sábado, 24 de mayo de 2008

El periodismo que nos hace falta: profético, independiente y solidario




El periodismo cumple un rol muy importante y especial en la sociedad. Y hoy más que nunca debería cumplir ese papel trascendental y definitivo de informar, apelar a la conciencia personal y colectiva, velar por la solidaridad, la paz pero con justicia social. EL periodismo es un quehacr profético y el periodista ha de ser profeta. Tomando el sentido del profetismo, de la profecía y la palabra profeta según la Biblia. Profetismo no es adivinar el futuro, el profeta no es el que lee el futuro o augura desgracias, la profecía no es el anuncio de la venida del anticristo o de Satán.
No, profetismo es simplemente anunciar buenas noticias pero también denunciar lo que no va bien, lo que está mal en determinada sociedad. Entonces podríamos decir que el periodismo de cualquier tipo sea escrito, radial o televisivo ha de responder al verdadero sentido que tiene el profetismo.
Los medios de comunicación nos transmiten la mayor parte del tiempo "malas noticias" "chivas enfermas", en otras palabras periodismo amarillista y sensacionalista, con el fin de obtener "rating" y/o simplemente vender más. Particularmente en nuestro país son pocos (hablando también de personas) o casi diríamos que no hay nada de órganos de difusión tanto escritos como audiovisuales que cumplan la noble tarea que en su esencia debe tener el periodismo.
En ocasiones el periodista boyacence Guillermo Prieto Larrota de RCN conocido como "Pirry" ha hecho ejercicios de ese periodismo profético, de denuncia anticorrupción, de mostrar que las cosas que no andan tan bien como parecen, y que falta más solidaridad, sensibilidad y justicia en la sociedad colombiana. Otro ejemplo de un acercamiento a ese periodismo ideal es el del manizalita y empresario Luis Felipe Arias, al igual que Guillermo Prieto "Pirry" apuesta por la sinceridad y la ética que dentro de sí lleva el quehacer periodístico, su sección de "EL Cazanoticias" en el noticiero para el que trabaja, muestra ciertos casos que reflejan una falta de atención , de conciencia, de honestidad por parte de los que pueden y deben hacer algo por cambiar determinada realidad y con ello logra al menos invitar a tomar conciencia a quienes le ven y le escuchan.
"Es indiscutible la relevancia en la participación social que tiene el periodismo en estos últimos años. Se ha convertido en "voz" de la gente que sufre, y, por la debilidad de las instituciones, en "referente" de un montón de problemas que no puede solucionar"- dice el P. Walter Moschetti en un diario de Argentina.
Y anota aun este clérigo periodista:
"Lo que se espera de los comunicadores sociales es que seamos fieles a nuestros lectores y oyentes, leales a nuestro compromiso público y no a compromisos ocultos. Cualquiera sea la perspectiva ideológica, el grado de compromiso doctrinario, filosófico o religioso, lo que se nos pide, en todos los casos, es veracidad en la información. No puede el periodista desfigurar la realidad, debe estar convencido de que está sirviendo a la verdad".
En el siglo XX recién aparecen los grandes diarios que ponen el acento en el servicio informativo mucho más que en la expresión de una opinión, aunque todavía se reservan, en sus respectivas columnas editoriales, el derecho, por decirlo así, a expresar su punto de vista, su opinión comprometida.
El concepto de honestidad informativa, de ética periodística y de fidelidad a la verdad, que debe regir la vida del periodista, es un concepto inmutable, que debe iluminarnos como un faro. Son las actitudes prioritarias en el ejercicio de informar.
El siglo presente, con las nuevas realidades del neoliberalismo, globalización, exclusión, cultura de los medios y las nuevas formas de ejercicio de la ciudadanía, nos plantea nuevos interrogantes, enfrentándonos con el desafío de comprometernos en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
La existencia de marginados, excluidos y pobres, nos hace muy visible la realidad de injusticia y pecado de nuestra convivencia. Esta realidad está diametralmente opuesta a lo que significa la comunicación. Es pues, muestra de la "incomunicación" de quienes han quedado aislados y manipulados, sin la posibilidad de compartir ni de participar.
El periodista tiene que ayudar con su denuncia y con su anuncio a crear una convivencia solidaria. No puede renunciar a ello, aunque este servicio sea de valientes, y muchas veces sea un servicio de heroísmo.
Para llegar a este ideal se ha de tener "pasión por la humanidad". De esta conciencia nace la solidaridad.
Sin albergar sentimientos mesiánicos de creer que solucionaremos todos los problemas complejos de la realidad, hemos de tomar conciencia de la responsabilidad de nuestra misión, tanto de constructores como de víctimas de las realidades que cuestionamos.
Es allí, cuando nos convertimos en "profetas" que, viendo y cuestionando la realidad, podemos ver esperanzados el futuro por el compromiso que paso a paso vamos asumiendo en el presente.
En un mundo en el que no hay esperanza, no hay ningún motivo para ser solidario. Si el mundo se está hundiendo, entonces parece legítimo el "sálvese quien pueda". Un mundo que nos muestra a cada momento que no hay motivos para tener esperanza es un mundo que va justo a una realidad de ausencia de solidaridad. Las dos cosas van juntas, porque si no hay esperanza, ¿qué sentido tiene ser solidario?
La comunicación solidaria hoy debe ser, sobre todo, una comunicación profética. Hemos de darle visibilidad al mundo de la "exclusión". Esto no es para provocar "sensibilidad" sino fortalecer las actitudes "solidarias".
Como trabajadores de la cultura, los comunicadores debemos promover el valor de la solidaridad, encarnado en actitudes y principios solidarios, al resto de la sociedad. Dar visibilidad es, en nuestra cultura, otorgar un lugar de "valor" y esto es fortalecer un proceso cultural.
Por ello, es importante que todo aquello que tenga valor "solidario" pueda tener espacio en los Medios de Comunicación: personas, proyectos, artículos, opiniones, acciones...
Una comunicación solidaria será fundamentalmente pluralista; reconocerá el valor de las minorías, mostrando con su propia actitud el respeto a lo distinto como riqueza de la construcción social.
En su mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de 1998, el Papa Juan Pablo II, expresó: "Ya no se puede tolerar un mundo en el que viven al lado el acaudalado y el miserable, menesterosos carentes incluso de lo esencial y gente que despilfarra sin recato aquello que otros necesitan desesperadamente".
Como comunicadores sociales podemos:
Promover y fomentar la comunicación hacia adentro y hacia fuera del enorme sector de los excluidos, para que se den ánimo esperanzador entre ellos y hagan oír su voz reclamando justicia.
Anunciar y mostrar todo lo positivo que hay en el mundo: desde una Madre Teresa hasta una maestra en medio del monte de Santiago del Estero.
Defender el derecho a la vida del que está por nacer y defender también el derecho a la vida del que ya la tiene pero la pierde día a día, acosado por la desocupación, el hambre, la enfermedad, la desesperación.
Denunciar todo lo que se opone a la justo, a la paz, aunque cueste más de un dolor de cabeza y, en algunos casos, hasta la vida misma.
No hacer el juego al consumismo voraz y saber ser, con nuestra vida y nuestra palabra, comunicadores de una forma austera y solidaria de vida.
Contribuir con todas las fuerzas para que todos, desde los más poderosos política y económicamente, hasta los más pobres y marginados, sepan que cada uno tiene una responsabilidad, proporcional a su condición, de trabajar activamente por el bien de su hermano.
Este es nuestro desafío áquí y ahora.
A los periodistas que se juegan por vivir una comunicación solidaria, en la verdad y la esperanza, como compromiso, como derecho, como pasión por la humanidad...


Qué bueno entonces que se refuerce esa visión profética del periodismo y que los nuevos comunicadores sociales egresados , así como los nuevos órganos de difusión y periodismo que nazcan o surjan en el avenir no olviden tan importante misión.

domingo, 11 de mayo de 2008

En el día de la madre: semblanza de mi mamá


“Culicagao ya le hablé…es que no me va a hacer caso?”, “le voy a decir a su papá que le pegue una muenda pa que aprenda”, eso decía cuando estaba brava o enojada con nosotros. “Tiene frío mijo…Tiene hambre?”, “No se le olvide la sombrilla”, “acuérdese de llamarme”…estas eran otras preguntas y recomendaciones de ella , en diversos momentos.
Son frases inolvidables, proferidas por nuestras progenitoras…Palabras que me dirigía la mía , pero que hoy en día ya no escucho porque está en la eternidad.
Mucho de lo que somos, se lo debemos a nuestras madres. Ellas moldean los hijos desde el vientre mismo, pues sus palabras, sus sentimientos, estados de ánimo infundirán mucho en nuestras vidas. Sus actitudes con nosotros serán definitivos en nuestro existir. Las madres nos moldean el tipo de mujer que en calidad de varones u hombres elijamos en el futuro y algún día entonces seremos pareja de esa mujer que nos enseñó mamá , de acuerdo al decir de Freud y Arjona.
En calidad de hijo mayor al que seguirían cinco mujeres, fue conmigo con quien mi mamá empezó a entrenarse para la maternidad. Fui su primogénito cuando apenas superaba los quince años.
Mi madre se llama María Nelly Jaramillo Cardona y ahora está al lado del Padre Bueno y Eterno. Y a lo largo de casi 33 años a su lado poco después de su resurrección escribía esto en mi diario:
“los primeros recuerdos de mi madre datan desde los cinco años de mi existencia. Trabajadora, temperamental, malgeniada y voluble, esa esla impresión infantil que guardo de mi mamá.
En la época escolar, cuando emprendía con mis dos hermanas menores la aventura del conocimiento de lo que era el mundo circundante, siempre vi en ella el motor, la promotora, la abnegada madre que incita a sus hijos a aprender, disponiendo día a día la comida, el vestido y todo lo necesario para una buena educación y un efectivo aprendizaje.
El sentido profundo del sacrificio, de la responsabilidad, fueron infundidos en mí por mi papá ( y mi abuelo también llamado Tomás Antonio, así como por el abuelo materno Fabio Jaramillo), pero mamá también tuvo mucho que ver con ello.
Quizás no era muy buena (tal vez por su formación de familia) para demostrar afecto y el amor a sus hijos; ella raras veces nos acariciaba y nos besaba, pero sus actos y palabras reflejaban mucho más que una sequedad y el rostro adusto, también aquello que s ele hacía difícil expresar de una manera más abierta.
Mamá nos enseñó a todos sus hijos y a nuestro papá, el gran valor que tiene ayudar a los demás y sobre todo a los más necesitados. Me enseñó a amar a Dios y a ver en la Virgen santísima otra mujer digna de veneración y santa. Mucho tiempo demoraría para asumir con seriedad estos afectos divinos y así corresponderles para dejarles producir frutos buenos en mi vida. Mas gracias a la persistencia de ella en su fe y a su fidelidad e incondicional amor a Dios y a la Iglesia , fue posible que después de una oscura, rebelde y confusa adolescencia , ya en mi juventud decidiera decirle Si al Señor y empezara de este modo mi formación sacerdotal en el SEMISIONES de YARUMAL.
A partir de allí, Dios nos dio entonces la gracia de mejorar nuestra relación madre-hijo, ello nos permitió estrechar más los vínculos y comunicarnos más seguido. Fueron decenas de cartas las que fueron y vinieron entre el seminario y la casa. Recuerdo especialmente cómo venciendo su apatía por escribir (no le gustaba porque le temblaba en demasía su mano derecha) confeccionaba sus misivas con trazos dificultosos , pero en ellos se dilucidaba un gran amor y ternura por su hijo mayor, el futuro “padrecito” que la llenaba de ilusión.
Sin temor a equivocarme, el hecho de que ingresara y perseverara en el Seminario hacía mi madre muy feliz. Esta ilusión, este sueño maternal se convirtió también en el mío, pues su oración me animó e impulsó , y yo vi también en esta senda, en ese proyecto la mejor opción de vida para realizarme y quizás ser feliz.
Hubo un receso voluntario durante cinco años en mi formación y lo más lindo fue que mi madre nunca me recriminó o pretendió presionarme coartando mi libertad en mis decisiones, no , muy al contrario ella siempre manifestó que quería lo mejor para mí y que cualquier cosa que yo decidiera (si eso me hacía feliz) también estaba bien para ella.
Desde su juventud, la enfermedad y el dolor fueron compañeros constantes de mi madre y a lo largo de su relativa corta vida sobre esta tierra, pues no tenía 33 años y ya sufría erisipela, complicaciones de presión arterial y diabetes. A los 43 años sufrió una caída que le causó fractura grave de cadera, hubo que operarla y esto sumado a lo anterior aceleró el camino hacia su ocaso. En tanto que ser humano y al igual que el Divino Maestro en la cruz, ante tanto sufrimiento, algunas veces profirió sus “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”.
En los últimos cinco años, todos sus seres queridos fuimos los testigos de su prematuro ocaso, sin embargo también en sus labios, en muchas oportunidades afloró la sonrisa, testimoniando alegría y aceptación de la Voluntad del Señor en su existir.
Estos sufrimientos fueron un crisol para purificarse, ellos se constituyeron en la unión a la pasión y al dolor de Jesús en la cruz, disponiendo de este modo su ser entero para el encuentro definitivo con el Dios de todo consuelo.

(publicado en el Boletín Informativo No 450 de los Misioneros de Yarumal , Medellín, mayo del 2002 )