miércoles, 24 de marzo de 2010

Le llaman "San Romero de América": En los 30 anos de la muerte del Obispo Romero



(HACER CLICK en el PLAY DE REPRODUCTOR PARA ESCUCHAR LA CANCION)











Esta cancion fue escrita por Ruben Blades , narra la historia de un sacerdote centroamericano asesinado durante la misa, como un homenaje a "un cura bueno: Arnulfo Romero":













EL PADRE ANTONIO Y EL MONAGUILLO ANDRES



El Padre Antonio Tejeira vino de España,
buscando nuevas promesas en esta tierra.
Llegó a la selva sin la esperanza de ser obispo,
y entre el calor y en entre los mosquitos habló de Cristo.
El padre no funcionaba en el Vaticano,
entre papeles y sueños de aire acondicionado;
y fue a un pueblito en medio de la nada a dar su sermón,
cada semana pa' los que busquen la salvación.

El niño Andrés Eloy Pérez tiene diez años.
Estudia en la elementaria "Simón Bolivar".
Todavia no sabe decir el Credo correctamente;
le gusta el río, jugar al fútbol y estar ausente.

Le han dado el puesto en la iglesia de monaguillo
a ver si la conexión compone al chiquillo;
y su familia está muy orgullosa, porque a su vez se cree
que con Dios conectando a uno, conecta a diez.

Suenan la campanas un, dos, tres,
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.

Suenan la campanas otra ves
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.

El padre condena la violencia.
Sabe por experiencia que no es la solución.
Les habla de amor y de justicia,
de Dios va la noticia vibrando en su sermón:

suenan las campanas: un, dos, tres
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.

Suenan la campanas otra ves
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.

Al padre lo halló la guerra un domingo de misa,
dando la comunión en mangas de camisa.
En medio del padre nuestro entró el matador
y sin confesar su culpa le disparó.

Antonio cayo, ostia en mano y sin saber por qué
Andrés se murió a su lado sin conocer a Pelé;
y entre el grito y la sorpresa, agonizando otra vez
estaba el Cristo de palo pegado a la pared.
Y nunca se supo el criminal quién fue
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés.

Pero suenan las campanas otra ves,
por el Padre Antonio y su monaguillo Andres

Suenan las campanas
tierra va a temblar
suenan las campanas
por amërica
suenan las campanas
oh; virgen señora
quien nos salva ahora
suenan las campanas
de antonio y andres
suenan las campanas
ven y oyela otra ves
suena la campana
centroamericana
suena la campana
por mi tierra hermana
mira y tu veras
suena la campana
el mundo va a cambiar.

++++

Conversación sobre la canonización de Monseñor Romero


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Me permito compartirles aca este completo y excelente articulo de una periodista mexicana que sale hoy en el Diario La Jornada:




Blanche Petrich
 Periódico La Jornada Miércoles 24 de marzo de 2010, p. 23
Treinta años después del asesinato, los salvadoreños no conocen aún la identidad del hombre alto, moreno, barbado que el 24 de marzo de 1980 se detuvo en el umbral de la entrada de la capilla del hospital de la Sagrada Providencia, levantó un arma calibre 25 de balas expansivas y disparó un solo tiro. El proyectil impactó justo en el pecho del arzobispo de San Salvador Oscar Arnulfo Romero, que en ese momento levantaba el cáliz, consagrando la eucaristía. El sicario –ahora se sabe– recibió mil colones (400 dólares en aquel tiempo) por la faena.
Un día antes, Romero había pronunciado una homilía con la que pretendía frenar la guerra civil que ya se precipitaba en su país: En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno: cesen la represión.
Durante los 12 años que siguieron, El Salvador vivió envuelto en una guerra que hoy, todavía, mantiene abiertas muchas heridas en esa sociedad. Una de ellas, muy compleja, es la impunidad que persiste en torno a los muchos crímenes considerados de lesa humanidad que se cometieron.
En estas tres décadas hubo en El Salvador un primer juicio por el asesinato de Romero, en 1987. El presidente de la Suprema Corte de entonces, Francisco Guerrero, determinó dar carpetazo porque el caso ya era viejísimo.
El juzgador era íntimo amigo del mayor Roberto D’Aubuisson, quien había creado un partido de ultraderecha, Frente Amplio Nacional. Éste contaba con un brazo paramilitar, los llamados escuadrones que asesinaban a los comunistas que el mayor, desde un programa de radio semanal, amenazaba abiertamente, citándolos con nombres y apellidos.
Poco después de ordenar el asesinato de Romero, D’Aubuisson fundó el partido político que gobernó al país durante 20 años.
En 2000, por una denuncia interpuesta por Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador, la Comisión Interamericana culminó una detallada investigación sobre el caso y concluyó que el Estado salvadoreño fue responsable de este asesinato. En 2004, un tribunal de San Francisco, California, abrió un nuevo juicio. Las investigaciones comprobaron que D’Aubuisson ordenó el asesinato –un plan que denominó Operación Piña–, organizado por su lugarteniente, el capitán de la fuerza aérea Rafael Álvaro Saravia, único sobreviviente del grupo homicida. Desde entonces vive prófugo.
Nunca nadie fue juzgado en su país. Se sospecha que de los seis participantes del comando (un chofer, cuatro escoltas y el tirador), cinco fueron asesinados años después en distintos episodios.
Recientemente, en una entrevista con el periódico digital El Faro, Saravia reconoció que recibió la orden de D’Aubuisson: Hacete cargo, le dijo. Y lo hizo.
El fundador de Arena (Alianza Republicana Nacionalista) falleció en 1992, poco después de haberse firmado la paz en El Salvador, de un cáncer de lengua.
Este miércoles se espera que el presidente Mauricio Funes pronunciará la esperada súplica de perdón a nombre del Estado salvadoreño por esta ejecución extrajudicial. Anteriormente, desde noviembre, su gobierno –que al vencer a Arena en las pasadas elecciones rompió la hegemonía de 20 años de gobierno de ultraderecha– había reconocido la responsabilidad del Estado, acatando una de las resoluciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Queda pendiente aún la recomendación que ordena un proceso jurídico para investigar, juzgar y sancionar a los responsables. El gobierno de Funes, sin embargo, se declara formalmente impedido de avanzar en este sentido por la ley de amnistía de 1993, poco después de la firma de los acuerdos de paz. Y aquí radica el meollo del debate actual sobre los derechos humanos en El Salvador.
El movimiento social y de derechos humanos, secundado por organizaciones como Amnistía Internacional, demanda que el Ejecutivo y el Legislativo deroguen la ley de 1993 que en su momento fue pactada por el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y Arena como una forma de transitar hacia la conciliación.
La propia Suprema Corte de Justicia emitió en 2003 un fallo que determina que en los casos graves de violaciones de derechos humanos no es aplicable esta amnistía. Pero ni Funes ni los legisladores del FMLN están dispuestos a moverse en ese sentido.
En esta jornada, que por decreto legislativo celebra oficialmente por primera vez el día de San Romero, habrá peregrinaciones, conciertos sinfónicos, foros y debates, la inauguración de un gran mural que saludará a los viajeros que lleguen por el aeropuerto de Comalapa a El Salvador y una misa solemne en la catedral salvadoreña, que oficiará el mexicano Samuel Ruiz, ex obispo de San Cristóbal de las Casas.
Pero sobretodo, habrá un clamor: que de la buena voluntad se pase a los hechos. Esto es a la justicia, al esclarecimiento de los crímenes históricos que dejó la guerra civil y cuyas heridas, a 30 años de distancia, continúan abiertas.



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Articulo excelente de jose maria castillo , en este enlace:

http://josemariacastillo.blogspot.com/2010/03/monsenor-romero-30-anos-despues.html











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