jueves, 21 de abril de 2011

24 de abril del 2011 DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURECCION DEL SENOR



A guisa de introducción:

El resucitado vive con nosotros

Me conmuevo siempre cuando veo en la televisión los esfuerzos por encontrar una persona que ha sido secuestrada o que se ha ahogado. Cuan más dolorosa debe ser la pérdida de un ser querido cuando, por demás, su cuerpo ha desaparecido y que no hay tumba o cementerio ante el cual recogerse para orar.

Es esto lo que ha vivido María Magdalena la mañana de Pascuas. Después del trauma o shock  de la muerte sobre la cruz del viernes, se encuentra ahora con que el sepulcro esta vacío. Ella experimenta la ausencia, la duda, la incertidumbre. Simón Pedro se queda también todo perplejo al constatar que el cuerpo de Jesús ha desaparecido. La fe no va de sí misma. Ella supone continuamente un largo recorrido (camino). Juan será más rápido: “El ve y él cree”.

Nosotros también, nos abalanzamos a veces al vacío (al abismo) a la ausencia, a la duda. La muerte está siempre trabajando en nuestras vidas: enfermedad, violencia, fracasos, desempleo, hambrunas nos hacen dudar de la presencia de Dios en nuestro mundo. Tenemos dificultad para verlo. No hay pruebas científicas de la resurrección. No hay sino testigos que nos ayudan a ver. Ellos también han debido creer. Por fortuna, Dios les ha escogido para comer y beber con Jesús después de su resurrección. Es esta experiencia de encuentro con el resucitado que ellos nos proponen vivir.

Es a causa de ellos que nosotros estamos acá en esta celebración, esta mañana…


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Una aproximación psicológica:

Tú conocerás a Yahvé

La resurrección es la intervención de Dios en el caso Jesús, es la toma de posición de Dios de cara a las opciones de Jesús. Es Dios quien interviene para decir: si, tiene sentido, eso de orar como Él lo ha hecho, de luchar como Él ha luchado, de morir como Él ha muerto.

La resurrección, es Dios quien interviene para contradecir los cínicos que dicen: la militancia, ahí se ve a donde lleva eso; el amor, ahí se ve lo que él da; la búsqueda de Dios se puede ver a dónde, eso  lleva.

En la resurrección, Dios afirma que hay un más allá de la represión por el poder, de la traición al amor, de la noche en la oración; y que represión, traición y noche son un pasaje hacia otra cosa, que esta oscuridad desemboca sobre la luz y sobre una posibilidad nueva de comunión.

La resurrección de Jesús aparece entonces como una consecuencia comprensible de lo que le ha precedido. No porque este evento no sea pura gracia de Dios, sino a causa justamente del deseo gracioso de Dios de ser reconocido por el hombre.

Conocer a Dios, es primero que todo vivir de la justicia: “No hay ni sinceridad, ni amor, ni conocimiento de Dios en el país,  sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia…” (Oseas 4,2).

Aquel que se comprometiera con todas sus fuerzas a “conocer Dios” en la búsqueda de la justicia social, este mismo no podrá actuar de otro modo que desembocar un día sobre Dios, y esto en virtud misma de su promesa: “yo te hare mi novia en la justicia y en el derecho, en la ternura y en el amor; yo te hare mi novia en la fidelidad, y tu conocerás a Yahvé” (Oseas 2,21).

He aquí que esto fue lo que le sucedió a Jesús. El cómo de su resurrección resta ciertamente una realidad misteriosa, pero su sentido es claro: ella es la muestra de  la fidelidad de Dios a su compromiso, un compromiso también real y creador como el compromiso de Jesús: concreto, fuerte y cimentado en la esperanza.
                                                              

Y también las mujeres

Los evangelios han sido escritos por hombres, en una cultura dominada por los hombres. Si se excluyen las diaconisas, las diferentes funciones presentes en la Iglesia primitiva son exclusivamente reservadas a los hombres, y lo menos que uno puede decir, es que “las discípulas femeninas” tienen poco espacio o lugar en los evangelios en comparación con los discípulos masculinos.

Y por lo tanto Jesús tuvo varias mujeres entre su grupo de discípulos y mismo desde su debut en su compromiso como profeta: “Jesús iba a través de los pueblos y ciudades…los doce estaban con él, y había también mujeres…: María, Juana, Susana y muchas otras” (Lucas 8,1-3).  Estas mujeres le seguirán “desde la Galilea” hasta el fin (Lucas 23,49).

Jesús aparece como un hombre que ha derrocado en su vida personal, la barrera social entre los sexos. Él cuenta con mujeres entre sus discípulos, Él sostiene una profunda conversión con una desconocida (Juan 4), se deja acariciar en público por una prostituta (Lucas 7,36-50), demuestra su preferencia por una mujer que hace todo lo posible, y se las arregla para estar cara a cara con él (Lucas 10,38-42), no se siente bien, ni tiene gusto de dejar caer toda la culpa y el castigo sobre una mujer adúltera  (Juan 8,1-11).

Pero el evangelio permanece mudo sobre sus relaciones con sus discípulos femeninos, lo mismo que sobre las relaciones entre los discípulos hombres y mujeres.
Los redactores masculinos no han podido sin embargo pasar por alto un hecho destacado de la tradición primitiva: después de su muerte, Jesús se deja ver la primera vez por una de sus discípulas.

Contrariamente a los hombres quienes “todos le abandonaron y huyeron” (Marcos 14,50), las mujeres acompañan a Jesús durante su suplicio, y le hacen ver (saber)  “en la distancia” que ellas están con Él (Marcos 15,40-41).

María Magdalena parece haber salido del grupo de mujeres. Todos los evangelios mencionan su presencia en el Calvario o en la tumba, mismo cuando hay divergencia sobre los otros nombres. Es ella quien, con la madre de Jesús y la otra María “permanecen de pie junto a la cruz” (Juan 19,25).

Es todavía ella, quien “al amanecer  del primer día se presenta ante la tumba”, probablemente para llorar cerca al cuerpo de Jesús, como María cerca a la tumba de su hermano Lázaro (Juan 11,31).

Y es de ella que Jesús se deja ver vivo, bien que la credibilidad de las mujeres como testigos fuera nula dentro de esta cultura.

Y de hecho, su testimonio será recibido por los hombres como “mentira, habladuría, cuento de mujeres”  (Lucas 24,11), antes que ellos se vean forzados de darle la razón.
Si los relatos de los eventos de Pascua hubieran sido inventados por los hombres antes que impuestos y o asegurados por los hechos, ellos serían probablemente muy diferentes!

María versus Juan

Los primeros discípulos no sabían más que nosotros acerca de  lo que le ocurrió a Jesús en la mañana de Pascua. Ellos se ven confrontados como nosotros al hecho seco (crudo) del sepulcro vacío, y sus reacciones se parecen a las nuestras.

El hueco hecho en la roca, el sepulcro vacío, es un hueco hecho en el universo sin fallas de nuestra lógica humana. Y nadie tolera por mucho tiempo un vacío o hueco en su universo mental. Lo propio del hombre, es quizás atacar sin cansancio los vacíos de su existencia, atacar las fallas inmensas que la vida abre sin cesar ante él y que son por lo tanto llamados a descubrir el sentido de lo vivido.

El texto de Juan nos presenta de manera admirable los dos tipos de reacción posibles de cara a una tal falla.

La reacción de María pertenece a la lógica del poco tiempo. María no va buscar peras en el olmo o medio día a las dos de la tarde, ella no está expuesta a filosofar largo tiempo sobre el sentido de una experiencia inmediata. Como la mayoría de nosotros, ella tiene una aproximación pragmática. Si la piedra no está más allí, debe ser que alguien la ha quitado. Y como se trata en efecto de una gran piedra, “ellos” debían ser muchos. Y como el cuerpo de Jesús no está más ahí, mi problema es saber dónde “ellos” lo han puesto. Para completar las informaciones que me faltan, yo puedo recurrir quizás a Pedro y a Juan…

No hay más ninguna falla en el universo mental de María. Ella ha vuelto a introducir la racionalidad y la coherencia ahí donde había algo insólito que reclamaba un sentido.

Comparada a la reacción de María, la de Juan aparece netamente diferente. Juan tampoco tiene nada de especulativo que lleve a cortar los caballos en cuatro. El contenido de su primera carta, centrada toda sobre el amor, nos lleva por el contrario a creer que él se unifica y se simplifica a medida que envejece. Lejos de complicar las cosas, él las simplifica desarrollando su contenido profundo.

Mas para este quehacer, Juan tiene necesidad de retroceder, de no satisfacer enseguida con su racionalidad las fallas que la vida abre ante él. Juan posee un espíritu orientado hacia el sentido, hacia el por qué más que hacia el cómo.

Ante la tumba vacía, él podría, también recurrir a la hipótesis de los profanadores de tumbas o ladrones de cadáveres o embalsamadores anónimos. Mas él va por instinto hacia otra explicación, él se abre a la comprensión que las escrituras podían darle del hecho neto y crudo (del sepulcro vacío).

Tocamos quizás acá la naturaleza misma de la fe: proponer una segunda lectura de los hechos, invitar a retroceder y ver un poco de lejos los hechos crudos para descubrir la significación existencial.

No es seguro que el relato presentado acá sea histórico en todos sus detalles, pero no cabe duda  que a través de este relato, Juan nos presenta su experiencia personal vivida alrededor de la Pascua: “Él vio y Él creyó”: He vivido estos acontecimientos y me dejé alcanzar por su sentido profundo.


REFLEXION   2


Hoy el Señor Resucito; Aleluya, Aleluya!



Pascua es la fiesta cristiana más grande del año. Es la fiesta de la vida, de la primavera, de la renovación, de la alegría.

Lo que distingue los cristianos de los no creyentes es la resurrección, es la fe y la confianza en un Dios que rechaza la idea de poner fin a la vida y que no acepta que todo se termine en el cementerio. De otro lado, la palabra que los cristianos utilizaban para indicar el lugar donde ellos enterraban sus difuntos era la palabra griega “koimiterion”, que ha llegado a ser nuestra palabra “cementerio” y que quería decir “hotel para visitantes extranjeros”, “refugio de pasaje”.

La liturgia del domingo de Pascuas está impregnada de paz y serenidad.

“El Señor ha resucitado!”; “El sol se ha puesto: no busquen más entre los muertos a Aquel que vive. EL ha roto las cadenas de la muerte!”. Jesús le había dicho a María la hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida. Si alguien cree en mí, mismo si  él muere vivirá”.

La resurrección, es la respuesta de Dios Padre a la violencia, a la injusticia de la tortura y de la cruz. Aquellos que han condenado a Jesús creían que podían hacerle callar y deshacerse definitivamente de Él. Pero el padre lo ha resucitado, aprobando los valores que Él ha querido promover durante su vida.

Nuestra fe cristiana no se limita a recordarnos que Cristo ha resucitado y que nuestra  vida no se termina con la muerte. La Pascua y la resurrección conducen a una nueva primavera después de un invierno abominable, asesino y glacial. La pascua y la resurrección nos incitan a comprometernos  ahora, a tomar la vida en serio. Cristo nos invita a vivir plenamente desde ahora, a salir de nuestros sepulcros, de nuestras decepciones o desalientos, de nuestros miedos, de nuestros temores.

“Salgan de sus tumbas”, de sus vidas sin esperanza. Recomiencen a respirar a pleno pulmón…”Yo he venido para que tengan vida y la vida en abundancia” (Juan 10,10).

Después de la ultima cena, yendo al Monte de los Olivos, Jesús había dicho a sus discípulos: “Una vez que haya resucitado, yo iré delante de ustedes en Galilea”. Es esta misma invitación que Jesús transmite a las mujeres después de la resurrección: “Vayan a anunciar a mis hermanos que deben estar presentes en Galilea: es ahí que ellos me verán”. Ellos son convidados a retornar a su Galilea natal, a su lugar de origen, a sus familias, a sus barcas y a sus redes.

Nuestra religión es una religión pascual. No ignoramos por lo tanto el mal presente en el mundo, mas rechazamos creer que este mal tendrá la última palabra, y hacemos todo para que él sea vencido.

 Es verdad que vivimos en un mundo de muerte. Cien millones de personas han perdido la vida a causa de la guerra durante el último siglo, 60% de la población mundial sufre de pobreza crónica y de malnutrición. Vivimos en un mundo de discriminación, de violencia, de terrorismo, de suicidio, de drogas, del abuso de alcohol, de malos hábitos alimentarios, de falta de respeto hacia la naturaleza.  Y sin embargo nosotros queremos luchar contra todos esos fenómenos y esos abusos mortales.

Es por eso , que al recordar la Pascua, cada “primer día de la semana”, nos reunimos alrededor del Señor. El Sabbat  (sábado) era el último día  de la semana : “el séptimo día”…Para los cristianos, “el primer día de la semana” es un día de fiesta y de adoración antes del trabajo que va continuar. El domingo cristiano inaugura e impregna los días que seguirán.

Cristo resucitado está presente entre nosotros: “cada vez que dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Él nos invita a escuchar su palabra, a compartir su vida, a retomar fuerzas antes de retornar a “nuestra Galilea”, donde Él nos acompaña  día a día: “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

Hoy, festejamos la más grande fiesta cristiana del año, la fiesta de Pascua. Cristo resucitado nos da el coraje  para volver al interior de nuestras familias, a nuestro trabajo, para vivir la primavera de Dios.

En este primer día de la semana, en este día de la Resurrección del Señor, 

Felices Pascuas para todos. “El Señor resucito, aleluya, aleluya!”



referencias:

pequeño misal de "prions en Eglise". Qc, Canada

HETU, Jean-Luc. Les options de Jésus.


http://cursillos.ca  (traduccion del frances P. Jacques-Yvon Allard, sdv)


21 de abril del 2011: JUEVES SANTO


Leer Evangelio de San Juan  13,1-15

El amor revelado

Jerónimo es un  niño extraordinario de 12 años, amante del futbol y del Hockey (más que de las matemáticas y la gramática). Desde su temprana infancia, él se mostró fascinado por el rito del lavatorio de los pies. Y quiere siempre asistir a la celebración donde ve al sacerdote quitarse su vestidura sacerdotal y ponerse de rodillas ante 12 personas para lavarles los pies. Un día yo le pregunté: “Jerónimo que es lo que te gusta en este gesto de Jesús?” Y me respondió: “pues bien, parece que no es normal! (común, ordinario)”.

He aquí la homilía del Jueves Santo más breve que yo he escuchado! “No es ordinario”, arrodillarse ante los demás como ante Dios. No es común. Lavarle los pies igualmente a aquel que va traicionarte, no es algo normal. Amar hasta el punto de escoger el último puesto, no es algo común.

Todos nosotros estamos llamados, en nuestras vidas ordinarias, a descubrir y a redescubrir este amor por lo ordinario, que va hasta el final, hasta donar todo lo que él es: su vida, su cuerpo, su sangre.

“Y ustedes también, nos dice Jesús, ustedes deben ser personas no ordinarias que se arriesgan a amar hasta el fin”.

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“Tomad y comed todos de él…”

Leer Lucas 22,14-27

He acompañado una pareja que vivía un drama familiar donde las repercusiones eran desastrosas. Debiéndome ausentar de Canadá, pasa que el marido me contacta por teléfono cuando yo me encontraba lejos. Él está desamparado, tiene necesidad de confiarse, de tratar de ver claro.

Después de su llamada, yo trato de dormir  y no soy capaz. Entonces, tengo el sentimiento de estar literalmente absorbido por el sufrimiento de esta pareja, de ver mis emociones y mi tiempo comido por el hambre de amistad y de un poco de paz.

Ahora comprendo un poco más lo que quiere decir la Eucaristía. Jesús se ha dejado aspirar (absorber) por el drama de nuestra tierra! Desde que Él ha abierto sus labios y ha comenzado a predicar, se ha comenzado a “comerle!” se le ha tomado su tiempo, su energía, sus inmensas reservas de bondad. Se tenía totalmente hambre de todo lo que era este hombre!

Su gesto en la víspera de la última cena ha simplemente expresado lo que Él había sido siempre y lo que Él quería continuar a ser hasta la consumación (el fin) de los siglos: el amor que se deja comer por los hambrientos, que somos nosotros.