Leyendo el evangelio dominical (comentado abajo) del “Pan de
vida como se define Jesús”, me pareció mucha coincidencia encontrarme también esta semana con varias
lecturas y o reflexiones de articulistas y filósofos franceses que hablan del
sentimiento que tienen las personas por estos
días en Europa y especialmente en Francia de
tomar distancia con respecto a la política, la tecnología y el consumo; y esto desde hace más o menos 5 años cuando el
internet con las redes sociales, los
emails, bloggers, twiter Facebook, etc, y
la mayoría de las veces informaciones negativas e incertitudes del mañana, bombardean
cotidianamente con “montañas y kilómetros de información” (que no se tiene
tiempo de asimilar, analizar o digerir).
Una encuesta del Trend Observer d’Ipsos,
llevada a cabo en 5 países desarrollados, deja ver el deseo creciente de una
necesidad de lo “humano” en nuestros modos de vida y de consumo.
Una tendencia que promete tomar
mucha fuerza en el futuro.
Este lugar preponderante y cada
vez mayor de la tecnología en nuestras vidas tiene en efecto 3 consecuencias:
1. El ritmo de vida se acelera, Cierto
sumidos como estamos en medio de la tecnología, de las informaciones… Todo el mundo se apresura a unirse a la
Revolución de la Era de la Información. Todos quieren estar conectados. De
hecho, desde hace un tiempo creemos que el único debate que vale la pena
sostener en la 'nueva era' es cómo garantizar que todos tengan acceso al mundo
del ciberespacio. Ahora empieza a perfilarse una pregunta igualmente
importante: ¿es demasiado acceso tan problemático como demasiado poco? ¿Es
posible que la revolución de la información y de las telecomunicaciones esté
acelerando la actividad humana a un ritmo tan alarmante que nos estemos
arriesgando a causar un grave daño a nosotros mismos y a la sociedad?
Estas nos llevan al comienzo de una nueva era en la historia humana:
estamos empezando a organizar la vida a 'la velocidad de la luz'. Cada día, se
introducen nuevos programas informáticos y tecnologías de la información para
comprimir el tiempo, acelerar la actividad y procesar mayores cantidades de
información. Vivimos cada vez más en la cultura del nanosegundo.
Los maestros de la tecnología nos
habían prometido que el acceso instantáneo haría la vida más cómoda, nos
liberaría de tareas innecesarias, aligeraría nuestras cargas y nos concedería
más tiempo. Ahora, después de todos los miles de millones de dólares de
inversión en las nuevas tecnologías, empieza a aflorar una incómoda pregunta:
¿es posible que las propias maravillas tecnológicas que supuestamente nos iban
a liberar hayan empezado, por el contrario, a esclavizarnos en una red de
conexiones cada vez más aceleradas de la que no parece haber escapatoria fácil?
Un nuevo término, 24/7 -actividad permanente, 24 horas al día, 7 días a la
semana-, ha entrado en el vocabulario en los últimos seis meses y está
empezando rápidamente a definir los parámetros de la nueva frontera temporal.
Nuestros aparatos de fax, correo electrónico, buzón de voz, ordenadores,
agendas electrónicas y teléfonos móviles; nuestros mercados de valores de 24
horas, los servicios instantáneos, las 24 horas, de cajero automático y banca,
los servicios de comercio electrónico e investigación que funcionan durante
toda la noche, programas informativos y de entretenimiento en televisión las 24
horas, servicios de restaurante, farmacéuticos y de mantenimiento las 24 horas,
todos intentando atraer nuestra atención.
Y a pesar de haber creado todo tipo
de aparatos para ahorrar esfuerzo y tiempo, y actividades para cubrir las
necesidades y los deseos de todos en esta nueva esfera, estamos empezando a
tener la sensación de que tenemos menos tiempo para nosotros que cualquier otro
humano de la historia. Eso se debe a que lo único que consigue la gran
proliferación de servicios para ahorrar esfuerzo y tiempo es aumentar la
diversidad, el ritmo y el flujo de actividad comercial y social que nos rodea.
Por ejemplo, el correo electrónico resulta muy cómodo. Sólo que ahora nos
encontramos con que nos pasamos la mayor parte del día respondiendo
frenéticamente a los mensajes que nos enviamos unos a otros. El teléfono móvil
ahorra mucho tiempo. Sólo que ahora estamos siempre potencialmente al alcance
de cualquiera que desee nuestra atención. En varias ocasiones he oído por
casualidad a hombres de negocios que respondían a llamadas de trabajo mientras
estaban sentados en un retrete público. ¿Duda alguien de que el tiempo se está
convirtiendo rápidamente en el recurso más escaso?
Hoy, nos encontramos insertos en un
mundo temporal mucho más complejo e interdependiente, compuesto de redes de
relaciones y actividades humanas siempre cambiantes; un mundo en el que cada
minuto disponible se convierte en una oportunidad para realizar otra conexión.
La máxima de Descartes 'pienso, luego existo' ha sido sustituida por otra
nueva: 'Estoy conectado, luego existo'.
¿Qué ocurre cuando nuestras vidas
se ven inmersas en relaciones de 24 horas que se mueven a la velocidad de la
luz? Los signos que indican nuestra nueva angustia por el tiempo están en todas
partes.
Las enfermedades relacionadas con
el estrés están aumentando drásticamente en todo el mundo. Según los expertos,
buena parte de ello es atribuible a la sobrecarga de información y al
agotamiento que experimentan cada vez más personas al sentirse incapaces de
soportar el ritmo, el flujo y la densidad de la actividad humana posibilitados
por las nuevas tecnologías que avanzan a la velocidad del rayo. En Estados
Unidos adquirió proporciones epidémicas en la pasada década. El 43% de todos
los adultos sufren efectos adversos para la salud debido al estrés, y se
calcula que el estrés en el trabajo cuesta miles de millones de dólares a la economía
estadounidense a causa del absentismo, el descenso de la productividad, la
rotación de trabajadores y los costes médicos.
Según un informe reciente de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), uno de cada 10 adultos de todo el
mundo sufre estrés, depresión y agotamiento. La OIT predice un aumento drástico
del estrés al introducirse tecnologías incluso más rápidas y acelerarse la
mundialización. Enfermedades relacionadas -como la depresión, las enfermedades
coronarias, los derrames cerebrales, el cáncer y la diabetes- están aumentando
con tanta rapidez que, según algunos especialistas, el estrés se puede
convertir en la principal causa de baja médica de la Era de la Información.
La nueva sociedad de 24/7 y de
ritmo acelerado está teniendo otras consecuencias profundas para la vida de las
personas. La actividad comercial y social durante las 24 horas ha conducido a
un grave descenso del número de horas dedicadas al sueño. En 1910, el adulto
medio seguía durmiendo entre 9 y 10 horas diarias; ahora, el adulto medio de
los países altamente industrializados duerme menos de siete horas diarias. Esto
se traduce en 500 horas más despiertos al año. El problema es que los relojes
biológicos humanos están adaptados a la rotación del planeta y a los ritmos
temporales diarios, mensuales y estacionales. Estamos biológicamente diseñados
para dormir cuando se pone el sol y despertar al amanecer. Una falta masiva de
sueño, producida por el nuevo ritmo de vida frenético, se asocia cada vez más a
enfermedades graves como la diabetes, el cáncer, los derrames cerebrales y la
depresión.
En ningún sitio está teniendo la
sociedad a 'la velocidad de la luz' más impacto que en la generación
electrónica. A millones de niños (especialmente varones) se les diagnostica en
Estados Unidos Alteración Hiperactiva por Déficit de Atención (AHDA), y el
fenómeno está comenzando a aparecer en Europa y en otras partes del mundo. Los
niños afectados de AHDA se distraen fácilmente, son incapaces de centrar la
atención, excesivamente impulsivos, y se frustran fácilmente. ¿Acaso es de
extrañar? Si un niño crece en un ambiente rodeado por el rápido ritmo de la
televisión, los videojuegos, los ordenadores y la constante estimulación de los
medios, y se acostumbra a esperar una gratificación instantánea, tiene muchas
posibilidades de que su desarrollo neuronal le condicione a un lapso de
atención corto. Si aumentamos el ritmo, nos arriesgamos a aumentar la
impaciencia de una generación.
Los conservadores sociales, a su
vez, hablan del descenso del civismo, y lo achacan a la pérdida de una brújula
moral y de los valores religiosos. ¿Se ha molestado alguien en preguntar si la
cultura de la hipervelocidad nos está haciendo a todos más impacientes y menos
dispuestos a escuchar y aplazar, a considerar y reflexionar? Ya están
comenzando a aparecer nuevos patrones de comportamiento antisocial relacionado
con el estrés, y con implicaciones alarmantes. 'Furia en el trabajo', 'furia en
la carretera' y 'furia en el aire' se han convertido en parte del léxico
popular conforme más y más gente manifiesta su estrés con brotes de violencia
en el trabajo, en el coche o incluso en los aviones. En la cultura del clic,
clic, no debería sorprendernos el que todos nos inclinemos cada vez más hacia
una respuesta violenta.
Quizá debamos preguntarnos qué tipo
de 'conexiones' cuentan realmente y qué tipo de 'accesos' importan
verdaderamente en la era de la economía electrónica. Si esta nueva revolución
tecnológica es sólo cuestión de velocidad e hipereficiencia, podríamos perder
algo incluso más precioso que el tiempo: nuestro sentido de lo que significa
ser un ser humano bondadoso.
Hasta ahora sólo nos hemos
planteado la cuestión de cómo integrar mejor nuestra vida en la nueva
revolución tecnológica. Ahora debemos plantearnos una pregunta más profunda:
¿cómo podemos crear una visión social que convierta a estas tecnologías de
'velocidad de la luz' en un poderoso complemento de nuestra vida, sin
permitirles que se apoderen de ella? (http://usuarios.multimania.es/politicasnet/articulos/vidaluz.htm
)
2. Los contactos virtuales ganan sobre los contactos “en la vida real” (IRL,
in real life), solo un pequeño ejemplo; en las pasadas vacaciones
fui a mi pueblo y lo hice a propósito que coincidiera con unos días de “puente”
que me posibilitaría volver a ver viejos amigos venidos de la capital…Y así fue
como encontré algunos…Recuerdo a Juancho en particular que hacia por ahí unos 5
años no veía, nos encontramos inesperadamente en una cafetería donde estaba acompañados
por otro amigo común, me invitaron a tomar algo, pero inmediatamente remarqué
la presencia de un niño (entre 7 y 10) en la misma mesa, “le presento a mi hijo”, me dijo
Juancho, enseguida lo miré y quise
saludarlo también, le estiré la mano, le ofrecí una sonrisa, pero a duras penas
me observo por unos dos segundos y no de muy buen gesto para continuar
tecleando en su celular…
3. El tiempo está sobrecargado, No es
necesario hacer estudios o investigaciones para descubrir algo tan simple:
vivimos agobiados. Piensen en un día normal de trabajo en una oficina normal:
llamadas, correos electrónicos, tareas pendientes en una lista interminable… Y
en los estudiantes universitarios las cosas no son muy diferentes (y si sumamos
ambas situaciones, nos podría explotar la cabeza).
Esto lo ha reflejado un estudio realizado por la asociación sin animo de
lucro Families and Work Institute, de EE.UU., según el cual 1 de cada 3
trabajadores estadounidenses viven con exceso crónico de trabajo…
Desde el 2006, el 60% de los franceses creen que cada vez más pasan menos tiempo juntos (en
familia, en reunión o encuentro de amigos…Paradójicamente en una época donde
nunca antes habíamos estado comunicados e interconectados…De nuevo, no
desprecien Facebook, pero empezamos a comprender que estar conectados no remplaza
al “estar juntos”.
Por otro lado, mismo estando
juntos, muchos son los que permanecen conectados a sus SMS o que no pueden
frenar su compulsión de tweeter.
Dos individuos más dos
smartphones, suman 4. Nada más fácil que cortar estas conexiones intempestivas,
pero todavía no todo el mundo ha integrado el reflejo (o la respuesta).
Por lo tanto no se ve el
desprecio o rechazo de la tecnología. Sus ventajas son tan adictivas que no sabríamos
como vivir sin ella. Sin embargo, sentimos necesidad de compensación,
requilibrio entre lo abstracto y lo material, entre el simple contacto y la
verdadera presencia. De ahí este debut de una nostalgia de vivir experiencias en lugares físicos. Las largas colas delante
las grandes exposiciones lo atestiguan. Las compras que hacemos por la Web,
mismo si uno va a buscar e informarse sobre el objeto en el almacén, llegan como una nueva
forma de distraerse.
Los bancos abren cafés (internet)
para atraer y retener sus clientes. Los hoteles no pueden ser negligentes ante
los spas, porque el turista pide una experiencia sensorial además de la visita
de los lugares…
Replegarse en si mismo? Regresar
a la casa? Sera mejor decir deseo de concreto y de humano. Se podía esperar
esto. Nos hemos lanzado aceleradamente con una curiosidad ávida y de “gula” sobre las innovaciones nacidas de la virtualización
del mundo. Ahora sufrimos las consecuencias y aspiramos corregirlas, sin
renunciar a sus beneficios.
La próxima jornada de vacaciones
o de descanso, seguramente nos permitirá hacer una evaluación en este campo.
Referencias:
Magazine Cles, Août 2012, Paris