En este quinto domingo de Pascua, la Iglesia nos propone un pequeño texto del discurso de Jesús la tarde del jueves santo. El contexto es doloroso. Cristo acaba de anunciar su muerte y su resurrección a sus discípulos.
Durante 3 años , ellos han vivido una bella experiencia con Jesús. Y es justo ahora que ellos se dan cuenta que todo va a detenerse ( a parar, a terminar?). Ahora, para Cristo la muerte no es el fin de todo sino un paso. El abre un camino y los invita a seguirle. A través de sus Palabras, El quiere transmitirles confianza y sobretodo prepararlos para la misión que viene.
Y así será, más tarde ellos serán enviados para anunciar el evangelio (la Buena Nueva) al mundo entero. Este evangelio, nos muestra un Dios apasionado de amor por toda la humanidad. Este mundo impregnado de tanta violencia, el Señor quiere sanarlo y salvarlo.
Al recibir el sacramento del bautismo , nosotros somos sumergidos en ese océano de amor que está en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto cambia toda la vida de los creyentes. En adelante, ellos no pueden vivir más en el egoísmo ni en la violencia. Al entrar a la gran familia de Dios, los bautizados estamos llamados a vivir como lo que somos: Hijos de Dios.
Ahora, la cuestión es, cómo saber que nosotros somos verdaderos discípulos de Cristo? La última frase del evangelio de hoy nos da la respuesta: “ El signo de que ustedes son mis discípulos es el amor que ustedes tengan los unos por los otros”.
Veamos aquí nuestra marca distintiva. Los ritos, las instituciones, los sacramentos , están subordinados a ello, y no tienen otra función que de mantener y expresar el amor que nosotros nos tenemos los unos a los otros.
El mandamiento del amor no es nuevo en sí. El constituye uno de los elementos fundamentales de la tradición bíblica: “Tu amaras tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19,18). Lo que es nuevo, es la manera como Jesús expresa este amor: “Ámense los unos los a los otros como yo los he amado”.
Es decir un amor sin límite, un amor que llega hasta dar la vida por el otro.
Recordemos la historia del padre polaco Maximiliano Kolbe (modelo de sacerdocio y de la santidad moderna ): En el campo de concentración nazi, donde él estaba un prisionero había acabado de evadirse. Las represalias son terribles: diez de sus compañeros detenidos son condenados a morir en el bunker del hambre. El padre Maximiliano Kolbe decide morir en el lugar (tomando la plaza) de uno de los condenados que lloraba junto a su mujer y sus hijos. El padre Kolbe entonces se suma a los condenados y les ayuda a morir cantando las alabanzas del Señor. A través de este testimonio y muchos otros, nosotros vemos cuanto el amor es más fuerte que el odio.
Ahora, el amor fraternal no es muy evidente que digamos en el seno de nuestras comunidades. La historia nos enseña que los cristianos han sido violentamente separados por cuestiones más o menos importantes de teología, dogma , liturgia , por política, etc. Desde las primeras divisiones (separaciones, cismas) , desde los primeros conflictos sobre la concepción de la verdad, los cristianos se han peleado entre ellos y estas disputas están presentes todavía hoy. Ha habido los conflictos entre Roma y Constantinopla , ha habido las cruzadas, las guerras de religiones, las numerosas excomuniones, la caceria de brujas, los abusos del poder, las muertes y genocidios de la colonización, los desacuerdos o malentendidos entre Ortodoxos , católicos y protestantes .
Los países de Europa se separaron , perdieron su unidad en el nombre (por causa) de la religión, lo que causó la muerte de millones de personas. El fanatismo religioso ha llevado a atrocidades terribles…en el nombre de Dios.
En el plan individual y o personal, el mismo tipo de divisiones nos afectan y nos dividen. Nuestros amores son frágiles y arriesgan de no ser sólidos y consistentes en los momentos de prueba , en los momentos difíciles y dolorosos. Muchos hermanos y hermanas que se entendían bien de un momento a otro no se hablan más; gran cantidad de parejas juntas por muchos años se separan y a veces se persiguen delante los tribunales. Los amigos de vieja data se evaporan y no se frecuentan (visitan) más. La indiferencia, el egoísmo, la violencia, hacen parte de nuestros comportamientos.
El amor del cual nos habla y nos propone Cristo es una fuente de agua viva que hace surgir una nueva primavera. Es un bálsamo que sana las heridas. Este amor es difícil, profundo, fiel, un amor más fuerte que el odio, más fuerte que la injusticia y más fuerte que la muerte. Y él es nuevo, porque va hasta el final: “Ámense los unos a los otros como yo les he amado”
Este mandamiento se constituye como la única obligación de la nueva alianza. Todo el resto es secundario y en función de esta misión que nos confía Cristo. “Ellos sabrán que ustedes son mis discípulos, si ustedes se aman los unos a los otros”.
Lo más importante en la Iglesia no son las leyes, las instituciones, los mecanismos de organización , ni los dogmas ni las tradiciones. No son tampoco las oraciones, el diezmo, la limosna, la cruz sobre la pared de la casa o la estatua y o la estampilla de la Virgen. Todo eso es importante, pero lo que es absolutamente esencial es el amor que nosotros tenemos los unos por los otros. Ese es el distintivo por el cual los cristianos pueden ser reconocidos. Ese es el mandamiento nuevo que Cristo nos ha dejado de herencia.
Cada domingo , después de la consagración, nosotros oramos para que este amor nuevo se realice en nosotros. En la plegaria eucarística tercera decimos “ para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de tu Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu”.
Esta clase de amor o mejor esta forma de amar a la manera de Cristo , nosotros lo podemos palpar , vemos que es posible sobre nuestro mundo . Cada uno podría dar ejemplos que todos conocemos :
- Padres de familia que durante años rodean de amor y de afecto un hijo minusválido, incapaz de cuidarse a si mismo.
- Hijos que se ocupan y se preocupan de sus padres ya mayores y que los visitan regularmente y les ayudan económicamente.
- Gente que consagra una parte de su tiempo a hacer trabajo benévolo y voluntario, visitando enfermos, acompañando a los ancianos, ayudando a los que no pueden valerse por si mismos.
- Personas que aceptan vivir con los más pobres y marginados de nuestro país y en otros países del mundo.
- Gente que trabaja con Amnistía Internacional , la cruz roja, médicos sin fronteras.
- Voluntarios que dan su tiempo y dinero para ayudar en las situaciones de desastre , un poco por todo el mundo, etc.
Este amor mutuo se traduce de mil maneras en la vida de todos los días: en la escucha, la acogida, la atención al otro, el servicio a los mas débiles, en la compasión, el perdón, la misericordia, etc.
Este amor se traduce también en los actos comunitarios en favor del bien común, de los derechos de las personas, de la justicia social, de la mejor repartición de los bienes, de un ambiente y aire de calidad superior, de la lucha contra todo racismo e indiscriminación, etc.
Amándonos los unos los otros como Cristo nos ha amado, participamos en la construcción de la ciudad nueva, la ciudad, donde no habrá ni muerte, ni lágrimas, ni dolor, ni violencia , ni guerra, ni explotación.
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Jesús no nos da un consejito, nos da un mandamiento. Este mandamiento nos aclara la voluntad de Dios, se nos da para ser obedecido, mejor, para ser vivido. Y se nos da como lema y resumen de toda la vida cristiana. Y se nos da como nuevo porque aún está por estrenar.
Siempre será nuevo para muchos de nosotros porque amamos, sí, pero al estilo del mundo, amamos con condiciones, con reservas, con fronteras, con protección, con el cuerpo.
Lo nuevo es amar "como yo os he amado". Sin condiciones, sin reservas, sin fronteras, sin protección, con el corazón perforado, con las manos clavadas, en la cama de la cruz.
Esta es la alianza nueva con mi pueblo: la sangre y la cruz.
Este es el mandamiento nuevo: amar como yo os he amado.
Estos son mis nuevos discípulos: los que viven en comunión conmigo, con los hermanos y con el mundo.
Hermanos, ¿buscan un modelo que imitar, un señor a quien servir?
Jesucristo es el modelo y el Señor del cristiano. Nadie más.
Hermanos, ¿buscan una receta para el amor?
No vayan a la farmacia. Pídansela al Espíritu de Jesús.
Hermanos, ¿quieren conocer los secretos del amor?
No compren vídeos. Abran la Biblia y lean en Mateo el Sermón de la montaña y o la primera carta a los corintios capítulo 13.
Hermanos, ¿quieren ser mejores cristianos y que todos los reconozcan como seguidores de Jesús?
Dejen que el Espíritu Santo llene sus corazones.
Él les enseñará a amar como Jesús. Él les dará la fuerza para amar como Jesús. Él les hará felices con los hermanos y con Jesús.
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DE JOSE LUIS MARTIN DESCALZO
DEL LIBRO RAZONES PARA LA ALEGRIA
Este es el gran problema: volver a creer en la eficacia del amor. En la l-e-n-t-a eficacia del amor. Una eficacia que tiene poco que ver con todas las de este mundo, sean del signo que sean. Una eficacia que -con frecuencia es absolutamente invisible.
Jesús conoció en su vida esa tristeza de la aparente inutilidad del amor. Nadie ha entendido esto tan bien como Endo Shusaku, el primer biógrafo de Jesús en japonés: «Jesús -dice- se daba cuenta de una cosa: de la impotencia del amor en la realidad actual. El amaba a aquella gente infortunada, pero sabía que ellos le traicionarían en cuanto se dieran cuenta de la impotencia del amor.
Porque, a fin de cuentas, lo que los hombres buscaban eran los resultados concretos. Y el amor no es inmediatamente útil en la realidad concreta. Los enfermos querían ser curados, los paralíticos querían caminar, los ciegos ver, ellos querían milagros y no amor. De ahí nacía el tormento de Jesús. El sabía bien hasta qué punto era incomprendido, porque él no tenía por meta la eficacia o el triunfo; é1 no tenía otro pensamiento que el de demostrar el amor de Dios en la concreta realidad.»
Tal vez los ilustres le mataron porque les estorbaba. La multitud dejó que le mataran porque ya se habían convencido de que era un hombre bueno, pero «ineficaz». Arreglaba algunas cosillas, pero el mundo seguía con sus problemas y vacíos. No servía.
Veinte siglos después van aumentando los hombres que están empezando a sospechar que la picardía, los codos, las zancadillas son más útiles que el corazón. Cientos de miles de cristianos buscan otras armas más eficaces que el amor. En el amor hoy ya sólo creen los santos y unas cuantas docenas de niños, de ingenuos o de locos. Pero si un día también éstos dejaran de creer en ello habríamos entrado en la edad glaciar.
BIBLIOGRAFIA
http://cursillos.ca
http://dimancheprochain.org
Libro razones para la alegria, Jose Luis Martin Descalzo.
Diversas fuentes de internet en espanol y frances.