jueves, 8 de abril de 2010

11 de Abril del 2010: SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA






La fe de Tomás: “¡Señor Mío y Dios Mío!”


También se llama a este domingo el de Tomas, por su especial protagonismo en el texto evangélico de la Eucaristía. Su desconfianza de principio produjo después un estallido de amor con esa frase --“¡Señor Mío y Dios Mío!”—que ha servido a millones y millones de cristianos y cristianas para expresar su fe de manera profunda y amorosa. Este Segundo Domingo de Pascua es asimismo el domingo de la Misericordia, tal como estableció el anterior Pontífice, el siempre recordado, Juan Pablo II. Tengámoslo, asimismo, en cuenta.



PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 5, 12-16
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de creyentes, hombres y mujeres, que de adherían al Señor.
La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que al pasar Pedro, su sombra por lo menos cayera sobre alguno. Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén llevando enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.
Palabra de Dios




SALMO RESPONSORIAL

SALMO 177

R.- DAD GRACIAS AL SEÑOR PORQUE ES BUENO, PORQUE ES ETERNA SU MISERICORDIA.

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:

eterna es su misericordia. R.-



La piedra que desecharon los arquitectos,

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.

Este es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.-



Señor, danos la salvación,

Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor;

el Señor es Dios: él nos ilumina. R.-


SEGUNDA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS 1, 9-11a.12-13.17-19
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente, como una trompeta, que decía:
-- Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete iglesias de Asia.
Me volví a ver quien me hablaba, y al volverme, vi siete lámparas de oro, y en medio de ellas una figura humana, vestida de larga túnica con un cinturón de oro a la altura del pecho. Al verla, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y dijo:
--No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos; y tengo las llaves de la Muerte y del Infierno. Escribe, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde
Palabra de Dios



ALELUYA Jn 20,29
Porque me has visto, Tomás, has creído, dice el Señor. Dichosos los que creen sin haber visto.


EVANGELIO

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-- Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al 

Señor. Jesús repitió:

-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.



Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino el Señor. Y los otros discípulos le decían:



-- Hemos visto al Señor.



Pero él les contestó:
-- Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto el dedo en el agujero de los clavos, si no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y les dijo:
-- Paz a vosotros.
-- Luego dijo a Tomás:
-- Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomas:


-- ¡Señor mío y Dios mío!


Jesús le dijo:


-- ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean si haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

Palabra del Señor


PRIMER COMENTARIO


NADIE PUEDE DECIR QUE ES CRISTIANO Y NO CREER EN LA RESURRECCION.





Por José María Martín OSA

1.- Iglesia santa pecadora. El recuerdo idealizado de la primera comunidad cristiana en el Libro de los Hechos muestra las cualidades que tiene el grupo de los seguidores de Jesucristo: hacías signos y prodigios, los enfermos eran curados, la gente "se hacía lenguas de ello".....Comparado todo esto con la imagen miedosa de muchos cristianos del siglo XXI, puede parecer que nos encontramos muy lejos de aquel ideal. Parece que en lugar de aumentar, disminuye en algunos lugares el número de los que se adhieren a Jesús. Sin embargo, no es del todo cierto que seamos peores en general, a pesar de los escándalos de algunos cristianos y sacerdotes, presentados en los medios de comunicación con cierta morbosidad interesada. La Iglesia es santa y pecadora al mismo tiempo, santa porque fue fundada por Jesucristo, aspira a la santidad de todos sus miembros y es apoyada siempre por la gracia salvadora de Jesucristo. Pero está compuesta por hombres y mujeres pecadores. Pretender que en ella todo sea santo es no comprender la condición humana.

PERSONAS “NUEVAS”, HUMANIDAD “NUEVA”, COMUNIDAD CRISTIANA “NUEVA”





Por Pedro Juan Díaz

1.- Con las sensaciones aún frescas de las celebraciones de la Semana Santa, en medio de esta Octava de Pascua (que repite durante una semana el acontecimiento de la resurrección que celebramos en la Vigilia Pascual), ahora emprendemos el largo y gozoso camino de la Pascua, el tiempo de la Iglesia, de los sacramentos, de la comunidad, de los Hechos de los Apóstoles, el tiempo del Espíritu Santo. Toda la vida de la Iglesia es Pascua. Toda la vida de un cristiano ha de ser vivida en esta clave pascual y de resurrección. Si no, es que seguimos de luto y no hemos pasado la página del viernes santo.
La fe en Jesús resucitado nos convierte en hombres y mujeres “nuevos”. Esa es la gran experiencia de la Pascua. Los discípulos van viviendo la experiencia de encontrarse con un Jesús al que creían muerto y que esta VIVO. Este acontecimiento va a transformar sus vidas para siempre. Los que antes estaban escondidos, ahora predican públicamente, en la puerta del templo. Los que tenían las puertas cerradas por miedo, ahora salen a la calle y forman una comunidad nueva y misionera. Porque la experiencia de encuentro con Jesús la viven en comunidad. Y transmiten es experiencia invitando a vivir de manera nueva, a formar una humanidad “nueva”, la Iglesia.
2.- Los discípulos dan testimonio de Jesús resucitado y “crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor”. Ese era el milagro de los milagros: CREER. Y eso era posible al descubrir a Jesús resucitado “en medio” de la comunidad. A Tomás le cuesta porque no está con la comunidad. ¿Y a nosotros? A veces nos resulta más fácil el “si no lo veo, no lo creo”, que el “dichosos los que crean sin haber visto”, que propone el evangelio hoy. Cuando Tomás vuelve a la comunidad deja de ser incrédulo, para ser creyente. ¿Cuándo daremos nosotros ese paso? ¡Es Pascua, volvamos a la comunidad! Vivamos nuestra fe junto a nuestros hermanos.
3.- El libro de los Hechos de los Apóstoles (una lectura muy recomendada para este tiempo pascual) nos cuenta como poco a poco se va formando la comunidad cristiana, con la fuerza y el impulso del Espíritu Santo. El lugar sagrado ya no es el templo, sino la propia comunidad, ya que es en ella donde se descubre la presencia del resucitado. Jesús resucitado es el centro de la comunidad, su fuente de vida, su punto de referencia, el factor de unidad, de confianza y seguridad. La comunidad cristiana “nueva” nace a la luz de esta experiencia.
4.- Lo original de la vida y del actuar del cristiano y de la comunidad cristiana es la presencia de la persona de Cristo vivo por la acción del espíritu en el cristiano, en la comunidad y en la vida de los hombres. La comunidad cristiana nace de la experiencia del encuentro con el resucitado, “para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”. Si no partimos de la certeza de que Jesús está “en medio” de nosotros, no podremos construir una comunidad cristiana. Si no creemos que el Espíritu Santo es el que saca adelante todo esto, nos daremos contra la pared una y otra vez. Si no nos convencemos de que la vida cristiana es esencialmente comunitaria, no dejaremos de tropezar con nuestros propios fracasos personales.
La Pascua es el tiempo de sentirnos Iglesia, comunidad de hermanos que celebran y viven con gozo la experiencia de un Jesús que está vivo y en medio de nosotros, que acompaña nuestras vidas y las llena de su presencia, que convierte la vida cotidiana en un “kairós”, en un acontecimiento de salvación. Y el día que se convierte en referencial es el domingo, “el primero de la semana”, porque es el día de la resurrección.
5.- Cada domingo nos reunimos como Iglesia, como comunidad cristiana “nueva”, a celebrar nuestra fe en el Señor resucitado. Nos reunimos con la certeza de que Él está en medio de nosotros. Venimos a encontrarnos con Él, a que Él sea el motor de nuestra vida. Y lo hacemos en comunidad. Que esta Pascua dejemos nuestros individualismos a un lado y optemos por ser hombres y mujeres “nuevos”, una humanidad “nueva”, una comunidad cristiana “nueva” a la luz de Cristo Resucitado.



SEGUNDO COMENTARIO

Era el primer día de la semana, no lunes, sino el domingo de PASCUA.

Los discípulos habían atrancado las puertas del lugar donde estaban, porque tenían miedo de los judíos. Un ambiente de odio y violencia había llevado a Jesús hasta la muerte sobre la cruz. Fue toda la muchedumbre, la multitud que se volvió contra Él. Tal encarnizamiento no podía que recaer también contra los discípulos. Es por ello, que se esconden y cierran las puertas. Es una reacción bien natural y comprensible, ya que ellos no se sienten más seguros (en seguridad).

Este miedo, nosotros lo conocemos bien y algunos más que otros. Seguir a Jesús no nos libra de los riesgos (es arriesgado). Vivimos en un mundo, dentro de una sociedad que no es un modelo de virtud.
Cuando la Iglesia denuncia esta permisividad, ella es causa de risa, de burla. Y se le acusa de querer imponer una moral de otro tiempo (antigua, trasnochada). Esto, no es más que un ejemplo de desprecio que deben sufrir hoy los cristianos. Y es siempre el mismo miedo y la misma vergüenza que nos acosan (nos detienen). 
Entonces, como los discípulos, tendemos a replegarnos sobre nosotros mismos y la fe queda en lo privado (en lo escondido), cuando ella debería iluminar a todos aquellos que nos rodean.

Mas, he aquí Jesús que viene al encuentro de los discípulos en su encierro. Y El continúa viniendo a nuestro encuentro en nuestros encierros. Para El, las trancas (cerraduras) no cuentan. Él está presente más allá de todos los cercos (rejas) donde los hombres se encierran. Él se nos une en el corazón de nuestros desvíos. Él está ahí cuando tenemos la tentación de replegarnos sobre nosotros mismos como el caracol, cuando nos separamos de los demás por miedo o desánimo (desazón) y o la sensación de derrota. Más allá de la muerte Él es siempre “Emmanuel”, Dios con nosotros. Él es presencia inesperada. Es esta presencia de Cristo Resucitado que somos invitados a acogerla en nuestra vida (a sentirla).

Las primeras palabras que Jesús dirige a sus discípulos no buscan hacer reproches. Y por tanto Él hubiera podido reclamarles. Pues, Pedro, por ejemplo, lo había negado tres veces. Todos lo habían abandonado en el momento de su Pasión. Pero su intención es totalmente otra: Es de la PAZ que les habla; esta PAZ es la alegría que se encuentra de nuevo y que derrota el miedo, es la misericordia y el perdón, es la reconciliación.
En el momento de hacerles el envío a la misión, quiere liberarlos de la angustia que les obsesiona.
En El, es Dios quien está allí para perdonarles los pecados y darles de nuevo fuerza y coraje en vista de la ruta, el camino que ellos deberán recorrer.

Estas palabras de Jesús son totalmente opuestas a las consignas de nuestro mundo. Esta sociedad que ha llegado a ser permisiva, es responsable de sus desaciertos y malas opciones. Y por tanto, en lugar de ponerse a reflexionar y cuestionarse, ella no piensa que en juzgar y condenar a aquel o aquella que ha faltado. Y cuando el culpable ha pagado su deuda, se continua a condenarlo, a hundirlo... No se le da ninguna oportunidad. En este Domingo de la misericordia, podemos pedirle al Señor que nos enseñe a mirar a aquellos que nos rodean con su misma mirada. Él cuenta con nosotros para ser mensajeros de Paz.
En un mundo hostil e indiferente, es muy importante que nosotros demos la imagen de una Iglesia abierta y acogedora. La Iglesia no es (meramente) una institución entre otras. Es la Iglesia de Jesucristo y todos somos responsables de la imagen que damos.  Somos enviados sobre este mundo, esta sociedad por la cual (los cuales) Jesús dio su vida sobre la cruz. Es a través de nosotros que Él está aquí y ahora para darle al mundo su Paz. Ellos tienen necesidad de encontrar una vez más, de (re descubrir), ver en nosotros los testigos de esta alegría y esperanza que el Señor nos ha dado y puesto en nuestros corazones por su Espíritu santo. Pero seguro que nada será posible sin la fe. En el Evangelio de este domingo, tenemos el ejemplo de Tomas que es calificado (señalado) de incrédulo por el mismo Jesús. Es verdad, que él no ha aceptado creer lo que no podía ver. Pero el resto de discípulos, no tenían razones para sentir mejores, ni más perfectos. Cuando las mujeres les anunciaron que ellas habían visto Jesús resucitado, ellos las trataron de "habladoras”, "mentirosas".

Tomas entonces, no ha sido ni es peor que los otros. Bien, al contrario, él ha ido mucho más lejos en su FE. Él ha sido el primero en reconocer a Jesús como "mi Señor y mi Dios".
El mismo Cristo nos re encuentra cada domingo para alimentar y revivir nuestra fe. Pues al final de la misa, somos enviados para ir por el mundo cerca de los niños, de los jóvenes, de los adultos, de los enfermos, de los sanos. No olvidemos aquellos que están encerrados, aprisionados por la violencia, el odio, los separatismos, la exclusión. Como los apóstoles, todos ellos están llamados a dejarse transformar por la misericordia del Señor. Todos los días, siempre es El quien da el primer paso (viene) hacia nosotros. Su gran proyecto es el de liberar toda la humanidad y llenarla de su amor.

ORACION



Dios de Misericordia, guarda nuestros pasos sobre el camino de la Paz. Danos tu Espíritu santo que nos ayudara a vencer nuestros miedos. Asi, nosotros podremos ir y decirles a todos que Tu eres un Padre muy amoroso y que nos llama a compartir tu vida. Amen.




Basado en diversas fuentes en español y 


francés



http://betania.es


http://dimancheprochain.org