VIERNES 18
LA LÓGICA DIVINA DEL PERDÓN
La creación y la historia de la salvación son esencialmente asuntos del Corazón y de pasión- y no de lógica- para Dios. Dios crea y salva por amor.
Como dice el adagio: “el Corazón tiene razones que la razón no entiende” (Blas Pascal). Y esto se cumple con más razón cuando se trata de Dios, en quien su amor no tiene límites.
El Dios de la Biblia, que es el Dios de Jesús, sorprende siempre por la abundancia de sus dones, la generosidad de su perdón, el cuidado y ternura particular que tiene con los pobres y por el amor que Él le tiene a todas sus criaturas. La lógica de Dios es la del perdón, de la salvación y de la sanación.
Los contemporáneos del profeta Ezequiel ponían en duda esta lógica divina. Pero como el profeta les ha hecho remarcar, es su lógica (de ellos) que es errónea. Es necesario ser coherente. Si Dios está siempre dispuesto o listo a perdonarnos, Él pone de la misma manera sus exigencias. He aquí lo que Jesús nos dice: la lógica que Él espera es aquella de la conversión a su misericordia (volver a Él) y dar los primeros pasos hacia aquel o aquellos que se ha podido ofender.
SABADO 19
SAN JOSÉ
Disponerse CON HUMILDAD al servicio del proyecto de Dios
José, hombre discreto y casi invisible, permanece y aparece siempre para nosotros como un gran testigo de la fe. Enteramente entregado al misterio de aquella que él ama, María de Nazareth , su novia, y al misterio de Jesús, el niño que ella parirá, José se destaca por su fe tranquila y valiente. Se le imagina feliz con el trabajo de sus manos y lleno de ternura por aquellos que él ama más que a todo el mundo: María y Jesús. Pero José es primero y antes que todo feliz de amar y de servir a Dios.
José era, nos lo dirá por su parte San Lucas, “de la familia y de la descendencia de David” (Lucas 2,4). A diferencia del gran rey que no fue siempre justo y fiel y que le falto coraje en ciertas ocasiones, José permanece fiel a su Dios y sabe hacer prueba de coraje en toda circunstancia. Hombre justo como lo es él, se muestra magnánimo con María su esposa, a quien toma y la lleva a su casa a pesar de todo lo que dirán con respecto de su embarazo. Y la sostiene y protege cuando va parir en circunstancias difíciles, y cuando son obligados de huir y exiliarse en Egipto.
He aquí un hombre verdaderamente según el corazón de Dios.
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Gustavo Quiceno