miércoles, 11 de agosto de 2010


Cada año, los cristianos católicos  del mundo entero se reúnen en las iglesias y sobretodo en los lugares de peregrinación para festejar con alegría la ASUNCION DE  MARIA. 


Muchos aprovechan para visitar a Lourdes, Fátima y muchos otros santuarios que se le han dedicado. Es para todos una manera de destacar el lugar privilegiado que tiene María en la vida de la Iglesia. Sobre la cruz, Jesús nos la ha dado por Madre. Ella cumple este papel cuidando a cada uno de sus hijos.

La ASUNCION es la fiesta de María que en cuerpo y alma entra en la Gloria de Dios. Ningún texto de la biblia nos habla de este dogma. Pero después de mucho tiempo, los cristianos no podían imaginar  que Cristo haya podido dejar descomponerse el cuerpo de su madre bajo tierra. Fue el 1º de noviembre de 1950 que el papa Pio XII proclamo el dogma de la Asunción.  Esto no hace que rectificar aquella tradición antiquísima. María entro en cuerpo y alma en la Gloria del Padre.

Al celebrar esta fiesta, nos asociamos a su alegría y a su oración de alabanza.
La Buena noticia de este domingo, es que nosotros también, estamos todos llamados a tomar parte en su felicidad y alegría. Lo que Dios ha realizado por ella nos está destinado igualmente a nosotros. Con María, nuestra vida es una marcha (detrás, al lado) de  Cristo hacia ese gran banquete y fiesta que Dios nos ha preparado. Ella está siempre ahí para invitarnos a escuchar las palabras de Jesús y a “hacer todo lo que EL nos dirá”. En el Evangelio, encontramos palabras de una gran importancia: “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida”. Nadie va al Padre sino por mí”. Los mensajes de María en Lourdes, Fátima y otros lugares, nos remiten precisamente al Evangelio. Este año las peregrinaciones ( o romerías) están orientadas  hacia el signo de la Cruz que María ha ensenado a Bernarda.  Este signo de la cruz nos recuerda que el día de nuestro bautismo , hemos sido inmersos en este amor que está en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En el Evangelio de hoy hemos escuchado el relato de la Visitación de María a su prima Isabel y la bella oración del Magníficat. María va a casa de su prima Isabel que esta encinta del futuro Juan Bautista. Ella va seguramente para prestarle servicios materiales pero también para comulgar con ella, compartir la felicidad y lo maravilloso de la VIDA. Ella da gracias a Dios quien ha hecho maravillas en ella y en el mundo. Hoy nosotros podemos pedirle a María su mirada de fe para descubrir las maravillas que el Señor continua realizando por su Iglesia y el mundo entero.

Que ella inspire y  ponga en nuestros corazones esos sentimientos de acción de gracias y de alabanza por su amor que se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo acogen.

Después de la Visitación, María no ha cambiado. Si la llamamos ella viene a nuestro auxilio. Ella viene siempre y Jesús esta con ella. Ella no cesa de cumplir su papel de madre cercana a nosotros.  Es Cristo quien nos la ha confiado estando sobre la cruz en el Calvario. Dirigiéndose a Juan le dice: “He ahí tu madre”. Y a María: “He ahí a tu hijo”. A partir de aquel momento el discípulo la acogió en  su casa. A través de él, es a toda la humanidad que Jesús confió a su madre. Entonces, como el discípulo, no dudemos en acogerla en nuestra casa ,  acogerla en nuestro corazón y darle el lugar de honor que se merece. Nosotros podremos siempre contar con ella. El camino que ella nos muestra es el de su Hijo y el del Evangelio. Las oraciones que nosotros le dirigimos a ella van hacia Cristo igualmente.

En este día, podemos confiarle todos nuestros sufrimientos  junto con los del mundo entero. Cada día, los medios de comunicación nos hablan de catástrofes, incendios en Rusia, Portugal, inundaciones en Pakistán, violencia e inseguridad. Muchos están en dificultad ya que no pueden vivir de su trabajo. Y bien seguro, nosotros pensamos en todos aquellos que sufren a causa de las enfermedades.

Cuando un niño tiene un dolor, el llama a su mama. Nosotros como cristianos nos tornamos hacia María. Y tenemos esa felicidad de ver que María la Madre de Nuestro señor viene hasta nosotros. Ella no resolverá nuestros problemas materiales pero nos ayudara a encarar las dificultades y superarlas. Con ella y con Jesús no hay situaciones de desesperación.

La VISITACION significa que María continua viniendo con Jesús a nuestra vida. La visitación es también cuando nosotros vamos hacia el otro para ayudarle pero también para aportarle este Dios de amor y hacerlo resplandecer en la medida que Él nos posea (o nos habite).  Nosotros amaremos  de verdad  si dejamos a Dios que ame por nosotros.

En este domingo, nos hemos reunido de manera precisa para beber de la fuente de aquel que es el AMOR. Al final de la misa, seremos enviados para dar de esta agua bendita a los demás, en partículas a aquellos  que afrontan pruebas de todo tipo. Lo importante es vigilar, desear siempre que nuestras visitas lleguen a ser visitaciones, ir hacia los demás con Jesús y su Espíritu  dentro de nosotros, al ejemplo de María.

 Señor, en este día,  te damos gracias por este regalo maravilloso que nos has hecho en María. Que esta fiesta de la ASUNCION llegue para reavivar en nosotros el deseo de seguirte fielmente a lo largo de nuestra vida. Y que a la hora que dejemos esta tierra sea también la hora de nuestra  ASUNCION. Amen.

(basado en diversas fuentes)