viernes, 18 de junio de 2010

Dios fuera del Mundial



¿Cuáles son las verdaderas motivaciones para convertir los estadios en el nuevo escenario de exclusión religiosa?

Autor: Gustavo Godínez Vargas | Fuente: www.elecocatolico.org


Esta vez nada. No podrán santiguarse, ni elevar las manos al cielo. Tampoco podrán mostrar la camiseta que llevan bajo el uniforme. Ni católicos, ni musulmanes, ni hindúes... nada. La FIFA, todopoderosa, ha expulsado a Dios del Mundial.

Joseph Blatter, heredero de la multinacional que mueve más millones en el orbe, el jefe de la organización con más estados nacionales miembros, acaba de decretar “que cualquier manifestación religiosa debe quedar fuera del fútbol”.

La idea detrás de este “mundial laico” es simplemente “no incitar a la violencia”, tal como lo dio a conocer Andreas Herren, portavoz de la FIFA, pero ¿ha habido alguna vez un enfrentamiento en un estadio por un símbolo religioso?, ¿Cuáles son las verdaderas motivaciones para convertir los estadios en el nuevo escenario de exclusión religiosa?

La prohibición

En un contexto estrictamente deportivo, esta norma parece integrarse al paquete de la amonestación por “festejo desmedido”, que recibe quien celebra un gol quitándose la camisa, o subiéndose a las mallas. Pero como dice Javier Aguirre, del periódico argentino Página 12, “para organizadores de eventos costosísimos como un Mundial, la fe resulta una expresión aun más inquietante que la felicidad”.

Según cuentan diversos medios, la afrenta última que sufrió este organismo en este ámbito fue a manos de Brasil durante la última Copa Confederaciones. Los verde amarillos vencieron tres goles por dos a un inspirado Estados Unidos, luego de estar abajo todo el partido. Pero una vez que este finalizó, jugadores y miembros del cuerpo técnico formaron un círculo al centro de la cancha. Abrazados recitaron una oración de acción de gracias, gesto que provocó un disgusto enorme a Jim Stjerne Hansen, presidente de la Federación Danesa de Fútbol.

El funcionario consideró “inaceptable” el asunto y escribió una carta: “la expresión de fervor religioso de los brasileños duró demasiado tiempo... y provoca una confusión entre religión y deporte”.

Un acto parecido ocurrió en Yokohama, cuando Brasil conquistó su quinto título mundial en Corea-Japón 2002, y varios jugadores dieron mensajes religiosos con frases pintadas bajo su uniforme.

La FIFA tiene reglas muy particulares que gobiernan casi todas las cosas relativas al fútbol. Hasta hace poco, no prohibía los gestos de religiosidad, pero tiene sanciones para textos inscritos bajo la camiseta del uniforme sean políticas, personales o religiosas. Probablemente las camisetas con mensajes cristianos como “Amo a Dios” o “Pertenezco a Jesús” que mostraron los flamantes campeones al finalizar el cotejo, no ayudaron mucho en este tema.

Con la carta en la mano y en los medios muchos millones en juego, Blatter rápidamente acuerpó las declaraciones de Stjerne y envió una señal inequívoca al equipo brasileño con su severa advertencia. No en vano el escritor George Orwell alguna vez dijo que el fútbol era una guerra sin disparos; y aquí los disparos parece que van dirigidos al cielo.

Contradicciones

Tras la medida, numerosas voces se han levantado para gritar verdades un tanto incómodas para el ente futbolístico mundial. Sectores cristianos no católicos del Brasil han lanzado su pregunta de oro “¿Por qué hacer que se sancione mostrar la fe y, sin embargo, no se prohíba la publicidad de empresas que emplean mano de obra esclava?”.

Además, ¿cómo la FIFA permite que empresas que venden productos no exactamente “sanos y nutritivos” patrocinen el mayor espectáculo deportivo mundial?

Además, sería irresponsable decir que algo que siempre ha estado allí -las manifestaciones religiosas- sean las culpables de la violencia en este deporte.

“En nuestro tiempo, el fanatismo del fútbol ha invadido el lugar que estaba antes reservado solamente al fervor religioso, el ardor patriótico y a la pasión política” reza unas líneas de Eduardo Galeano de su famoso libro “Fútbol: a sol y sombra”.

Y este fervor se atiza con las banderas y las camisetas de los hinchas del otro equipo. Lo más sensato sería prohibir las insignias de pertenencia... al fin y al cabo son las que más provocan la ira de cierta gente.

Un mensaje publicado por medios de comunicación cristianos nombra estudios que “sugieren que la violencia en el fútbol es una reminiscencia del espíritu animal del hombre que aprovecha a exteriorizar sus inhibiciones, frustraciones y odios ocultos”.

En este sentido, se afirma, “la camiseta del equipo favorito le da la motivación para defender una identidad grupal y una sensación de poder que estando solo como individuo no tendría. El anonimato entre la multitud le da al hombre la libertad de expresar todos sus bajos instintos”.

El estadio como “templo”

En su descripción del “Hincha” y del “Fanático”, Galeano, da unas pistas muy interesantes, según las cuales, “ una vez por semana, el hincha huye de su casa y acude al estadio... al templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades... y el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos y todos los rivales son tramposos... la sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible”.

Pero como la “moral” que mueve a este negocio es una sola -y como casi todas las demás, se llama dinero- y ésta autoriza el uso de cualquier cosa que compre la eficacia... no habrá nada que hacer. Al fin y al cabo todo el espectáculo se reduce a un producto.

“Los jugadores de fútbol más famosos son productos que venden productos. En tiempo de Pelé, el jugador jugaba, y eso era todo... o casi todo. En tiempos de Maradona, ya en pleno auge de la televisión y de la publicidad masiva, las cosas había cambiado. Maradona cobró mucho, y mucho pagó: cobró con las piernas, pagó con el alma”, concluye Galeano.

Carlos Sandoval, autor y estudioso de la sociología moderna no tiene reparo en señalar que “la religión sería un modo de colocar límites para que el éxito no desborde a los jugadores, la mayoría de ellos con 20 años o poco más”. Esto por cuanto, afirma, la mayoría de los jugadores de fútbol, provienen de estratos bajos de la sociedad, y el salto en su poder adquisitivo y el manejo de una “imagen” muchas veces los desubica de su propia realidad.

Tal vez si se forman hombres íntegros desde las bases, y estos funcionen como reflejo de una hinchada y un club con verdaderos valores, puedan hacer que “el ritual de afirmación de la nacionalidad” realmente los una, más que dividirlos, pues esta práctica de buenas costumbres y mejores ejemplos interpelará a la audiencia y servirá como referente para ellos.

Atletas de Cristo

La fe y el deporte exigen sacrificios, sacrificios que por nosotros mismos es realmente difícil de llevar. “Para eso necesitamos de la existencia de Dios, por medio de su Espíritu Santo... que sean la oración, los sacramentos y hasta la misma comunidad esas herramientas que nos han de fortalecer en los momentos más difíciles. Como cristianos estamos llamados a convertirnos en atletas de Cristo siendo fieles y valientes testigos de su Buena Nueva”, afirma el periodista y catequista Daniel Cáliz.

Y es que “el modelo para el 40% de los jóvenes es el futbolista, así como para las chicas es la animadora de televisión. Hacen falta modelos creíbles que ayuden a construir personalidades globales. La visión religiosa da un sentido pleno a la vida”, subrayó en su momento el cardenal Tarcisio Bertone.

Sobre esa misma línea, el Padre Kevin Lixey, experto en deporte y religión, comentó a la agencia de noticias católicas Zenit, que “el fútbol es uno de los fenómenos que más pasiones despierta en el mundo, pero al mismo tiempo ayuda “a establecer relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones y razas”, como dice el número 61 de la “Gaudium et Spes”.

Y recordó que en ocasión de la bendición del Estadio Olímpico de Roma, antes del Mundial de 1990, el Papa Juan Pablo II decía a los futbolistas: “Os están mirando los deportistas de todo el mundo. ¡Sed conscientes de vuestra responsabilidad! No sólo el campeón en el estadio; también el hombre con toda su persona ha de convertirse en un modelo para millones de jóvenes que tienen necesidad de líderes y no de ídolos. Tienen necesidad de hombres que sepan comunicarles el gusto de lo arduo, el sentido de la disciplina, el valor de la honradez y la alegría del altruismo. Vuestro testimonio, coherente y generoso, puede impulsarles a afrontar los problemas de la vida con igual empeño y entusiasmo”.

Estas frases del Papa encierran un programa de vida para el futbolista y responden seguramente a uno de los grandes valores que representa el deporte en el mundo de hoy: ser un punto de referencia para la educación de las futuras generaciones.

Para finalizar, el teólogo Tomás Bolaño, nos recuerda algo que tal vez hemos olvidado “El Dios creador del Antiguo Testamento ha jugado desde la eternidad y hasta nuestros tiempos; sus actos lúdicos se expresan en el gozo de la creación y en la bendición de la criatura que tiene como compañera de juego. Su acto creador es el juego más grande que Dios ha tenido con el mundo; ... “yo estaba junto a Él como aprendiz, yo era su alegría cotidiana, jugando todo el tiempo en su presencia, jugando con la esfera de la tierra y compartiendo mi alegría con los humanos” (Pro. 8, 30-31)”.

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Oración para el Mundial de Fútbol 2010


Dios todopoderoso,

creador de todo, mientras personas

de todas las naciones se congregan, con pasión

y entusiasmo para la Copa Mundial de Fútbol 2010, que

nosotros los sudafricanos podamos ser buenos anfitriones,

que nuestros visitantes sean huéspedes bienvenidos y que los

jugadores de todos los equipos sean bendecidos con un buen

espíritu deportivo y con la salud. Que tu Espíritu de equidad,

justicia y paz prevalezca entre jugadores y participantes.

Que puedan contribuir, cada uno a su manera, de forma

positiva para la prevención, el control y la lucha contra

el crimen y la corrupción, el vandalismo de cualquier

tipo y la explotación y el abuso, sobre todo de

los más vulnerables. Que aquellos que están

lejos de sus hogares y de sus familias

encuentren mucha alegría con

ocasión de la celebración del

hermoso juego del fútbol y

del bello juego de la

vida conforme a Tu plan

para el bien común

de todos.

Amén.

Conferencia Episcopal Sudafricana.

HOMENAJE ULTIMO A JOSE SARAMAGO

HA FALLECIDO ESTA MANANA EL GRAN ESCRITOR PORTUGUES




A los 87 anos de edad murió esta mañana el escritor portugués JOSE SARAMAGO, Premio Nobel de Literatura 1998.

Fue precisamente a finales de ese año que me encontré con su libro ENSAYO SOBRE LA CEGUERA, traducido al español y desde entonces me contagie de la fiebre mágica “saramaguiana”, quizás porque identifique ciertos rasgos semejantes en las situaciones que contaba cercanas a Camus y Sartre (que me fascinaban) , enfrentando cara a acara la tragedia, la muerte y el absurdo del mundo no dejando de dar visos de esperanza y lucha contra esos mismos "obstáculos".

Sabemos de Saramago su origen campesino, humilde y de escasos recursos económicos, sus padres no tenían tierra propia,  tuvo que abandonar sus estudios de escuela , pero en cambio se dedicó a ser autodidacta y dicen que se leyó toda la biblioteca pública de su barrio (en Lisboa)) en Portugal . Desde su juventud escribió los primeros textos  , dos novelas (“Tierra de pecado”  y  “Claraboya”  con un intervalo de un año (1947 y 1948) . La primera no tuvo el éxito esperado y  la segunda nunca fue publicada. Parece que esto desanimó un poco a nuestro escritor lusitano que abandono por 20 años el arte de escribir, aduciendo que no tenía nada que contar.

Ahora despues de la muerte no sabemos que habra encontrado nuestro escritor "ateo", porque aparentemente prescindia de Dios, pero nada mas lejos de la realidad o al menos hay que poner en sospecha, pues Saramago nunca deja de afirmar al ser humano, sobre todo al mas pobre, al marginado, al miserable y en este acto no es muy seguro decir que Dios desaparece o se pone totalmente al margen...Es quizás el dios que quería rechazar Nietzsche que no amaba igualmente Saramago ? 

Gracias abuelo sabio por tu obra, por tu genio y gran imaginacion a la hora de representarnos tu mundo, el mundo, este mundo que va, que continua girando ahora mismo sin ti...

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Escritor social

Novelista y poeta, José Saramago ha intentado siempre dar voz a los más pobres, teniendo en cuenta que en su infancia, conoció la pobreza, tanto en el campo, como en la ciudad de Lisboa a la que emigró su familia, siendo él niño, como bien narra en su obra Las Pequeñas Memorias. De ahí que se trate de un escritor comprometido que intenta mostrar y concienciar sobre la desigualdad y la injusticia, así como los valores básicos de la sociedad democrática. Otros temas como la sociedad de consumo, la muerte (o la inmortalidad) han estado presente en sus obras.

Obras más importantes de José Saramago

Sus libros más importantes podrían ser los siguientes: Ensayo sobre la ceguera, El Evangelio según Jesucristo, Todos los nombres, Ensayo sobre la lucidez, la Caverna, El viaje del elefante o Caín, entre otras. Sus enfrentamientos con las autoridades de la Iglesia Católica portuguesa, especialmente con su obra El Evangelio según Jesucristo (con una visión muy particular de la figura de Cristo) le llevaron a vivir en la isla de Lanzarote, donde ha fallecido. Esta obra fue censurada y prohibida en Portugal por su enfrentamiento con el Vaticano. De hecho, José Saramago ha tenido siempre una visión muy crítica con la Religión y las autoridades religiosas. Ateo, consideraba que la Biblia era un libro extremadamente violento, y que los hombres habían creado a Dios a la imagen del hombre.


 Leer más en Suite101: Ha fallecido José Saramago http://news.suite101.net/article.cfm/ha-fallecido-jose-saramago-a19445#ixzz0rDLV8IgA


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18 Jun 2010



José Saramago 
ha muerto hace unas pocas horas. Con él se va una voz que puso a los humildes en las páginas de la literatura; una voz dotada de un sentido ético insobornable (con sus errores, por supuesto, y quién no los tiene) y un estilo inconfundible. De Saramago nos quedarán para siempre sus libros. Paradójicamente, en sus últimas obras, las que escribió notando ya la cercanía de la muerte, mostró un sentido del humor que no aparecía en las anteriores. En la última, uno de los personajes centrales es Dios. Puede sorprender en un escritor ateo, pero se explica a la perfección por las preguntas que llevaba algún tiempo haciéndose sobre la vida y la muerte.

Hay quien arremete contra Saramago por su ideología comunista. Una ideología que en sus libros se plasma en una simpatía evidente por los humildes, protagonistas absolutos de sus novelas. Seres que sufren por la pobreza o son aplastados por las estructuras de poder. Criticar la literatura de Saramago por la ideología de su autor es una necedad semejante a despreciar la de Céline, Borges o Vargas Llosa por la suya. El autor de Ensayo sobre la ceguera, un novelista tardío, porque apenas escribió nada hasta los 60 años, ha sido y es uno de los más grandes.

Y, por si sus libros no fueran suficientes, dejó para la posteridad el más bello discurso pronunciado nunca en Estcolmo, durante una de las ceremonias de recepción del premio Nobel. El retrato de sus abuelos es una de las páginas más conmovedores que he leído jamás.

Si no tienen plan para este fin de semana, les propongo uno: lean a Saramago. Es otra forma, la mejor seguramente, de rendirle homenaje.


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Una pagina de Saramago sobre Dios:

El Factor Dios
José Saramago


En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá 'ver' cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados.Los hombres eran rebeldes.


En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo.


Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero.


En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras.


Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares.


Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta.


En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda.


El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez 'aquí estoy' cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado.


Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda- de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura.


Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar.
Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios.


Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana.


Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real.


A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir.


Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel.


Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente Links sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa. 


Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia.


Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella.


No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra...) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones.


Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.


Al lector creyente (de cualquier creencia...) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del `factor Dios´. No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose. 


José Saramago es escritor portugués, premio Nobel de Literatura





 http://www.cuervoblanco.com/factordios.html

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ÚLTIMA ENTREVISTA AL ESCRITOR

José Saramago: «Escribo para desasosegar»




En su última novela, 'Caín', el premio Nobel de Literaura planta cara al Creador sobre sus supuestas injusticias y crueldades

18.06.10 - 16:00 -



“Dios no es de fiar”, afirma Saramago. “Y en este libro lo demuestro”. El libro al que se refiere el Premio Nobel se titula Caín (Alfaguara), una novela que ha vendido 30.000 ejemplares durante su primera semana en librerías y donde el Premio Nobel portugués ajusta cuentas con el Dios de la Biblia, “un ser cruel, vengativo, injusto, soberbio y envidioso”. Para fundamentar estas calificaciones, Saramago se atiene a la “literalidad” de los textos bíblicos.
“Los teólogos y la Iglesia sostienen que hay que realizar una lectura simbólica de la Biblia si queremos entenderla; eso está muy bien, pero las lecturas simbólicas pueden tener trampa, pues sus interpretaciones son infinitas”. El escritor recordó la decisión del Hacedor de destruir Sodoma con azufre y llamas purificadoras. "Primero dijo que no la destruiría si encontraba en ella a 50 inocentes; luego fue rebajando la cifra a 40, a 30, a 20, hasta llegar a diez inocentes. Aún así no los encontró y la quemó. Y yo pregunto: ¿los niños no son inocentes?”
El autor de "El Evangelio según Jesucristo", que adelantó que no escribirá sobre el Corán, dijo que toda la Biblia está plagada de “incestos y carnicerías”. “Hay un estudio muy esclarecedor que registra los asesinatos que se cometen en la Biblia, y éstos se elevan, ni más ni menos, que a 1.700.000”. Se refirió, también, al controvertido episodio de Abraham y su hijo Isaac. "Para probar la fe y la sumisión de Abraham, Dios le pide que sacrifique a su hijo. ¿Cabe eso en una cabeza normal? ¿Puede haber un acto más tiránico y despótico que ése".
Público adormecido
El escritor no se considera un salvador de la humanidad, ni tampoco piensa que la literatura pueda lograr una hazaña semejante. “Sólo pretendo desasosegar”, precisó. “Hay mucha gente a la que veo adormilada, como aborregada, y es bueno que reflexionen, que no se dejen llevar por pautas establecidas”.
En Portugal, en el seno de la Iglesia, han saltado chispas, pero Saramago lo considera otro acto de gratuita injusticia. “Hablaban mal de la novela antes de su publicación y siguen haciéndolo ahora, cuando siguen sin haberla leído; me parece una absoluta falta de caridad hacia mí”. En tono irónico, argumentó que el éxito que está teniendo el texto (salió hace quince días y hay ya más de 300.000 ejemplares distribuidos en Portugal, España y América Latina) está contribuyendo a que se lea más la Biblia. “He visto ejemplares de mi novela con la Biblia al lado; solo por este detalle, la Iglesia tendría que estarme agradecida”.
A pesar de esa capacidad “sanguinaria y vengativa” que Saramago le atribuye a Dios, no considera que su libro sea incompatible con la fe. “La fe es un terreno que no trato en este libro; además la fe de los creyentes me inspira mucho respeto”. El Nobel se pregunta por qué y para qué creó Dios el universo. “No lo entiendo. Lo hizo en seis días y al séptimo descanso. A mí me parece, sin ánimo de faltar, que Dios, desde entonces, lo único que ha hecho ha sido descansar”.
El Premio Nobel comulga a pies juntillas con las palabras de su mujer, Pilar del Río, traductora al castellano de "Caín", cuando ésta asegura: “Las escrituras dicen que Dios nos creó a su imagen y semejanza, pero lo cierto es que fue al revés: es el hombre el que ha fabricado a Dios a su imagen y semejanza”. El propio Saramago escribe en el libro: “Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él”.
http://www.elcorreo.com/vizcaya/rc/20100618/cultura/escribo-para-desasosegar-201006181555.html


Anónimo 06.Nov.2009 | 18:40
Como Nietzsche, Saramago se tiene una fijación psicológica y personal, (demasiado personal) con Dios. Lo culpó de la masacre de las torres gemelas y lo culpa de guerras y atrocidades que, me imagino, supone que no habrían existido sin ese "factor Dios", como lo llamó. Me imagino que su impotencia, frustración y ese tono tan personal contra la nada, vienen de la igualdad de condiciones que, desde el punto de vista filosófico, se encuentra tanto el creyente como el ateo. Afirmar o negar lo trascendente te coloca irremediablemente en un plano infinito, y desde ahí, es una necedad siquiera tocar el tema. Lo paradójico es que no se sabe , de qué habrían vivido Nietzsche y Saramago si Dios no existiera...