sábado, 28 de abril de 2012

En el la jornada mundial de la oraciòn por las vocaciones: Encuentro con el Hermano Julien Tellier de Clerc de Saint- Viateur

Hermano Julien Tellier:

"Mi madre fue la mejor profesora en mi juventud"


El 15 de febrero del 2009 llegué a Canadá. A la provincia de Quebec.  Primero fue mi acogida en la Casa Cural de la parroquia Saint-Thomas de  Hudson y al día siguiente iría acompañado por el Padre Roland Demers a la parroquia Sainte-Madeleine del pueblo de Rigaud. 

Eran los días aun de crudo y fuerte invierno y no puedo negar que la sensación que me daba al entrar a los pueblos era que eran pueblos “fantasma”, pues en las calles no se veía a nadie, solo nieve, se sentía el viento, mucho frío y solo uno que otro carro pasaba sobre las vías… En algún momento también me creía transportado en el tiempo, como presente en otro mundo…Pero qué va, eran solo impresiones causadas por el crudo y gris invierno, pues en el verano todo se ve normal como en cualquier parte del mundo.

Entre los 10 y o 12 parroquianos que vendrían a aquella primera misa que yo presidia en Rigaud (mi parroquia donde soy vicario hoy) se encontraba un Hermano religioso, de cabello blanco abundante y de anteojos. Remarqué que tenia una cámara mediana de color negro Nikon en sus manos y que constantemente estaba tomándonos fotos.  

Al final de la misa y en la sacristía un pequeño encuentro para desearme una bienvenida mas calurosa vinieron  los esposos Cahill, Mme Maria D’Astous y su hija Laurence, los esposos Brabant, Mme Therese Mallette y el Hno religioso de la Comunidad de Saint-Viateur,  Julien Tellier .

Después de 3 años de presencia y compartir con mi gente, se me ha ocurrido la idea de realizar unas pequeñas entrevistas a algunos de ellos, para conocerlos un poco más y de paso compartir con mis lectores estas experiencias de fe…

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Es la mañana del jueves 19 de abril 2012, nuestro encuentro con el Hermano Tellier se ha concretado, hemos decidido hacer una caminada sin dejar el pueblo de Rigaud, caminada en la montaña de vegetación verde que empieza a brotar en estos días primaverales. Es un lugar que el Hermano frecuenta con regularidad pues según dice “en este sitio se ven unas aves muy bellas”. Y es que el Hermano Julien, a sus 79 años no deja de ser un observador curioso y un amante apasionado de la naturaleza. La Zoología, la botánica, junto a la fotografía y la pintura hacen parte de sus mas fuertes pasiones. Mientras camino con él aprendo unas cuantas cosas.
La entrevista se desarrollara mayormente en español, aunque hablamos en ciertos momentos en francés, acá todo se ha traducido. El hermano aprendió el español, como nos contará sobre el terreno, en la marcha, de manera autodidacta…


Hermano Julián, es para mi un placer compartir con usted esta mañana…Y en medio de la belleza de la naturaleza…Muy buenos días, Cómo está?

Muy bien, gracias…

Donde nació…Como fue su ambiente familiar…

Nací Debajo de la cordillera des Laurentides en el pueblo de Sainte-Melanie en Quebec.
Mi papa era agricultor, mi mama trabajaba en la casa…Ellos han tenido 5 hijos: 2 mujeres, 3 hombres, yo soy el menor de la familia.

Alguien vive aun?

Mi papa falleció, mi mama también, un hermano y una hermana…Tengo un hermano y una hermana vivos, que están en una residencia para ancianos en Joliette. Mi hermana tiene 79 y mi hermano 83. 

Cuéntenos sobre sus primeros años en la escuela, cómo fue su educación?

He comenzado la escuela en Sainte-Melanie con las Religiosas del Corazón de Jesús. Estuve con ellas 9 años, toda la primaria y parte de la secundaria.

Era una educación impartida de forma muy severa, con fuerte disciplina.

Pero he empezado a conocer la vida religiosa con ellas; porque yo estaba más responsable de las clases, cuando las religiosas salían del aula a mi me dejaban encargado de los alumnos (monitor), es por eso que he tomado el gusto de enseñar…

Ahí nació su vocación de educador, el interés por la pedagogía…

Además yo era monaguillo en la iglesia de Sainte-Melanie. Y he empezado a la edad de 7 años a frecuentar la misa, a ayudar…Era yo, quien preparaba las cosas para la misa. Era obligación de ir a misa todos los días de la cuaresma, y había también un rezo a las 4 de la tarde para los alumnos, al cual era obligatorio asistir. En ese tiempo no había bus para transportarnos a la casa…Todo desplazamiento de casa a escuela o escuela iglesia era a pie, en invierno como en verano.

Era un tiempo poco antes que estallara la 2ª guerra mundial.

Me acuerdo que como teníamos hacienda, pues habían vacas, teníamos tierra, podíamos comer muy bien…La tierra en la hacienda era de 3 colores:
Negra para el jardín, otra para alimento de los animales, otra  para cultivar maíz, fresas etc.

Estando en el Colegio venían comunidades religiosas diversas para buscar vocaciones, como las Hermanas de la Inmaculada Concepción y los religiosos de Saint-Viateur, es por eso que los he conocido. Era el año 1948. En 1950 con 17 años ingresé a la comunidad Clerc de Saint-Viateur.


Y por qué la opción de Hermano Cristiano… Y no sacerdote?

Creo que a causa de la enseñanza. Me sentía o creía encontrarme más disponible para estar cerca de los jóvenes. El sacerdote consagra mucho tiempo a los sacramentos, a la administración de la parroquia.

Llegue a tener hasta grupos (en Perú) de 52 alumnos, y no tuve mayores dificultades para enseñar, me gustaba aprovechar las salidas al campo, el contacto con la naturaleza, la observación y eso posibilitaba que los alumnos aprendieran más y muy rápido.

Bueno, ya hemos visto que decide hacerse CLERC de Saint-Viateur por que miembros de esta comunidad visitaron su pueblo y su colegio en Sainte-Melanie…pero que significa CLERC?

Clerc es un ayudante del sacerdote, un laico o un parroquiano que no hace parte del clero.

Y sus talentos para la pintura, las manualidades como las adquirió?

Mi madre fue quien me enseñó la pintura, las manualidades

Para usted en qué consiste una vida cristiana como más auténtica, comprometida, radical?

Creo que depende de la fe de cada quien…

Háblenos de su experiencia pastoral…He sabido que estuvo como misionero  en Perú, pero además del Perú puede contarnos algo de sus otras experiencias?

 Yo he empezado a enseñar en el curso de 6º año en Joliette. Todo estaba al revés, muy complicado y no dure más de un año. Luego estuve tres años como profesor de 3er año. Allí también preparé varios jóvenes para recibir los sacramentos. Acá estuve muy contento porque en ese tiempo se contaba con la colaboración en la enseñanza de los mismos padres de familia, ellos estaban comprometidos junto con los catequistas y profesores en su formación…Es muy distinto a lo que vemos hoy…

Todo esto fue antes de ir a Perú.

La misión de Perú…como se da ese envió misionero?

Partí en el 59.   Yo había pedido que me enviaran a un país de misión, yo quería el África, pero allí no fue posible. Hemos salido 2 para allá, el otro era americano, no sabíamos nada de español…Nos fuimos confiados en Dios, en el Espíritu…

En la Providencia,  seguros, confiados que allá aprenderían…

Si, allí aprendimos autodidácticamente. Me ayudó mucho traducir un libro de enseñanza de primer año  y el haber adquirido un libro de conjugaciones y hablando con los niños, que ayudaban mucho no burlándose de mí, al contrario de otros adultos que se mofaban de mi acento y forma de hablar…

Ni siquiera tuve un año para profundizar, pero gracias a las hermanas religiosas y el contacto con la gente, sobre todo los jóvenes aprendí a desenvolverme en la lengua castellana.

Laboré en educación y ocurrió que había  una hacienda de una señora muy rica que en su testamento determinó que apenas muriera aquello se convirtiera en un colegio para los hijos de los obreros. Así fue, Se formaron dos colegios en el lugar y los de San Viateur nos encargamos del colegio de varones. Después llegaron otros hermanos de Canadá para ayudarnos. Trabajé en la compañía y con la colaboración  de las Hermanas Dominicanas.

La gente allí campesina en “El Cañete” era muy generosa y los niños  deseosos de aprender. Yo remarcaba su deseo de aprender e interés en trabajar. Eran hijos de campesinos, hijos de autoridades locales, yo tenía niños de todas las clases sociales.

Allí en Perú estuve 13 años.  Allí también tuve una escuela de artesanías, donde enseñaba a los jóvenes a pintar y hacer diversas obras artísticas con los materiales de la naturaleza que luego se vendían, yo les ayudaba igual en su comercialización para ayudarles…

En 1972 regresa de Perú me ha contado...Y después?

He regresado acá y me han enviado a Montreal para trabajar como secretario en una parroquia, encargado de los certificados, de funerales (a veces), otras actividades eran preparadas por el cura párroco.

Después me retiré de la comunidad durante 15 años, trabajé afuera en la decoración de tiendas y mismo si la gente sabía que era un antiguo religioso, siempre me guardaban respeto…jamás hubo una queja, una burla…

En 1991 reingresé a la comunidad y pedí al superior de ese tiempo que me enviara a Haití…Salí para Haití, pero allí hubo dificultades laborales, políticas que me obligaron a volver a Canadá… apenas duré 4 meses…

Hablemos ahora de sus pasiones, de sus talentos…

Si, mi talento artístico para la creación, pintura y utilización de recursos lo aprendí de mi madre  ella “fue la mejor profesora de mi juventud”.

Hablemos de libros, que afición literaria tiene…

De espiritualidad, me gusta leer mucho la obra de Santa Teresita del Niño Jesús…llegué a tener todos sus libros. Y esos libros los doné a todos a alguien, una amiga que descubrí era muy devota de la santa.

Y qué tipo de música le gusta?

De todo…todo tipo de música. Me gusta mucho sobre todo la música latinoamericana y en español.

Hermano la vida esta hecha de sufrimientos y alegrías…Como ha asumido su enfermedad? ( su lucha contra el cáncer)

He de decirle que yo vi morir a mi madre en mis brazos.

Y creo que estoy preparado para la muerte, me gusta ver en televisión esos programas donde se trata ese sujeto de la muerte…

Mis padres murieron ambos de cáncer. Mi madre murió de cáncer del intestino y después que se le descubrió el cáncer a los 83 años, Dios le concedió otros 10 años de vida.
Mi doctor me ha recomendado mucho caminar y disminuir de peso, y en esa disciplina estoy.

Un mensaje para los lectores asiduos de este blog…

Yo estoy contento de mi camino, de mi vida…Hay siempre un principio y un fin…

Lo importante es estar consciente de ello…

Si, claro...

Hermano muchas gracias por el compartir e invitarme a conocer este maravilloso paisaje.

 De nada...Aun no hemos terminado de compartir...

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Crónica sobre el Hermano Tellier, s.d.v,  aparecida en un diario quebequense el 31 de marzo del 2011


Hermano Julien Tellier, un artista con corazón de oro

Hermano Julien Tellier, miembro de la Comunidad religiosa de Clercs de Saint-Viateur, ha sido un gran donante emérito de la Fundación del Hospital du Suroit.

Residente de Rigaud y con 79 años cumplidos el 28 de marzo pasado, es una persona de gran valor, con un gran corazón y alma, consagrando su vida al servicio y al bienestar de los demás.

Artista pintor en su tiempo libre, el hermano Julien hizo donación de 100 de sus obras a la Fundación del Hospital del Suroit. Los cuadros del Hermano Julien están inspirados en la naturaleza y pintados en aceite, acuarela, acrílico y el pastel. La Comunidad de San Viateur, por otro lado, cuenta con varios artistas que perpetúan una larga tradición donde lo espiritual se expresa en la belleza y las artes. El gesto del Hermano Julien es un homenaje para el personal medico del Hospital, como agradecimiento por los excelentes cuidados recibidos durante el combate con su enfermedad.

Muchos miembros de la Comunidad de San Viateur ejercen su ministerio parroquial, sea en los grandes centros urbanos o en las regiones alejadas. Entre ellos, el Hermano Julien Tellier tiene un recorrido humano notable que merece ser destacado. La educación siendo el principal campo de apostolado de los religiosos de Saint-Viateur, el Hermano Julien ensena primero en la Comunidad de Joliette y cuando se hace misionero, es en Perú donde ejerce su misión de 1959 a 1972. Durante estos años, el hermano Julien ensena en una escuela primaria en el valle de Cañete, a 150 kms de Lima, y esto en lengua española.

También se ocupo de una escuela artesanal los fines de semana y ensenaba el catecismo para la preparación a la Primera Comunión. “Esos han sido los días más bellos de mi vida y los niños eran realmente felices de aprender”-nos ha confiado con tono emotivo.

Además de su vocación religiosa y de pintor autodidacta, el Hermano Julien es un artista reciclador. Además de los cuadros, confecciona esculturas, urnas, pesebres de navidad y otras cosas a partir de materia producida por la naturaleza o reciclada. Es un placer para el alma y para los ojos visitar su taller.

“La naturaleza, es mi inspiración, mi escuela, mi lugar de reflexión y el centro de mi arte” precisa el artista…

Francine Bourdeau, directora general de la Fundación agradece profundamente al Hermano Julien por su gran generosidad al donar sus obras y su gran coraje y valentía en el combate de su enfermedad.

Bibliografía de la crónica en la segunda parte:

Fondation de l’Hopital de Suroit

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA XLIX JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES 29 DE ABRIL DE 2012 – IV

TemaLas vocaciones don de la caridad de Dios


Queridos hermanos y hermanas

La XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 29 de abril de 2012, cuarto domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el tema: Las vocaciones don de la caridad de Dios.

La fuente de todo don perfecto es Dios Amor -Deus caritas est-: «quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16). La Sagrada Escritura narra la historia de este vínculo originario entre Dios y la humanidad, que precede a la misma creación. San Pablo, escribiendo a los cristianos de la ciudad de Éfeso, eleva un himno de gratitud y alabanza al Padre, el cual con infinita benevolencia dispone a lo largo de los siglos la realización de su plan universal de salvación, que es un designio de amor. En el Hijo Jesús –afirma el Apóstol– «nos eligió antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor» (Ef 1,4). Somos amados por Dios incluso “antes” de venir a la existencia. Movido exclusivamente por su amor incondicional, él nos “creó de la nada” (cf. 2M 7,28) para llevarnos a la plena comunión con Él.

Lleno de gran estupor ante la obra de la providencia de Dios, el Salmista exclama: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que te cuides de él?» (Sal 8,4-5). La verdad profunda de nuestra existencia está, pues, encerrada en ese sorprendente misterio: toda criatura, en particular toda persona humana, es fruto de un pensamiento y de un acto de amor de Dios, amor inmenso, fiel, eterno (cf. Jr 31,3). El descubrimiento de esta realidad es lo que cambia verdaderamente nuestra vida en lo más hondo. En una célebre página de las Confesiones, san Agustín expresa con gran intensidad su descubrimiento de Dios, suma belleza y amor, un Dios que había estado siempre cerca de él, y al que al final le abrió la mente y el corazón para ser transformado: «¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti» (X, 27,38). Con estas imágenes, el Santo de Hipona intentaba describir el misterio inefable del encuentro con Dios, con su amor que transforma toda la existencia.

Se trata de un amor sin reservas que nos precede, nos sostiene y nos llama durante el camino de la vida y tiene su raíz en la absoluta gratuidad de Dios. Refiriéndose en concreto al ministerio sacerdotal, mi predecesor, el beato Juan Pablo II, afirmaba que «todo gesto ministerial, a la vez que lleva a amar y servir a la Iglesia, ayuda a madurar cada vez más en el amor y en el servicio a Jesucristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia; en un amor que se configura siempre como respuesta al amor precedente, libre y gratuito, de Dios en Cristo» (Exhort. ap. Pastores dabo vobis, 25).  En efecto, toda vocación específica nace de la iniciativa de Dios; es don de la caridad de Dios. Él es quien da el “primer paso” y no como consecuencia de una bondad particular que encuentra en nosotros, sino en virtud de la presencia de su mismo amor «derramado en nuestros corazones por el Espíritu» (Rm 5,5).

En todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo. Como escribí en mi primera encíclica Deus caritas est«de hecho, Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía» (n. 17).

El amor de Dios permanece para siempre, es fiel a sí mismo, a la «palabra dada por mil generaciones» (Sal 105,8). Es preciso por tanto volver a anunciar, especialmente a las nuevas generaciones, la belleza cautivadora de ese amor divino, que precede y acompaña: es el resorte secreto, es la motivación que nunca falla, ni siquiera en las circunstancias más difíciles.

Queridos hermanos y hermanas, tenemos que abrir nuestra vida a este amor; cada día Jesucristo nos llama a la perfección del amor del Padre (cf. Mt 5,48). La grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar “como” lo hace Dios; se trata de un amor que se manifiesta en el don total de sí mismo fiel y fecundo. San Juan de la Cruz, respondiendo a la priora del monasterio de Segovia, apenada por la dramática situación de suspensión en la que se encontraba el santo en aquellos años, la invita a actuar de acuerdo con Dios: «No piense otra cosa sino que todo lo ordena Dios. Y donde no hay amor, ponga amor, y sacará amor» (Epistolario, 26).

En este terreno oblativo, en la apertura al amor de Dios y como fruto de este amor, nacen y crecen todas las vocaciones. Y bebiendo de este manantial mediante la oración, con el trato frecuente con la Palabra y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, será posible vivir el amor al prójimo en el que se aprende a descubrir el rostro de Cristo Señor (cf. Mt 25,31-46). Para expresar el vínculo indisoluble que media entre estos “dos amores”  –el amor a Dios y el amor al prójimo– que brotan de la misma fuente divina y a ella se orientan, el Papa san Gregorio Magno se sirve del ejemplo de la planta pequeña: «En el terreno de nuestro corazón, [Dios] ha plantado primero la raíz del amor a él y luego se ha desarrollado, como copa, el amor fraterno» (Moralium Libri, sive expositio in Librum B. Job, Lib. VII, cap. 24, 28; PL 75, 780D).

Estas dos expresiones del único amor divino han de ser vividas con especial intensidad y pureza de corazón por quienes se han decidido a emprender un camino de discernimiento vocacional en el ministerio sacerdotal y la vida consagrada; constituyen su elemento determinante. En efecto, el amor a Dios, del que los presbíteros y los religiosos se convierten en imágenes visibles –aunque siempre imperfectas– es la motivación de la respuesta a la llamada de especial consagración al Señor a través de la ordenación presbiteral o la profesión de los consejos evangélicos. La fuerza de la respuesta de san Pedro al divino Maestro: «Tú sabes que te quiero» (Jn 21,15), es el secreto de una existencia entregada y vivida en plenitud y, por esto, llena de profunda alegría.

La otra expresión concreta del amor, el amor al prójimo, sobre todo hacia los más necesitados y los que sufren, es el impulso decisivo que hace del sacerdote y de la persona consagrada alguien que suscita comunión entre la gente y un sembrador de esperanza. La relación de los consagrados, especialmente del sacerdote, con la comunidad cristiana es vital y llega a ser parte fundamental de su horizonte afectivo. A este respecto, al Santo Cura de Ars le gustaba repetir: «El sacerdote no es sacerdote para sí mismo; lo es para vosotros»(Le curé d’Ars. Sa pensée – Son cœur, Foi Vivante, 1966, p. 100).

Queridos Hermanos en el episcopado, queridos presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, catequistas, agentes de pastoral y todos los que os dedicáis a la educación de las nuevas generaciones, os exhorto con viva solicitud a prestar atención a todos los que en las comunidades parroquiales, las asociaciones y los movimientos advierten la manifestación de los signos de una llamada al sacerdocio o a una especial consagración. Es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos “sí”, en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios.

Será tarea de la pastoral vocacional ofrecer puntos de orientación para un camino fructífero. Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios, a través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria. Pero, sobre todo, que la Eucaristía sea el “centro vital” de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la «gran medida» del amor de Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino.

Deseo que las Iglesias locales, en todos sus estamentos, sean un “lugar” de discernimiento atento y de profunda verificación vocacional, ofreciendo a los jóvenes un sabio y vigoroso acompañamiento espiritual. De esta manera, la comunidad cristiana se convierte ella misma en manifestación de la caridad de Dios que custodia en sí toda llamada. Esa dinámica, que responde a las instancias del mandamiento nuevo de Jesús, se puede llevar a cabo de manera elocuente y singular en las familias cristianas, cuyo amor es expresión del amor de Cristo que se entregó a sí mismo por su Iglesia (cf.Ef 5,32). En las familias, «comunidad de vida y de amor» (Gaudium et spes48), las nuevas generaciones pueden tener una admirable experiencia de este amor oblativo. Ellas, efectivamente, no sólo son el lugar privilegiado de la formación humana y cristiana, sino que pueden convertirse en «el primer y mejor seminario de la vocación a la vida de consagración al Reino de Dios» (Exhort. ap. Familiaris consortio,53), haciendo descubrir, precisamente en el seno del hogar, la belleza e importancia del sacerdocio y de la vida consagrada. Los pastores y todos los fieles laicos han de colaborar siempre para que en la Iglesia se multipliquen esas «casas y escuelas de comunión» siguiendo el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, reflejo armonioso en la tierra de la vida de la Santísima Trinidad.

Con estos deseos, imparto de corazón la Bendición Apostólica a vosotros, Venerables Hermanos en el episcopado, a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles laicos, en particular a los jóvenes que con corazón dócil se ponen a la escucha de la voz de Dios, dispuestos a acogerla con adhesión generosa y fiel.

Vaticano, 18 de octubre de 2011
BENEDICTO XVI