martes, 9 de julio de 2013

No hay que demonizar el fútbol (ensayo sobre el fútbol II)


 "En ningún sitio aprendí tanto de mí y de los demás como en una cancha"  (Valdano)


Alguien dijo es muy simple vivir por y para el FUTBOL...no, yo le rebato: es muy simpe vivir por y para Dios" (G.Q)


  Creo que todos los que estamos en el fútbol y sentimos esta fascinación por él, todos queremos ganar pero estamos obligados a defender el fútbol, mimarlo y a trasladar la mejor ética y la mejor conducta personal.




Pero si debe ser un sujeto educativo y de discusión  a abordar entre los adolescentes y jóvenes latinoamericanos, hablo especialmente de los  colombianos (aunque se ha sabido de desórdenes en Argentina, Brasil, Chile, Mexico, Peru, Venezuela, solo por citar algunos). Propongo “la cátedra sobre el futbol: el deporte que es vida NO LA VIDA”.

Y escribo en la antesala del partido de esta noche en Bogotá por las semifinales de LA COPA BRISTOL LIBERTADORES: Santafé- Olimpia.

Pienso que todos los periodistas y redactores deportivos a escasas horas del partido hacen muy bien en llamar a la cordura, a la sabiduría, a todos los hinchas, sobre todo a los de las barras bravas tanto del equipo protagonista como de los equipos rivales  compañeros (no enemigos) de turno (hablo de Millonarios, de Nacional, etc).

Me ha gustado esta frase de un twitter del espectador aparecido ayer: EL FUTBOL ES VIDA NO LA VIDA y se lo compartí a mi sobrino seguidor del equipo rojo en Bogotá.

Pues no olvidemos, el fútbol no es más que un simple juego, es intrascendente y algo nimio ante el inmenso valor que tiene la VIDA que es SAGRADA, UNICA y a la que se ha de defender y preservar por sobre todo.

No se puede echar la culpa de todos los males, tragedias y muertos a este deporte considerado por muchos como el mejor espectáculo del mundo.

El problema está en los seres humanos que se lo toman a pecho y de manera incorrecta, endiosándolo, poniéndolo en primer lugar sobre cosas más importantes como Dios, la patria, la familia.

En este mundo hay hinchas moderados (yo me considero uno de ellos y que me he salvado de la alienación y el fanatismo en el cual muchos han caído).

Y están los hinchas FURIBUNDOS o sea los irascibles, y por ello enfurecidos y violentos. Estos últimos son los que relativizan la vida, se enceguecen al ponerse la camiseta de su equipo y  cuando van a un estadio ya no son los mismos, se metamorfosean como Dr Jeckell en Mr Hyde…Y son capaces de lo peor.

En mi juventud fui testigo y a veces presa momentánea de la alienación en los estadios, animado por los narradores que invitaban a hacer la ola, a saltar, a gritar consignas a favor del equipo…eso sí en lo que nunca estuve de acuerdo y lo pensé dos veces para hacerlo fue lanzar improperios y palabras groseras tanto a los árbitros como a los jugadores del equipo contrario.

En los 90s, recuerdo que una tarde  en Manizales fui a un partido entre  Once Philips (como se llamaba en ese momento) y Millonarios. El estadio creo era el Fernando Londoño.  Fui acompañado de mi gran amigo Jorge Willian…El local perdió 0-3 y en esa tribuna oriental baja donde estábamos comenzó una batalla de palos de banderolas entre hinchas de los dos equipos; mi amigo y yo estábamos en medio de los dos enfurecidos grupos…gracias a Dios la policía se cercioró rápidamente de la situación y subió a calmar los ánimos de los hinchas…con todo detuvieron a dos chicos. Aquella noche sentí un miedo terrible de la violencia en los estadios y me di cuenta como personas inocentes o no tan furibundas por el fútbol pueden perder la vida en un momento.

 Recuerdo otra noche que fui al estadio Atanasio Girardot y compré boleta en la tribuna popular para ver un partido entre Medellín y Once Caldas. Por precaución había ido como hincha clandestino y secreto, vistiendo bajo mi camisa de manga larga la camiseta de mi equipo del alma, para colmo me encontraba entre hinchas rivales (no enemigos) pero reconocidos por su ardiente pasión, y sabiendo que algunos hinchas se dejaban dominar por la violencia…En un momento determinado del partido no recuerdo bien cuando, el Once se pone encima en el marcador y yo comienzo a gritar : “Once, Once…”, rápidamente percibí las miradas adustas y agrias sobre mí y entonces continué… ”ra,ra…Medellín es tu papá”.

No es más que un juego. Es verdad muchos se desaniman y dicen no querer ver más futbol dizque porque está asociado a la violencia y a  la muerte de muchas personas…otros dicen porque hay mucha corrupción, injusticia. Es un mundo donde se invierte por millonadas de millonadas el dinero , todo un “malgasto o desperdicio”, donde se bota el dinero  ( en estructuras, traspaso  y venta de jugadores, apuestas…) y con el que muchos pobres se podrían alimentar y o tener mejores condiciones de vida. En esto si doy la razón, las protestas de los grupos, las ONGs y sectores de la sociedad brasileña ocurridas en la reciente copa confederaciones en Brasil, debería ser un llamado a la sabiduría, a la justicia…No dar tanta importancia al fútbol mientras se olvidan y pretenden ignorarse las condiciones deplorables de un país y de toda una población.

Quizás el escándalo más grande esté en España. Es absurdo que un país pase por las actuales condiciones de miseria, desempleo, inseguridad social, mientras el dinero fluye entre unos pocos dueños de la liga … pero de esto los medios de comunicación oficiales poco hablan porque están casados con los intereses de los grandes monstruos económicos que se alimentan con el negocio del fútbol.

Un mundo muy confundido este donde el fútbol ha tomado semejantes proporciones…cuando no es más que un simple deporte, un simple juego.

Hace unas dos décadas, el entonces Papa Juan Pablo II quiso hacer volver los ojos del mundo católico a la importancia del DOMINGO y sugirió que los domingos no se realizara partidos de fútbol y de este modo las familias y personas hicieran el esfuerzo y encontraran tiempo para reunirse en la asamblea dominical (en la misa, o reflexión de la Palabra) en los templos…La sugerencia no tuvo mucho eco y si se realizan partidos hasta miércoles, jueves y sábados pero todo para cumplir con los muchos torneos locales, continentales y mundiales que se multiplican cada día más.

Si, el fútbol se puede volver un dios…pero es un dios que al final deja vacíos inmensos en la vida o en el alma (como quieran decir).

Yo me cuestiono mucho cuando percibo tantos periodistas, cronistas deportivos, hinchas que consagran tanto tiempo al fútbol y minusvaloran lo otro…eso que es más importante para la realización y plenitud humanas: la familia, la vida social, el trabajo o servicio de voluntariado, el descanso, la oración…y con todo ello DIOS. A QUÉ HORAS TENDRÁN TIEMPO PARA LOS OTROS “SUPERESTERES” (la palabra es mía)  no menesteres…que son con todo LA VIDA?

Y repito no es el fútbol en si el culpable de nuestras desgracias, locuras e insensateces que nos llevan a veces hasta matar (con palabras, con cuchillo, con arma de fuego…)

El fútbol tiene un principio muy bonito (de vez en cuando es bueno utilizar este adjetivo aparentemente insulso, de cajón pero más fácil a comprender): son dos equipos (lo que nos demuestra que no podemos vivir ni jugar solos…uno no puede realizarse como solitario francotirador, y esto en todos los dominios de la vida política, social y de la fe…La Iglesia nos muestra que uno no puede ser cristiano creyente todo solo),   que corren tras una pelota para experimentar el valor de la lucha, de la competencia…descubrir las potencialidades y saborear los triunfos y victorias…pero sin la muerte total del rival, sea porque se pierda o se gane,  porque  no habría partido sin equipo rival y no habría de nuevo la posibilidad de vivir todo eso.

Así pues que esta noche, salga triunfante o perdedor el equipo rojo, los leones de la capital de Colombia, a celebrar o a asumir la derrota con SABIDURÍA, moderación…Y no olvidar esta simple, corta pero verdadera frase del twitter:

EL FUTBOL ES VIDA PERO NO LA VIDA!

  El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes.

Y cuidado como nueva religión: "El fútbol puede llegar a ser hoy el  verdadero OPIO DEL PUEBLO".

 ...soy fanático del fútbol , pero no hasta llegar a matar por un sentimiento!

me gustaría ver el fútbol sudamericano que sea una fiesta ver a las hinchadas mezcladas y cantar ya sea el resultado que sea, pero la fiesta que quede y no sea cánticos  que promuevan la violencia, por que alentar a tu cuadro con ¨...y te querés matar...¨eso no es aliento, incitación al odio, 

por lo que digo esa gente que entra quema la fiesta!!!  (hincha uruguayo)



Suerte y lo mejor ésta noche para la empresa, los hinchas y el equipo santafereños.



Les comparto enseguida este otro artículo que encontré en Internet y me parece acertado para completar la presente reflexión.


Reacciones: 
jueves, 4 de julio de 2013
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Cada día asesinan a un hincha del fútbol en Colombia. Esta semana murieron dos, tras ser apuñalados.

En un ataúd pintado y adornado con los colores de la bandera y el escudo de su equipo, el cuerpo sin vida de Óscar Sandino, de 28 años, fue llevado el martes al estadio El Campín para despedirlo de su pasión más grande: Millonarios, el combinado al que acompañó durante más de 15 años en la barra Subazul y desde donde trabajó por mejorarles la imagen a las llamadas barras bravas. Ese mediodía, unos 300 hinchas rodearon el féretro y gritaron, con cuatro tambores como telón de fondo, “Óscar, querido, tu recuerdo siempre estará vivo”.

Cuatro días antes, Sandino había viajado a Cali a ver jugar a su equipo, con tres amigos más, pero no alcanzó a llegar al Pascual Guerrero. Fue apuñalado por hinchas del Cali de camino al estadio. Según la Policía, cuando el taxi en el que viajaba se detuvo para dejar a sus ocupantes, unos aficionados con camisetas del equipo azucarero que iban a pie lo vieron y le lanzaron una puñalada directo al corazón. Ni siquiera alcanzó a bajarse del taxi.

Y mientras en El Campín lo despedían, otro joven hincha fallecía: Sebastián Jiménez, de 16 años e hincha del Chicó, quien llevaba nueve días en cuidados intensivos después de que seguidores del Patriotas Fútbol Club le propinaron dos puñaladas: una en el cuello y otra en la cabeza.

En mayo mataron a tiros, en Itagüí, a un seguidor del Once Caldas que iba en una chiva. Y en abril, Daniel Sánchez y otros tres amigos tuvieron la mala fortuna de encontrarse en un parador de carretera, en Chinchiná, con un grupo de barras bravas del Atlético Nacional. Tras un cruce de insultos, la pelea estalló y Daniel murió por una puñalada en la espalda. Sus asesinos se llevaron su camiseta del Once Caldas ensangrentada como trofeo.

El balance es dramático. En lo que va corrido del año han sido asesinados ocho barristas. Es decir, cada 22 días matan a uno en Colombia, ya sea en una riña o en un hecho de violencia donde la protagonista es una camiseta de un equipo de fútbol.

Solo contando los disturbios reconocidos por la Policía desde el 2011, ha habido 72 enfrentamientos graves de barras bravas, que han dejado más de cien heridos –la mayoría, menores de edad–. En el mismo periodo se ha intentado ingresar a los estadios 28.000 armas blancas y tres de fuego.

La mayoría de los hechos no tienen lugar en los estadios. Se presentan en los alrededores de estos escenarios deportivos, en los barrios donde se reúne la hinchada o en las carreteras. Por eso, la Federación Colombiana de Fútbol no los cuenta como episodios de violencia relacionados con este deporte; solo reconoce la muerte de un hincha en los últimos 20 años.

Un grave problema social

“Que me muestren las pruebas y los fallos judiciales en los que se certifica que estos muchachos han muerto por culpa del fútbol, y les creo”, dice Gustavo Morelli, jefe de seguridad de la Federación. Para él, las muertes que ocurren fuera de los estadios “son un problema de orden público que, en la mayoría de casos, nada tienen que ver con el deporte”.

“Se acepte esto como violencia del fútbol o no, es evidente que tenemos una grave problemática social con las barras del país”, dice Alirio Amaya, funcionario de Coldeportes y miembro de Goles en Paz, un programa de la Alcaldía de Bogotá para generar mejores niveles de convivencia entre las barras. Según él, hay unos 50.000 miembros reconocidos de 25 barras de Colombia, que se han multiplicado exponencialmente en los últimos diez años; eso, sin contar con los ‘parches’ que se suman dentro y fuera de los estadios y que a veces no pertenecen a ninguna barra.

Una investigación realizada por él y otros autores sobre los Comandos Azules, de Millonarios, entre el 2005 y 2009, determinó que “el 90 por ciento de los barristas eran menores de edad, de entre 14 y 17 años, y que el 98 por ciento no había terminado el bachillerato”.

Alexánder Castro, joven sociólogo de la Universidad Nacional, quien se metió en una barra brava durante cinco años, dice que muchos son jóvenes solitarios que encuentran allí pertenencia y compañía. “La barra es su vida, y por ella matan. Ni siquiera lo es el equipo. Uno les pregunta sobre la nómina, y muchos la desconocen. La barra es su familia, su casa, su sangre”.

En medio de la efervescencia por el equipo, de los cánticos, de las banderas y los rituales, estos jóvenes encuentran “algo que la sociedad no ha podido darles: una identidad, un lugar”, explica Luis Fernando Orduz, presidente de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis.

Son jóvenes, agrega el respetado comentarista deportivo Hernán Peláez, “con pocas esperanzas de solucionar su vida laboral y social, que encuentran en el fútbol la disculpa para expresar su inconformidad a través de la irreverencia y el desacato a la autoridad y de las leyes sociales”.

El problema, dice John Vásquez, líder de la barra Holocausto, del Once Caldas, es que en las filas de la barra no solo hay drogadicción y delincuencia, sino pandillismo. “En Manizales hay ocho pandillas identificadas, y tienen pequeños grupos dentro de las barras; así que a menudo trasladan sus problemas al fútbol y a la camiseta”, dice Vásquez.

La Policía se queja de que debe usar entre 5.000 y 8.000 efectivos por cada fin de semana de fútbol en el país, lo que representa en ciudades como Pereira que el 31 por ciento de sus hombres deban estar en el estadio y sus inmediaciones.
Según el general Rodolfo Palomino, director de la Policía Ciudadana, cada barra tiene un enlace en la Policía, que conoce los números de teléfono de los líderes y les presta acompañamiento en traslados y actividades. “Las causas nacen más allá del estadio –en el barrio, en la casa–, y por eso hay que abordarlas desde todos los ángulos. Necesitamos el apoyo del ICBF, de las familias, de los clubes, de los directivos y del negocio del fútbol”, afirma el general.
El Gobierno expidió una ley (la 1270 del 2009) y publicó un protocolo de seguridad y convivencia, hace tres años, en el que se le dice a cada quien lo que debe hacer antes, durante y después de los partidos. Además puso en marcha, el mes pasado, el Plan Decenal del Fútbol, “que busca, con talleres y actividades, trabajar de manera directa con las barras durante diez años”, afirma el viceministro de Relaciones Políticas del Ministerio del Interior, Carlos Eduardo Gechem.

Pero el problema está aún lejos de resolverse. Adriana Castillo, de la Fundación Juan Manuel Bermúdez Nieto, que lleva este nombre por una víctima de la violencia asociada al fútbol, pregunta: “¿Dónde está la responsabilidad social de los dueños del millonario negocio del fútbol? ¿Qué es lo que están poniendo para solucionar este problema?”.

Partidos de día y escalonados

La Alcaldía de Medellín también ha prendido las alertas. “Le hemos enviado oficios (a la Federación) para que programe los partidos de día –porque la ciudad es más fácil de controlar– y de forma escalonada, para que no se crucen los hinchas en las carreteras. Sin embargo, no hacen nada porque está de por medio el negocio de la transmisión por televisión en horario triple A”, argumenta un funcionario de la Secretaría de Gobierno de Medellín, que prefiere omitir su nombre. El Concejo de esta ciudad debatió esta semana medidas de control para frenar la violencia asociada al fútbol, que contemplan carnetización y sistemas digitales de identificación.

La violencia en las barras no debe verse como un hecho aislado. “Nos habla de violencia intrafamiliar, de matoneo, de una gran dificultad para amar y reconocer al otro como ser humano”, señala Alfonso Rodríguez, director del área psicosocial de la facultad de Medicina de la Universidad del Bosque.

A lo que el comentarista deportivo César Augusto Londoño agrega: “En Colombia nos matamos por una camiseta, por un celular, por 20.000 pesos. Aquí no se respeta la vida, y la justicia es débil. En el fútbol hay barras buenas y también malas, que son nido de delincuencia y droga. Estas son las que hay que combatir, denunciar y vetarles el ingreso a los estadios”.

¿Cómo salir adelante? Primero, dicen los consultados, que las autoridades cumplan a rajatabla con los protocolos de seguridad. Segundo, que se saque adelante y se implemente el Plan Decenal del Fútbol, que tiene como uno de sus principales fines trabajar socialmente con los muchachos. Tercero, no programar todos los partidos el mismo día y jugarlos siempre a la luz día. Cuarto, carnetizar a las barras y censarlas.

Y, como dice Antanas Mockus, trabajar con las barras los mismos valores que se les promueven a los jugadores de fútbol: “Van a la cancha a ganar, pero entrenan para ello y juegan dentro de unas reglas. En la barra, lo que los mueve no es el logro individual ni el trabajo ni la determinación, sino el pensamiento uniforme, donde el otro siempre es un enemigo”.


REFERENCIAS: