viernes, 20 de enero de 2012

ERNESTO CARDENAL, El poeta, el sacerdote, el teólogo llega a sus 87 años

UNA VIDA ENTRE DIOS Y MARX...

"...Después de todos los saludos de protocolo, incluyendo los de guardia de honor y la bandera, el Papa le preguntó a Daniel que lo llevaba del brazo si podía saludar también a los ministros, y naturalmente le dijo que sí; y se dirigió a nosotros. Flanqueado por Daniel y el cardenal Casaroli fue dando la mano a los ministros, y cuando se acercó a donde mí hice lo que en ese caso había previsto hacer, alertado ya por el Nuncio: y fue quitarme reverentemente la boina, y doblar la rodilla para besarle el anillo.

No permitió él que se lo besara, y blandiendo el dedo como si fuera un bastón me dijo en tono de reproche: “Usted debe regularizar su situación”. Como no contesté nada, volvió a repetir la brusca admonición. Mientras enfocaban todas las cámaras del mundo.

Un periodista del Atlantic Monthly escribió que yo le conté que mi mamá, dolida por el incidente, me había dicho: “Yo creía que te trataría como un padre”, y yo le contesté: “Me trató como un padre, pero no como una madre”. Francamente no me acuerdo de eso...
(Ernesto cardinal, apartes de memorias de Juan Pablo II)



Ernesto Cardenal Martínez (Granada, Nicaragua, 20 de enero de 1925) es un sacerdote católico (uno de los más destacados religiosos de la teología de la liberación), político, escultor y escritor nicaragüense, famoso, ante todo, por su obra poética, que le ha merecido varios premios internacionales.

Ciertas personas (no personajes)  o seres humanos  descollantes en el mundo de la cultura, de la iglesia o cualquier otro ambiente, no sabemos exactamente por qué aparecen relegados, como en un segundo plano para algunos y o alguien  (hablo de mi a modo personal, por ejemplo), mientras para otros se constata es sumamente trascendente, digamos vital…No se si me entiendan, y para la muestra les quiero mostrar hoy un botón: ERNESTO CARDENAL, un sacerdote católico, teólogo, poeta y humanista nicaragüense que llega este 20 de enero a sus 87 años de vida.

Su nombre resuena entre los teólogos de la liberación influyentes de los años 80s junto a LEONARDO Y CLODOVIS BOFF, GUSTAVO GUTIERREZ, JOSE COMBLIN, etc.

He constatado la gran admiración que ciertos amigos sacerdotes le profesan y la influencia que este ha tenido en su  vocación y ministerio pastoral, a alguno le vi un poster de un poema o una foto de Cardenal en su aparta estudio, alguno me dejo descubrir entre su biblioteca un libro suyo…Otro o el mismo no paro de hablarme durante largo rato sobre la vida y milagros del sacerdote…

Para mi como muchos otros, sin duda, el referente mayor que tenemos de Ernesto Cardenal es aquella imagen de él arrodillado ante su Santidad JUAN PABLO II  minutos después de su descenso del avión, sobre la pista de aterrizaje en Managua …(referido al inicio de este post)...Que según los rumores Ernesto se arrodillaba (por susto, obligación espontanea…o arrepentimiento?) después de haber recibido recriminaciones junto a otros compañeros por ser funcionario  del gobierno vigente, y sus posiciones teológicas ante ciertos hechos políticos y sociales del país…Un compañero años mas tarde me diría entre risas y seriedad que aquello fue un despropósito del clérigo y que fue mas un acto de pleitesía o cortesía que un verdadero acto sincero (y por qué no pensar un pequeño pantallazo?, ja,ja…).


Entonces, lo que se de Cardenal, lo poco que he retenido es gracias a otros. Confieso nunca lo he leído y no he tenido oportunidad de profundizar en su vida, que veo es sumamente admirable...

Así que para quienes como yo se confiesan ignorantes de ERNESTO CARDINAL, pero sienten en un rincón de su mente, alma y o corazón que tiene algo para transmitirnos y compartirnos, les dejo estas reseña biográficas tomadas de INTERNET…

 


Ernesto Cardenal

Ernesto Cardenal


LA DE ERNESTO CARDENAL es una vida exagerada. Extrema en la renuncia. Renuncia a una juventud burguesa, pero bohemia en la terrible Managua del dictador Somoza. A su país, durante los años que pasó en un monasterio trapense de Estados Unidos. A la literatura, incompatible, le dijeron, con la vida contemplativa. A la revolución sandinista aunque él siga empeñado en que todavía es posible el reino de Dios en la tierra y por mucho que reconozca que Nicaragua aún está pagando los desmanes del Gobierno de Daniel Ortega.

Renuncia, la más dolorosa, a las mujeres que, por cierto, debían ser guapas y delgadas si querían interesar al joven escritor Cardenal. "Y así sería ahora si tuviera que estar todavía escogiendo... Pero Dios me estaba buscando para otra cosa aunque yo tardara en darme cuenta...". Tanto que en cada amor, y tuvo muchos, Cardenal preguntaba y Dios o la casualidad o lo que cada uno quiera entender respondía metódicamente que no, con signos diversos. Que no, en un burdel "ocurrió algo, ya no me acuerdo qué fue y mi propósito se frustró. Dios me quitó las putas en París, la ciudad estaba pasando una época de puritanismo y justo cuando yo llegué las autoridades habían tenido éxito en eliminar a todas las prostitutas en las calles". Que no, por una serie de coincidencias, malentendidos y desencuentros en cada noviazgo, que Cardenal siempre achacó a la Providencia. Que no, en todos y cada uno hasta que llegó Ileana, y nunca estuvo tan cerca Cardenal del matrimonio, tan cerca que pidió una señal definitiva, y la tuvo.

No una señal mística de las que imaginamos al uso, pero sí definitiva de puro prosaica. Ileana se descubrió una alergia pertinaz al pretendiente. Una alergia física que se le desataba hasta con un beso. Tan puramente física que, a lo mejor precisamente por eso, terminó de convencer a Cardenal, que cogió un avión y se instaló en el monasterio de Gethsemani, en Kentucky, al lado de su maestro Thomas Merton. Tenía 32 años, era poeta, escultor y licenciado en Filosofía y Letras y había pasado largas temporadas en Nueva York y Europa. No conocía lo que le esperaba, pero sí, muy bien, lo que dejaba. De todas estas renuncias, o ganancias, y de las que vinieron después habla Cardenal a los 74 años en la primera parte de unas memorias, publicadas por Seix Barral y que ha titulado Vida perdida. "El que pierda su vida por mí, la salvará", cuenta San Lucas que dijo Jesucristo.

¿Así ha sido?: "Todo puede verse de dos maneras. `El que quiere salvar su vida la perderá y el que pierde su vida por mí la ganará', dice efectivamente el Evangelio. Quise conservarla durante todo el tiempo que duró la lucha entre Dios y las mujeres y ahora me doy cuenta de que fue una parte de mi vida perdida. Dios me perseguía, no era yo quien le buscaba a Él. Después, al entregarla, la gané. Pero sacrificando el amor humano".

No fue ése el único sacrificio, pero sí el principal. En otro tiempo y en otras circunstancias, o eso imagina ahora Cardenal, habría podido encontrar la manera de llegar al misticismo sin que se estorbaran Dios y una mujer. "Entonces no fue así. La mayor renuncia fue a lo afectivo, a lo erótico, a lo sexual. Hubo otras, pero no tan importantes para mí. Resultó muy doloroso dejar mi país, yo siempre he estado obsesionado por los lagos de Nicaragua y vivir en un monasterio de Estados Unidos me condenaba a no volver a verlos. Pero ya lo he dicho, lo que uno le entrega a Dios, Dios se lo devuelve. Después, y a través de caminos extraños, salí de allí y fundé una pequeña comunidad justamente en un lago de Nicaragua".


SAN JUAN

Quizá renunció a más de lo que se le pedía. Quizá la renuncia es también una forma de orgullo. Uno debe despojarse de todo para retener a Dios. Ésa es la doctrina de San Juan "y ésa ha sido mi experiencia, diríamos, sí, sanjuanesca. No puede explicarse de manera racional, era una vivencia completamente existencial". Tal y como lo cuenta Cardenal, Dios eligió siempre por él. Eligió el misticismo, eligió la salida del monasterio trapense valiéndose de una úlcera de estómago que no curaban ni médicos ni oraciones y que imponía un cambio de dieta y de aires.

Eligió su vuelta a Nicaragua, al frente de una comunidad semicontemplativa, porque la contemplación, ha mantenido siempre, no está reñida con el mundo ni con la pobreza. "Así ha sido, y el saberse guiado resulta muy tranquilizador. Uno no debe inquietarse por lo que hizo mal, es más, probablemente, volverá a hacerlo. Dios lo ha permitido, y ésa casi es una manera de echarle la culpa. Había un monje en Gethsemani, el monasterio trapense en el que ingresé, que decía que Dios nos conserva siempre algún defecto, algún fallo, el que más nos duele, el que más se ve, el más notorio, para salvarnos del orgullo y la vanidad que es lo único que Él no perdona".
-¿Y cuál es el suyo?
-No es fácil saberlo y mucho menos decirlo. Éstas son cosas que sólo se cuentan a un confesor, no a un periódico. ¿La vanidad? Ha puesto tanto cuidado Cardenal en no parecer vanidoso en sus memorias que quizá... "No me enorgullezco de mi obra literaria. Quizá de mi vida religiosa. El verdadero orgullo tiene siempre un carácter religioso, como el de los fariseos. Recuerde el Evangelio: `Te agradezco Señor, no parecerme a este pecador'. Resulta terrible la vanidad de los eclesiásticos y de los políticos, que viene a ser lo mismo".


SANDINISMO

Cardenal también fue político, además de eclesiástico. Por dos veces converso. Sacerdote y marxista, monje y ministro de Cultura en el Gobierno de Daniel Ortega,uno de los nueve comandantes que el 19 de julio del 79 tomaron Managua y derrocaron al dictador. Sandinista desde los años setenta hasta que abandonó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)en 1994. Inmune a las teorías del fin de las ideologías, tan ajeno al neoliberalismo que ni lo nombra para criticarlo. "Era lógico que la causa de los pobres terminara con la incorporación a la revolución. Una expresión más de la coherencia del mandato divino. Y así lo acepté porque ser ministro de Cultura no me gustaba demasiado, más bien supuso un sacrificio más. Sobre todo durante los primeros años. Tenía el deber de dedicar a los demás todo el tiempo que yo habría querido para la religión y la literatura".
Decía el ex vicepresidente nicaragüense y escritor Sergio Ramírez que de la revolución sandinista y su Gobierno, que duró hasta la derrota en las elecciones de 1990, sólo se recuerdan los fracasos. La corrupción, la piñata, el enriquecimiento de los revolucionarios, el verticalismo y el caudillismo que tanto denunció Cardenal, el poder mal dirigido, aunque si alguien consiguió salir bien parado, al menos públicamente, fuera precisamente él.
-¿Sergio dijo eso? Quizá se refería a que los enemigos de la revolución....
-Creo que no.
-Bueno, hubo de todo, hasta que se frustró con la traición de los principales dirigentes a nuestros principios, al sandinismo, al pueblo y al mismo Dios. Dice usted que mi imagen pública ha salido bien parada, no he hecho más, como otros muchos, que mantenerme fiel al Evangelio y también al marxismo.
Queda claro que Cardenal no se arrepiente de esos años, en los que, al fin y al cabo, la Cruzada Nacional redujo el porcentaje de analfabetos del 58 al 12% y la reforma agraria benefició a más de 200.000 familias, en un país con cuatro millones de habitantes. Cardenal no se arrepiente, pero tal vez sí quienes colocaron al entusiasta cura al frente de un ministerio, tan dispuesto entonces a la lucha como ahora a la denuncia. "Quizá. Para algunos resultaba incómodo, pero también necesario. La enemistad, los celos... Un factor humano inevitable".


POEMAS

Otro factor humano, se habla más de Cardenal, de lo que dice y lo que hace, que de su obra, por mucho que el Cardenal escritor haya estado alguna vez cerca del Nobel con una obra poética tan original como la que agrupa Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, Cántico Cósmico o Telescopio en la noche oscura. ¿Le preocupa haberse convertido casi en un personaje, digamos, pintoresco? "No. No me preocupa lo que se diga de mi obra ni de mi persona".
-Habla de sí mismo en las memorias con mucho sentido del humor. Quizá era algo que nos quedaba por descubrirle...
-¿Le parece? Me alegra... En realidad esa intención no es nueva, sigo una recomendación de Ezra Pound. No hay mejor humor que el que va contra uno mismo. No me gusta estar presentándome siempre de la mejor manera posible.


SOBERBIA

No le gusta pero no puede evitarlo, ni cuando habla ni cuando escribe. No por soberbia, que ya pone buen cuidado Cardenal en apartarla, vade retro, sino porque tanto esfuerzo por explicar sin ahorrar contradicciones ni luchas internas ni siquiera miserias resulta la mejor manera de hacerse entender o, por lo menos, creer.
Y el que lee y el que escucha termina por encontrar de lo más razonable y hasta inevitable que Dios le espantara las novias. O que se trasladara a un monasterio, en México, después de dejar el de Kentucky dirigido por un prior empeñado en entender a los primeros beats y su santificación de la marihuana. Un monasterio que terminó convirtiéndose en un inmenso centro de psicoanálisis, desde el primer novicio hasta el último, incluido el propio Cardenal, sometidos a las teorías de Fromm y Freud dos veces por semana. "Conste que nunca probé la marihuna -sonríe Cardenal- aunque siempre quisimos estar abiertos a las nuevas corrientes". Incluso, o precisamente, aunque el Papa le suspendiera a divinis en el 85 por su empeño en no abandonar ni el ministerio ni la entonces cada vez más extendida Teología de la Liberación que tanto alarmaba al Vaticano. Ya en el 83, Juan Pablo II le había amonestado durante su visita a Nicaragua y mientras el todavía ministro de Cultura le escuchaba arrodillado. -¿Resultó muy humillante?
-No. En absoluto. La suspensión prohíbe administrar sacramentos. Mi vocación no era ésa, sino predicar el Evangelio.
-Pero fue un castigo público...
-Obispos y papas metidos en política ha habido siempre. No es ninguna novedad. Pero por primera vez en la Historia asistíamos a una revolución en la que participaban sacerdotes y que nacía del pueblo.
Lo considerábamos un deber histórico. Desobedecimos al Vaticano y obedecimos las enseñanzas de Santo Tomás. La máxima autoridad siempre debe ser la propia conciencia. Incluso cuando exista peligro de excomunión".
Ahora Fidel Castro recibe al Papa, el cardenal Obando, arzobispo de Managua, apoya al presidente nicaragüense Arnoldo Alemán. "Son dos cuestiones bien distintas -se queja- Cardenal ¿por qué no las diferencia?". O la misma, el poder político y el religioso ayudándose mutuamente. "No, no es lo mismo. No me gustó que el Papa fuera a Cuba, porque el Papa nunca hace nada bueno en ningún sitio. El poder más absoluto de la Tierra es el de Roma. El Papa elige a los cardenales, es decir, a sus propios electores. ¿Se puede pensar en algo más antidemocrático? Debería legislarse que una mujer pueda llegar a ocupar ese cargo o que los Papas sean depuestos por los que le eligieron. Le recomendé a Fidel Castro que no le recibiera, pero entiendo cualquier cosa que le ayude a defenderse contra el bloqueo. Lo de Obando es simplemente ambición de poder. Quiere convertirse en el líder espiritual que no existe en ningún país católico. En Nicaragua vivimos ahora como los esclavos de Babilonia".
Nicaragua está muy lejos de la tierra que soñaba Cardenal, el país, después de Haití, más pobre de América Latina, arrasada por el huracán Mitch que mató a 6.000 personas y dejó a 300.000 sin hogar. Políticamente agotada, salpicada de escándalos económicos y hasta sexuales. "Igualmente debemos mantener la esperanza en la utopía".
-¿Lo extremo lleva a la soledad?
-A la soledad y también a la muerte. No ha sido así en mi caso. Todavía.



HISTORIAS DE JUAN PABLO II
Lo que pasó con el Papa en Nicaragua
por Ernesto Cardenal


"Bienvenido a la Nicaragua libre gracias a Dios y a la revolución" decía una gran manta en el aeropuerto cuando llegó el Papa. Si Juan Pablo II la leyó, ella le habrá dado más disgusto del que ya llevaba adentro. Lo que más le disgustaba al Papa de la revolución de Nicaragua es que fuera una revolución que no perseguía a la Iglesia. Él hubiera querido un régimen como el Polonia, que era anticatólico en un país mayoritariamente católico, y por lo tanto impopular.

ARCHIVOS | CARACAS (VENEZUELA) | 9 DE ABRIL DE 2005

"Bienvenido a la Nicaragua libre gracias a Dios y a la revolución" decía una gran manta en el aeropuerto cuando llegó el Papa. Si Juan Pablo II la leyó, ella le habrá dado más disgusto del que ya llevaba adentro.

Analistas religiosos en España observaron que estuvo muy efusivo y cariñoso en toda su gira por Centroamérica, acarició a los niños, saludó a un jovencito o alguna jovencita y algún lisiado, pero no estuvo así en Nicaragua, sino que allí se mantuvo muy serio y muy rígido, sin ninguna espontaneidad afectiva, ningún gesto que no fuera controlado. Y eso que fue antes del bochorno que iba a acontecer durante la misa campal en la plaza.

De las primeras cosas del Papa cuando pisó suelo nicaragüense fue la humillación pública que me hizo en el aeropuerto enfrente de todas las cámaras de televisión. Aunque no me cogió de sorpresa porque estaba preparado para ello.

El Nuncio ya me había advertido que eso podía pasar. El Papa no quería que ninguno de los sacerdotes en el gobierno estuviera recibiéndolo en el aeropuerto. Pero solo a mí se aplicaba eso. El padre Escoto, que era canciller, tenía que estar en una reunión de cancilleres en Nueva Delhi.

Fernando, mi hermano, que después fue Ministro de Educación, no lo era entonces, sino que era un dirigente de la Juventud Sandinista. El padre Parrales, otro de los del Gobierno, tenía un cargo diplomático en Washington. Sólo yo, como miembro del gabinete, debía estar presente en el recibimiento. Les dije a los de la Dirección Nacional que no tenía ningún interés de estar allí, y que mejor me negociaran por cualquier otra cosa. Porque para la venida del Papa todo era negociación.

Quién subiría a la escalerilla del avión para bajar con su Santidad. Si se quitaba el mural de los fundadores del Frente Sandinista que iba a quedar por encima de la cabeza del Papa (no se quitó). Hasta lo más nimio se discutía. Porque parece que cuando viaja un pontífice nada es nimio. Y en cuanto a mí, la Dirección Nacional no cedió. Dijeron que debía estar allí, porque además de ser miembro del gabinete era una gloria nacional.

Se amenazó con que en ese caso el Papa no vendría a Nicaragua. Pero hacía poco el presidente Reagan había visitado todos los países de Centroamérica salteándose Nicaragua, y para el Papa era muy feo repetir lo mismo. Al final el gobierno propuso una solución: el Papa pasaría saludando de lejos a los ministros, y así no tendría que encontrarse conmigo.

El cardenal Silvestrini, que era el segundo de la Secretaria de Estado, en la que el cardenal Casaroli era el Secretario, vino una semana antes para afinar los últimos detalles, y dijo que esa era una solución genial, y que así se haría. Pero el Papa lo dispuso de otro modo.

Después de todos los saludos de protocolo, incluyendo los de guardia de honor y la bandera, el Papa le preguntó a Daniel que lo llevaba del brazo si podía saludar también a los ministros, y naturalmente le dijo que sí; y se dirigió a nosotros. Flanqueado por Daniel y el cardenal Casaroli fue dando la mano a los ministros, y cuando se acercó a donde mí hice lo que en ese caso había previsto hacer, alertado ya por el Nuncio: y fue quitarme reverentemente la boina, y doblar la rodilla para besarle el anillo.

No permitió él que se lo besara, y blandiendo el dedo como si fuera un bastón me dijo en tono de reproche: “Usted debe regularizar su situación”. Como no contesté nada, volvió a repetir la brusca admonición. Mientras enfocaban todas las cámaras del mundo.

Un periodista del Atlantic Monthly escribió que yo le conté que mi mamá, dolida por el incidente, me había dicho: “Yo creía que te trataría como un padre”, y yo le contesté: “Me trató como un padre, pero no como una madre”. Francamente no me acuerdo de eso.

Me parece que todo esto fue bien premeditado por el Papa. Y que las cámaras de televisión estaban sobre aviso. El hecho es que esta imagen fue difundida por el mundo entero, y lo sigue siendo todavía: ahorita mismo, 19 años después me informan que la han vuelto a sacar con motivo de unos recientes viajes del Papa.

En aquella ocasión el norteamericano Blase Bonpane escribió una carta abierta al Papa diciéndole que era un escándalo lo que había hecho conmigo, y que me debía pedir perdón públicamente. Y le reclamó que al mismo tiempo que a mí se me hubiera hecho ese rechazo en Nicaragua, en El Salvador se hubiera abrazado con el asesino de Monseñor Romero.

En realidad era injusta la reprimenda del Papa, porque yo tenía regularizada mi situación con la Iglesia. Los sacerdotes con cargos en el gobierno los teníamos con autorización de los obispos, y ellos habían hecho pública esa autorización. (Hasta después fue que el Vaticano nos prohibió tener esos cargos).

Y la verdad es que lo que más le disgustaba al Papa de la revolución de Nicaragua es que fuera una revolución que no perseguía a la Iglesia. El hubiera querido un régimen como el Polonia, que era anticatólico en un país mayoritariamente católico, y por lo tanto impopular.

Lo que menos quería era una revolución apoyada masivamente por los cristianos como la nuestra, en un país cristiano, y por lo tanto una revolución muy popular. ¡Y lo peor de todo para él que fuera una revolución con sacerdotes!.

No era así la posición del cardenal Casaroli, el Secretario de Estado. Yo había sido recibido por él en el Vaticano, tal vez como un año antes. Su ornamentado despacho estaba exactamente debajo del despacho del Papa, en un piso más abajo.

Comenzó diciéndome que yo sabía la posición del Vaticano con respecto a los sacerdotes en los puestos de Gobierno; pero que él creía que Nicaragua podía ser una excepción, porque era una cosa nueva; el solía decir en el Vaticano: “En Nicaragua todo es nuevo”. Me preguntó por Solentiname, y cuando le dije que deseaba renunciar para volver allí, vi la preocupación en su rostro.

Me dijo que una decisión de esa clase no debía hacerse con ligereza; debía ser pensada bien y consultada. Vi que le impresionó, y como que era algo en lo que no había reparado mucho, cuando le dije que los cargos de los sacerdotes en la revolución no eran meramente honoríficos, sino de los más fundamentales en una revolución.

El de canciller era el ministerio más importante en un gobierno, como era el suyo de Secretario de Estado. A Fernando le habían encomendado la formación de la juventud, que era el futuro de la revolución. El de Cultura era el ministerio ideológico de la revolución: encargado de las publicaciones, literatura, cine, teatro, artes plásticas, música, bibliotecas, casas de cultura.

Y me volvió a decir que mi ida a Solentiname debía ser bien meditada. También a él lo que más le gustaba era dar clases de filosofía, pero debía renunciar a eso por el trabajo que le había tocado hacer en el Vaticano. Me dijo que el marxismo lo conocía bien, porque había sido nuncio en los países socialistas por 8 años, y que él no tendría objeción a un marxismo que exigiera tener que ser ateo, y le dije que ése era el marxismo de la revolución de Nicaragua.


La noche antes de la gran misa del Papa en Managua, en la misma plaza, y mientras se hacían en ella los últimos arreglos de la misa, gobierno y pueblo celebraron juntos los funerales de 17 muchachos de colegio que había sido matados por la contra. Fue éste el primer ataque fuerte de la contra en Nicaragua; todavía no se había conformado el ejército y la defensa la hacían los jóvenes, que no tenían mucha experiencia militar ni buenas armas (cuando los atacaron ni siquiera habían colocado postas).

La sangre estaba fresca en ese lugar, y se esperaba allí del Papa al menos una palabra a favor de la paz.

En los otros países de Centroamérica que visitó el Papa la concurrencia fue de 75000 a 100000 personas !pero en Managua fueron 700000! Habían viajado días para ver y escuchar al Papa. Vinieron de cada rincón del país en camiones repletos. Toda Managua estaba llena de esos camiones transportando gente.

Las masas estaban desde muy temprano en la mañana aguantando el sol abrasador de todo el día. Se había decretado día feriado para la venida del Papa y se dispuso transporte gratis en todo el país, hasta desde los sitios más remotos.

En todas partes se hicieron comisiones con la autoridad civil, la autoridad militar y el cura del lugar, para facilitar el viaje a todo el que quisiera ir a Managua, y para dar el transporte más cómodo a las personas de más edad o con algún impedimento; lo que costó más de $50000 a la empobrecida Nicaragua. El gobierno hizo todo lo posible para que la plaza de Managua, en la misa del Papa, se llenara de gente; porque llenarse de gente sería llenarse de revolucionarios.

Así fue que en la plaza hubo 700000 personas. Nicaragua tenía entonces 3 millones de habitantes, y eso quería decir que una cuarta parte de la población estaba allí presente. También la derecha acarreó por su parte lo más que pudo de gente, y éstos fueron unas 50000 personas lideradas por el padre Carballo, que entraron a la plaza desde la noche antes y ocuparon los lugares de adelante.

Nos extraño que el Papa en su discurso en el aeropuerto hablara de aquellos impedidos de llegar a su encuentro como hubieran querido. Lo que repitió varias veces durante la misa. Y ponía un énfasis perverso en cada sílaba, para que se entendiera bien que eran muchos a los que no se les había permitido llegar. ¿Acaso podían haber llegado más de las 700000 personas? Y como los discursos los traía escritos, y habían sido hechos en Roma, ¿ cómo es que ya sabían desde antes que eran muchos a los que se les impidió llegar?

El sudor nos empapaba a todos al comenzar la tarde de aquel 4 de marzo de 1983, pues marzo es uno de los dos meses más calientes de Nicaragua, y la temperatura puede haber sido de más de 40 grados: pero nadie sospechaba que los ánimos se iban a caldear mucho más que esos 40 grados durante la misa del Papa.

Sorpresivamente la misa comenzó con una alocución del arzobispo Obando. Tanto que se esforzó la revolución en colmar esa plaza de gente, y fue para que a esa gente le hablara ahora el archienemigo de la Revolución.

En todas las negociaciones previas, en las que hasta lo más nimio se discutió, no se había contemplado que monseñor Obando hablara. Y Obando dio la bienvenida al Papa comparando su llegada a Nicaragua a la visita que una vez Juan XXIII había hecho a una cárcel a Roma. Me chocó esa comparación de Nicaragua con una cárcel, pero más me chocó el aplauso de toda la plaza. ¿Era que todo el pueblo se había volteado contra nosotros?

Las lecturas de la misa no fueron inocentes. Se veía que habían sido escogidas ex profesamente contra los sandinistas. Del Antiguo Testamento fue leído lo de la Torre de Babel: los hombres que se quisieron igualar a Dios. Del Nuevo, lo del Buen Pastor: solamente Cristo lo es; los otros son ladrones y salteadores.

El tema de la homilía papal fue el de la unidad de la Iglesia, lo que quería decir un ataque a la llamada “Iglesia Popular”, o también “ Iglesia paralela”: los cristianos revolucionarios a los que se nos acusaba de querer destruir esa unidad.

Fernando y yo estábamos sentados juntos en la tribuna del gobierno, y poco antes de que empezara la misa lo llamó Daniel Ortega. Era para que les dijera a un grupito de teólogos que estaban listos a asesorar en caso de una emergencia, que no había nada que temer, que habían leído la homilía del Papa y que no sería conflictiva.

Pero resulta que no parecía conflictiva para quien la leyera rápidamente, pero sí lo era pronunciada por el Papa. La agresividad no estaba en las palabras sino en el tono acusatorio en que eran dichas y aun gritadas a veces. Una cosa era pasar los ojos por un texto al parecer inocuo, y otra oírlo vociferado por el Papa.

Era evidente que el Papa odiaba la revolución sandinista. Y había llegado a Nicaragua a pelear. Lo desconcertante era que en cada final de frase la plaza estallaba en aplausos y vivas al Papa. Hubo un momento en que pensé que la revolución se venía abajo.

Me dije que de seguir eso así, a todos los de esa tribuna del gobierno nos iba a tocar hacer maletas esa tarde. Pero entonces es que cesaron los grandes aplausos; los que aplaudían ya eran sólo los 50000 que había acarreado el padre Carballo, y el resto de la plaza comenzó a protestarle al Papa.

Después me enteré que la orientación de la revolución en todo el país había sido de no decir ninguna consigna política, tan sólo gritar vivas al Papa y aplaudir lo que dijera. Se pensaba que lo que diría sería de carácter personal; eso había asegurado repetidas veces el Vaticano.

Si uno ve los vídeos de la misa puede comprobar que hubo un cambio progresivo en la gran mayoría de la plaza, dejando de aplaudir primero, y protestando más y más después, conforme se van dando cuenta que el Papa al hablar de la Iglesia esta hablando contra la revolución y contra los cristianos y los sacerdotes de la revolución.
Y que por lo tanto no fue como muchos dijeron después, un ataque al Papa hecho premeditadamente por la revolución; sino que el Papa atacó primero a la revolución, el pueblo se mantuvo confuso y dudoso como veinte minutos, y después reaccionó contra el Papa.

Repetidas veces el Papa había dicho que Nicaragua era su “segunda Polonia”. Y ése fue un gran error, porque Nicaragua no era Polonia. El creía que había un régimen impopular, rechazado por la gran mayoría cristiana, y que su presencia beligerante provocaría una sublevación del pueblo contra los comandantes de la Dirección Nacional y la Junta de Gobierno que estarían presentes en la plaza.

Que bastaba que él hablara contra la revolución sandinista, y tendría el respaldo masivo de esa plaza. Y el Papa llegó a Nicaragua a desestabilizar la revolución. Si el Papa no hubiera estado equivocado, la noticia mundial de ese día habría sido que el pueblo de Nicaragua rechazaba la revolución.

Y ciertamente ese hubiese sido el derrumbe de la revolución sandinista, como yo lo llegué a temer esa tarde. Pero como el pueblo defendió su revolución y rechazó al Papa, la noticia mundial fue “el agravio que se hizo al Papa en Nicaragua”.

El pueblo le faltó el respeto al Papa, es verdad, pero es que antes el Papa le había faltado el respeto al pueblo.

Primero las madres de los 17 muchachos muertos comenzaron a pedirle al Papa una oración por sus hijos, y él no les hizo caso. Y después se acercaron al altar, y empezaron a pedirlo a gritos. Otros pedían una oración por la paz, y después eran muchos gritando “ ¡Queremos la paz!”, lo que hizo que el Papa le respondiera a la multitud gritando: “La primera que quiere la paz es la Iglesia”; y más tarde, porque las protestas del pueblo iban creciendo, cogió el micrófono y gritó a todo pulmón: “¡Silencio¡”. A partir de entonces el irrespeto fue total.

El Papa quería decir las palabras de consagración, las del momento más solemne de la misa, y no podía por las consignas que la multitud gritaba: “!Queremos la paz!”, y “¡No pasarán!”.

Había también vivas al Frente Sandinista, mientras los miles de derecha que estaban en la parte delantera de la plaza lanzaban vivas al Papa. En uno de los vídeos se oye a una mujer que grita: ¡No es un Papa de los pobres.

Miren cómo se viste!”. Dos o tres veces más el Papa tuvo que volver a gritar silencio. Por primera vez en la historia moderna un papa era humillado por la multitud. En los videos se le ve desconcertado por lo que está pasando, y varias veces da muestras de vacilación ya que esta a punto de deja el altar. Al final de la misa, la bendición papal apenas la pudo hacer, después de iniciarla tres veces, ante una multitud que estaba cantando el himno del Frente Sandinista.

El Papa se fue directamente de la misa al aeropuerto, en un auto en el que lo acompañaba sólo el arzobispo Obando. Y en el trayecto ninguno de los dos se dijeron ninguna palabra. Al que fue el chofer de ese vehículo, que era un oficial del Ministerio del Interior, se lo oí contar; que el Papa iba taciturno, y no habló no comentó nada de lo que había pasado.

Ya en el aeropuerto el Papa quiso subir al avión sin ningún protocolo de despedida, pero lo detuvieron, y fue impedido de irse de esa manera.

El embajador de Nicaragua en el Vaticano, mi amigo Ricardo Peters, me contó que al acabar la misa se le acercó sombrío el cardenal Casaroli para preguntarle su opinión, y él le dijo: “El Papa vino a hacer un acto político a Nicaragua, y Su Eminencia vio el resultado”. Casaroli pareció estar de acuerdo, porque dijo que verían cómo enmendaban eso en Roma. Pero era algo que no tuvo enmienda.

El cardenal Casaroli había sido partidario de las buenas relaciones con Nicaragua, y a lo mejor le alegró lo que había pasado, por eso le venía a dar la razón a él y demostraba que la política del Papa estaba equivocada.

Pero lo que sucedió es que él fue destituido de su cargo de Secretario de Estado (el número 2 del Vaticano y a quien se consideraba un posible Papa) y enviado a una oscura parroquia de Italia; donde no sé si tendría la oportunidad de dar las clases de filosofía que amaba. Mientras Obando fue nombrado cardenal, y al regresar de Roma, antes de ser recibido en Nicaragua, se presentó ante los exiliados nicaragüenses en Miami, que lo recibieron jubilosos.

Lo que dijo el Vaticano, lo que dijo la prensa capitalista de todo el mundo entero, lo que dijeron muchos obispos, fue que el régimen marxista de Nicaragua había cometido un ultraje contra el Sumo Pontífice, se habló de sacrilegio y de profanación de la misa papal. Y en otras misas de Centroamérica que él visitó después se celebraron misas de desagravio. Fue un descrédito mundial para la revolución ciertamente.

¿Pero qué hubiera pasado si el pueblo hubiera seguido aplaudiendo? Me parece que fue una prueba de fuego que la revolución, y que salió triunfante. Porque era un pueblo mayoritariamente católico el que estaba allí presente, y ni todo el prestigio y poder espiritual del Papa de Roma pudo hacer que se volteara contra sus dirigentes, sino que se volteó contra el Papa.

En Estados Unidos el periódico católico National Catholic Reporter, escribió que en Managua el Papa se había negado a hablar de la paz como lo hizo en las otras naciones centroamericanas, y la multitud se le enfrentó como lo había hecho San Pablo con el primer Papa.

También hubo otros que señalaron que en las diferentes misas campales de Centroamérica el mensaje del Papa fue la paz, menos en Nicaragua, donde era más necesario porque estaba enfrentando una guerra. No habló de paz y no rezó por los caídos. Igualmente se señaló que en los países latinoamericanos donde había guerrillas el Papa siempre se dirigía a los guerrilleros exhortándolos a que depusieran las armas.
Solamente no lo hizo en Nicaragua, que sufría una guerrilla financiada por Reagan, y era el único sitio donde su exhortación podría haber influido, porque cometían muchas atrocidades y crímenes invocando su nombre.

Unos meses después circuló por el mundo un documento secreto que parece que fue el que asesoró a Juan Pablo II sobre la situación política y eclesiástica para la visita que haría a Nicaragua. Teólogos españoles dijeron que la actitud del Papa parecía haberse atenido literalmente a las propuestas de este documento, y que aquí se encontraba la clave de la actuación del Papa en este país.

La revista francesa Informaciones Católicas Internacionales comentó: “Parece más bien un informe hecho por el Consejo de Seguridad de Estados Unidos que un documento pastoral. Todo ahí se realiza en términos políticos y de relaciones de fuerza; no hay ningún vestigio de una preocupación pastoral o evangélica”.

Se descubrió también que el autor era el nicaragüense Humberto Belli, un fanático de derecha, que después del triunfo de la revolución dirigió la campaña ideológica del diario La Prensa en materia religiosa, colaboró estrechamente con monseñor Obando, y más tarde en Estados Unidos organizó una campaña de difamación de la revolución sandinista y de los sectores de la Iglesia que la apoyaban.

Las tesis de Belli extraordinariamente sintetizadas por un equipo especializado norteamericano fueron dadas al Papa, con una estructura gramatical y sintáctica tomada del inglés, y con ella fueron elaborados los discursos que el Papa llevo a Nicaragua.

También hay algo que el Vaticano ha mantenido en secreto, y son muy pocos los que lo han sabido, y es que con la venida del Papa llegaron a Nicaragua como 20 chalecos antibalas; y le insistieron al Papa que usara uno durante su misa campal, aunque él no lo quiso usar. Y para mi este un dato revelador: indica que sabían que el Papa estaría incendiario en Nicaragua, que podría incluso hasta tumbar el Gobierno, y que por tanto podría ser víctima de un atentado.

El superior general de una orden religiosa muy vinculado al Vaticano reveló una vez en confidencia que el Papa Juan Pablo II era muy vengativo, y jamás olvidaba lo que se le había hecho en Nicaragua.

Esto es confirmado cuando años después Juan Pablo II regresó a Nicaragua a vengarse de los sandinistas, y no perdió oportunidad de humillar a los dirigentes que lo habían humillado, y que habían perdido el poder político tras una derrota electoral.

Ello hizo que el National Catholic Reporter también escribiera esta vez que el Papa que había visitado una cárcel de Roma para perdonar al que había atentado contra su vida, no había sido capaz de perdonar a los sandinistas.

Esta segunda vez que el Papa dijo que en su misa campal que ahora si podían llegar a expresar su fe ante él todos lo que habían querido, sin que nadie se los impidiera: aunque el público que había en esa misa era una tercera parte del que la primera vez. Se refirió a la Nicaragua de la vez anterior llamándole “la noche oscura”, aunque aquella misa había sido a media tarde en pleno sol.

Y es verdad que para muchos católicos cuando al final de la tarde se alejaban de la tarde se alejaban de la plaza cubierta de papeles, lo que cayeron fueron muchas tinieblas; y vaciló la fe de muchos, y hubo otros que tal vez perdieron la fe.

Y tal vez quien mejor interpretó a la mayoría de los que colmaron a la plaza fue un vendedor de maní que dijo: “El Papa no nos dijo nada, nos ha dejado un vaciíto.

Ernesto Cardenal
             
Tomado de manera integra de: Hoja Filosófica. N°6. Universidad Nacional. Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Filosofía. Costa Rica.

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