sábado, 17 de abril de 2010

18 DE ABRIL DE 2010: Tercer domingo de Pascua





Jesús nos envía




Cuando leemos este evangelio, hemos de recordar la situación dolorosa de Pedro y sus amigos. Tres años antes, ellos habían dejado sus redes y su familia para seguir a Jesús.

Como muchos otros, ellos contaban con que Jesús seria el liberador de Israel.  Pero he aquí, que la bella aventura se terminó la tarde del viernes santo. Jesús había sido juzgado, flagelado y después ejecutado, muerto sobre una cruz. En el momento de su proceso, Pedro había negado tres veces a su maestro.  Y Completamente desamparado, el decide volver a su antiguo trabajo  de pescador.

Pero de pronto ocurre algo que ellos no habían previsto. Al comienzo del día, Jesús aparece sobre la orilla del lago. Ellos no lo reconocen. El único que lo ha reconocido es "El discípulo que Jesús amaba", es decir, Juan. Es este amor privilegiado que le permite decir: "Es el Señor". Es  esto también verdad para cada uno de nosotros. Como los discípulos, a nosotros también nos pasa que a veces no somos capaces de reconocer a Jesús que se nos une sobre la orilla del lago de nuestras vidas. A veces estamos tan ocupados y tan preocupados que nos es imposible reconocer a Cristo Resucitado, pero él está siempre atento y espera que  cada uno de nosotros le abramos la puerta.

Como Pedro, estamos invitados a tirarnos al agua para ir al encuentro de Cristo resucitado. El espera que nosotros confiemos en su Palabra. El no cesa de llamarnos para ir hacia adelante  y lanzar nuestras redes. Sin Él, nada es posible, pero con El, el resultado es extraordinario. El evangelio nos habla de 153 grandes peces. Es una cifra simbólica que designa la totalidad de las clases de pescado conocidos en ese tiempo. Es una manera de decir que las redes deben estar llenas de todas las especies posibles.

Esta pesca extraordinaria evoca aquella del primer encuentro de Pedro con Jesús, cuando Él le había dicho: "Tu serás pescador de hombres". Hoy, Pedro es confirmado en esta misión. Aquí no se trata de una captura (caza) , más bien se trata de un rescate, de  una salvación.  Son muchos los que se comprometen en los caminos de perdición. Pensemos en ese clima de odio, de violencia en el cual viven tantas personas. Pedro y sus sucesores reciben la misión de conducirles hacia la orilla , al lado de Cristo. Todos los hombres del mundo entero son invitados a venir a El, y ahí entran los marginados, los excluidos, aquellos y aquellas que cargan un pesado y o duro pasado. Es por todos que Jesús ha dado su vida sobre la cruz.

Pero para que esta misión de fruto realmente, hace falta un verdadero encuentro con Cristo. Fue eso lo que paso con Pedro. Este hombre era muy generoso, pleno de entusiasmo. Mas esta generosidad escondía también una fragilidad real. Un día,  Jesús había preguntado: "Para ustedes, quien soy yo?" Pedro le había respondido: "Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente". Era esta una bella profesión de fe, pero unos instantes más tarde,  cuando Jesús le anuncia su pasión y su muerte, eso, Pedro no lo acepta. Es por eso que Jesús lo trata de "Satán", pues él se opone a  la voluntad de Dios. Después en el momento de la pasión, Pedro que había prometido seguirle hasta la muerte le negara tres veces.

Este evangelio nos muestra hasta qué punto la infidelidad de pedro le es muy pesada. Esa amistad que el proclamaba con tanto entusiasmo no resistió la tempestad del viernes santo. No se puede decir que él tenía el perfil de un hombre de confianza. Y por lo tanto es a él a quien Jesús escoge para hacerlo pastor de su rebaño. Este cambio de situación ha sido posible porque Jesús convierte el pecado de  la triple negación en triple declaración de amor. Jesús confía a Pedro la misión (sorpresivamente)  e inaudita de prolongar su servicio, el servicio suyo. Y como Cristo esta con él, entonces Pedro continuara "reuniendo los hijos de Dios dispersos".

Este evangelio fue escrito al final del primer siglo por cristianos perseguidos. Como Pedro, ellos son marcados de forma dolorosa por terribles pruebas. Algunos tenían tanto miedo que renegaron su fe y a lo largo de los siglos ha sido así. La Iglesia ha afrontado tempestades. Ella ha hecho frente a las herejías, a las guerras de religiones, a las divisiones de todo género. Y hoy mismo, vemos los Medios de Comunicación que se dan la mano para desacreditarla. Pero el señor está siempre ahí, sobre la orilla de nuestra vida. El continúa actuando, trabajando  con nosotros, pobres pecadores, de la misma manera que con Pedro. Su confianza en nosotros es más fuerte que nuestros pecados.

Señor Jesús, tu estás ahí en el centro de nuestras vidas y continuas reuniéndonos por tu palabra y por la Eucaristía que nos animan, nos aumentan la fe y la esperanza en las dificultades. Te damos gracias por la confianza que nos tienes a pesar de nuestras infidelidades. Danos la fuerza y el coraje para testimoniar de tu amor salvador.


comentario

Con base Diversas referencias bibliográficas de internet, en francés.