jueves, 1 de diciembre de 2011

2 de diciembre del 2011: Primer viernes de adviento B


UN MESÍAS QUE ABRE LOS ESPÍRITUS Y LOS CORAZONES






Texto del Evangelio (Mt 9,27-31):

Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.



REFLEXIÓN 

La fe no es luz solamente, ella es iluminación. Y esto es lo que podemos retener de la curación de los dos ciegos por Jesús. No es que no sea importante la sanación física con la consecuente recuperación de la vista. Al contrario, Jesús se les da de manera espontánea y sin pensarlo dos veces, realizando así la antigua promesa del profeta Isaías: “En cuanto a los ciegos, al salir de la oscuridad y de las tinieblas, sus ojos verán”.

Pero la integridad física no es más que una primera etapa. Ver el mundo exterior con sus formas y sus colores es ya una inmensa felicidad para estos dos ciegos. Sentir esta alegría y reconocer a Jesús por lo que Él es  verdaderamente, es siempre fuente de una alegría todavía más grande.

El Mesías Jesús nunca hace un milagro para despertar la admiración de la multitud. Él puede realizar lo imposible y lo impensable. Pero él nada puede hacer sin un compromiso de nuestra parte: “que todo se haga en ustedes según su fe”. Sin la confianza absoluta en la Palabra y la persona de Jesús, ningún milagro es posible. Solo la timidez de nuestra fe representa y es el verdadero límite a lo que Jesús  como Mesías puede realizar por nosotros .

1o de diciembre del 2011: primer jueves del adviento


Texto del Evangelio (Mt 7,21.24-27): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».




Es bien seguro que Jesús habla en sentido figurado: se trata de construir nuestra vida sobre valores sólidos. La pregunta entonces es esta: sobre que está fundada nuestra vida ? Sobre bases o columnas solidas o sobre la arena movediza?

Pero Jesús no se contenta con enunciar un principio general. Como por azar, su parábola aparece o viene para clausurar el sermón de la montaña (Mateo 5-7). Es necesario entonces leer por completo el sermón, que se abría con las bienaventuranzas y que nos transmite lo mejor de las enseñanzas de Jesús. Esto es algo sólido!

Al contrario, yo soy menos entusiasta con la idea de invocar a Dios como “roca”, como lo hace Isaías hoy. Yo prefiero las otras imágenes que encontramos en su obra y que son, estas, deducidas de las relaciones y las actitudes humanas: Padre, Madre, Esposo, Pastor, Alfarero, Protector, Consolador, Servidor.

Es sobre este Dios que es necesario apoyarse.

OTRA REFLEXION


Construir nuestra casa sobre la roca es una necesidad imprescindible para cualquier cristiano. Tal como lo dice Jesús, es la única manera de evitar que la tormenta se la lleve y nos deje en la calle. Sin embargo ¿somos conscientes de la gran enseñanza que conlleva esta palabra?

Construir la casa sobre la roca y no sobre la arena o el barro equivale a fundamentar nuestras vidas en la palabra de Dios, seguir sus mandamientos, sus enseñanzas y mantenernos firmes en él, que es nuestro refugio y fortaleza. Pero no basta con hacer una buena construcción, echar buenos cimientos y utilizar los mejores materiales para creer que todo está listo... El hecho de ir a la iglesia, orar y leer la Biblia no basta por sí solo si creemos que por hacer eso está todo garantizado.

Las casas necesitan refacciones, por más bien hechas que estén. El agua va dañando los techos y las tormentas pueden deteriorar nuestra estructura. Si no nos ocupamos de ello, el agua va a terminar por dañar todo y esa casa que fuera bella y firme puede acabar reducida a escombros. ¿Qué significa esto en nuestras vidas? Que la tentación siempre va a estar presente, en todo momento y lugar... Como el agua que va dañando los techos hasta que se abre paso hasta el interior, si no hacemos frente a las tentaciones, problemas, malas amistades y muchas otras situaciones, tarde o temprano terminarán por vulnerarnos.

¿Qué hacer para evitarlo? Mantenernos firmes de la mano de Dios y recurrir a Él siempre La comunicación con el Padre es fundamental para mantener en buen estado nuestra infraestructura y reparar todas las goteras. Él es el constructor de nuestra vida y el único camino para resguardarnos de las tormentas que acechen.

Oración, palabra de Dios, consciencia, reflexión, introspección y fidelidad a Dios son la clave. ¿Ya construiste tu casa sobre la roca? ¿Te ocupas de mantenerla siempre bien? Muchas bendiciones.