¿Cuáles son las verdaderas motivaciones para convertir los estadios en el nuevo escenario de exclusión religiosa? Autor: Gustavo Godínez Vargas | Fuente: www.elecocatolico.org | |
Esta vez nada. No podrán santiguarse, ni elevar las manos al cielo. Tampoco podrán mostrar la camiseta que llevan bajo el uniforme. Ni católicos, ni musulmanes, ni hindúes... nada. La FIFA, todopoderosa, ha expulsado a Dios del Mundial.
Joseph Blatter, heredero de la multinacional que mueve más millones en el orbe, el jefe de la organización con más estados nacionales miembros, acaba de decretar “que cualquier manifestación religiosa debe quedar fuera del fútbol”. La idea detrás de este “mundial laico” es simplemente “no incitar a la violencia”, tal como lo dio a conocer Andreas Herren, portavoz de la FIFA, pero ¿ha habido alguna vez un enfrentamiento en un estadio por un símbolo religioso?, ¿Cuáles son las verdaderas motivaciones para convertir los estadios en el nuevo escenario de exclusión religiosa? La prohibición En un contexto estrictamente deportivo, esta norma parece integrarse al paquete de la amonestación por “festejo desmedido”, que recibe quien celebra un gol quitándose la camisa, o subiéndose a las mallas. Pero como dice Javier Aguirre, del periódico argentino Página 12, “para organizadores de eventos costosísimos como un Mundial, la fe resulta una expresión aun más inquietante que la felicidad”. Según cuentan diversos medios, la afrenta última que sufrió este organismo en este ámbito fue a manos de Brasil durante la última Copa Confederaciones. Los verde amarillos vencieron tres goles por dos a un inspirado Estados Unidos, luego de estar abajo todo el partido. Pero una vez que este finalizó, jugadores y miembros del cuerpo técnico formaron un círculo al centro de la cancha. Abrazados recitaron una oración de acción de gracias, gesto que provocó un disgusto enorme a Jim Stjerne Hansen, presidente de la Federación Danesa de Fútbol. El funcionario consideró “inaceptable” el asunto y escribió una carta: “la expresión de fervor religioso de los brasileños duró demasiado tiempo... y provoca una confusión entre religión y deporte”. Un acto parecido ocurrió en Yokohama, cuando Brasil conquistó su quinto título mundial en Corea-Japón 2002, y varios jugadores dieron mensajes religiosos con frases pintadas bajo su uniforme. La FIFA tiene reglas muy particulares que gobiernan casi todas las cosas relativas al fútbol. Hasta hace poco, no prohibía los gestos de religiosidad, pero tiene sanciones para textos inscritos bajo la camiseta del uniforme sean políticas, personales o religiosas. Probablemente las camisetas con mensajes cristianos como “Amo a Dios” o “Pertenezco a Jesús” que mostraron los flamantes campeones al finalizar el cotejo, no ayudaron mucho en este tema. Con la carta en la mano y en los medios muchos millones en juego, Blatter rápidamente acuerpó las declaraciones de Stjerne y envió una señal inequívoca al equipo brasileño con su severa advertencia. No en vano el escritor George Orwell alguna vez dijo que el fútbol era una guerra sin disparos; y aquí los disparos parece que van dirigidos al cielo. Contradicciones Tras la medida, numerosas voces se han levantado para gritar verdades un tanto incómodas para el ente futbolístico mundial. Sectores cristianos no católicos del Brasil han lanzado su pregunta de oro “¿Por qué hacer que se sancione mostrar la fe y, sin embargo, no se prohíba la publicidad de empresas que emplean mano de obra esclava?”. Además, ¿cómo la FIFA permite que empresas que venden productos no exactamente “sanos y nutritivos” patrocinen el mayor espectáculo deportivo mundial? Además, sería irresponsable decir que algo que siempre ha estado allí -las manifestaciones religiosas- sean las culpables de la violencia en este deporte. “En nuestro tiempo, el fanatismo del fútbol ha invadido el lugar que estaba antes reservado solamente al fervor religioso, el ardor patriótico y a la pasión política” reza unas líneas de Eduardo Galeano de su famoso libro “Fútbol: a sol y sombra”. Y este fervor se atiza con las banderas y las camisetas de los hinchas del otro equipo. Lo más sensato sería prohibir las insignias de pertenencia... al fin y al cabo son las que más provocan la ira de cierta gente. Un mensaje publicado por medios de comunicación cristianos nombra estudios que “sugieren que la violencia en el fútbol es una reminiscencia del espíritu animal del hombre que aprovecha a exteriorizar sus inhibiciones, frustraciones y odios ocultos”. En este sentido, se afirma, “la camiseta del equipo favorito le da la motivación para defender una identidad grupal y una sensación de poder que estando solo como individuo no tendría. El anonimato entre la multitud le da al hombre la libertad de expresar todos sus bajos instintos”. El estadio como “templo” En su descripción del “Hincha” y del “Fanático”, Galeano, da unas pistas muy interesantes, según las cuales, “ una vez por semana, el hincha huye de su casa y acude al estadio... al templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades... y el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos y todos los rivales son tramposos... la sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible”. Pero como la “moral” que mueve a este negocio es una sola -y como casi todas las demás, se llama dinero- y ésta autoriza el uso de cualquier cosa que compre la eficacia... no habrá nada que hacer. Al fin y al cabo todo el espectáculo se reduce a un producto. “Los jugadores de fútbol más famosos son productos que venden productos. En tiempo de Pelé, el jugador jugaba, y eso era todo... o casi todo. En tiempos de Maradona, ya en pleno auge de la televisión y de la publicidad masiva, las cosas había cambiado. Maradona cobró mucho, y mucho pagó: cobró con las piernas, pagó con el alma”, concluye Galeano. Carlos Sandoval, autor y estudioso de la sociología moderna no tiene reparo en señalar que “la religión sería un modo de colocar límites para que el éxito no desborde a los jugadores, la mayoría de ellos con 20 años o poco más”. Esto por cuanto, afirma, la mayoría de los jugadores de fútbol, provienen de estratos bajos de la sociedad, y el salto en su poder adquisitivo y el manejo de una “imagen” muchas veces los desubica de su propia realidad. Tal vez si se forman hombres íntegros desde las bases, y estos funcionen como reflejo de una hinchada y un club con verdaderos valores, puedan hacer que “el ritual de afirmación de la nacionalidad” realmente los una, más que dividirlos, pues esta práctica de buenas costumbres y mejores ejemplos interpelará a la audiencia y servirá como referente para ellos. Atletas de Cristo La fe y el deporte exigen sacrificios, sacrificios que por nosotros mismos es realmente difícil de llevar. “Para eso necesitamos de la existencia de Dios, por medio de su Espíritu Santo... que sean la oración, los sacramentos y hasta la misma comunidad esas herramientas que nos han de fortalecer en los momentos más difíciles. Como cristianos estamos llamados a convertirnos en atletas de Cristo siendo fieles y valientes testigos de su Buena Nueva”, afirma el periodista y catequista Daniel Cáliz. Y es que “el modelo para el 40% de los jóvenes es el futbolista, así como para las chicas es la animadora de televisión. Hacen falta modelos creíbles que ayuden a construir personalidades globales. La visión religiosa da un sentido pleno a la vida”, subrayó en su momento el cardenal Tarcisio Bertone. Sobre esa misma línea, el Padre Kevin Lixey, experto en deporte y religión, comentó a la agencia de noticias católicas Zenit, que “el fútbol es uno de los fenómenos que más pasiones despierta en el mundo, pero al mismo tiempo ayuda “a establecer relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones y razas”, como dice el número 61 de la “Gaudium et Spes”. Y recordó que en ocasión de la bendición del Estadio Olímpico de Roma, antes del Mundial de 1990, el Papa Juan Pablo II decía a los futbolistas: “Os están mirando los deportistas de todo el mundo. ¡Sed conscientes de vuestra responsabilidad! No sólo el campeón en el estadio; también el hombre con toda su persona ha de convertirse en un modelo para millones de jóvenes que tienen necesidad de líderes y no de ídolos. Tienen necesidad de hombres que sepan comunicarles el gusto de lo arduo, el sentido de la disciplina, el valor de la honradez y la alegría del altruismo. Vuestro testimonio, coherente y generoso, puede impulsarles a afrontar los problemas de la vida con igual empeño y entusiasmo”. Estas frases del Papa encierran un programa de vida para el futbolista y responden seguramente a uno de los grandes valores que representa el deporte en el mundo de hoy: ser un punto de referencia para la educación de las futuras generaciones. Para finalizar, el teólogo Tomás Bolaño, nos recuerda algo que tal vez hemos olvidado “El Dios creador del Antiguo Testamento ha jugado desde la eternidad y hasta nuestros tiempos; sus actos lúdicos se expresan en el gozo de la creación y en la bendición de la criatura que tiene como compañera de juego. Su acto creador es el juego más grande que Dios ha tenido con el mundo; ... “yo estaba junto a Él como aprendiz, yo era su alegría cotidiana, jugando todo el tiempo en su presencia, jugando con la esfera de la tierra y compartiendo mi alegría con los humanos” (Pro. 8, 30-31)”.
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Oración para el Mundial de Fútbol 2010 Dios todopoderoso, creador de todo, mientras personas de todas las naciones se congregan, con pasión y entusiasmo para la Copa Mundial de Fútbol 2010, que nosotros los sudafricanos podamos ser buenos anfitriones, que nuestros visitantes sean huéspedes bienvenidos y que los jugadores de todos los equipos sean bendecidos con un buen espíritu deportivo y con la salud. Que tu Espíritu de equidad, justicia y paz prevalezca entre jugadores y participantes. Que puedan contribuir, cada uno a su manera, de forma positiva para la prevención, el control y la lucha contra el crimen y la corrupción, el vandalismo de cualquier tipo y la explotación y el abuso, sobre todo de los más vulnerables. Que aquellos que están lejos de sus hogares y de sus familias encuentren mucha alegría con ocasión de la celebración del hermoso juego del fútbol y del bello juego de la vida conforme a Tu plan para el bien común de todos. Amén. Conferencia Episcopal Sudafricana. |
“Dios no es de fiar”, afirma Saramago. “Y en este libro lo demuestro”. El libro al que se refiere el Premio Nobel se titula Caín (Alfaguara), una novela que ha vendido 30.000 ejemplares durante su primera semana en librerías y donde el Premio Nobel portugués ajusta cuentas con el Dios de la Biblia, “un ser cruel, vengativo, injusto, soberbio y envidioso”. Para fundamentar estas calificaciones, Saramago se atiene a la “literalidad” de los textos bíblicos.
“Los teólogos y la Iglesia sostienen que hay que realizar una lectura simbólica de la Biblia si queremos entenderla; eso está muy bien, pero las lecturas simbólicas pueden tener trampa, pues sus interpretaciones son infinitas”. El escritor recordó la decisión del Hacedor de destruir Sodoma con azufre y llamas purificadoras. "Primero dijo que no la destruiría si encontraba en ella a 50 inocentes; luego fue rebajando la cifra a 40, a 30, a 20, hasta llegar a diez inocentes. Aún así no los encontró y la quemó. Y yo pregunto: ¿los niños no son inocentes?”
El autor de "El Evangelio según Jesucristo", que adelantó que no escribirá sobre el Corán, dijo que toda la Biblia está plagada de “incestos y carnicerías”. “Hay un estudio muy esclarecedor que registra los asesinatos que se cometen en la Biblia, y éstos se elevan, ni más ni menos, que a 1.700.000”. Se refirió, también, al controvertido episodio de Abraham y su hijo Isaac. "Para probar la fe y la sumisión de Abraham, Dios le pide que sacrifique a su hijo. ¿Cabe eso en una cabeza normal? ¿Puede haber un acto más tiránico y despótico que ése".
Público adormecido
El escritor no se considera un salvador de la humanidad, ni tampoco piensa que la literatura pueda lograr una hazaña semejante. “Sólo pretendo desasosegar”, precisó. “Hay mucha gente a la que veo adormilada, como aborregada, y es bueno que reflexionen, que no se dejen llevar por pautas establecidas”.
En Portugal, en el seno de la Iglesia, han saltado chispas, pero Saramago lo considera otro acto de gratuita injusticia. “Hablaban mal de la novela antes de su publicación y siguen haciéndolo ahora, cuando siguen sin haberla leído; me parece una absoluta falta de caridad hacia mí”. En tono irónico, argumentó que el éxito que está teniendo el texto (salió hace quince días y hay ya más de 300.000 ejemplares distribuidos en Portugal, España y América Latina) está contribuyendo a que se lea más la Biblia. “He visto ejemplares de mi novela con la Biblia al lado; solo por este detalle, la Iglesia tendría que estarme agradecida”.
A pesar de esa capacidad “sanguinaria y vengativa” que Saramago le atribuye a Dios, no considera que su libro sea incompatible con la fe. “La fe es un terreno que no trato en este libro; además la fe de los creyentes me inspira mucho respeto”. El Nobel se pregunta por qué y para qué creó Dios el universo. “No lo entiendo. Lo hizo en seis días y al séptimo descanso. A mí me parece, sin ánimo de faltar, que Dios, desde entonces, lo único que ha hecho ha sido descansar”.
El Premio Nobel comulga a pies juntillas con las palabras de su mujer, Pilar del Río, traductora al castellano de "Caín", cuando ésta asegura: “Las escrituras dicen que Dios nos creó a su imagen y semejanza, pero lo cierto es que fue al revés: es el hombre el que ha fabricado a Dios a su imagen y semejanza”. El propio Saramago escribe en el libro: “Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él”.
http://www.elcorreo.com/vizcaya/rc/20100618/cultura/escribo-para-desasosegar-201006181555.html
Anónimo 06.Nov.2009 | 18:40
Como Nietzsche, Saramago se tiene una fijación psicológica y personal, (demasiado personal) con Dios. Lo culpó de la masacre de las torres gemelas y lo culpa de guerras y atrocidades que, me imagino, supone que no habrían existido sin ese "factor Dios", como lo llamó. Me imagino que su impotencia, frustración y ese tono tan personal contra la nada, vienen de la igualdad de condiciones que, desde el punto de vista filosófico, se encuentra tanto el creyente como el ateo. Afirmar o negar lo trascendente te coloca irremediablemente en un plano infinito, y desde ahí, es una necedad siquiera tocar el tema. Lo paradójico es que no se sabe , de qué habrían vivido Nietzsche y Saramago si Dios no existiera...