viernes, 18 de junio de 2010

HOMENAJE ULTIMO A JOSE SARAMAGO

HA FALLECIDO ESTA MANANA EL GRAN ESCRITOR PORTUGUES




A los 87 anos de edad murió esta mañana el escritor portugués JOSE SARAMAGO, Premio Nobel de Literatura 1998.

Fue precisamente a finales de ese año que me encontré con su libro ENSAYO SOBRE LA CEGUERA, traducido al español y desde entonces me contagie de la fiebre mágica “saramaguiana”, quizás porque identifique ciertos rasgos semejantes en las situaciones que contaba cercanas a Camus y Sartre (que me fascinaban) , enfrentando cara a acara la tragedia, la muerte y el absurdo del mundo no dejando de dar visos de esperanza y lucha contra esos mismos "obstáculos".

Sabemos de Saramago su origen campesino, humilde y de escasos recursos económicos, sus padres no tenían tierra propia,  tuvo que abandonar sus estudios de escuela , pero en cambio se dedicó a ser autodidacta y dicen que se leyó toda la biblioteca pública de su barrio (en Lisboa)) en Portugal . Desde su juventud escribió los primeros textos  , dos novelas (“Tierra de pecado”  y  “Claraboya”  con un intervalo de un año (1947 y 1948) . La primera no tuvo el éxito esperado y  la segunda nunca fue publicada. Parece que esto desanimó un poco a nuestro escritor lusitano que abandono por 20 años el arte de escribir, aduciendo que no tenía nada que contar.

Ahora despues de la muerte no sabemos que habra encontrado nuestro escritor "ateo", porque aparentemente prescindia de Dios, pero nada mas lejos de la realidad o al menos hay que poner en sospecha, pues Saramago nunca deja de afirmar al ser humano, sobre todo al mas pobre, al marginado, al miserable y en este acto no es muy seguro decir que Dios desaparece o se pone totalmente al margen...Es quizás el dios que quería rechazar Nietzsche que no amaba igualmente Saramago ? 

Gracias abuelo sabio por tu obra, por tu genio y gran imaginacion a la hora de representarnos tu mundo, el mundo, este mundo que va, que continua girando ahora mismo sin ti...

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Escritor social

Novelista y poeta, José Saramago ha intentado siempre dar voz a los más pobres, teniendo en cuenta que en su infancia, conoció la pobreza, tanto en el campo, como en la ciudad de Lisboa a la que emigró su familia, siendo él niño, como bien narra en su obra Las Pequeñas Memorias. De ahí que se trate de un escritor comprometido que intenta mostrar y concienciar sobre la desigualdad y la injusticia, así como los valores básicos de la sociedad democrática. Otros temas como la sociedad de consumo, la muerte (o la inmortalidad) han estado presente en sus obras.

Obras más importantes de José Saramago

Sus libros más importantes podrían ser los siguientes: Ensayo sobre la ceguera, El Evangelio según Jesucristo, Todos los nombres, Ensayo sobre la lucidez, la Caverna, El viaje del elefante o Caín, entre otras. Sus enfrentamientos con las autoridades de la Iglesia Católica portuguesa, especialmente con su obra El Evangelio según Jesucristo (con una visión muy particular de la figura de Cristo) le llevaron a vivir en la isla de Lanzarote, donde ha fallecido. Esta obra fue censurada y prohibida en Portugal por su enfrentamiento con el Vaticano. De hecho, José Saramago ha tenido siempre una visión muy crítica con la Religión y las autoridades religiosas. Ateo, consideraba que la Biblia era un libro extremadamente violento, y que los hombres habían creado a Dios a la imagen del hombre.


 Leer más en Suite101: Ha fallecido José Saramago http://news.suite101.net/article.cfm/ha-fallecido-jose-saramago-a19445#ixzz0rDLV8IgA


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18 Jun 2010



José Saramago 
ha muerto hace unas pocas horas. Con él se va una voz que puso a los humildes en las páginas de la literatura; una voz dotada de un sentido ético insobornable (con sus errores, por supuesto, y quién no los tiene) y un estilo inconfundible. De Saramago nos quedarán para siempre sus libros. Paradójicamente, en sus últimas obras, las que escribió notando ya la cercanía de la muerte, mostró un sentido del humor que no aparecía en las anteriores. En la última, uno de los personajes centrales es Dios. Puede sorprender en un escritor ateo, pero se explica a la perfección por las preguntas que llevaba algún tiempo haciéndose sobre la vida y la muerte.

Hay quien arremete contra Saramago por su ideología comunista. Una ideología que en sus libros se plasma en una simpatía evidente por los humildes, protagonistas absolutos de sus novelas. Seres que sufren por la pobreza o son aplastados por las estructuras de poder. Criticar la literatura de Saramago por la ideología de su autor es una necedad semejante a despreciar la de Céline, Borges o Vargas Llosa por la suya. El autor de Ensayo sobre la ceguera, un novelista tardío, porque apenas escribió nada hasta los 60 años, ha sido y es uno de los más grandes.

Y, por si sus libros no fueran suficientes, dejó para la posteridad el más bello discurso pronunciado nunca en Estcolmo, durante una de las ceremonias de recepción del premio Nobel. El retrato de sus abuelos es una de las páginas más conmovedores que he leído jamás.

Si no tienen plan para este fin de semana, les propongo uno: lean a Saramago. Es otra forma, la mejor seguramente, de rendirle homenaje.


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Una pagina de Saramago sobre Dios:

El Factor Dios
José Saramago


En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá 'ver' cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados.Los hombres eran rebeldes.


En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo.


Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero.


En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras.


Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares.


Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta.


En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda.


El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez 'aquí estoy' cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado.


Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda- de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura.


Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar.
Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios.


Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana.


Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real.


A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir.


Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel.


Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente Links sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa. 


Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia.


Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella.


No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra...) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones.


Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.


Al lector creyente (de cualquier creencia...) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del `factor Dios´. No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose. 


José Saramago es escritor portugués, premio Nobel de Literatura





 http://www.cuervoblanco.com/factordios.html

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ÚLTIMA ENTREVISTA AL ESCRITOR

José Saramago: «Escribo para desasosegar»




En su última novela, 'Caín', el premio Nobel de Literaura planta cara al Creador sobre sus supuestas injusticias y crueldades

18.06.10 - 16:00 -



“Dios no es de fiar”, afirma Saramago. “Y en este libro lo demuestro”. El libro al que se refiere el Premio Nobel se titula Caín (Alfaguara), una novela que ha vendido 30.000 ejemplares durante su primera semana en librerías y donde el Premio Nobel portugués ajusta cuentas con el Dios de la Biblia, “un ser cruel, vengativo, injusto, soberbio y envidioso”. Para fundamentar estas calificaciones, Saramago se atiene a la “literalidad” de los textos bíblicos.
“Los teólogos y la Iglesia sostienen que hay que realizar una lectura simbólica de la Biblia si queremos entenderla; eso está muy bien, pero las lecturas simbólicas pueden tener trampa, pues sus interpretaciones son infinitas”. El escritor recordó la decisión del Hacedor de destruir Sodoma con azufre y llamas purificadoras. "Primero dijo que no la destruiría si encontraba en ella a 50 inocentes; luego fue rebajando la cifra a 40, a 30, a 20, hasta llegar a diez inocentes. Aún así no los encontró y la quemó. Y yo pregunto: ¿los niños no son inocentes?”
El autor de "El Evangelio según Jesucristo", que adelantó que no escribirá sobre el Corán, dijo que toda la Biblia está plagada de “incestos y carnicerías”. “Hay un estudio muy esclarecedor que registra los asesinatos que se cometen en la Biblia, y éstos se elevan, ni más ni menos, que a 1.700.000”. Se refirió, también, al controvertido episodio de Abraham y su hijo Isaac. "Para probar la fe y la sumisión de Abraham, Dios le pide que sacrifique a su hijo. ¿Cabe eso en una cabeza normal? ¿Puede haber un acto más tiránico y despótico que ése".
Público adormecido
El escritor no se considera un salvador de la humanidad, ni tampoco piensa que la literatura pueda lograr una hazaña semejante. “Sólo pretendo desasosegar”, precisó. “Hay mucha gente a la que veo adormilada, como aborregada, y es bueno que reflexionen, que no se dejen llevar por pautas establecidas”.
En Portugal, en el seno de la Iglesia, han saltado chispas, pero Saramago lo considera otro acto de gratuita injusticia. “Hablaban mal de la novela antes de su publicación y siguen haciéndolo ahora, cuando siguen sin haberla leído; me parece una absoluta falta de caridad hacia mí”. En tono irónico, argumentó que el éxito que está teniendo el texto (salió hace quince días y hay ya más de 300.000 ejemplares distribuidos en Portugal, España y América Latina) está contribuyendo a que se lea más la Biblia. “He visto ejemplares de mi novela con la Biblia al lado; solo por este detalle, la Iglesia tendría que estarme agradecida”.
A pesar de esa capacidad “sanguinaria y vengativa” que Saramago le atribuye a Dios, no considera que su libro sea incompatible con la fe. “La fe es un terreno que no trato en este libro; además la fe de los creyentes me inspira mucho respeto”. El Nobel se pregunta por qué y para qué creó Dios el universo. “No lo entiendo. Lo hizo en seis días y al séptimo descanso. A mí me parece, sin ánimo de faltar, que Dios, desde entonces, lo único que ha hecho ha sido descansar”.
El Premio Nobel comulga a pies juntillas con las palabras de su mujer, Pilar del Río, traductora al castellano de "Caín", cuando ésta asegura: “Las escrituras dicen que Dios nos creó a su imagen y semejanza, pero lo cierto es que fue al revés: es el hombre el que ha fabricado a Dios a su imagen y semejanza”. El propio Saramago escribe en el libro: “Dios, el demonio, el bien, el mal, todo eso está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él”.
http://www.elcorreo.com/vizcaya/rc/20100618/cultura/escribo-para-desasosegar-201006181555.html


Anónimo 06.Nov.2009 | 18:40
Como Nietzsche, Saramago se tiene una fijación psicológica y personal, (demasiado personal) con Dios. Lo culpó de la masacre de las torres gemelas y lo culpa de guerras y atrocidades que, me imagino, supone que no habrían existido sin ese "factor Dios", como lo llamó. Me imagino que su impotencia, frustración y ese tono tan personal contra la nada, vienen de la igualdad de condiciones que, desde el punto de vista filosófico, se encuentra tanto el creyente como el ateo. Afirmar o negar lo trascendente te coloca irremediablemente en un plano infinito, y desde ahí, es una necedad siquiera tocar el tema. Lo paradójico es que no se sabe , de qué habrían vivido Nietzsche y Saramago si Dios no existiera...

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Gustavo Quiceno