viernes, 20 de agosto de 2010

22 de agosto del 2010: 21er domingo ordinario C

 
 LA PUERTA ESTRECHA...
 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó:

--Señor, ¿serán pocos los que se salven?

Jesús les dijo:

--Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: "Señor, ábrenos” y él os replicará: "No sé quienes sois”. Entonces comenzareis a decir: "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas". Pero él os replicará: "No sé quienes sois. Alejaos de mi malvados". Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrá de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.


Palabra del Señor


 


INTRODUCCIÓN…

A dónde  vamos?

Hay desordenes económicos, catástrofes de todo tipo, el calentamiento del planeta, gente que sufre, nuestros problemas personales,  en fin! Pero también hay muchas personas buenas, una gran cantidad de gente que contribuye, día tras día, a construir un mundo mejor.  Y hay en el corazón de cada ser humano una aspiración a la bondad y al amor.


Más allá de todos estos “HAY “, existe una pregunta que es indispensable hacerse: “Pero a dónde vamos”?  en otras palabras ¿Qué nos espera? Para los creyentes y seguidores de Cristo, el futuro no es previsible. Una sola certeza: nuestro destino final pasa por la SALVACIÓN (LIBERACIÓN, FELICIDAD, SALUD…)


Reconocemos que debemos ser salvados…para VIVIR! Esta salvación ya está en marcha. Sabemos que la VIDA triunfará. Nosotros entramos en esta dinámica de salvación, liberación y gozo desde el día de nuestro bautismo. Nuestra consigna: NUNCA SIN LOS OTROS! Nuestra caminata la hacemos con nuestros hermanos y hermanas en humanidad. Esta salvación va más allá de nuestras fronteras y nuestras categorías, alcanzando y reuniendo junto a nosotros esa multitud de personas que de una u otra manera, buscan la VIDA y contribuyen a hacerla crecer.


A DONDE ES QUE NOS VAMOS?  Qué nos espera?  Difícil de decirlo y saberlo con seguridad. De lo que si estamos seguros es que Jesucristo es a la vez nuestro camino y guía. La ruta y el caminar no son fáciles, todos debemos poner los hombros y las manos en el trabajo. La puerta es estrecha, pero ella está bien abierta!


Reflexión 


En el evangelio de este domingo, Cristo continua  presentándonos las exigencias del Reino de Dios. La gente quería saber cuántas personas serian salvadas. Jesús se muestra reacio a responder esta pregunta y envía a cada uno a su responsabilidad personal.  “Dios quiere que toda la humanidad se salve y llegue al conocimiento de la verdad”, nos dice Pablo en la carta a Timoteo capítulo 2, versículo 4, pero la participación en la vida del Reino depende de nosotros. Somos nosotros que en el transcurso de la vida, y en el día a día, decidimos entrar o quedarnos afuera.


“Esfuércense en entrar por la puerta estrecha” “Luchen para entrar por la puerta estrecha”, nos dice Jesús. Eviten de vivir una vida cristiana incolora, inodora e insípida…No es suficiente con estar bautizado, hacer la primera comunión para entrar en la verdadera vida del Reino. Los enemigos de Jesús  se imaginaban que ellos podían entrar simplemente porque ellos eran “Hijos o hijas de Abraham”, o todavía más, creían ser salvados porque habían oído a Jesús predicar o porque habían comido con El…


La puerta está abierta y la entrada es libre. No es necesario pagar impuestos especiales o regalar botellas de vinos y cajas de galletas. Sin embargo, la puerta es estrecha y utilizando una imagen bien conocida en el Medio Oriente: “El camello que tiene mucha carga no puede atravesarla”.


Para pasar esta puerta estrecha, se ha de poner en practica la palabra de Dios: “Sean  de aquellos que escuchan la palabra de Dios  y que la ponen en práctica” (Santiago 1,22) “Ustedes serán mis amigos si hacen lo que yo les mando” (Juan 15,14).


Mateo en su evangelio nos dice que durante nuestra vida tenemos la opción, podemos escoger (elegir) entre dos caminos…el camino del facilismo y el egoísmo y el camino estrecho que conduce a la vida. El camino angosto se hace presente o es aquel cuando ayudamos a aquel que está necesitado (parábola del buen samaritano), el camino estrecho se dibuja cuando no juzgamos a los demás porque el juzgar no nos pertenece (“Que aquel que este sin pecado que lance la primera piedra”), cuando no perdonamos 7 veces , más 77 veces siete , cuando somos conscientes del sufrimiento de los otros (“Yo tenía hambre y me dieron de comer, yo tenía sed y me dieron de beber, yo estaba desnudo y me vistieron, yo estaba enfermo y en prisión y ustedes vinieron a visitarme”).


Nosotros sabemos muy bien cuán difícil es hablar de compromiso serio y somos  conscientes de lo que cuesta…No hay verdadero amor sin la capacidad de sacrificarnos por los demás. Yo pienso en los padres de familia que tienen un hijo con limitaciones físicas y mentales en su casa; pienso también en aquel padre de familia que guarda una madre o un padre muy anciano sufriendo de una enfermedad debilitante; pienso en el benévolo que consagra  horas cada semana para visitar las personas solitarias; pienso en la pareja joven que quiere construir un amor sólido y durable. Todo esto demanda abnegación, entrega  de si mismo y muchos sacrificios innumerables.


Jesucristo es exigente pero EL le da un sentido nuevo a nuestra vida. “Yo he venido para que ustedes tengan la vida y que la tengan en ABUNDANCIA” (Juan 10,10).


Nuestra sociedad moderna, actual se caracteriza por optar (elegir, escoger) lo mas fácil. Esto desgraciadamente no favorece siempre el amor. Las exigencias del Reino de Dios parecen severas y duras, pero ellas nos garantizan  “Una vida en abundancia”.


El  evangelio de esta mañana, habla primero de la puerta estrecha, pero también nos recuerda que esta puerta no estará abierta indefinidamente. En cierto momento, ella se cerrara. La salvación es posible para cada uno de nosotros, pero hemos de actuar ahora y comprometernos HOY en la construcción del Reino. “Hoy, si ustedes entienden su voz, no endurezcan su corazón” (Salmo 94,8). La invitación a entrar es urgente, el tiempo corre y nos tensiona (o presiona), mañana será muy tarde…Es desde hoy que debemos aprovechar el tiempo que se nos ha dado, la vida que se nos ha regalado.


En el momento de cruzar el pórtico de entrada, ningún título, ningún mérito no nos servirá de CLAVE, de PASE,  tampoco ninguna afiliación o pertenencia  a determinada raza o sociedad podrá sobornar ( o comprar) al portero…Una sola cosa cuenta: NUESTRA MANERA DE VIVIR HOY.


Hace falta volver a ver las impresionantes pinturas y esculturas de la Edad Media que representaban el juicio final: cuantos nobles, religiosos, obispos y mismo papas se pueden ver ante la puerta cerrada.


Si, un día, para mí también, el tiempo se habrá terminado, “será muy tarde”. Cuanto tiempo  me quedara? Hará falta que vivamos cada día, como si fuera el ultimo.


El Señor Jesús nos reenvía a nuestras responsabilidades: Somos nosotros, desde ahora, por nuestra manera de vivir, que programamos,  por así decir, EL JUICIO FINAL. Hoy el sol se ha levantado y Dios nos ofrece otra jornada. Pero debemos recordar que un día el sol se levantara por  última vez sobre nuestro pequeño mundo terrestre. Cuando ese día arribe, la puerta se volverá a cerrar.


No se entra en la vida de Dios así como así, sin darse cuenta.  Se ha de ser consciente de buscarla, Se le debe querer, desear. Hay que trabajar  para llegar a ella: “esfuércense  por entrar por la puerta estrecha”. No es la pertenencia a un grupo, a una raza, a una familia, ni la práctica de algunos ritos que pueden darnos una seguridad ilusoria…Es la entrega y el compromiso de todo nuestro ser, de todos nuestros momentos (instantes) en el seguimiento de Jesús.

En el corredor de la entrada de una pequeña iglesia italiana, se puede leer la siguiente reflexión: “si hoy, ante el tribunal, se te acusara de SER CRISTIANO, es que se encontraran suficientes pruebas para condenarte”?


ORACIÓN


Este Domingo, nos dirigimos a ti Señor. 
Te confirmamos nuestro deseo de vivir en ti y de avanzar contigo. 
Muchos querrán entrar y no podrán.  
Pero contigo, todo es posible. 
Ayúdanos a deshacernos de todo lo que nos encarta 
y nos impide  y nos retarda la marcha para seguirte. 
Que tu Palabra despierte nuestra fe. 
Entonces podremos caminar hacia ti 
con la multitud de aquellos a quienes tú llamas. Amen.


(basada en la traducción del francés, texto père Yvon-Michel-Allard) 

miércoles, 11 de agosto de 2010


Cada año, los cristianos católicos  del mundo entero se reúnen en las iglesias y sobretodo en los lugares de peregrinación para festejar con alegría la ASUNCION DE  MARIA. 


Muchos aprovechan para visitar a Lourdes, Fátima y muchos otros santuarios que se le han dedicado. Es para todos una manera de destacar el lugar privilegiado que tiene María en la vida de la Iglesia. Sobre la cruz, Jesús nos la ha dado por Madre. Ella cumple este papel cuidando a cada uno de sus hijos.

La ASUNCION es la fiesta de María que en cuerpo y alma entra en la Gloria de Dios. Ningún texto de la biblia nos habla de este dogma. Pero después de mucho tiempo, los cristianos no podían imaginar  que Cristo haya podido dejar descomponerse el cuerpo de su madre bajo tierra. Fue el 1º de noviembre de 1950 que el papa Pio XII proclamo el dogma de la Asunción.  Esto no hace que rectificar aquella tradición antiquísima. María entro en cuerpo y alma en la Gloria del Padre.

Al celebrar esta fiesta, nos asociamos a su alegría y a su oración de alabanza.
La Buena noticia de este domingo, es que nosotros también, estamos todos llamados a tomar parte en su felicidad y alegría. Lo que Dios ha realizado por ella nos está destinado igualmente a nosotros. Con María, nuestra vida es una marcha (detrás, al lado) de  Cristo hacia ese gran banquete y fiesta que Dios nos ha preparado. Ella está siempre ahí para invitarnos a escuchar las palabras de Jesús y a “hacer todo lo que EL nos dirá”. En el Evangelio, encontramos palabras de una gran importancia: “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida”. Nadie va al Padre sino por mí”. Los mensajes de María en Lourdes, Fátima y otros lugares, nos remiten precisamente al Evangelio. Este año las peregrinaciones ( o romerías) están orientadas  hacia el signo de la Cruz que María ha ensenado a Bernarda.  Este signo de la cruz nos recuerda que el día de nuestro bautismo , hemos sido inmersos en este amor que está en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En el Evangelio de hoy hemos escuchado el relato de la Visitación de María a su prima Isabel y la bella oración del Magníficat. María va a casa de su prima Isabel que esta encinta del futuro Juan Bautista. Ella va seguramente para prestarle servicios materiales pero también para comulgar con ella, compartir la felicidad y lo maravilloso de la VIDA. Ella da gracias a Dios quien ha hecho maravillas en ella y en el mundo. Hoy nosotros podemos pedirle a María su mirada de fe para descubrir las maravillas que el Señor continua realizando por su Iglesia y el mundo entero.

Que ella inspire y  ponga en nuestros corazones esos sentimientos de acción de gracias y de alabanza por su amor que se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo acogen.

Después de la Visitación, María no ha cambiado. Si la llamamos ella viene a nuestro auxilio. Ella viene siempre y Jesús esta con ella. Ella no cesa de cumplir su papel de madre cercana a nosotros.  Es Cristo quien nos la ha confiado estando sobre la cruz en el Calvario. Dirigiéndose a Juan le dice: “He ahí tu madre”. Y a María: “He ahí a tu hijo”. A partir de aquel momento el discípulo la acogió en  su casa. A través de él, es a toda la humanidad que Jesús confió a su madre. Entonces, como el discípulo, no dudemos en acogerla en nuestra casa ,  acogerla en nuestro corazón y darle el lugar de honor que se merece. Nosotros podremos siempre contar con ella. El camino que ella nos muestra es el de su Hijo y el del Evangelio. Las oraciones que nosotros le dirigimos a ella van hacia Cristo igualmente.

En este día, podemos confiarle todos nuestros sufrimientos  junto con los del mundo entero. Cada día, los medios de comunicación nos hablan de catástrofes, incendios en Rusia, Portugal, inundaciones en Pakistán, violencia e inseguridad. Muchos están en dificultad ya que no pueden vivir de su trabajo. Y bien seguro, nosotros pensamos en todos aquellos que sufren a causa de las enfermedades.

Cuando un niño tiene un dolor, el llama a su mama. Nosotros como cristianos nos tornamos hacia María. Y tenemos esa felicidad de ver que María la Madre de Nuestro señor viene hasta nosotros. Ella no resolverá nuestros problemas materiales pero nos ayudara a encarar las dificultades y superarlas. Con ella y con Jesús no hay situaciones de desesperación.

La VISITACION significa que María continua viniendo con Jesús a nuestra vida. La visitación es también cuando nosotros vamos hacia el otro para ayudarle pero también para aportarle este Dios de amor y hacerlo resplandecer en la medida que Él nos posea (o nos habite).  Nosotros amaremos  de verdad  si dejamos a Dios que ame por nosotros.

En este domingo, nos hemos reunido de manera precisa para beber de la fuente de aquel que es el AMOR. Al final de la misa, seremos enviados para dar de esta agua bendita a los demás, en partículas a aquellos  que afrontan pruebas de todo tipo. Lo importante es vigilar, desear siempre que nuestras visitas lleguen a ser visitaciones, ir hacia los demás con Jesús y su Espíritu  dentro de nosotros, al ejemplo de María.

 Señor, en este día,  te damos gracias por este regalo maravilloso que nos has hecho en María. Que esta fiesta de la ASUNCION llegue para reavivar en nosotros el deseo de seguirte fielmente a lo largo de nuestra vida. Y que a la hora que dejemos esta tierra sea también la hora de nuestra  ASUNCION. Amen.

(basado en diversas fuentes)

viernes, 6 de agosto de 2010

8 de agosto del 2010: Decimonoveno domingo del tiempo ordinario


INTRODUCCION

La sociedad de consumo nos invita a poseer todo lo que deseamos,  enseguida, de manera rápida: nuevo congelador, nuevo carro, nuevo computador…

Ya no tenemos la paciencia de esperar. No vemos ya la belleza, el valor y la alegría de esperar: esperar un amigo que viene de lejos después de muchos años, esperar a ser “grandes” para  actuar como “grandes”, esperar que el día de navidad llegue antes de entonar “ha nacido ya el niño en el portal de Belén”.
Nuestros antepasados en la fe sabían y esperaban ampliamente de Dios: sus pequeñas y grandes bendiciones, comida de “acá abajo” y aquella de “arriba”, la liberación del mal y de los opresores. Durante siglos ellos han esperado una tierra, la paz, la justicia, la salvación, el Mesías.

Como es de reconfortante escuchar la voz de los amigos de Dios que se expresan en los salmos: “Mi alma espera al señor,  más que un centinela la aurora” (sal 129,6) “Mis ojos se consumen de esperar a mi Dios” (sal 68,4).
Son hermosas las palabras de Jesús que nos invitan a permanecer fija la vista en el avenir que El ha prometido: “estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas”  (Luc  12,35), “Estén atentos porque no saben el día ni la hora” (Mat 25,13) ; “Aquel que persevere hasta el final se salvara” (Mat 10,22).

Aquel que no sabe esperar por largo tiempo no vera jamás la realización de sus más grandes deseos”.

Reflexion (I)

LAS PRIMERAS palabras del evangelio de hoy son un llamado a amilanar el miedo : « No teman…ya que al Padre le ha parecido bien darles en herencia el Reino ».

Lucas ha puesto de forma deliberada esta parábola de Jesus después de la parábola del rico insensato y sabiendo que la comunidad de creyentes afronta una época de miedo, en el transcurso de esta larga “subida a Jerusalén “. Jesús se dirige hacia su condenación a muerte (Lucas 9,51), y sus discípulos atemorizados le siguen con prevenciones y titubeos. Según todas las apariencias, es el fracaso definitivo lo que está cerca: el fracaso de un proyecto, el fracaso de una vida.

Cada uno de nosotros experimenta en su vida un poco el sabor de la derrota…una oportunidad no aprovechada, desilusión en nuestro proyecto de vida, enfermedad que debilita, incapacidad de poner fin a una manía o habito nocivo (vicio, dependencia)  que amenaza nuestra salud (cigarrillo, droga, alcohol, sexo), falta de tiempo para realizar nuestros sueños, fracaso en la carrera, peleas en la familia, vejez, sufrimientos, etc.

En la vida cotidiana, las personas viven inmersas en el miedo:  miedo de la soledad, del terrorismo, de la pérdida del empleo, de la violencia, de las enfermedades.

Muchos gobernantes utilizan el miedo para conservar el poder.  Ellos hacen todo lo posible para promover el miedo y enseguida prometen protegernos contra los peligros mortales. Se trata muy a menudo de manipulación orquestada para hacer que aceptemos todo tipo de medidas costosas y muy onerosas que aprovecharan a unos pocos ricos.

Dios no es de aquellos que utilicen el miedo para llevarnos a la sumisión. Muy al contrario, Él nos invita a la esperanza y a la acción: “Levanten la cabeza, no teman, conserven sus lámparas encendidas”.

Nuestra vida tiene un sentido, mismo si por alguna razón u otra, ella aparenta correr hacia el fracaso, igual la vida tiene sentido si somos traicionados por los amigos, derrocados por nuestros enemigos, incomprendidos por nuestra familia, abatidos por la enfermedad.

Dios nos invita a avanzar, como Abraham quien a una edad avanzada, deja su país, sin demasiadas referencias sobre el lugar al que iría. Como los hebreos que han huido de la esclavitud de Egipto para dirigirse hacia la Tierra Prometida.

En nuestra peregrinación plena de obstáculos, la fe nos dota de  una brújula, nos ofrece un punto de apoyo, nos garantiza la presencia de Dios. “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

El texto evangélico de hoy nos invita a la esperanza, a la acción y a la vigilancia: “Sean como los servidores que esperan a su amo del regreso de sus bodas…conserven sus lámparas encendidas”, utilicen lo mejor posible el tiempo de vida que se les ha dado (confiado, otorgado).

No se trata entonces de escoger entre el cielo y la tierra, sino más bien de actuar de manera que esta tierra sea el lugar más bello posible , según el plan de Dios…una tierra donde reina la paz, la comprensión, la atención del otro, el compartir, la fraternidad y el amor…Una tierra donde se construye un mundo mejor.

Utilicemos nuestros talentos lo mejor posible. Se nos ha dado mucho, igual se nos exigirá mucho. “A quien se le ha confiado mucho se le exigirá mucho”, afirma el texto de hoy.

“Permanezcamos en ropa de trabajo (uniforme, con el delantal puesto) ) y conservemos nuestras lámparas encendidas…El Señor , a su llegada, nos hará pasar a la mesa y nos servirá a cada uno a su turno”.

(Basado en la traduccion del frances del P. Yvon-Michell-Allard. svd.)



REFLEXION (II)

Primera Lectura

 Los israelitas, oprimidos en Egipto, experimentaron que el Señor era su salvador, la noche en que murieron los primogénitos de los egipcios. Por eso aquella noche tuvo una significación trascendental para la historia de los hebreos. Les recordaba las promesas que Dios había hecho a sus padres; que desde entonces Israel fue un pueblo libre y consagrado al Señor. La primera cena del cordero pascual sirve de modelo a lo que había de ser centro de la vida religiosa y cultural.

 La participación en un mismo sacrificio simbolizaba la unión solidaria de un pueblo en un destino común. La celebración pascual recuerda que Dios no cesa de elegir a su pueblo entre los justos y de castigar a los impíos.

Segunda Lectura

La fe de Abraham y de los patriarcas sirve de ejemplo. Para estimular la perseverancia en la fe que lleva a la salvación, la carta a los Hebreos aduce una serie de testigos. Abraham, lo mismo que los hebreos del siglo I, conoció la emigración, la ruptura respecto al medio familiar y nacional y la inseguridad de las personas desplazadas. Pero en esas pruebas encontró Abraham motivo para ejercer un acto de fe en la promesa de Dios.

La fe enseña a no darse por satisfechos con los bienes tangibles ni con esperanzas inmediatas. Abraham creyó por encima de la amenaza de la muerte. Sufrió los efectos de esterilidad de Sara y la falta de descendencia. Esta prueba fue para él la más angustiosa porque el patriarca se acercaba a la muerte sin haber recibido la prenda de la promesa. Aquí se hace realidad la última calidad de la fe: aceptar la muerte sabiendo que no podrá hacer fracasar el designio de Dios.

Más que el sufrimiento, es la muerte el signo por excelencia de la fe y de la entrega de uno mismo a Dios. Abraham creyó en un “por encima de la muerte”, creyó le sería concedida una posteridad incluso en un cuerpo ya apagado, porque le había sido prometida. Esta fe constituye lo esencial de la actitud de Cristo ante la cruz. También se entregó a su Padre y a la realización del designio divino, pero tuvo que medir el fracaso total de su empresa: para congregar a toda la humanidad, se encuentra aislado pero confiado en un por encima de la muerte que su resurrección iba a poner de manifiesto.

Evangelio

El evangelio de hoy nos presenta unas recomendaciones que tienen relación con la parábola del domingo anterior del rico necio. Los exegetas se diversifican en cuanto a la estructura que presente el texto y no determinan las unidades de las que se compone. La actitud de confianza con el que inicia el texto no debería de omitirse “no temas, rebañito mío, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino”. Esta exhortación a la confianza, al estilo veterotestamentario y que gusta a Lucas, expresa la ternura y protección que Dios ofrece a su pueblo, pero expresa también la auto comprensión de las primeras comunidades: conscientes de su pequeñez e impotencia, vivían, sin embargo, la seguridad de la victoria. La bondad de Dios, en su amor desmedido, nos ha regalado el reino. Desde aquí tenemos que entender las exhortaciones siguientes. Si el reino es regalo, lo demás es superfluo (bienes materiales). Recordemos los sumarios de Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Lucas invita a la vigilancia, consciente de la ausencia de su Señor, a una comunidad que espera su regreso, pero no de manera inminente como sucedía en las comunidades de Pablo (cf. 1Tes.4-5). La Iglesia de Lucas sabe que vive en los últimos días en los que el hombre acoge o rechaza de forma definitiva la salvación que se regala. Cristo ha venido, ha de venir; está fuera de la historia, pero actúa en ella. La historia presente, de hecho, es el tiempo de la iglesia, tiempo de vigilancia.

Fitzmyer, ilustra esta afinada concepción de la historia, aparecen varias recomendaciones en lo que puede considerarse como los “retazos de una hipotética parábola”. Lo importante será descubrir en cuál de esas recomendaciones centramos la llegada que hay que esperar de manera vigilante. La predicación histórica de Jesús tienen estas máximas sobre la vigilancia y la confianza. Ahora, en este texto se les reviste de carácter escatológico. El punto clave reside en la invitación “estén preparados”; o lo que es lo mismo, lo importante es el hoy. A la luz de una certeza sobre el futuro, queda determinado el presente. Esta es la comprensión de la historia de Lucas: “se ha cumplido hoy” (4,21), “está entre ustedes” (17,20-21) y “ha de venir” (17,20).

El Reino es, al mismo tiempo, presente y algo todavía por venir. De aquí la doble actitud que se exige al cristiano: desprendimiento y vigilancia. Es necesario desprenderse de los cuidados y de los bienes de este mundo, dando así testimonio de que se buscan las cosas del cielo.

La vigilancia cristiana es inculcada constantemente por Cristo (Mc 14,38; Mt 25,13). La vida del cristiano debe ser toda ella una preparación para el encuentro con el Señor. La muerte que provoca tanto miedo en el que no cree, para el cristiano es una meditación: marca el fin de la prueba, el nacimiento a la vida inmortal, el encuentro con Cristo que le conduce a la Casa del Padre.

La intervención de Pedro, demuestra que la exhortación de Jesús sobre el significado de actuar y perseverar en vigilancia es en primer lugar referido a aquellos que son “la cabeza” de la comunidad, o mejor dicho para los que “están al servicio” de la comunidad. La resurrección a la vida depende del modo como ejercitaron ese servicio.

(DE SERVICIOS KOINONIA)