miércoles, 8 de mayo de 2013

Mi homenaje a La Madre laura Montoya


Laura Montoya Upegui (1874-1949), 
la primera santa colombiana




Después sentí, Padre, ¿me resolveré a escribirlo? Sentí que Dios me daba la certeza de consumar en mí la obra de la santificación. Que coronaría sus gracias con ésa de la consumación en ese grado que se llama santidad en la gracia. No crea que esto, padre, me inmutó, ni alegró, ni me sentí inclinada a conseguirlo. No, sencillamente pensé en lo conveniente y ventajoso que esto me sería para la salvación de las almas.




A Laura Montoya Upegui conocida como LA MADRE LAURA, la oí nombrar por primera vez a finales de los 80, cuando hacia mis estudios de Filosofía e iniciaba mi formación sacerdotal en el Seminario de los Misioneros de Yarumal …

Mi nombre  (tomado de su autobiografía editada en 1971)

EL nombre que me dieron no fue elegido por los míos merced a la
diversidad de deseos de mis padres. Él quería que me llamaran Dolores y
mi madre quería que me pusieran Leonor. En este caso terció el sacerdote
que me bautizó abriendo el martirologio, eligió el primer nombre que se le
presentó. Me nombraron Laura.

Cuando conocí que tal nombre se deriva de laurel que significa inmortalidad
lo he amado, porque traduce aquella palabra: "Con caridad perpetua
te amé". ¡Si es perpetua, ha de ser inmortal e inmortal ha de ser mi
amor y mi nombre fue el sello de esa inmortalidad de amores entre Dios y
su criatura! Inmortal ha de ser la fe que con el nombre recibí.




Los primeros datos de su vida y obra que adquirí fueron escuetos: que había sido una monja fundadora de comunidad, que era contemporánea de nuestro Padre Fundador de la comunidad MXY (Misioneros Javerianos de Yarumal) Monseñor Miguel Ángel Builes, (ella había nacido en 1874 en Jericó,  él en Don Matías en 1888…
solo se llevaban 14 años) y que de hecho no se la llevaron bien pues  no siempre hubo armoniosas relaciones entre los dos…inclusive se hablaba y aun hoy se habla de la rivalidad que vivieron estos dos titanes de la evangelización:  la una como Fundadora de una congregación femenina pensada para el servicio misionero entre los indígenas , el otro como Obispo y primera autoridad eclesial de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, alto puesto de dignidad y autoridad que había asumido relativamente joven (36 años)…El también seria fundador de 5 comunidades religiosas, entre ellas la de nosotros los misioneros de de Yarumal.

Rumores falsos o no y fruto quizás de malas lenguas dicen que cuando la señorita Laura Montoya pidió autorización y el aval y le  propuso al prelado la fundación de una innovadora comunidad de mujeres consagradas a la evangelización, este le sugirió que se hicieran servidoras (sirvientes) de su clero diocesano y o de los sacerdotes misioneros pertenecientes a la comunidad que años más tarde erigiría también el Obispo Builes. Y que claro la futura Madre Laura le ofendió desde el principio tal propuesta y más que nunca luchó a partir de ahí más encarnizadamente por volver su sueño realidad.

Luego me encontraría hermanas miembros de la comunidad que ella había fundado en 1926, Hermanas de la Inmaculada Concepción de María y Santa Catalina de Sena, conocidas más como HERMANAS LAURITAS,  admirables por su trabajo entre los indígenas y colaboradoras, compañeras al lado de nuestros sacerdotes en diferentes misiones de Colombia.

Muchos años pasarían para que volviera a centrar mi interés en la Madre Laura Montoya y conocer algo más en profundidad de su vida…Fue a mediados del 2002, dos semanas antes de mi ordenación sacerdotal y mientras me preparaba en un retiro de una semana para tan magno evento  con mis otros 3 compañeros diáconos Julio, José María y Ausberto. El lugar escogido para el retiro espiritual fue el Monasterio de los Monjes Benedictinos de Guatapé Antioquia, y  el primer atardecer, después de la oración de la tarde en la capilla nos condujeron al gran refectorio de los  hombres consagrados a la oración y al trabajo y mientras comíamos, constaté que en la acostumbrada  lectura comunitaria espiritual hecha por un monje, avanzaban esa semana en las narraciones de las gestas y pensamientos de la Hermana de Jericó …Lo que me causó extrañeza y simpatía a la vez era que al comprender lo escuchado, la mayor parte de los monjes reían de manera mesurada y poco esfuerzo o ninguno hacían para contenerse…Después de la cena supe entonces que se trataba de la autobiografía de la que en ese momento la llamaban Venerable y se titulaba: “Historia de las misericordias de Dios en un alma: Autobiografia de la Madre Laura Montoya Upegui”.

Y es que en verdad la Madre Laura nuestra primera santa colombiana escribía bien…con un estilo propio, espontaneo, ingenuo, pero a la vez muy profundo, espiritual y ameno...sin descartar la hilaridad y el humor.

Testimonio del médico en quien la Madre Laura obró el segundo milagro necesario para ser declarada santa:





Aquí algunos apartados de su autobiografía:

1
Mi demasiada sencillez era otra fuente de risa. Todas ocultaban el algo*
que llevaban para el mediodía, cuando no era bocado rico. A mí jamás se
me ocurrió tal maniobra; con la mayor ingenuidad sacaba el vulgarísimo
que me daban. Todas hacían corro para vérmelo comer. Esto era para mí
tormento bien extraño pues no entendía el motivo. Me llamaban con hiriente
burla, "la canaria", porque desde el principio me presenté con un
vestido del color de los canarios, de un linón usado sólo para colgaduras.

2
Providencial parentesco
Tan luego como salimos de Jericó, (30 de diciembre) comenzó a llover
y así terminamos el día con el percance más gracioso.
Desde las seis de la tarde nos perdimos en un potrero muy cenagoso y
grande. Llegó la noche negra como una boca de lobo y no habíamos encontrado
el camino. Las bestias se habían metido en un barrizal del cual no
pudieron salir, la lluvia arreciaba y no tuvimos más remedio que echar a
andar por barrizales que se tragaron los zapatos de las viajeras. El peón
echó a gritar como un loco pidiendo socorro, cuando divisamos a mucha
distancia una lucecita como de un fogón y emprendimos la marcha hacia
aquel sitio, esperando la luz de un relámpago para salir de los barrizales.
Al fin llegó nuestro peón a un rancho y nos gritó que fuéramos.
Andando en las puras medias, llegamos al rancho y encontramos al
peón en lucha abierta con el dueño de la casa que no quería darnos posada
y más fiero que un tigre, le amenazaba si no salía y retiraba las bestias,
porque el potrero era del padre Cadavid46 y no consentía animales en él.
Saludamos al hombre y por toda respuesta nos dijo que siguiéramos nuestro
camino, porque a su rancho no nos dejaba arrimar.
¡Dios mío! me dije: ¿Este señor será loco? Pero muy calmada le dije:
Le pagaremos bien la posada. No hay dónde, me respondió. Le dije que
nos acomodaríamos en un lugar cualquiera, que el todo era tener techo.
Me dijo: No lo permito; sigan su camino. Entonces le repuse que yo se lo
pedía en nombre de Dios. Me respondió que no tenía que ver con nada,
que el padre Cadavid no le permitía dar posada. Entonces con energía le
dije: ¿Este alar lo necesita? No, me respondió, pero no entrarán a él. Les
dije a las compañeras: Acérquense a este alar, que si no quiere este señor,
que nos saque. Ellas se arrimaron al alar y yo le dije al peón que descargara
y echara las bestias al yerbal. Luego, volviéndome al hombre le dije:
Usted señor, haga lo que quiera.
Se me olvidó que era junco, padre mío. Mi reto era muy serio. El hombre
braveando por lo bajo, se entró a la cocina. Mientras tanto todos los
corotos* de viaje los habíamos arrimado al alar, dispuestas a amanecer
allí, aunque fuera en pie, pues de otro modo, no cabíamos.
De pronto salió de la cocina nuestro hombre, armado con una hacha y
en ademán terrible. Mis compañeras temblaron; creo que yo no porque
estaba segura del socorro de Dios, e interiormente acababa de pedírselo.
El peón avanzó hacia el hombre y tomándolo del brazo, se lo volvió a
llevar a la cocina. Nosotras nos quedamos en la expectativa más terrible.
A poco rato y cuando esperábamos que tendríamos que desocupar el
alar, tomado a la fuerza, salió nuestro patrón muy cari simpático y nos
dijo: Yo soy muy pobre. Van a pasar una mala noche; pero éntrense a esta
piececita y por aquí hay esteras y yo no sé qué abriguito les dé. ¡Dios mío!
¿Qué pasa? nos decíamos al oído. ¡Dios mío! ¿Qué se hizo el lobo? Que se
volvió cordero... en fin dichosas con aquel cambio, entramos y le recibimos
al hombre cuánto nos ofreció, inclusive comida que fue a traernos a la
cocina, pidiéndonos muchos perdones, por lo poco y malo.
Estábamos comiendo muy a gusto en un cuartico muy abrigado y riéndonos
ante aquel misterio, cuando el peón entró también ya muy alimentado
con lo que le habían dado en la cocina y nos refirió, que viendo él, que
ese hombre nos iba a matar, lo había llevado a un solar y le había dicho:
Hombre, ¿cómo se va a tirar usted con esta señora? ¿No sabe quién es?
Pues... es hija del santo Padre, hermanita nada menos que del presidente
de la república... sobrina del señor Obispo y prima del padre Cadavid!
Usted se mete hoy con ella hombre y mañana le llega una excomunión del
santo Papa y decreto de presidio perpetuo que manda el presidente de la
república.Y el padre Cadavid, ni se sabe lo que hará con usted! ¡Figúrese
hombre! ¡como quiere él a su prima...!
El infeliz hombre, después de saber mis parentelas no supo lo que nos
ofrecía. ¡Pobrecito! La risa nos mataba a nosotras porque no podíamos disimularla
cuando entraba el hombre a ver si nos podía acomodar mejor y nos
decía: Díganle al padre Cadavid que hice cuanto pude por ustedes, pero que
como uno es tan pobre... En fin, le prometimos que quedaría muy bien ante
el padre Cadavid y nos dormimos. Por la mañana no hubo atención que no
nos hiciera, diciéndonos siempre: Si yo no fuera tan pobre, les daba hasta
bastimentico. Saludes muchas al padre Cadavid y que no pude hacer más por
ustedes. Que perdone.
¡Pobrecito! El santo Papa, el presidente de la república y el señor Obispo,
le sobraron; con que yo hubiera sido prima del padre Cadavid, hubiera
tenido. Cosa particular, padre, sin mentir nosotras, pues nada aseguramos,
nos socorrió Dios por medio de una mentira, que mayor no la hay. Sin
embargo decíamos nosotras, fijándonos bien en lo de ser hijas de Adán,
bien podían explicarse estos parentescos.


3
No venimos a ver cuerpos sino a buscar almas
Seguimos para el Guapá, por un camino que no presentaba más dificultades
que la pasada del San Juan, que ya allí es bastante grande; pero
nuestros peones se encargaron de poner maromas* por las cuales pudimos
pasar sin novedad ninguna.
Ya en el camino, me había dicho uno de los caballeros que nos conducían,
que el ver a los indios desnudos iba a ser un bochorno, tanto para
ellos como para nosotros. Le contesté: No sufra por eso, que nadie viene a
ver cuerpos sino a buscar almas. Él se rió y la cosa paró allí. Mi alegría no
me dejaba pensar en nada desagradable.
En una hermosa colinita, entre los ríos Atarraya y San Juan, se plantó el
rancho misionero y pasamos la noche. A la mañana siguiente los indios
llegaron muy temprano, no nos habíamos levantado las mujeres, y al verlos
bajar por el frente del rancho, el caballero que tenía miedo de ver a los
indios desnudos, me llamó diciéndome: Doña Laura, asómese para que
vea llegar las almas.
Nos reímos a más no poder, la ocurrencia no era para menos. Por mi
parte, le dije, no veré sino las almas.
Así fue, porque ninguna otra cosa podía llamarme la atención, ni las
miradas, al menos las del alma; y las del cuerpo, no tenían por qué mirar
los cuerpos; para eso están los párpados tan fáciles de cerrar.
Llegaron más de cien indios, todos alegres y sin entendernos palabra.
Los obsequiamos cuanto pudimos y procedí al ensayo de los métodos que
me había ideado. Trabajamos varios días sin que los indios nos abandonaran.
Mientras que unas trabajábamos en la enseñanza, otras se ocupaban
en preparar comida para toda aquella gente. A la hora de comer, el primer
día, quiso el padre ser el que les entregaba las totumas con caldo para que
le cogieran cariño, decía, y me suplicó que le cubriera un poco las indias
para poderse arrimar a ellas. Fui y les puse a todas en el pecho un pañito,
diciéndoles que era para que el padre no las viera tan desnuditas y lo aceptaron
como si entendieran la razón de mi maniobra. Pero cual sería nuestra
risa cuando al acercarse el padre, sintiéndose como maniaditas por aquel
vestido, lo pusieron a un lado para dejar las manos libres para recibir su
totuma. Era como si a nosotras nos cubrieran las narices, no encontraríamos
razón para ello. Casos de esos nos pasaron muchos.
Más o menos bien entendieron nuestros indios las principales verdades
y procedimos a lo del bautismo. Antes era natural que los vistiéramos y
sacamos la ropa. Aquello fue lo gracioso; todos los hombres se cogieron
las faldas y no quisieron calzones porque eran feos. Les reclamamos las
faldas para las mujeres y contestaban: Poné calzón a mujer.
No hubo remedio. Todos los hombres quedaron vestidos de mujer y las
mujeres quedaron sin nada. A duras penas, vestimos algunas mujeres con
faldas que sobraron porque no todos los hombres quisieron ni aún faldas.
Quedaron igualitos los hombres y las mujeres. El trabajo fue para casarlos,
porque fue imposible distinguir los maridos y las mujeres. Casi todo
el día se pasó en lo de los vestidos, porque los hombres no querían ponerse
la falda en la cintura sino que se las amarraban al cuello y les quedaban
como capa. Tuvimos que conformarnos con dejarlos así.
4
En una plática sobre el infierno, dijo el padre que daba los santos ejercicios,
cosas terribles y entre otras, dijo que él mismo revestido con ese
hábito de San Ignacio, no estaba libre de ser un día tizón del infierno.
Estas palabras nos aterraron mucho a la amiga y a mí. Por efecto del mismo
terror, nos miramos con cierta sonrisa de pena. Inmediatamente, el padre,
dijo con rostro severísimo: Bien digo… todas las que me están oyendo…no,
no entrarán al cielo… las que se ríen de estas cosas… mucho temo, mucho…


Y para corroborar que el humor rima con amor y que la hilaridad no está lejos de la santidad les transcribo esta parodia del Grupo Revolcón del programa de Humor “La Luciérnaga”, emitido el pasado martes 7 de mayo.  Las estrofas se cantan con la música de la canción ranchera “Canta, Canta”…



(a propósito de que se quieren pegar al viaje a Roma, pero muchos muchos a causa de la Santa Laura…?)

Santa, santa, santa  (Grupo Revolcón)
Quieren ir a la canonización,
algunos porque siempre la han querido,
otros pa comenzar la devoción
y otros porque lagartos siempre han sido.

Más de un politiquero dice que
no va a perderse de una vaina de esas,
no saben la Madre Laura quién es,
pero allá van a estar sabiendo que ni rezan.

Pero así sean devotos o no,
Motivo de emoción es la santa que llega.

Santa, Santa, Santa
Santa Madre Laura humilde Señora,
Santa, Santa, santa
Santa Madre Laura ruega por Colombia  (bis)


Definitivamente ser santo no es fácil, ser santo no es difícil cuando se entiende en qué consiste ésta…Pues los santos canonizados, ejemplo de la madre Laura,  y no canonizados aún, fueron personas comunes y silvestres, que también tuvieron defectos…

Una imagen deformada de la personalidad de los santos -más ligada a cierta iconografía de pasta flora que a la realidad- los imagina desgajados del mundo, con un talante seráfico y nebuloso, casi irreal, como si no fueran hombres de carne y hueso, y no hubiesen tenido que luchar con las mismas pasiones que el resto de los mortales. 

Esa imagen lleva a considerar la santidad como algo dulzón y etéreo, que todo el mundo debe aplaudir, y se escandaliza ante los defectos de los santos, cuando precisamente lo que prueba su santidad es la lucha heroica de estos hombres y mujeres contra esos mismos defectos, soportando con caridad y paciencia, entre otras cosas, las incomprensiones de sus contemporáneos
.

La Madre Laura de quien el Papa Francisco presidirá la ceremonia de canonización en Roma el próximo domingo 12 de mayo a partir de las 2 y 30 de la mañana hora colombiana y 9 30 hora de Roma…no estuvo exenta de sus defectos personales, de los ataques e incomprensiones de quienes la rodeaban y que no creían en la posibilidad y éxito de sus empresas…

Como dice el biógrafo de la madre Laura en la presentación de su libro: “Naturalmente que hay en la vida de la Madre Laura cosas de subido misticismo que no todos podrán comprender ni por lo tanto apreciar como se merece…”

Por todo ello la Madre Laura se convierte en nuestro modelo de santidad hoy, modelo de virginidad y de castidad, de compromiso cristiano bautismal, como donación plena de la vida y de todo lo que somos y tenemos a Dios, a la construcción de su Reino, de su proyecto de amor, paz y justicia social…al establecimiento de la sociedad alternativa al mundo de violencia, de maldad y egoísmo que aparentemente se impone…

La Madre Laura se  ofrece hoy como modelo para las mujeres que estén pensando en otra salida diferente al matrimonio: consagrar la vida al servicio de tantos necesitados...

La Madre Laura es modelo de fecundidad espiritual para tantas monjas que como les decia esta semana el Papa Francisco en Roma a las superioras de diversas congregaciones que encontró en el vaticano  "no deben olvidar que su vida es para ser fertil, fecundar hijos espirituales "  y mostrar por su vocación específica y estilo de vida la liberacion, su liberacion que atiende Jesucristo y la Iglesia...Las monjas no son solteronas ni mujeres frustradas, enclaustradas ni  amargadas...eso deben demostrárselo al mundo...


Hoy la Iglesia Misionera necesita jóvenes que con generosidad y alegría lleven a todos los pueblos el mensaje de Jesús.

Hoy Cristo te llama como llamó a María y a la Madre Laura, a llevar la Buena Nueva a los pobres más pobres, indígenas y marginados.

Santa Madre Laura ruega por Colombia!

Santa Madre Laura ruega por nosotros!

Amén..

Acá les dejo a continuación unos enlaces interesantes sobre la Biografía de la madre Laura, aspectos generales de sus comunidades y lo que considero mejor: la posibilidad de leer sobre la tableta, en el móvil o mismo computador la versión numérica de su autobiografía de más de 1000 páginas, donde encontraran los apartes citados arriba y muchos otros detalles e historias ocurrentes, trascendentales y muy espirituales de la Madre Laura.













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Gustavo Quiceno