UN MESÍAS QUE ABRE LOS ESPÍRITUS Y LOS CORAZONES
Cuando
Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad
de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y
Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces
les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se
abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!».
Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.
REFLEXIÓN
La fe no es luz solamente, ella es iluminación.
Y esto es lo que podemos retener de la curación de los dos ciegos por Jesús. No
es que no sea importante la sanación física con la consecuente recuperación de
la vista. Al contrario, Jesús se les da de manera espontánea y sin pensarlo dos
veces, realizando así la antigua promesa del profeta Isaías: “En cuanto a los ciegos, al salir de la oscuridad
y de las tinieblas, sus ojos verán”.
Pero la integridad física no es más
que una primera etapa. Ver el mundo exterior con sus formas y sus colores es ya
una inmensa felicidad para estos dos ciegos. Sentir esta alegría y reconocer a Jesús
por lo que Él es verdaderamente, es
siempre fuente de una alegría todavía más grande.
El Mesías Jesús nunca hace un milagro
para despertar la admiración de la multitud. Él puede realizar lo imposible y
lo impensable. Pero él nada puede hacer sin un compromiso de nuestra parte: “que todo se haga en ustedes según su fe”.
Sin la confianza absoluta en la Palabra y la persona de Jesús, ningún milagro
es posible. Solo la timidez de nuestra fe representa y es el verdadero límite a
lo que Jesús como Mesías puede realizar
por nosotros .
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Gustavo Quiceno