Texto del
Evangelio (Mt 9,35—10,1.6-8):
En aquel
tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas,
proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia.
Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y
abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La
mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe
obreros a su mies».
Y llamando
a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para
expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió
Jesús, después de darles estas instrucciones: «Dirigíos más bien a las ovejas
perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está
cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad
demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».
Reflexión
Un Mesías compasivo
Los grupos de intervención o ayuda humanitaria,
sin ninguna duda podrían estar de acuerdo con el adagio bien conocido de Jesús según
el cual “la cosecha (la mies) es abundante pero los obreros son pocos”. Porque
a pesar del progreso de la tecnología en nuestros días, el sufrimiento humano
es todavía casi infinito. Pensemos no solamente en el drama de la población del
Cuerno de África, con su desertificación, sequía y grande hambruna, también veamos
el sufrimiento de la gente en países como Colombia a causa del intenso y cruel
invierno…La pérdida del empleo en países desarrollados…O aun todavía, pensemos en el pueblo afgano y el pueblo iraquí que no han conocido sino
otra cosa que la guerra y las divisiones étnicas y religiosas profundas en el último
cuarto de siglo. Siempre hay escasez de obreros para curar las heridas de todas
esas personas y devolverles la esperanza.
Isaías y Jesús, todos dos han
conocido los estragos causados por la ocupación de un potencia extranjera en su país. Ellos conocían o sabían de lo que
hablaban y predicaban (sobre todo cuando hacían el balance del sufrimiento de
los suyos (de su pueblo) ) e igualmente sabían lo que expresaban al testimoniar
un Dios compasivo de sus sufrimientos …Ellos constantemente deseaban curar
(sanar, consolar) esas multitudes que erraban sin esperanza “fatigados y
abatidos como ovejas sin pastor”. Quien se atreverá a decir que en nuestros días
no se tiene necesidad de un Mesías así de compasivo?
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Gustavo Quiceno