sábado, 21 de enero de 2012

MONSENOR VALENCIA CANO: EL HERMANO GERARDO 40 AÑOS DE RESURRECCIÓN


A lo largo de mis 25 años de conocimiento  del IMEY (Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal)  y el compartir de vida misionera y fraternal, veo que su nombre y obra han sido muy trascendentes. Recuerdo que escuché hablar de él por vez primera en 1988, cuando hacia mi primer año de filosofía en el Seminario...Era y continua siendo después del fundador Monseñor Miguel Ángel Builes, el icono más importante, el modelo espiritual y pastoral de la comunidad  fundada hace 85 años.

En ese tiempo a finales de los 80s,  era constantemente citado más que todo por nuestros compañeros teólogos, referente obligado en las reflexiones en el momento de las reuniones, presente en las predicaciones, sujeto constante de conversaciones personales o en grupo...Sin duda alguna Monseñor Gerardo tenia fuerte influencia en el espíritu y la mente de aquellos compañeros fascinados y o apasionados en ese momento por la llamada TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN.

Así pues, cuando en este sábado 21 de enero se cumplen 40 años de la resurrección de GERARDO VALENCIA CANO, les comparto dos artículos actuales que hacen semblanza del hermano Valencia Cano de quien me ha quedado claro varias cosas:

1. La simplicidad y humildad a la hora de ser testigo, mismo llegando a ser Obispo y casi hasta cardenal, Monseñor siempre se sintió GENTE entre su gente ( con los afroamericanos, con los nativos, aborígenes,  con los pobres). Se esforzó entonces por comprender y vivir la POBREZA EVANGÉLICA.

2. Tenia claro su opción: POR LOS POBRES y mas olvidados del mundo. Lo demostraba con su compasión, desprendimiento y amplia generosidad.

3. Su talante profético, sin miedo a nada, a denunciar la injusticia, la "desvergüenza" y despropósito de los políticos corruptos y ricos y poderosos.

4.  Su poesía en la oración, su profunda sensibilidad por la música, su gran capacidad de componer. Inolvidable es ese himno al Vaupés que deja ver entrelineas lo que era el Hermano Gerardo: un hombre decidido, pleno de coraje o valentía, arrobado de fe y amor.

5. Su carisma e influencia siempre invitando al cambio en la manera de abordar la pastoral y la teología en América... Monseñor Valencia fue un adelantado de su tiempo, y gracias a su paradigma de vida y de otros obispos profetas de América Latina el Concilio Vaticano II saldría adelante...Las contribuciones del Hermano Gerardo en los sínodos y reuniones diversas de obispos eran novedosas, provocadoras y peligrosas...pero sinceras para él quien siempre creyó estar del lado de Jesucristo y su Buena Nueva (asi la iglesia oficial en su tiempo lo mirara con cierta desconfianza)... Quizás por ello y muchas razones  que  tenían quienes no lo querían y tendrán aun quienes aun hoy,  no hacen lo posible por destacar su figura, es un hombre casi que olvidado ...

Pero en el corazón de quienes dejo semillas de profecía y amor por la justicia y los pobres MONSEÑOR VALENCIA CANO ES INOLVIDABLE...




Monseñor Gerardo Valencia Cano: haciendo efectivo el amor al prójimo


“Hermanos, os habla un hermano, un hermano vuestro latinoamericano, nacido en las montañas de los Andes, quemado por el sol de nuestros valles, herido en las espinas de la selva, conocedor del Amazonas y del Plata. Os habla mi experiencia de la tierra, la angustia de la libertad, la sed insoportable de que todos tengamos una sola Patria”. Monseñor Gerardo Valencia Cano
Monseñor Gerardo Valencia Cano nació en Santo Domingo- Antioquia en agosto de 1917, en el seno de una humilde familia profundamente religiosa, de donde heredó su gran sentimiento de sacrificio y servicio por el bienestar de los desprotegidos y desarraigados. Optó desde sus comienzos como diacono por la evangelización de los pobres, por una evangelización no ligada a las grandes tribunas de la iglesia conservadora colombiana, sino a favor de los desposeídos, de los explotados, una evangelización denunciante de las injusticias y atrocidades por las que atravesaba el país, y que aún hoy son motivo de fuertes luchas de resistencias.


Hombres como Monseñor marcaron la vida de muchas comunidades en momentos muy difíciles, por eso hay que levantar las banderas y gritos, porque el pensamiento de “Moncho” sigue vivo y vigente. Incluso porque aún hoy, luego de 40 años de su trágica muerte en un avión que cayó sobre las montañas limítrofes de Antioquia y Chocó, siguen las dudas sobre las causas del “accidente” el 21 de enero de 1972. Para el oficialismo no fue más que un accidente aéreo, pero para un sacerdote y un grupo de campesinos que se encargaron de desmentir los conceptos oficiales, y  escalaron a pie la montaña para rescatar el cadáver del obispo, obligando al gobierno a rescatar luego los demás cuerpos, no fue un accidente sino, como todo parece indicar, el resultado de un “atentado”, como asegura el padre Javier Giraldo en “Aquellas muertes que hicieron resplandecer la vida”. En todo caso las causas reales de su muerte nunca se sabrán porque el gobierno de entonces hizo todo por borrarlas, pero las causas de su vida siguen vivas en nuestras luchas.


Entendiendo el inhumano contexto colombiano, Monseñor llevó mensajes a los sindicalistas, líderes y sacerdotes a lo largo y ancho del país, insistiendo en que cada uno de ellos debía entender la pobreza más allá de ser un simple problema de satisfacción de necesidades materiales, como la mayor injusticia entre los hombres y mujeres de una nación, y es ante esto, que el sacerdote no debe, según predicaba Monseñor Valencia, hacerse el ciego ni estar desligado de lo político; ya bien lo parafraseaba en uno de sus mensajes “el sacerdote          debe ser por vocación la levadura para el cambio que esperamos y su palabra y su acción valientemente evangélica tiene que ser la luz para los marginados y sirena de alarma para sus dirigentes”.


El “hermano mayor” o “Moncho”, como se le conocía, hizo efectivo el amor al prójimo promoviendo la organización de las comunidades en torno a la defensa de los derechos y a la construcción del Reino de Dios en la tierra. Como todo buen compañero de la Teología de la Liberación denunció y enfrentó en muchas ocasiones al Estado y a los militares, que subyugaban lo que se denominaba comunidades de base. Junto con estas comunidades ejecutaba acciones de protesta en contra de desalojos, muertes, desapariciones y cualquier otra injusticia de esas que siguen sometiendo aún nuestras comunidades. Era en estas acciones donde su calificativo de Revolucionario se hacía eficiente, considerando incluso a la revolución como una necesidad, como en la época antigua, donde Jesús también tuvo el valor de convertirse en un Revolucionario por el bienestar de su pueblo. 


Monseñor Valencia no sólo creó las parroquias de los pobres, fue uno de los principales impulsores de la educación, la cual entendía como un pilar fundamental en los procesos de resistencia del pueblo pacífico y como herramienta para realizar una enorme labor social tan necesaria para las comunidades. Incluso la reivindicó desde una visión de un socialismo latinoamericano “que uniera al negro, al indio, al blanco, en una sola raza de color latinoamericano, que comprendiera que nuestros ríos y montañas no son líneas de separación sino lazos que estrechan la unión”. 


Para ese entonces Buenaventura se perfilaba como el principal puerto del país, movilizando un sin número de mercancías que ingresaban a nuestro territorio, lo cual, igual que hoy, no se traducía en progreso para la ciudad, pues el retorno de las ganancias era ínfimo. El resultado fue una desigual expansión de la ciudad que, a pesar de toda la riqueza que movilizaba, seguía careciendo de servicios públicos, llena de hacinamientos causados por los cercamientos de las familias pudientes. Esto estaba muy claro para Monseñor, quien con su convicción ayudó a sembrar la semilla de la libertad en todo el pueblo pacífico; razón por la cual llegó a ser llamado por las elites el “obispo rojo”, “cura rebelde”, y demás calificativos relacionados,  por el simple hecho de haber decidido una vida al lado de los pobres, y haber reconocido además que pensadores/as como Martí, Marx, Zalamea, Bolívar, Policarpa, entre otros/as, no estuvieron errados cuando invitaron a los proletarios, pobres, desarrapados a liberarse de la opresión. 


Las graves condiciones inhumanas e indignas conocidas por Monseñor a lo largo de su apostolado hicieron de su convicción transformadora la principal fuente de motivación para el cambio en las comunidades pobres; sus eucaristías y reuniones con las comunidades estaban ligadas por una vida de servicio y entrega a los demás, enarbolando orgullosamente la consigna: “Bajo nuestros harapos hay un poder liberador invencible que echará por tierra el sueño de los avaros”.


Con una visión teológica desde el ideal de la liberación, Monseñor dedicó su vida a los más necesitados, principalmente a la comunidad afrocolombiana de Buenaventura; desde allí, y como todo buen profeta, su vida y sus mensajes se volvieron incómodos para toda la oligarquía colombiana. Por ser uno de los principales firmantes y defensores del documento de Golconda, (documento construido y firmado en 1968 y que recogía el sentir de 50 sacerdotes de todo el país en torno a la problemática social de nuestro país y el papel de la acción pastoral) fue muchas veces perseguido por las comunidades eclesiásticas y militares, quienes, como perros de caza, perseguían y encarcelaban a los sacerdotes y misioneros/as que simpatizaban con un movimiento diferente, un movimiento que no dependía de las instituciones eclesiales conservadoras, sino que se infundía directamente en las comunidades necesitadas. Estos religiosos colombianos, emparentados ideológicamente con un movimiento similar en toda América Latina, hacían énfasis en la necesidad de una “iglesia para los pobres” y un mundo más justo para todos/as, sin miseria ni opresión. Este era el movimiento denominado Teología de la Liberación. 




A LOS CUARENTA AÑOS
DE LA PASCUA DE GERARDO VALENCIA CANO.
Enero 21 de 1972-Enero 21 de 2012
Olga Lucia Álvarez Benjumea ARCWP

Dicen que cuando “se accidentó” el avión de Satena, saliendo del aeropuerto Olaya Herrera, en el que viajaba rumbo Medellín-Buenaventura, nuestro bien recordado y siempre querido Obispo Gerardo Valencia Cano. La noticia voló como pólvora alrededor de las 10 1/2-11 de la mañana de aquel día, por todas las emisoras radiales. Gerardo –que así le gustaba que le llamáramos, sin títulos y protocolos-, recuerdo el “cuento” escrito por el Padre Gerardo Jaramillo, su compañero y fiel amigo, en el que nos narraba, que; nos dice que  se levantó, de entré las ruinas del avión, se sacudió el polvo del vestido, paso la mano por su cabeza y escuchando la bulla de la noticia, exclamó: “para qué hacen, tanta alharaca= escándalo, si nada se ha perdido”.
Hace poco soñé con él y estábamos hablando de que vamos a celebrar sus 40 años de aquel fatídico accidente, me dijo: “¿Vos, es que no has aprendido, todavía?  Dejá tanta alharaca”, -volvió y me repitió-. Ante ese cariñoso regaño, de un golpe, el sueño fue desaparecido.
Me quedé pensando;  definitivamente,  con Gerardo no hay remedio, a pesar de sus 40 años de Pascua, sigue el mismo, no quiere bulla, ni escándalos y menos ser conocido!
Es verdad, así es, no se, cómo se las arregla, pero hace todo lo posible por pasar desapercibido. En Buenaventura-Colombia, conocida también como la Isla de Cascajal, dicen que lo han visto muy ocupado últimamente, entre sus afros, indígenas sus hijos. Entre ellos/as, hay quienes, le han reconocido, ellos/as le protegen, porque  la inseguridad en el Puerto ha crecido. La violencia, asesinatos de jóvenes, violaciones de niñas, atracos, desaparecidos, en la T.V., la Radio; esas noticias, no son noticia, menos se escucha lo que pasa por los ríos: Anchiacayá, El Dagua, El Naya, Pital, Calima, Cabeceras de San Juan…
Dicen que es en aras del progreso, abrir caminos, desarrollo, violencia capitalismo…todos/as arman el bochinche (alharaca) tumban, arboles, se roban las tierras, secan los esteros, las quebradas y los ríos, desalojan y matan a los libres (afros), emberas noamaes, nuestros hermanos los nativos.
Es bueno que sepamos todos/as, que a pesar de lo sucedido, Gerardo no se ha ido! Dicen, que cuando habló con el Dueño de la Vida, le solicitó le diera permiso de realizar en su Puerto, el Cielo Prometido, porque en el cielo de Arriba, esta todo concluido.
En aquel entonces juntos, trabajamos muy unidos, doy fe,  lo sigo, y me lo encuentro, no solo en Buenaventura, sino en América Latina, en el Viejo Mundo anda metido; Vaticano II, (50 años)  Melgar y Medellín (1968) sus aportes, como una hormiga –su animalito preferido- sigue haciendo mella todavía. Su trabajo fue, es y ha sido de hormiga,  por eso sigue en las noticias del mundo, desapercibido.
Doy gracias a Dios Padre/Madre por haberte conocido, por lo que de ti he aprendido. Gracias, Gerardo por lo que sigues haciendo en tu Cielo escondido. Sigue así, yo te ánimo, no sea que te hagan un “falso positivo”.

REFERENCIAS:


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Gustavo Quiceno