Dios mío, en tus manos encomiendo este día que ya pasó, y la noche que llega . Con esta frase, durante más de treinta años el sacerdote eudista Rafael García Herreros despidió su Minuto de Dios. Fuera cual fuere el mensaje, el tirón de orejas a los colombianos, el llamado a la paz, una petición a Pablo Escobar para que se entregara o a los guerrilleros para que dejaran sus armas, el sacerdote, siempre, con su voz firme, serena, su mirada a veces dura y con apariencia de implacable, encomendaba a Dios la vida de los colombianos.
Y fue también a través del Minuto de Dios que dio grandes noticias al país, que habló de la cooperación, de la solidaridad y llenó de esperanza y alegría la vida de miles de hogares, pobres y olvidados.
Hoy, su voz no estará más con los colombianos. Ya no despedirá el Minuto de Dios pero aún así seguirá presente porque se trata de un sacerdote lleno de solidaridad, de amor, de ternura y comprensión, especialmente por aquellas personas que no tenían nada y a quienes siempre ayudó.
Rafael García Herreros Unda, hijo de un militar, el general Julio César García Herreros y de María Unda, de origen venezolano nació el 9 de enero de 1909 en la ciudad de Cúcuta. Desde niño sintió el llamado de Dios y no dudó en ayudar a sus compañeros de colegio y a sus amigos.
Se ordenó como sacerdote el 19 de agosto de 1934 en la iglesia las Angustias en Bogotá y en 1955 nació su programa El Minuto de Dios, que emitía mensajes espirituales por el canal 7 de la Televisora Nacional de Colombia, invitando a los cristianos a vivir la fe y a aprender a llevar las circunstancias y los problemas actuales, a despertar la conciencia social y a promover la colaboración de los ricos a los pobres.
También por televisión se dedicó a repartir mercados a las familias pobres y a darles 500 pesos a cada una. Vivía inquieto y preocupado por el fenómeno de la inmigración que traía a Bogotá a miles de familias en busca de nuevos horizontes y huyendo de la violencia. Hay que atenderlos de inmediato , pensó y así lo hizo. Nace un barrio Con una imaginación sin límites y una fe ciega en Dios y en los colombianos, Rafael García Herreros el telepadre, como lo bautizó un periodista emprendió en 1957 otra de sus locas ideas : la construcción de un barrio para las familias pobres.
Primero intentó trabajar en las lomas ubicadas detrás del Hospital Militar, con la ayuda de los jóvenes. De allí lo sacaron y lo tildaron de invasor. Entonces recibió una donación inesperada, un lote para construir su tan anhelado barrio, en el noroeste de Bogotá.
Así, sobre lo que eran unos potreros comenzó a levantar una gran urbanización, que dio trabajo y techo a muchas familias y se convirtió en un modelo de cooperación comunitaria.
El, con su ruana de lana, su habitual prenda de vestir, siempre estuvo al frente de las obras. No sabía de construción pero aprendió, colocó ladrillo sobre ladrillo y vio cómo se levantaban las casas de su barrio Minuto de Dios.
Hoy el barrio tiene un progreso notable. Hay un museo, un taller de arte y oficios artísticos para los niños, uno de música, un parque con quince esculturas y una imagen de Cristo, también motivo de escándalo, porque inicialmente estuvo desnudo, lo que desató cartas, reclamos y quejas hasta que en 1977 se decidió vestir su desnudez.
No faltaron, como siempre, los problemas. Lo tildaron de comunista, de socialista, de invasor, pero él siguió y sacó sus proyectos adelante. Un día, desesperado ante la posibilidad de tener que paralizar las obras del barrio vio brillar otra gran idea: hacer un banquete del millón para recoger millones de pesos y no interrumpir las construcciones.
Así, el 15 de agosto de 1961, llamó a Jaime Villa, gerente en ese entonces de la Corporación Minuto de Dios y le propuso organizar un banquete en que solo se serviría consomé y pan. Los primeros en pegar el grito en el cielo fueron los publicistas quienes consideraron el proyecto descabellado.
No obstante, en noviembre de 1961 se celebró el primer Banquete del Millón y desde entonces no se ha interrumpido. Incluso años después comenzó a realizarse en otras ciudades del país. Los ricos podrían participar en una cena pobre y a la vez dar sus aportes para resolver el problema de vivienda de muchas familias necesitadas , dijo sobre este evento.
El Salón Rojo del Hotel Tequendama, en Bogotá, se convirtió en el sitio que acogió, año tras año, a las familias solidarias y las reinas de belleza que se tomaron como propio el banquete y siempre han participado en él. Para la historia queda aquel detalle de una niña, Dolores Jaramillo, quien cambió el equipo de sonido que le obsequiaron al culminar su bachillerato, por la boleta de entrada al banquete.
El párroco de San Juan Eudes, como bautizó a su parroquia, sacó adelante otros proyectos de barrios para zonas marginadas, para regiones víctimas de catástrofes como Villa Tina, en Medellín, y de microempresas, fábricas de confecciones, fundaciones para jóvenes, ancianos e indigentes, centrales de transportes, asilos, casas campestres, entre otras.
En 1983, el presidente de la República, Belisario Betancur, le donó el premio Príncipe de Asturias que le había sido entregado por el gobierno español (aproximadamente 1.170.000 pesos), al Minuto de Dios; en noviembre de 1986, el presidente Virgilio Barco le otorgó la Orden Nacional en el grado de Gran Cruz ; en 1987 recibió el Premio Nacional de Solidaridad ; el 28 de abril de 1988 el Premio Derechos Humanos , entregado por la organización judía B nai B rith, y en 1990 el premio Comunica, otorgado por la Congregación Mariana y la Corporación Prensa, Cine, Radio y televisión (Precirte).
Todos los días a las 5 de la mañana se le veía rondar por la casa cural y a las seis ya estaba abrigado con su ruana café, recorriendo las calles de su barrio o repartiendo su periódico El Mensajero , con mensajes y orientaciones para la comunidad de su barrio.
Nada impidió que siguiera su obra, ni sus problemas respiratorios en 1988 que lo llevaron a internarse en la Clínica Shaio, o los problemas del corazón en 1989, ni las amenazas de muerte que le hiciera la guerrilla en febrero de 1988, a raíz de sus condenas al secuestro, a los alzados en armas y al narcotráfico, y ante las cuales simplemente respondió que nunca se iría de Colombia y nunca lo hará porque su vida ha dejado numerosas huellas. Sacerdote de la paz Rafael García Herreros, el sacerdote de la paz, decidió también vincularse a la lucha del Gobierno y de diferentes instituciones por alcanzar la paz.
Con su programa El Minuto de Dios logró llegar más lejos que muchos políticos y envió mensajes, algunos también duramente criticados, especialmente cuando el sacerdote se refirió a Escobar como un hombre bueno . La misma iglesia, a través del Episcopado le llamó la atención recientemente.
No obstante, García Herreros se propuso llevar en sus manos la bandera de la paz y no agotó esfuerzos hasta lograrlo. Acosó a los asesinos de Diana Turbay, pero a la vez pidió perdón para ellos, pidió que Colombia volviera sus ojos a Dios. Rogó a Pablo Escobar que se entregara y pidió constantemente por la liberación de los secuestrados, entre ellos, en ese momento, los periodistas Francisco Santos y Maruja Villamizar.
No agotó minuto de su espacio en televisión, ni sermones en sus eucaristías, ni dejó micrófono que se acercara a su parroquia para rogar por la paz para Colombia.
No contento con hacer un llamado a través de estos medios, García Herreros asumió la aventurada tarea de dialogar él mismo con los narcotraficantes y guerrilleros y dio pasos importantes que terminaron con la liberación de los periodistas secuestrados, el 20 de mayo de 1991, y posteriormente con la entrega de Pablo Escobar y todos sus capos.
A Escobar llegó a invitarlo a dialogar en alguna playa del Caribe, en su famoso Minuto de Dios del mar de Coveñas aún arriesgando su vida, pero para él lo importante era la paz para Colombia. Viajó a Medellín para dialogar con los Extra$itables , y recibió cartas y mensajes de respuesta.
Su entrevista con Escobar dio mucho de qué hablar por la posible entrega del capo.
Después de los diálogos y de la bendición del sacerdote a Escobar, y a pesar de las fuertes críticas por sus mensajes y sus palabras en defensa del capo e incluso de amenazas contra su vida, el sacerdote García Herreros logró su entrega a la justicia.
Era 19 de junio de 1991, y cuando Escobar se entregó a una comitiva presidida por el mismo sacerdote García Herreros le dijo: Gracias padre, usted es una de las personas a las que debo todo esto .
Posteriormente, García Herreros propuso un diálogo al jefe del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el cura Manuel Pérez, para conversar sobre la paz en Colombia. También se preocupó por repatriar a los presos colombianos que se encuentran en otros países y recientemente, por lograr que de nuevo Pablo Escobar se entregara, después de su fuga. El sepelio será mañana La muchedumbre reunida en el barrio Minuto de Dios para despedir al sacerdote Rafael García Herreros sólo atinaba a preguntar por la hora en que sacarían el cuerpo al templo para verlo y rendirle tributo.
Mientras tanto, en la casa cural se amortajaba al cadáver para rendirle honores durante toda la noche.
Desde las 8:07, cuando se supo del deceso, la gente empezó a reunirse en las puertas de la casa cural y de la iglesia. Los sacerdotes que trabajan para la Corporación Minuto de Diós dispusieron que el cuerpo fuera velado durante toda la noche frente al altar donde muchos años el desaparecido sacerdote ofició misa para sepultarlo mañana en una bóveda debajo de la capilla del barrio.
Adentro, un coro de vecinos entonaba cánticos y salmos después de rezar varias veces el Ave María, oración que, precisamente, García Herreros rezó antes de expirar.
Paulina Garzón, secretaria de García Herreros por 30 años, lo acompañó en los últimos instantes, precisamente después de ver por Tv. el Banquete del Millón. Estaba tranquilo. Consideraba que había cumplido su obra diaria , dijo el Sacerdote Mario Hormaza, Rector de la Universidad del Minuto de Dios. Podría decirse que el padre García Herreros murió en su ley , enfatizó Hormaza.
- Publicación
- eltiempo.com
- Sección
- Otros
- Fecha de publicación
- 25 de noviembre de 1992
- Autor
- MARISOL ORTEGA GUERRERO
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