viernes, 23 de marzo de 2012

Apuntes sobre el sacramento de la RECONCILIACION (o Penitencia o confesión de los pecados) I



Parece que la palabra RECONCILIACIÓN es poco comprendida o no comprendida del todo en nuestros días…Sucede como con la palabra EUCARISTÍA a la que muchos no identifican con la MISA.

La gente dice con mas frecuencia: “LA CONFESIÓN”, “voy a confesarme”, “vaya confiésese”, “Que Dios nos coja confesados”, etc.

Así cuando hablamos de confesión de boca, confesión de los pecados tenemos en la mira LA RECONCILIACIÓN, que es el nombre mas bello, completo para este sacramento…Aunque otros le llaman PENITENCIA, pero esta palabra ha tomado una significación mas de DOLOR, PENA, SUFRIMIENTO, SACRIFICIO…y eso es recortar o disminuir en consideración la esencia del sacramento.

En muchos juegos o dinámicas de grupo suele emplearse esta palabreja PENITENCIA, para darle una especie de castigo o pena a quien se equivoca en el transcurso del juego (recuerden ejemplos: “Salga corriendo y dele una vuelta al salón o patio gritando `estoy loco (a) estoy loco(a)!`”, haga los números al aire con el trasero vuelto hacia el publico, cante (por si se sabe que canta feo o se le oye horrible), cuéntenos un chiste (descachado)…Todo con el objeto de ser centro de burlas, de punición, de vergüenza…Acaso es solo eso la penitencia y o reconciliación?

Nada mas lejano de todo esto lo que quiere Dios de sus hijos, de su comunidad, de su pueblo, Iglesia amados…

Quizás por ello, en el subconsciente colectivo esta presente o fijo pensar que si voy ante el sacerdote a confesarme seré objeto de burlas, de sarcasmo, objeto objetivo (para los demás) de vergüenza, de señalamiento…Confesarse no esta mas a la moda, no esta IN, uno es anticuado, un “atrasado” en la evolución.
No PENITENCIA sabe decir que YO antes que nadie sienta verdadero pesar, dolor por mis pecados, el mal, las ofensas hechas a Dios en los hermanos.

Cuando estudié en el seminario aprendí algunas cosas claras y puntuales sobre el sacramento de la alegría (LA RECONCILIACIÓN, PENITENCIA) que les comparto enseguida:
           
     1. Nos  decían a los seminaristas algunos padres formadores que la confesión no debe limitarse solo a una enumeración o lista exhaustiva de pecados (como cuando uno va al mercado), se trata ante todo de acercarse al confesor (el sacerdote o ministro) con una verdadera y o sincera actitud de arrepentimiento…con consciencia de haber actuado mal y con la sublime intención de “cambiar”, de transformar su actuar (gestos, palabras, actitudes).

De poco o nada sirve tener muy clara la lista y decirla por simple formalismo o como un autómata (deseando cumplir solo un precepto o sacramento para complacer a alguien) sino hay una verdadera intención de cambiar (retribuir, mejorar, perfeccionarse, convertirse).

2.        Cuando busco el sacramento de la confesión estoy diciendo ante todo que me reconozco CRIATURA de Dios, un hombre o una mujer frágil, dependiente que no puede nada sola sin la asistencia y o ayuda de Dios  (su gracia) y de quienes me rodean…Confieso o revelo que reconozco mis limitaciones, que necesito de ayuda para ser feliz y realizarme.

3. Una vez que me confieso tener la plena confianza de que recibo una GRACIA o fuerza especial espiritual (la acción de Espíritu Santo) que me hacer sentir  como muchos dicen “liviano” (me quité un gran peso de encima), “distinto”, “renovado” y dispuesto a continuar adelante RECONCILIADO, PERDONADO, PURIFICADO.

4.        Ahora cuantos de entre nosotros decimos o pensamos (rechazando o siendo negligentes ante el sacramento de la alegría):  “qué va, qué me voy yo a poner a confesarle los pecados a un hombre tan o más pecador que yo…coja oficio!”  Y de eso no se trata, por lo que he dicho arriba, es preciso ver al ministro o sacerdote como un canal (un tubo, la canoa) visible a través del cual se hace patente ese perdón de Dios, confesarme me compromete, y necesito de alguien para guiarme, para orientarme…

Dios se vale de nosotros para transmitirnos su amor, su gracia que santifica y que devuelve la alegría. Todos los sacramentos no son mas que eso: la visibilidad material de las realidades invisibles de Dios: el agua (cfr bautismo), el aceite sagrado (la confirmación), pan y vino + agua  (eucaristía), encuentro personal (perdón y reconciliación).

5. En nuestros días uno constata por las confesiones que escucha por todo el mundo que poco o nada hay de conciencia social de pecado. Conciencia colectiva en dos sentidos. Uno, hay una tendencia a confesar pecados sobretodo contra la moral sexual, no son pocos lo que vienen mortificados por ejemplo (nada más que) por la masturbación o la excesiva sensualidad y o deseo sexual de pensamiento o real en su vida…Es raro que esta misma persona que confiesa su pecado sexual diga que ha pecado contra la caridad, que ha sido indolente o indiferente ante el sufrimiento de alguien.

Dos, no se siente una contaminación o culpabilidad social…Pocos son conscientes que las estructuras donde hemos nacido y continuamos creciendo están infestadas de injusticia, de corrupción, de maldad…que mismo la institución eclesial y demás iglesias de diversa índole no se salvan…Olvidamos que San Juan y Jesús hablaron tantas veces del ” pecado del mundo” y que es precisamente en el bautismo donde hacemos nuestra opción, nos mostramos dispuestos a rechazar ese “mundo” y sumergirnos en el mundo nuevo instaurado por Jesús, surgido de la Cruz y la resurrección…Un cristiano es consciente siempre que por los sacramentos no comulga con esa maldad, con esos anti-valores propuestos por el mundo…Al contrario trabajará y se esforzará por recrear este mundo con el Espíritu Santo recibido…

En síntesis cuando nos confesamos somos conscientes de nuestra existencia en un mundo rodeado de fuerzas malignas, de sentimientos anti Cristo…Pero el seguidor o discípulo de Cristo no odia el mundo, no lo juzga, trata de mejorarlo, hacerlo mas fraternal, humano y justo con su comportamiento…De acá entonces se deduce que será inevitable que no  confesemos pecados de negligencia, de infidelidad, de escepticismo, de duda, de incredulidad, etc… precisamente por esas mismas impresiones, mociones  o sentimientos falsos que el mundo nos transmita.

Para finalizar diré una buena y adecuada confesión tiene como base examinar los 10 mandamientos (proposiciones, consejos)  del código, gramática  o carta de navegación de Dios (prefiero este nombre al de ley). Recordar que 3 de ellos me invitan a contemplar mi relación con Dios Padre y los otros 7 mis relaciones y o encuentros con mi prójimo.

continuará...

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Gustavo Quiceno