Buena semana, y fructífera oración (P. Gustavo)
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EL MENSAJE DEL DOMINGO
Por: Gabriel Jaime Pérez, S.J.
XVII Domingo Ordinario - Ciclo C
Julio 25 - 2010
Una vez, Jesús estaba orando en un lugar; cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: -Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñó a sus discípulos. Jesús les dijo: -Cuando oren, digan: “Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día el pan que necesitamos. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos han hecho mal. No nos expongas a la tentación.”
También les dijo Jesús: -Supongamos que uno de ustedes tiene un amigo, y que a medianoche va a su casa y le dice: “Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa, y no tengo nada que darle.” Sin duda el otro no le contestará desde adentro: “No me molestes; la puerta está cerrada, y mis hijos y yo ya estamos acostados; no puedo levantarme a darte nada.” Les digo que, aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, lo hará por su impertinencia, y le dará todo lo que necesita. Así que yo les digo: Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre. ¿Acaso alguno de ustedes, que sea padre, sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado, o de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! (Lucas 11, 1-13).
1. Cuando oren, digan: “Padre…”
Varias veces los evangelios nos presentan a Jesús en oración, siendo ésta una de las características que más resaltan de aquél Maestro bueno que se mantenía en constante unión con el Dios cuya cercanía predicaba y al que llamaba Padre. Esta invocación aparece en algunos pasajes con la palabra Abbá, que, en el idioma arameo empleado por Jesús significaba exactamente lo mismo que nosotros expresamos con el término Papá.
Por eso, cuando los discípulos de Jesús le piden a su Maestro que les enseñe a orar como Juan el Bautista lo había hecho con los suyos, comienza diciéndoles cómo invocar a Dios Creador: como a un padre bondadoso y compasivo, reconociéndonos por tanto como sus hijos y, por ello mismo, como hermanos entre nosotros. Nadie antes se había dirigido así a Dios, y en eso consiste en gran parte la novedad del mensaje de Jesús.
En las dos versiones del “Padre nuestro” que aparecen en los evangelios, la oración se hace en plural: tanto en la de Mateo -que es la más extensa, la empleada por la liturgia y la que nosotros rezamos- y la de Lucas -que corresponde al evangelio de este domingo-. Esto quiere decir que, cuando Jesús enseña a sus discípulos a orar, los exhorta a superar el individualismo egoísta y tener en cuenta a toda la humanidad. Por eso el “Padre nuestro” es una oración solidaria, en la que si decimos “danos cada día nuestro pan…”, o si pedimos perdón o imploramos ayuda para no caer en la tentación, no lo estamos haciendo para uno o unos cuantos, sino para todos.
2. El Padre nuestro es oración de alabanza, ofrecimiento y petición
El “Padre nuestro” suele ser considerado como una oración de petición, y en verdad lo es. Sin embargo, lo primero que encontramos en ella es la alabanza, en segundo lugar el ofrecimiento, y por último vienen las peticiones, una de las cuales es la del perdón.
Primero está la alabanza, porque al decir santificado sea tu nombre, expresamos nuestra gratitud y nuestro deseo de que el Creador sea reconocido y glorificado en su ser por todas sus creaturas. Luego está el ofrecimiento, porque cuando decimos venga tu reino -o ven a reinar en nosotros-, le estamos ofreciendo nuestra disposición a que su poder, que es el poder del Amor, dirija nuestra vida personal y social para que así podamos ser todos felices, que es lo que Él quiere. La versión del Evangelio según san Lucas, correspondiente a este domingo, omite la frase “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, que sí aparece en el de san Mateo. Pero, en definitiva, esta frase ya está implícita en la anterior (venga tu Reino), pues la realización del Reino es justamente el cumplimiento de lo que él quiere, que se haga presente cada vez más en nosotros el poder de su Amor.
Y después de la alabanza y el ofrecimiento, vienen las peticiones propiamente dichas. Jesús nos invita a pedir que no nos falte el alimento: danos cada día el pan que necesitamos; no se trata solamente del pan material, sino también del espiritual que recibimos con la Palabra de Dios y la comunión en la Eucaristía. Jesús nos invita a pedir perdón, manifestando nosotros nuestra disposición a perdonar: Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos han hecho mal. Y finalmente, Jesús nos invita a pedirle al Creador que no nos exponga a la tentación (aquí concluye la versión de Lucas, mientras que la de Mateo agrega “y líbranos del maligno”). Son tres peticiones que a su vez nos recuerdan las tres necesidades fundamentales de nuestra vida: el alimento diario, la reconciliación con nuestros prójimos como condición para estar en paz con Dios, y la fuerza protectora de su Espíritu para no dejarnos vencer por las tentaciones.
3. Lo que ante todo debemos pedir en la oración
Un detalle muy importante en el Evangelio de hoy es la conclusión que saca Jesús de su parábola del amigo insistente, con la que concluye su enseñanza sobre la oración: “Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!”. Con esta reflexión Jesús no sólo nos invita a pedir con constancia, sino además a pedir lo que de verdad y ante todo necesitamos. Muchas veces podemos experimentar la tentación de desanimarnos y desistir de la oración porque sentimos que Dios no atiende a nuestras peticiones. Pero lo que puede estar ocurriendo en estos casos es que el Señor no nos concede lo que no nos conviene para nuestra verdadera felicidad, que en definitiva es la felicidad eterna.
Por eso lo primero que debemos pedirle es justamente la disposición que necesitamos para recibir lo que sólo Él sabe que es más conveniente para nuestra vida y nuestra salvación eterna. Esta disposición sólo podemos tenerla si actúa en nosotros su Espíritu, el Espíritu Santo, y éste es precisamente el sentido de la frase venga tu Reino: que de tal modo dejemos que actúe en nosotros el poder de Dios, el poder del Amor, que estemos siempre dispuestos a cumplir su voluntad. ¡Y su voluntad, lo que Él quiere, es que seamos eternamente felices!-
gperez@javerianacali.edu.co
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PISTAS HOMILÍA DOMINICAL
Jorge Humberto Peláez, S.J.
TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XVII C
(25-Julio-2010)
ü Lecturas:
o Génesis 18, 20-32
o Carta de san Pablo a los Colosenses 2, 12-14
o Lucas 11, 1-13
ü El tema central de la liturgia de este domingo es la oración. A través de Abrahán y de Jesús descubrimos diversas maneras de comunicarse con Dios:
o La oración de Abrahán muestra una gran familiaridad con Yahvé; sus peticiones son hechas en forma de negociación, consecuente con la cultura comercial de su raza; pretende salvar a Sodoma de la destrucción negociando con el número de justos que hay en ella: 50, 45, 40, 30, 20, 10.
o Por su parte, Jesús responde a la petición de sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”. El Maestro ofrece una extraordinaria lección de espiritualidad.
ü Pero antes de avanzar en la lección que nos ofrece Jesús, debemos preguntarnos cuál es nuestra experiencia de oración:
o En general, podemos decir que la inmensa mayoría de los creyentes le manifiesta a Dios sus preocupaciones y proyectos.
o Pero tenemos que reconocer que se trata de una oración coyuntural, es decir, nos acordamos de Dios cuando nos sentimos amenazados. En nuestro imaginario religioso, Dios aparece como la solución a los problemas económicos, laborales, emocionales y de salud.
o Además de ser interesados, somos terriblemente superficiales e incapaces de estar a solas con nosotros mismos; a este propósito, es interesante observar a la gente que se encuentra en una “sala de espera”: tiene la mirada fija en la pantalla de su computador portátil o está manipulando el teléfono celular. Esta incapacidad para la interiorización hace muy difícil desarrollar el hábito de la oración.
ü Después de estas breves observaciones introductorias, volvamos a la petición manifestada por los discípulos, a la cual responde Jesús enseñándoles la oración del Padrenuestro. Su estructura es muy simple: un saludo inicial, tres peticiones cuyo objeto es el mismo Dios y tres peticiones sobre nuestra situación concreta.
ü Es muy interesante la forma como se plantea el saludo inicial, “Padre nuestro, que estás en el cielo”:
o Los seres humanos queremos comunicarnos con Dios, pero no sabemos cómo hacerlo pues nos resulta lejano e inaccesible.
o Esta preocupación es resuelta por Jesús con la primera palabra con la que inicia su clase sobre la oración; allí nos dice que debemos dirigirnos a Dios como Padre, con lo cual nos manifiesta qué tipo de relación existe entre el Creador y las criaturas.
o Antes de Jesús, nadie se había atrevido a dirigirse a Dios con este nombre tan íntimo. Al enseñarnos que debemos dirigirnos a Dios con esta invocación nos dice que la oración del creyente es un grito confiado del hijo, que se manifiesta a un Dios que es padre amoroso.
o La referencia “que estás en el cielo” afirma la absoluta trascendencia de Dios, que no se puede confundir con el orden creado.
ü “Santificado sea tu nombre”:
o Le pedimos que su santidad sea proclamada por nosotros con las palabras y, sobre todo, con el testimonio; que viendo las obras buenas que realizamos, los demás glorifiquen al Padre que está en los cielos.
o Le decimos que deseamos que se manifieste como Dios y Padre para que podamos avanzar en el conocimiento del que es tres veces santo.
ü “Venga tu reino”:
o Esta petición del Padrenuestro nos conduce al núcleo de la predicación de Jesús; durante su vida apostólica anunció la buena nueva del señorío de Dios.
o Con esta petición expresamos nuestro deseo de que el mensaje evangélico alcance a todos los seres humanos, y penetre todos los aspectos de la existencia.
ü “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”:
o El proyecto de vida de Jesús estuvo totalmente orientado al cumplimiento de la voluntad del Padre.
o Con esta petición expresamos nuestro deseo de que el proyecto de amor de Dios sobre nosotros se realice pronto.
o Igualmente decimos que nuestros pequeños intereses particulares quedan subordinados a una realidad superior; no queremos obrar siguiendo el dictamen de nuestro capricho, sino que queremos que su voluntad sea el hilo conductor de nuestra existencia.
ü Después de estas tres peticiones que se refieren a Dios, vienen otras tres peticiones que tienen que ver con nuestra condición humana.
ü “Danos hoy nuestro pan de cada día”:
o Esta petición se refiere a las necesidades básicas para poder llevar una vida digna.
o El uso del verbo en plural – “danos” – expresa que se trata de una oración solidaria, que no solo se preocupa por las necesidades del individuo, sino que mira al conjunto de la sociedad. Millones de hermanos están bajo los niveles de pobreza. Oramos por ellos.
ü “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”:
o Es el reconocimiento humilde de todas nuestras equivocaciones. El auténtico perdón que sana las heridas del corazón no puede provenir de nosotros mismos, sino que necesita la intervención de Dios que nos da las fuerzas para levantarnos.
o Si queremos emprender, con renovado entusiasmo, el camino debemos desterrar los resentimientos y rencores; por eso decimos: “como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”
o El perdón abre un nuevo capítulo en nuestras vidas y nos permite vivir, con un nuevo enfoque, las relaciones interpersonales.
ü “No nos dejes caer en la tentación”. Esta última petición es un acto de realismo; somos frágiles y con frecuencia perdemos el rumbo. Le pedimos al Padre bueno que nuestra libertad no se equivoque en sus decisiones.
ü Al terminar esta sencilla meditación sobre las seis peticiones del Padrenuestro, volvamos a la petición inicial de los discípulos: “Señor, enséñanos a orar”. Necesitamos la oración para poder vivir de manera humana dentro de un mundo cruel e injusto; la oración es esencial para obtener la paz interior; orando descubriremos el plan de Dios sobre nuestras vidas y la vocación a la que hemos sido llamados.
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