bienestar y o felicidad!

Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre en los Estados Unidos, los medios de comunicación subrayaron o remarcaron  como la gente participaba más en los oficios religiosos. Una vez que la calma volvió, esta participación ha disminuido de nuevo. Parece ser que a medida que la gente se vuelve prospera y que no tiene que enfrentar problemas serios, la memoria se empobrece.

Los textos de hoy nos recuerdan que una mirada a nuestro pasado nos ayuda a reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas y nos permite ver el futuro con confianza.

La memoria  de un pueblo es un poco parecido a las raíces de un árbol. El árbol vive gracias a ellas, el les debe su subsistencia y su crecimiento. Las flores, los frutos y las hojas pueden caer cada año, pero las raíces quedan. El futuro del árbol está en sus raíces.

Las Eucaristías que celebramos no están llamadas a manifestar  grandes prodigios o actos espectaculares, pero ellas deben activar el recuerdo de lo que nosotros somos. Ellas están ahí para recordarnos lo que Dios ha hecho por nosotros, El quien nos acompaña, en los buenos años como en los años más difíciles: “Recuerden…Hagan esto en memoria mía”.

La fiesta de hoy es entonces la fiesta del memorial. Ella es también la fiesta de la Unidad. Como lo dice San Pablo: “A pesar de ser muchos no formamos que un solo cuerpo, porque todos participamos en ese pan único” (1ª  Corintios 10,17).

Con frecuencia nosotros olvidamos la extraordinaria fuerza y llamado a la reconciliación que posee la Eucaristía. Al final del sermón de la montaña, Jesús decía: “Si tu vienes a presentar tu ofrenda y tu recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí y ve primero a reconciliarte con tu hermano y después regresa a presentar tu ofrenda al Señor” (Mateo 5,23-24).

La Eucaristía sigue siendo a través de los siglos, el símbolo de la unidad y la diversidad. Todos nosotros podemos participar en ella: liberales, conservadores, miembros de tal o cual partido, jóvenes, adultos, ancianos, tradicionalistas, innovadores, parejas, solitarios, gente de todas las orientaciones políticas, religiosas y sexuales.  Juntos con todas nuestras diversidades, formamos el Cuerpo de Cristo. Nuestra fuente de unidad no es el país, el partido político, la cultura , el color de nuestra piel…no, es Cristo quien nos invita a su mesa: “Vengad a mi , ustedes todos quienes sufren y que llevan sobre si pesadas cargas  que yo los aliviaré”.

EL gran San Agustín, hablando de la Eucaristía  exclamaba : «O mysterium unitatis, o vinculum caritatis»…O misterio de Unidad, o vinculo de caridad! Cuando dejamos la iglesia, al final de la Eucaristía, somos invitados a volver al interior de  nuestras familias, al trabajo, a los pasatiempos, para que construyamos un mundo de paz, de hermandad y de compartir, un mundo que se parezca más a la visión que Dios tiene de nosotros.

La celebración del Cuerpo y la sangre de Cristo es entonces muy importante porque ella subraya el valor único de nuestros encuentros dominicales. Es una fiesta que nos invita a recordar el papel primordial que Dios juega en nuestra vida. Ella nos ayuda también a llegar a ser cada vez más una verdadera comunidad en la unidad y la diversidad. Si nosotros compartimos la vida de Cristo , nuestra vida tendrá un gusto de eternidad.

martes, 26 de mayo de 2020

Domingo 12 de junio del 2011: FIESTA DE PENTECOSTES A


LECTURAS


PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2, 1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:

-- ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.

                        Palabra de Dios


SALMO RESPONSORIAL

SALMO 103

R.- ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR, Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R.-

Les retiras el aliento,
y expiran y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas, y
repueblas la faz de la tierra. R. -

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R. -


 SEGUNDA LECTURA

LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 3b-7. 12-13

Hermanos:
Nadie puede decir: “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
                                                                      Palabra de Dios.



SECUENCIA

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

 Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

ALELUYA

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor

 EVANGELIO
 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-- Paz a vosotros
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Palabra del Señor.


EL ESPIRITU  TRABAJA SIEMPRE  

Hoy es la fiesta de pentecostés. Yo imagino que como me pasa a mí, una imagen viene a la mente: la imagen de las lenguas de fuego que bajan y se ponen encima de los apóstoles.

A menudo estamos expuestos a apegarnos a aquello que parece espectacular. Corriendo el riesgo de dejar de lado  o no ver lo esencial.

Nos vemos tentados de ver el Espíritu o reconocerlo solo cuando él se manifiesta con mucho ruido o rimbombancia  y uno termina por preguntarse si él está todavía obrando en este mundo, en nuestras vidas y en nuestras comunidades.

Cuando miramos rememoramos las pocas cosas o somos conscientes un poco de nuestras vivencias y experiencias de vida, podemos lamentarnos o añorar al contrario los  buenos viejos tiempos y o ver lo que está surgiendo o naciendo.

Hoy en muchas diócesis, inclusive en nuestro país y a través del mundo, muchos  adultos la mayoría entre los 18 y los 35 años, vivirán su Pentecostés, ellos serán confirmados. Para muchos este será el fin de una etapa después de muchos meses donde habrán crecido en la fe.

Y no habrá ni viento violento, ni fuego, pero ellos serán llenos del Espíritu Santo y vivirán una experiencia de Iglesia significativa.

Muchas de nuestras diócesis están comprometidas en el reagrupamiento de parroquias y de arreglos que exigirán renuncias que causarán mucho dolor . Sabremos dejar que el Espíritu nos guíe? O nos quedaremos encerrados en nuestros miedos y desesperanzas? Permitiremos al  soplo del espíritu  darnos un empuje y arrojo nuevos?


REFLEXIÓN

En esta gran fiesta de Pentecostés, la liturgia nos propone  dos relatos que describen la venida del Espíritu Santo:

Primero el de San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, rico en colores , pleno de entusiasmo y de movimiento y el relato de San Juan en su evangelio, más discreto, que nos presenta a Cristo detrás de puertas cerradas, ofreciendo su paz y su soplo de vida.

El contraste entre los dos relatos es evidente: mientras que el libro de los Hechos evoca el fuego, el ruido, el calor, el relato de San Juan esta hecho de inspiración, de interioridad, de discreción. En los dos casos, el Espíritu se manifiesta como una fuerza capaz de recrearnos  (cambiarnos, transformarnos) en lo más profundo de nosotros mismos. Son dos maneras diferentes y complementarias de hablar del Espíritu que renueva el corazón humano y la faz de la tierra.

San Juan y San Lucas mencionan que Pentecostés tuvo lugar “el primer día de la semana”. Aquellos que leían estos textos conocían el lenguaje bíblico y sabían que ese primer día celebraba la nueva creación, el mundo nuevo ofrecido gracias a la venida de Jesucristo. Juan utiliza el lenguaje conocido por los cristianos de su tiempo para expresar este renacimiento: “Él insufló sobre ellos su espíritu” . Esto recuerda el texto de la creación de Adán cuando Dios insufla un aliento de vida al hombre que llega a convertirse en un ser vivo” (Gen 2,7) El hace también alusión al texto del profeta Ezequiel en el cementerio de los huesos disecados: Ven de los 4 vientos, Espíritu de Dios, sopla  sobre esos muertos para que ellos vivan (Ez  37,6).

Pentecostés es la fiesta de la Vida Nueva, la fiesta de la segunda oportunidad. Los apóstoles no habían podido ser fieles y perseverantes en sus promesas o compromisos, ellos habían fallado en la fidelidad y amistad hacia Jesús. Asustados o atemorizados, Judas ha traicionado, Pedro ha negado tres veces, todos se han dado a la fuga. Ellos tenían necesidad de ser perdonados, de ser renovados. San Juan nos dice que ellos estaban encerrados en su casa y que todas las puertas estaban atrancadas. Ellos estaban paralizados por el miedo. Ellos se sentían incapaces, parados y no veían una salida posible.

En esta fiesta de Pentecostés, el Espíritu Santo les dice que hay una salida, un escape posible, una perspectiva de futuro. Cristo viene con su paz, el sopla sobre ellos y les da la fuerza de su Espíritu. Las puertas atrancadas se abren y un viento fresco los invita a salir afuera al aire libre. Ellos pueden entonces comunicarse con todos los humanos de la tierra. Pentecostés, es el reverso de la Torre de Babel donde los pueblos estaban dispersos y confundidos sin poder comprenderse. Aquí, ellos están reunidos y cada uno “desconcertado y maravillado, comprende al otro en su lengua materna”.

En los países que tienen las 4 estaciones como Canadá, donde vivo actualmente se puede ver la maravillosa imagen que ofrece la primavera y la muestra de lo que el Espíritu puede hacer en nosotros. Aquellos que no conocen el clima riguroso de los inviernos y que van de visita en enero, pueden pensar que la naturaleza está muerta y que nada podrá hacer reaparecer la vida…Pero es suficiente un poco de sol de primavera, del calor del mes de mayo para que la vida surja y aparezca con una fuerza extraordinaria. El Espíritu puede ser nuestra propia primavera y hacer revivir en nosotros aquello que parecía muerto y desecho.

La fiesta de Pentecostés nos ofrece a cada uno de nosotros la ocasión de renovar nuestra relación con Dios y con los demás. Es el tiempo de un nuevo comienzo: “Yo les enviare mi Espíritu y ustedes revivirán”.

El Espíritu nos invita a revivir, a desarrollarnos, a progresar, a crecer. Nosotros debemos rechazar o despreciar que nos hagan hombres y mujeres bonsái, todos pequeños, estrechos, encogidos!  Debemos evitar ser el águila del gallinero o del cerco de pollos  del cuento de Anthony De Mello: un granjero había encontrado en todo lo alto de una montaña, un huevo de águila. El hizo que el aguilucho naciera o saliera del huevo en su gallinero, donde la pequeña ave aprende a comer granos, a volar algunos metros, a acurrucarse para dormir…Un día , el vio una grande ave que volaba, planeaba majestuosamente en la parte mas alta del cielo. Entonces el aguilucho demanda  a una de las gallinas más viejas que clase de ave era aquella. “Ah , eso es un águila. Es un fenómeno muy raro. Ella vuela sola  y muy alto , durante horas y horas. Ella es totalmente diferente de nosotros. Es mejor no pensar en esa clase de energúmena!  EL aguilucho olvida la gran ave y continua viviendo como las gallinas .

Nosotros estamos invitados todos a volar más alto, en la plena libertad de los Hijos de Dios, a no contentarnos de una vida mediocre, a ras de piso ¡

Al darnos su Espíritu, Cristo abre las puertas atrancadas de nuestros miedos y nos envía en nuestro medios sociales y de vida para que nos esforcemos por crear allí un mundo mejor, un mundo más humano y más fraternal.