jueves, 24 de noviembre de 2011

25 de noviembre del 2011: En los 130 años del nacimiento del Papa Juan XXIII


« El Papa Juan XXIII ha dejado en la memoria de todos la imagen de un rostro sonriente y de dos brazos abiertos para abrazar el mundo entero ». 
                                                                                                     (Juan Pablo II)


                                                                                                     
Nunca he ocultado mi admiración profunda en mis conversaciones, aunque quizás poco manifiesta en mis artículos escritos por el papa Juan XXIII.  

La primera referencia que tuve de su nombre fue a comienzos de los 80, y cercano al centenario de su nacimiento, que pasó desapercibido para mí en ese momento (25 noviembre de 1981), justo en aquellos días de finales de ese noviembre y con 12 años yo había terminado mi escuela primaria y seguramente ya estaba decidido por mis padres donde iría,  y por ende mi matricula estaría sentada en el Instituto Juan XXIII, que señalaría mis inicios en la educación secundaria dentro de aquel claustro.

El nombre claro que al principio no me decía nada, solo sabía mínimamente que había sido un papa, alguien muy importante dentro de la Iglesia hacia algún tiempo, y esto porque quizás el Padre Antonio Maria Hincapié, fundador y rector del colegio que llevaba su nombre (Juan XXIII) nos daba fugaces pinceladas de su obra y milagros.

Así pues un  conocimiento más profundo de la vida del pontífice lo adquiriría después, en 1988, justo cuando decidí interesarme más  intensamente por la historia de la Iglesia y de sus papas. Además de la lectura de libros biográficos, enciclopédicos e históricos sobre él,  me toco más que nada los testimonios de compañeros seminaristas, sacerdotes profesores y lo que retenía de documentales sobre su vida.  Estando en el noviciado en 1991, tuve la oportunidad de leer apartes de su famosa autobiografía: "Diario de un alma".

Junto al Papa Juan Pablo I (Albino Luciani) y Juan Pablo II (karol Wojtyla) es Juan XXIII (Angelo Roncalli ) quien completa el trio de mis pontífices admirados y o amados, y que han influido profundamente en mi vocación sacerdotal en los últimos 20 años.

Lo que más me ha llamado la atención desde siempre de Juan XXIII, es su sencillez descollante, su bondad, su optimismo y su alegría. Una de las primeras anécdotas que escuche de él a finales de los 90 fue esta (palabras más, palabras menos):

Dicen que pocos días después de haber sido nombrado papa, su cardenal acompañante lo abordo una noche, una vez dejo el  oratorio o la pequeña capilla poco antes de las 12 donde se encontraba el Santo sacramento y le dijo: «Su excelencia, debo decirle que su santidad Pio XII, acostumbraba velar y orar  hasta las 2 de la mañana, yo noto que usted se va a dormir un poco más temprano…» A lo que nuestro buen papa  le responde con sumo respeto y amabilidad: “mire su excelencia, antes de partir yo le digo a Jesús, Jesús,  Tu sigue cuidando de tu Iglesia, ella te pertenece, Tu eres el dueño de toso esto,  yo por mi parte me siento cansado y me voy a dormir…Hasta mañana!”


ANGELO GIUSEPPE RONCALLI, nació el 25 de noviembre de 1881, en Sotto Il Monte, pequeño país de la provincia de Bérgamo…siendo el cuarto de trece hermanos y hermanas y el tercero entre los hijos varones.

La familia Roncalli tenía fama de gran religiosidad y los hijos fueron educados en el ejemplo y disciplina familiares: Rosario y oración en familia, amor y concordia que acompañaban el duro trabajo en el campo…

Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889 y, en 1892, ingresó en el seminario de Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año de teología. Allí empezó a redactar sus apuntes espirituales, que escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos en el «Diario del alma».

Aquélla, sin duda, fue la escuela primera en la que Angelo fue forjando su personalidad, con la que luego cautivaría a sus feligreses y al mundo entero: sencillo, inmensamente generoso y amable, a la vez que vital y exigente, vino a ser como un padre para todos sus hermanos.

En su infancia, conjugando sus estudios con los trabajos agrícolas, Angelo asistió a la escuela de su pueblo.

Cumplidos los 17 años, al escuchar el llamado de Dios para servirle como sacerdote, ingresó al seminario en Bérgamo. Debido a su buen aprovechamiento, le fue concedida dos años más tarde una beca, que le permitió continuar sus estudios teológicos en el Instituto San Apolinario, en Roma. En 1904 terminaba sus estudios de teología, siendo ordenado ese mismo año. Su primera misa la oficiaría en la Basílica de San Pedro, en Roma.

Pronto volvió a su diócesis, en Bérgamo, donde trabajó como secretario de su obispo (1905−1914). Al mismo tiempo se desempeñaba como profesor de historia de la Iglesia y de apologética en el Seminario de su ciudad.

La primera guerra mundial interrumpió sus labores habituales, pues fue llamado a dar su apoyo en la pastoral sanitaria, siendo incorporado posteriormente al cuerpo de capellanes militares.

Terminada la guerra, el padre Roncalli volvió a sus antiguas ocupaciones, aunque pocos años más tarde, en 1921, el Papa Benedicto XV lo llamó a Roma para trabajar en la Congregación para la propagación de la Fe.

En 1925 recibía la ordenación episcopal de manos de S.S. Pío XI, quien desde entonces lo introduciría a las tareas diplomáticas nombrándolo Visitador Apostólico −y desde 1931, Delegado Apostólico en Bulgaria.

Nueve años después, en 1934, sería nombrado Delegado Apostólico para Grecia y Turquía. Su lugar de residencia, hasta 1937, sería Estambul, y posteriormente, Atenas. En esta última ciudad pasaría la mayor parte de la segunda guerra mundial, donde con ayuda de la Santa Sede y en contacto estrecho con la Iglesia Ortodoxa, se dispuso a prestar una significativa ayuda a la población nativa.

Aquellos años vividos en el Cercano Oriente le permitieron tener significativos contactos con miembros de las Iglesias Orientales, contactos que sin duda hicieron más cercanas las relaciones con la Sede de Pedro.

Su fructífera labor en Estambul hizo que Pío XII le enviase como Nuncio a Francia, en diciembre de 1944.

Sus denodados esfuerzos por apoyar al episcopado local le permitieron a la vez desarrollar nuevos métodos pastorales. Como Nuncio intercedió para que los prisioneros de guerra recibiesen un trato digno, logrando que aquellos que se preparaban para el sacerdocio, pudiesen seguir sus cursos de teología en Chartres.

En los años en los que permanece en París, el Nuncio conquistará Francia mediante su acogedora amabilidad, su comportamiento modesto y su caridad que abarca a todos sin hacer diferencias, así que llega a declarar abiertamente: "A menudo me encuentro más a gusto entre ateos o comunistas que entre algunos católicos fanáticos y fundamentalistas". Tiene relaciones de amistad y contactos con toda clase de gente, incluso con parlamentarios y hombres del Gobierno que pertenecen a partidos contrarios a la Iglesia, multiplica los contactos humanos mediante su brillante y prudente conversación, rebosante de calor humano. Por poner un ejemplo en una recepción diplomática, el Nuncio Roncalli se da cuenta que el embajador soviético está arrinconado y con cierto enfado. Se le acerca y empieza a hablarle de una manera muy rara para un diplomático: "Excelencia"- le dijo- "nosotros pertenecemos a dos campos opuestos; pero tenemos en común algo importante: la barriga. Ambos estamos un poco redondos…". Bolgomolov suelta una carcajada muy alegre y el hielo se rompe.

En 1952 fue nombrado Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU.
En enero del año siguiente fue nombrado cardenal y patriarca de Venecia, en donde, paternal y bondadosamente, siempre espontáneo y cercano en el trato con la población y con el clero, con un notable celo pastoral supo conducir a la grey encomendada a su cuidado por el camino de la virtud cristiana.

Tras la muerte de Pío XII, fue elegido Papa el 28 de octubre de 1958, y tomó el nombre de Juan XXIII. Su pontificado, que duró menos de cinco años, lo presentó al mundo como una auténtica imagen del buen Pastor. Manso y atento, emprendedor y valiente, sencillo y cordial, practicó cristianamente las obras de misericordia corporales y espirituales, visitando a los encarcelados y a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y creencias, y cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio, sobre todo sus encíclicas «Pacem in terris» y «Mater et magistra», fue muy apreciado.

Convocó el Sínodo romano, instituyó una Comisión para la revisión del Código de derecho canónico y convocó el Concilio ecuménico Vaticano II.

Para S.S. Juan XXIII cuatro habían de ser los principales propósitos de este gran Concilio:

Buscar una profundización en la conciencia que la Iglesia tiene de sí misma.

Impulsar una renovación de la Iglesia en su modo de aproximarse a las diversas realidades modernas, mas no en su esencia.

Promover un mayor diálogo de la Iglesia con todos los hombres de buena voluntad en nuestro tiempo.

Promover la reconciliación y unidad entre todos los cristianos.

Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, sobre todo las de los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de la bondad de Dios y lo llamó «el Papa de la bondad». Lo sostenía un profundo espíritu de oración. Su persona, iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz propia de quien confía siempre en el Señor.

Falleció la tarde del 3 de junio de 1963.

Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre del año 2000, y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre, recordando así que Juan XXIII inauguró solemnemente el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962.
Cuanto más avanzaba en la vida y en la santidad, tanto más conquistaba a todos con su sabia sencillez.

Se cuenta que uno de los primeros actos del papa al día siguiente de su elección, fue invitar a los periodistas encargados de comunicar al mundo sus hechos y gestas (gestos) de moderarse a la hora de emplear fórmulas de veneración protocolaria.

La sencillez fue destacable a lo largo de la vida del “Papa de la sonrisa”, del papa bueno, del “papa Juan”, como gustaba que le llamara el pueblo de Roma.

Siendo Monsenor Roncalli, Nuncio Apostólico  en Francia , gozó de una gran popularidad por su espíritu de acogida, su labor infatigable visitando las provincias eclesiales, atento siempre y listo para manifestar la presencia del Padre común a quien él representaba.

Se ganaba los corazones por su sonriente delicadeza al acoger. El seducía las inteligencias por la sabiduría, la lucidez de sus juicios.

Frases célebres del Papa bueno:

«Lo que más vale en la vida es Jesucristo bendito, su santa Iglesia, su Evangelio, la verdad y la bondad»

«No es el evangelio el que ha cambiado, somos nosotros que lo comprendemos mejor»

«Basta la preocupación por el presente; no es necesario tener fantasía y ansiedad por la construcción del futuro»

«Las pocas cosas que he aprendido de vosotros en casa -escribió a sus padres- son aún las más valiosas e importantes, y sostienen y dan vida y calor a las muchas cosas que he aprendido después».




El Papa Juan XXIII y los judíos

Joseph D'Hippolito

Fuente de prensa: 

Por casi 60 años una airosa controversia empañó la respuesta de la iglesia Católica Romana con respecto al Holocausto. De todas maneras, un evento reciente que pasó desapercibido ilustra otra parte de la historia.

El 10 de Julio en las cercanías de Buenos Aires, la Fundación Internacional Raoul Wallenberg bautizó un jardín de infantes con el nombre de Monseñor Angelo Roncalli. El jardín de infantes, parte de las adyacencias del Centro de la Comunidad Raoul Wallenberg, asiste a chicos de familias pobres. Entre quienes presidieron el acto estaba el Cardenal Walter Kasper, presidente de la Comisión Pontifical Vaticana para su Integración con la Comunidad Judía.

Roncalli – quien se convertiría en el Papa Juan XXIII – jugó un rol principal al salvar las vidas de miles de judíos mientras servía como Delegado Apostólico del Vaticano en Turquía durante la Segunda Guerra Mundial.

”Demasiada tinta y sangre se han derramado en la tragedia judía en aquellos años”, dijo Chaim Barlas, quién trabajó muy cerca de Roncalli como cabeza del Comité de la Agencia Judía de Rescate en Palestina. ”Pero de los pocos hechos heroicos logrados en el rescate de Judíos, uno de ellos pertenece el delegado apostólico Monseñor Roncalli, quien trabajó infatigablemente en su favor.”

La Fundación Internacional Raoul Wallenberg pidió al Museo del Holocausto en Israel la designación de Roncalli como ”Justo entre las Naciones”, un honor reservado a los no judíos que ayudaron judíos durante el Holocausto. El Rabino Simon Moguilevsky, jefe de rabinos en Buenos Aires, definió a Roncalli como, ”Un verdadero hombre enteramente creado a la imagen de Dios.”

Dado su comportamiento ejemplar Roncalli ganó el premio mucho antes del Holocausto. Como representante del Vaticano en Bulgaria de 1925 a 1934, trabajó activamente no sólo para servir las necesidades de la pequeña comunidad católica de Bulgaria sino también para reducir la intensa sospecha de la apabullante mayoría Ortodoxa.

Hay tres ejemplos claros. Nueve días antes del arribo de Roncalli a Bulgaria, un grupo de terroristas intentaron asesinar al Rey Boris III colocando una bomba en la cúpula de Sofía, la principal Catedral Ortodoxa. La explosión quebró la cúpula y esta se esparció sobre los fieles, matando a 150 y causando heridas a otros 300.

Roncalli visitó a los heridos en un hospital católico que ofreció cuidados gratuitos a todos, sin importar credo. Boris quedó tan impresionado que recibió a Roncalli a los pocos días – un gesto significativo, dado que Roncalli no poseía status diplomático; su título oficial era ”Visitador Papal”. El monarca probaría ser indispensable para Roncalli veinte años más tarde.

En Julio de 1924, Roncalli visitó un pueblo donde el sentimiento anti-católico estalló en violencia. Como Lawrence Elliott escribió en su biografía, ”Me llamarán Juan”: ”Él devolvió resplandores de hostilidad con amor. Luego predicó un sermón tan amistoso y absolutamente lleno de buenos deseos que el Vice Prefecto Ortodoxo, un anti Católico dueño de un salvaje carácter, lo visitó para pedirle disculpas.”

En 1928, una serie de terremotos devastó la parte Central de Bulgaria. Roncalli personalmente dirigió la distribución de alimentos y frazadas en las zonas más arrasadas, y hasta durmió en tiendas de campaña junto a los sin techo, ”consolándolos con su presencia cuando no tenía nada más que ofrecer”, escribió Elliott. Roncalli también solicitó fondos papales y privados para una gran cocina que alimentó a todos los damnificados por casi dos meses.

Seis años más tarde, el Vaticano envió a Roncalli a Estambul como delegado apostólico de Turquía y Grecia. Aunque no tenía ningún acercamiento diplomático con el gobierno secular de Turquía, Roncalli desarrolló relaciones cordiales con diplomáticos y oficiales siendo el único representante del Vaticano. Estos contactos resultaron vitales cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, entonces la neutralidad de Estambul se convirtió en un nido de intriga diplomática y espionaje.

La primera vez que Roncalli escuchó el ruego de Judíos en las zonas ocupadas por los Nazis, fue cuando se encontró con Judíos refugiados en Polonia, en Septiembre de 1940 – los ayudó a escapar hacia Palestina, por entonces una colonia Inglesa.

”Estamos lidiando con uno de los misterios más grandes en la historia de la humanidad”, escribió Roncalli sobre el Holocausto. ”Pobre niños de Israel. Diariamente escuchó sus quejidos a mi alrededor. Son familiares y comparten la tierra de Jesús. Que el Salvador Divino venga en su ayuda y los ilumine.”

Roncalli incluso transmitió su rabia a los Alemanes. Rechazó al embajador Alemán Franz von Papen, un devoto Católico que sugirió que el Papa Pío XII, conocido anti-Comunista, debía demostrar públicamente su apoyo por la invasión Alemana a la Unión Soviética.

”Y qué debo decirle al Santo Padre”, contestó Roncalli, ”de los miles de Judíos que han muerto en Alemania y Polonia a manos de sus compatriotas?”

Sin embargo, hasta von Papen resultó útil. Roncalli escribió al tribunal de Nüremberg que von Papen – uno de los últimos cancilleres de la República de Weimar que a duras penas escapó a la muerte en una purga Nazi en 1934 – ”me dio la oportunidad de salvar 24.000 vidas Judías.”

Con el aumento de la persecución racial, Roncalli apuró sus actividades. En Enero de 1943 trasladó el pedido de Berlas al Vaticano, preguntando si algún otro país neutral podía garantizar asilo a Judíos, para informar al gobierno Alemán que la Agencia Judeo-Palestina tenía 5.000 certificados de inmigración disponibles y para solicitar a la Radio del Vaticano que difundiera que ayudar a los Judíos era un acto de misericordia aprobado por la iglesia.

Aunque el Vaticano se negó, Roncalli permaneció firme. Con la ayuda de Boris, rey de Bulgaria, un reclutante del eje Aliado, Roncalli utilizó la Cruz Roja para salvar de la ejecución a miles de Judíos Eslovacos que habían sido deportados a Bulgaria.

En Febrero de 1944, Roncalli tuvo dos encuentros con el Rabino Isaac Herzog, Gran Rabino de Jerusalem. Herzog le pidió que interceda por 55.000 judíos presos en Rumania, otro país del eje Aliado. Aunque Roncalli notificó a Roma, solo 750 refugiados Judíos – 250 huérfanos – se salvaron al llegar su barco a Jerusalem.

”Los márgenes de habilidad de Roncalli ahora eran una cruel apariencia”, escribió Peter Hebblethwaite en su biografía. ”Quedaba muy poco lugar para maniobrar.”

Sin embargo en 1944, Roncalli lanzó su apuesta más arriesgada.

Ese verano, Roncalli recibió a Ira Hirschmann, una enviada especial de la Junta de Refugiados de Guerra Americana e inmigrante Húngara. Alemania invadió a Hungría en Marzo, y Hirschmann aportó notas sobre estadísticas y testigos de las purgas anti-Semitas.

”Roncalli escuchó atento mi relato del ruego desesperado de los Judíos en Hungría”, señaló más tarde Hirschmann. Luego acercó su silla y preguntó en voz baja, ”¿Tiene algún contacto con personas en Hungría para colaborar?”.

El monseñor había oído reportes sobre monjas Húngaras que distribuían certificados de bautismo a Judíos, en su mayoría niños. Oficiales Nazis reconocieron los certificados como legítimos y les permitieron dejar Hungría sin ser molestados. Roncalli planeó reforzar y expandir la operación – sin importar si los Judíos eran realmente bautizados. Hirschmann lo apoyó.

”Estaba claro que Roncalli consideró el plan antes de mi arribo”, recordó Hirschmann, ”y que creó un ambiente en el cual pude probar mis credenciales, mi discreción y mi habilidad para llevar a cabo la operación.”

Roncalli utilizó correos diplomáticos, representantes del papado y a las Hermanas de Nuestra Señora de Zion para transportar y emitir certificados de bautismo, certificados de inmigración y visas – muchas de ellas falsas – a judíos de Hungría. En un informe del 16 de Agosto de 1944, Roncalli ilustra al nuncio papal en Hungría la intensidad de la ”Operación Bautismo”:

”Dado que los ‘Certificados de inmigración’ que le enviamos en Mayo han contribuido a salvar las vidas de los Judíos a los que estaban destinados, he aceptado de la Agencia Judía en Palestina tres paquetes más, rogando que su excelencia los entregue a la persona a la que estaban destinados, Mr. Miklos Krausz.”

Miklos Krausz era Moshe Kraus, secretario en Budapest de la Agencia Judeo Palestina.

La ”Operación Bautismo” demostró ser tan efectiva que cuando los Soviéticos tomaron Budapest en Febrero de 1945, ”unos 100.000 judíos (200.000 en toda Hungría) resultaron ilesos”, escribió Elliott.

Para esa época, Roncalli se encontraba en su tercer mes como nuncio papal en Francia, considerada como la posición más buscada en el cuerpo diplomático del Vaticano. En 1952, Pío XII lo nombró Cardenal y Patriarca de Venecia. Seis años más tarde, Roncalli se convirtió en el Papa Juan XXIII y reinó hasta su muerte en 1963.

El pontificado de Juan XXIII es más conocido por el Segundo Concilio del Vaticano, que él inició para modernizar las prácticas y actitudes Católicas. Un resultado de ese Concilio fue la encíclica Nostra Aetate (”En nuestro tiempo”), que enfatizaba en las raíces Judeo Cristianas y fue pensado para reparar siglos de hostilidad entre ambas creencias. Algunos extractos:

”Dado que el patrimonio espiritual común a Cristianos y Judíos es tan grande, esta sagrada asamblea quiere recomendar y promover el entendimiento mutuo y el respeto que es el fruto, sobre todo, de los estudios teológicos y bíblicos como así también del diálogo fraternal.”

”Aunque la iglesia sea el nuevo pueblo de Dios, los Judíos no deben ser presentados como excluidos o acusados por Dios, como si ello saliera de las sagradas escrituras.”

”Además, en su rechazo de toda persecución contra cualquier hombre, la Iglesia, consciente del patrimonio que comparte con los Judíos y movida no por razones políticas sino por el amor espiritual de los Evangelios, denigra odios, persecuciones, muestras de anti-Semitismo, dirigido en contra de los Judíos en cualquier momento y por cualquier persona.”

Aunque Juan XXIII murió antes de que el documento se hiciera público, expresa teológicamente la valerosa actitud que demostró dos décadas atrás.
”Para Roncalli, quien se refirió al virtual genocidio Judío Europeo como seis millones de crucifixiones”, escribió Elliott, la misión para salvar Judíos de las manos de Hitler,”no fue de una sola persona, pero sí obligatoria en cualquiera que clamara amar a Dios y a la humanidad.”

Traducción: Enrique Borst


Entrevista al sobrino nieto del pontífice, el periodista y ensayista Marco Roncalli

ROMA, martes, 21 noviembre 2006 (ZENIT.org).- La historia del beato Papa Juan XXIII es todavía centro de un intenso debate y de numerosos lugares comunes que deforman su figura intelectual y espiritual.

Para hacer claridad sobre el tema, se acaba de publicar el libro en italiano de Marco Roncalli «Juan XXIII – Angelo Giuseppe Roncalli. Una vida en la historia» («Giovanni XXIII – Angelo Giuseppe Roncalli. Una vita nella storia»), de la Editorial Mondadori.

El autor es el sobrino nieto del Papa Juan XXIII, quien entre otras cosas ha sido también editor de la correspondencia (1933-1962) entre Loris Francesco Capovilla, Giuseppe De Luca e Angelo Giuseppe Roncalli, publicada este año por Ediciones de Historia y Literatura (http://www.storiaeletteratura.it).

La importante biografía del beato Angelo Giuseppe Roncalli será presentada en el teatro «Alle Grazie» de Bérgamo, Italia, el próximo 24 de noviembre por el arzobispo Loris Capovilla, que fue secretario del Papa Juan XXIII, y por monseñor Gianni Carzaniga, presidente de la Fundación Papa «Giovanni XXIII».

Para profundizar en toda la aventura humana y espiritual de Angelo Giuseppe Roncalli y explorar las reales expectativas del Papa sobre los problemas de la fe y el anuncio del Evangelio, Zenit ha entrevistado a Marco Roncalli.

–¿Cuáles son los lugares comunes que pretende desmentir sobre la historia humana y espiritual del beato y amadísimo pontífice Juan XXIII?

–Marco Roncalli: Diría que son muchos. Emergen con claridad si se revisan con atención todas las fuentes de Angelo Roncalli, en especial aquellas inéditas: pienso en ciertos cuadernos juveniles, en las agendas o diarios, en algunos epistolarios y colecciones de homilías, pero me refiero también a documentación relativa a su figura, que ha emergido en varios archivos y conocida por pocos especialistas en los congresos más recientes.

Y podemos empezar desde lejos. Pensemos en el gastado cliché de un Roncalli campesino, casi depositario de una sabiduría ancestral. Es verdad que las raíces son importantes, su familia también, pero no olvidemos que entró siendo niño en el seminario y aquella fue su nueva familia. El seminario formó al hombre y al hombre de Iglesia.

En suma, la extracción social de Roncalli no es un hecho secundario (si bien común a gran parte del clero septentrional italiano a comienzos del siglo XX): derivan probablemente de allí cierta tenacidad y constancia, unidas a un fuerte sentido práctico y al respeto de los tiempos necesarios en cada ciclo (emblemáticamente, el momento de la «siembra» y el de la «cosecha» o la «fidelidad a la tierra»), todos elementos de su carácter. Y de ahí deriva también una cierta armonía entre naturaleza y sobrenaturaleza, un modo de vivir el presente mirando al futuro con una confianza incondicional en la providencia de Dios. Pero, repito, el cliché de Roncalli producto exclusivo de una cultura campesina, o del chico del campo llegado a Papa que no olvida a los «últimos», como si justo las raíces de Roncalli «sic et simpliciter» pudieran explicarnos todo, no se sostiene por sí solo. En cambio, empezando por los años del seminario, sin romper o atenuar el lazo con los suyos y su tierra, madura pronto en él la conciencia de ser miembro de la Iglesia universal. Elegido Papa, dijo enseguida que su familia era el mundo.

Otro cliché es el de un Roncalli demasiado sencillo, mientras que quien estudia su vida tiene ante sí una figura compleja, pero una figura en la que la cultura ha tenido un papel importante, los estudios, los encuentros con escritores, filósofos, teólogos, etc., a lo largo de toda la vida.

Así, explorando los archivos, encontramos a un jovencísimo Roncalli que es ciertamente el conocido hasta ahora por «Diario de un alma», su compendio espiritual, pero también un seminarista muy sensible, atento a los horizontes más vastos de la cultura de su tiempo. Lo vemos en el alba del siglo XX, consciente de la relación problemática entre tradición y renovación, de la necesidad de una progresiva atención de la Iglesia a las nuevas instancias culturales.

Quien, por ejemplo, lee un cuaderno suyo de apuntes inéditos titulado «Ad omnia», ve cómo se interroga no sólo sobre el fenómeno del «modernismo», una tempestad a través de la cual pasa también él, sino también sobre el «americanismo»: monseñor John Spalding, John Ireland, el cardenal James Gibbons, con sus hipótesis eclesiológicas, su concepción de la confrontación ineludible entre el cristianismo y la modernidad.

Otro punto: a menudo se ha hecho pasar al Papa Juan por un Papa débil, que sufría. En cambio, basta leer sus agendas o diarios para darse cuenta de cuánto sabía moverse con decisión. Algunos biógrafos han dicho que Juan XXIII leía en el último minuto textos preparados por otros. Es totalmente falso. Varias notas de diario documentan jornadas enteras dedicadas a escribir de su puño y letra discursos. Escribe por ejemplo el 28 de junio de 1962: «Jornada de vigilia de San Pedro: dedicada totalmente a preparar el discurso en San Pedro después de las Vísperas. Me costó un poco el componerlo, palabra por palabra como hago, y todo yo mismo en estas circunstancias. Pero en fin, aunque no siempre esté encantado conmigo mismo, estoy contento de cumplir una función, y de transmitir al clero y a los fieles un sentimiento que es totalmente mío. Papa lo soy por voluntad del Señor que me es buen testimonio: pero ser un papagallo que repite de memoria el pensamiento y la voz de otros verdaderamente me mortifica».

Ciertamente había nacido –por utilizar un eslogan– «para bendecir y no para condenar», pero su ser humilde o amable no equivalía a ser débil o acomodaticio. Ciertamente era menos «decisionista» que su predecesor, sin embargo dejaba a un lado la mansedumbre cuando se convertía en una coartada para los demás.

Pienso en mayo de 1962, cuando tenía lugar la llama crisis de la exégesis bíblica, y dada la inactividad de la homónima comisión, por no hablar de las fricciones respecto al trabajo del cardenal Agostino Bea, cada vez más activo en la preparación del Concilio, escribió al cardenal Eugenio Tisserant una carta que parece un ultimátum: «O la comisión bíblica se mueve, trabaja y provee, sugiriendo al Santo Padre medidas oportunas a las exigencias de la hora actual; o vale la pena que se disuelva y la autoridad superior provea ‘in Domino’ a una reconstitución de este organismo. Pero es necesario absolutamente quitar la impresión sobre las incertezas que circulan por aquí y por allá, y no honran a nadie, de temores acerca de posturas netas que conviene tomar sobre orientaciones de personas y escuelas […] Sería motivo de gran consuelo si con la preparación del concilio ecuménico se pudiera lograr una comisión bíblica de tal resonancia y dignidad que se convirtiera en punto de atención y de respeto para todos nuestros hermanos separados que, abandonando la Iglesia católica, se refugiaron como refugio y salvación bajo las sombras del Libro sagrado, diversamente leído e interpretado».

Este dato emerge también en las relaciones con sus colaboradores. Cuando alguno hacía algo que no le gustaba aún atento a salvaguardar las relaciones, no temía darlo a entender a su interlocutores.

Sucedió especialmente con el cardenal Alfredo Ottaviani, pero también con el cardenal Angelo Dell’Acqua. ¿Un ejemplo?

Este último, al día siguiente de la crisis del gobierno italiano del invierno de 1961 centrada en Fanfani– se dio cuenta de que el Papa está más bien frío con él. ¿Motivo? Se vino a saber que el sustituto de la Secretaría de Estado Dell’Acqua había comido en casa de Fanfani y la cena familiar se convirtió gracias a los chismes de la Curia, en un encuentro para la definición del equipo de Gobierno con el papel relevante de Dell’Acqua. La pronta clarificación del sustituto fue ocasión para que el Papa se desmarcara de las cuestiones políticas italianas: «¡Me habían dicho otra cosa y lo siento! Nosotros no podemos ocuparnos en cuestiones que corresponden exclusivamente al estado italiano; no somos nosotros quienes debemos intervenir en esta materia, ¡compilar una lista! Estaba dispuesto a retirarle mi amistad».

Los ejemplos con Ottaviani son más numerosos. Y así Juan XXIII interviene directamente ante Ottaviani, cuando está preocupado de la identidad del Santo Oficio que corre el riesgo de no ser ya como escribe en su diario ese «monasterio de estrechísima clausura, dejado a su tarea, severo ciertamente pero reservadísimo, en cuanto concierne a la vigilancia, la custodia, la defensa de la doctrina y de los preceptos del Señor», que deja de ser la «Suprema Congregación de la que el Papa es el verdadero Superior» y «de cuya autoridad todo debe depender y de derecho y de hecho depende, al menos en los asuntos más importantes y significativos», sino el «baluarte» en torno al cual, aún en la perspectiva de defender los valores cristianos, se acaba por hacer política de poca monta…

También recientemente se ha hablado de un Papa ingenuo ante Nikita Jruchov [secretario en ese momento del Partido Comunista de la Unión Soviética, ndr.]. Leemos lo que escribe Juan XXIII en el diario el 20 de septiembre de 1961, después de que por primera vez, comentando el radiomensaje papal del 10 de septiembre, el líder soviético hablaba bien del Papa. Este es su comentario íntimo: «Por la tarde en la televisión dan la noticia de Jruchov, el déspota de Rusia, sobre mis llamamientos a los hombres de estado por la paz: respetuosas, calmadas, comprensibles. Creo que es la primera vez que las palabras que invitan a la paz de un Papa hayan sido tratadas con respeto. Creerse la sinceridad de las intenciones de quien tiene a gala profesarse ateo y materialista, aunque hable bien de la palabra del Papa, es otra cosa. Mientras tanto, mejor esto que el silencio o el desprecio. ”Deus vertat monstra in bonum”». ¿Puede bastar?



REFERENCIAS




Acá se pueden ver dos videos gratis  de  películas completas sobre la vida de Juan XXIII:






martes, 22 de noviembre de 2011

Un nuevo año litúrgico comienza el próximo domingo 27 de noviembre del 2011



Nos sumergimos en el Adviento. Del latin “adventus”  que quiere decir “evento” o “venida”. 

4 semanas centradas en una VENIDA, la de Cristo al final de los tiempos, la de Cristo en lo cotidiano de nuestras vidas, aquella de Jesús hijo de María de quien celebraremos el nacimiento en NAVIDAD.

Todo esto hace parte de un solo y mismo proyecto de Dios: venir a nosotros, de su propia iniciativa, para llevarnos nuevamente a Él para siempre. Dios quiere darnos el sabor (o gusto) del avenir, del ir hacia adelante…Porque desde hace tiempo atrás nos atrae hacia Él.

El adviento es un tiempo de alegría, una ocasión de destacar los indicios de la venida de Dios. Una venida que no es solamente un evento del pasado, sino sobre todo un evento a suceder (a venir).

De otro lado, la palabra de Dios proclamada durante estas semanas está particularmente impregnada de esperanza que reconforta.  Ella anuncia la alegría en un mundo donde a menudo las malas noticias abundan.

Acá les compartiré día a día, algunas capsulas de meditación durante las 4 semanas del Adviento y el tiempo de Navidad. Cada semana del adviento tendrá su acento particular: el gusto del avenir, el precursor, la alegría, y finalmente una preparación más intensiva ante la cercanía de la navidad. Cada sábado, ustedes encontraran un corto texto para reforzar la oración, preguntas y sugerencias para encarnar el hilo conductor de la semana que se termina.

Ustedes vienen  conmigo?  Vamos…Avancemos…Adelante!

martes, 15 de noviembre de 2011

20 de noviembre del 2011: Domingo, Fiesta de Cristo Rey

A guisa de introducción:

« Cristo Rey del universo » es el nombre de la celebración de este último domingo del año litúrgico ciclo A.
Y en la frase puede haber un pleonasmo, es decir una repetición de una repetición: como decir salir para afuera, entrar para adentro, etc.  Cristo significa ungido, el Mesías, que viene a ser sinónimo, un príncipe o rey quien ha sido empapado con aceite o ungüento para significar su elección por Dios para dirigir, gobernar, liderar sobre el mundo, la sociedad, la naturaleza…
El gobierno o régimen del rey se le conoce como monarquía.
El término monarquía proviene del griego μονος (mónos): ‘uno’, y αρχειν (arjéin): ‘gobierno’, traducible por gobierno de uno solo. A ese único gobernante se le denomina monarca o rey (del latín rex) aunque las denominaciones utilizadas para este cargo y su tratamiento protocolario varían según la tradición local, la religión o la estructura jurídica o territorial del Gobierno. (www.wikipedia.org)
EL problema con esta expresión o palabra REY es que se presta para ambigüedades, malos entendidos e inclusive puede aparecer anacrónico: pues las monarquías existentes en el mundo de hoy son tan pocas y por ende poco conocidas (Liechtenstein, Arabia Saudita, Brunéi, Catar, Omán y Suazilandia). En algunos países solo existen como adorno o honorarias pero con poca incidencia en las repúblicas participativas o democráticas (a  ejemplo de Bélgica y el Reino Unido).
Los reinos más memorables para nosotros son quizás aquellos bíblicos, como la de los famosos David y su hijo Salomón en el Antiguo Testamento o los de la dinastía de los Herodes en el nuevo testamento.
Los reyes de los reinos como aquellos de  los cuentos de hadas de la edad media, donde  el rey vivía en un inmenso y bello castillo, con muchos sirvientes y casi siempre tenían una hija princesa infeliz, enferma y siempre bella que buscaban el amor de un príncipe…
Ahora entonces podríamos imaginarnos a Cristo Rey  con su poder y cetro mandando, imponiéndose a la fuerza…haciéndonos una imagen falsa de su manera de dirigir…
Hoy considerando las formas de gobierno que se han instaurado en el mundo, deberíamos preferir la democracia (gobierno participativo del pueblo) a la monarquía.
El  teólogo latinoamericano Pablo suez ha propuesto cambiar el término “reino de Dios” por democracia participativa del Reino de Dios.  Y quizás purificar la idea errónea de la forma como adviene o advendría esa soberanía de Cristo y o su Padre Dios.
Pero lo que menos importa acá son los términos o el vocabulario desactualizado o trasnochado o ambiguo…
Lo que esta fiesta quiere subrayar simple y llanamente es que el mundo será otro, un mundo alternativo, más luminosos y libre  cuando Cristo y su evangelio (Buena Noticia)  sean el centro y o primera preocupación de nuestras vidas, cuando le dejemos a Él dirigir nuestros pensamientos, palabras, gestos y o acciones.
Y según el evangelio que leemos hoy  llamado del “juicio final”, Jesús es un rey de compasión, su nombre es ternura, y quiere que todos los hombres y mujeres de la tierra sin mirar ninguna religión o pertenencia ideológica o cultural le imitemos…
Se creía quizás que el juicio se realizaría con base en acciones  destacadas y  hechos heroicos o de gran santidad, o por los comportamientos de conducta moral y religiosa. De hecho, se trata de gestos de todos los días, de gestos que realizan los padres por sus hijos todos los días, la gente ordinaria por sus vecinos, gestos de solidaridad, de gentileza, de acogida, gestos que pueden ser realizados por todos y cada uno y que una multitud realiza de manera efectiva y sin por tanto gritarlo (proclamarlo) a alta voz.
El reino o la “democracia” de Dios se establecerá  nada más que a punta de compasión y servicio…en una palabra a pulso,  impulsos e inspiraciones del amor.

El buen uso del Reino  
Las sociedades son difíciles de dirigir. El descontento del pueblo es evidente en ciertas regiones. Lo hemos visto este año en Túnez, En Egipto, en Libia y los países vecinos, allá donde las poblaciones de jóvenes parecen ahogarse bajo el peso de regímenes autoritarios. En otros países como el nuestro, por lo tanto dotado de instituciones democráticas importantes, la indiferencia parece tener el protagonismo.  ¿Para qué sirve eso?  Se pregunta la gente. Finalmente se vuelve a  caer en lo mismo. Mientras que en otras partes del mundo la gente  muere por reclamar simplemente el derecho al voto, acá parece que uno se desinteresa cada vez más por el sufragio y o el derecho democrático. Existe en algún lado una autoridad legítima?
En una parábola inagotable, Jesús muestra la dirección a seguir: “yo tenía hambre y ustedes me dieron de comer, yo tenía sed y ustedes me dieron de beber”. Esto es válido para todo  mundo, para nosotros los simples creyentes que somos como  para los dirigentes de empresas y los jefes de Estado.
De otro lado, la lista mencionada por Jesús no es ni limitada, ni exhaustiva.  Estos son ejemplos que podemos multiplicar en nuestra vida: mi hijo lloraba en la noche, y yo me levanté para consolarlo y cuidarlo. Mi anciana madre no podía moverse más y yo le he ayudado a bajarse de la cama para sentarse en el sillón. Nuestros vecinos tenían necesidad de amistad y nosotros nos les hemos acercado y hemos entrado en relación con ellos. En la parroquia se buscaban voluntarios para enseñar la catequesis y yo acepté esta responsabilidad. Mis colegas de trabajo tenían necesidad de ser defendidos y yo tomé responsabilidades sindicales y políticas. El tercer mundo nos solicitaba y yo he participado en campañas mundiales contra el hambre (o la hambruna)…Mi cónyuge, mis hijos, mis amigos, mis vecinos…me necesitaban y yo he estado atento.
Jesucristo Rey? Por qué no? Su Reinado llega cada vez que las personas más vulnerables son tenidas en cuenta. Él viene para los creyentes y los no creyentes, a veces en medio de situaciones donde la esperanza parece imposible. El instaura la revolución del amor y del servicio hasta el fin de los tiempos.
El buen uso del Reino está en nuestras manos.


APROXIMACIÒN PSICOLÓGICA

Eso  algo cambia…

Acá  “la fe en el hombre está identificada con la fe en Dios”. Es este un comentario que años atrás habría chocado por su ambigüedad. Pero de hecho, hay un paralelo admirable entre creer en la capacidad de Dios de surgir progresivamente en la vida de todo hombre, hasta el día en que el Cristo cósmico será “todo en todos”, y creer en la capacidad del hombre de surgir progresivamente desde sus dificultades que lo aprisionan a un nivel  pre humano.
En otras palabras si creo que Dios existe y que Él está presente en el hombre, yo creo al mismo tiempo que esta presencia llevará al hombre a deshacerse (liberarse) de todo aquello que le destruye.
Si yo no tengo fe en que alguien puede librarse, salir adelante, de acuerdo a un escenario que yo puedo prever (liberación económica, liberación social, liberación psicológica…) o según un escenario que me es difícil de imaginar, entonces yo lo abandono a su sin sentido, o bien yo le doy un vaso de agua, no para aligerar (calmar)  su situación (de él) sino para tranquilizar mi conciencia.
Mas, si yo voy a visitar alguien en su prisión, si yo acojo un extranjero, si yo le doy de comer a alguien que tiene hambre, es que yo creo, clara o confusamente que él puede salir adelante, que hay para este hombre un “más allá” de su prisión, de su separación de la comunidad, de su hambre. Y esto sin importar el punto de la historia donde se situé ese “más allá”: más allá del hambre, esto puede ser después que el hombre haya terminado de comer, si yo soy pragmático, esta puede ubicarse después de la revolución, cuando la sociedad habrá hecho estallar sus contradicciones, si yo soy socialista , o comunista (marxista), o este podrá ser cuando el Reino llegara a su plenitud, si yo soy cristiano. De otro lado, estas perspectivas están lejos de excluirse  las unas de las otras.
Es necesario una FE, sin importar su contenido, para estar convencido que la situación del hombre es mejor después del vaso de agua  que antes, para creer que mi intervención en la historia por más insignificante que aparezca a ojo desnudo, puede cambiar algo. Y al pensar bien con un retroceso suficiente, uno se da cuenta que saciar un sediento, sonreír a un extranjero y militar en un partido de trabajadores, esto reviene a la misma apuesta, esto se desprende de la misma opción: la fe en un mejor Estado después del vaso de agua o la sonrisa que antes, en una sociedad mejor después de la toma de poder  por el partido obrero  que antes. Y esta fe no está lejos de aquella que Jesús nos demanda cuando nos dice: amen (pero verdaderamente) y crean que todo el resto va venir: “busquen el Reino y la justicia de Dios, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mateo 6,33): apliquen los medios para amar verdaderamente, en actos y las cosas cambiaran inevitablemente…
Esta profecía es entonces eminentemente política, puesto que ella funda y llama al compromiso del creyente (hombre y mujer de fe) en la historia. Jesús me dice que eso cambia algo y lo que yo hago por mi hermano mucho más todavía puesto que Él es sensible ante cada una de mis intervenciones.
Es solamente en la medida que nosotros  aceptemos hacer lo que nos corresponde que vamos a representar un real poder de transformación de la cultura. Cuando nosotros obedecemos a Jesús,  tenemos un impacto real sobre los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Esto no genera la primicia de los noticieros de televisión, pero su influencia es absolutamente real.
El Reino de Dios no es un ideal sino una decisión histórica de Dios que Jesús anuncia y sobre todo que el culmina (realiza) en su propia persona.
Reconocer que Cristo es el Rey del Reino de Dios a través de su muerte y su resurrección, tiene al menos dos consecuencias para el cristiano: Por aquí, este último llega a ser fundamentalmente  libre ante toda realeza (o poder) terrestre; de otro lado, él no sabría identificar la Iglesia con el Reino que vendrá, mismo si ella lo anuncia, le sirve y lo comunica.
Sin ambición de poder:
En la época de Jesús, los judíos esperaban la instauración del Reino de Dios. Y por tanto él estaba ya presente ahí. Pero ellos no lo veían. El había tomado otra forma distinta a la que esperaban. Jesús no vino para establecer un Reino ordinario. Él mismo, en calidad de rey, no podía ser equiparado o puesto entre los grandes de este mundo. El no buscó ensalzarse. El permaneció humilde entre los humildes y los débiles. Esta ausencia de signo exterior de poder dejo una grande impresión de que el Reino no estaba todavía allí presente. Y por tanto él estaba ahí, como una realidad escondida en el corazón de un pequeño número de individuos.
Dondequiera que hombres y mujeres se arrepentían de sus pecados, ponían su confianza en Jesús y le obedecían, el Reino se extendía un poco más.
Cuando reflexionamos sobre el impacto de los cristianos sobre la sociedad, es de capital importancia comenzar por recordar que el Reino de Dios no tiene ni  los medios ni las ambiciones de los reinos de este mundo. Pero a pesar de su aparente fracaso porque no es visible, sabemos que Cristo ha recibido de Dios todo poder en el cielo y en la tierra. Cristo reina. El Reino de Dios es un hecho bien real! Pero, entonces, como explicar por qué no se le percibe lo suficiente (de modo aventajado)  la existencia de este Reino en el mundo? Tenía Jesús realmente la ambición de transformar la sociedad? Querria Él con la extensión del Reino, cambiar el mundo?
Cambiar la sociedad cambiando los corazones :
Leyendo los evangelios de manera superficial, uno podría dudarlo. Así, Jesús no llamó al pueblo judío a rebelarse contra la ocupación romana. El apóstol Pablo no incitará tampoco los numerosos esclavos de su tiempo a sublevarse y rechazar la autoridad de sus amos. La autoridad de Jesús no lleva a otra transformación que la salvación del alma? El Reino no es más que Reino espiritual, sin ningún efecto transformador sobre la sociedad? No! Pero Cristo concibe  la transformación de la sociedad distinta a como la concibe el mundo. En lugar de proponer a los hombres una simple reorganización de la sociedad en sus estructuras, Él invita a una transformación radical del corazón del ser humano.
EL hace que los hombres estén atentos a las pasiones que forjan sus miserias. El llama a un cambio total de la persona humana para que nazca una sociedad nueva a través de la cual Él pueda reinar.
Mostrarnos distintos  (estar al margen) en nuestra manera de vivir :
Si nosotros reconocemos a Jesús como nuestro rey, si El reina en nuestra vida, tenemos entonces la responsabilidad de manifestar su carácter por nuestra manera de vivir, Cuando la gente nos observa, que ellos puedan decir: “Es un cristiano, yo puedo entonces confiar en él?” Es que el conjunto de la población podría espontáneamente declarar que los cristianos del país son más honestos en los asuntos de negocios, más conscientes y leales en sus compromisos, más fieles a su conyugue, etc? Si los cristianos decepcionan regularmente las esperanzas de la gente alrededor de ellos, la Iglesia tendrá menos impacto sobre la sociedad…
De otro lado, si reconocemos que Jesús es soberano sobre todo lo que existe, entonces Él está también presente y vivo en el mundo. Es por ello que nosotros estamos llamados a trabajar por la transformación de este mundo, sea anunciando el evangelio sin vergüenza, manifestando el amor y la compasión hacia nuestro prójimo (Jesús nunca disoció el anuncio del evangelio de la compasión), o tomando de todo corazón el mandato cultural que Dios nos ha confiado; nosotros somos en efecto, responsables de la manera cómo manejamos  los recursos naturales. También nosotros somos responsables del bienestar de todo ser humano,  ya sea o no  creyente, ejerciendo todo tipo de actividades de acuerdo con los valores y la visión cristianas que tenemos de la vida.
San Juan Crisóstomo hace la aclaración con mucha fineza al decir que el Señor pide gestos bien modestos. No se dice que aquel que tiene hambre es saciado, que el enfermo es sanado, que quien está en prisión es liberado. Lo importante y que cuenta verdaderamente es hacer algo, así la acción sea pequeña o aparentemente insignificante.
Durante este encuentro con Cristo, Dios no nos juzgará. Nosotros mismos nos  juzgaremos a lo largo de toda nuestra vida. Dios no hará que develar (descubrir) lo que estaba “escondido” en cada una de nuestras jornadas. Aquel día, el Señor nos ayudara a verificar si hemos sido realmente humanos con los otros.
De hecho, el examen no producirá grandes sorpresas. Nosotros podemos conocer los resultados de avance puesto que conocemos la materia del examen. El profesor nos ha dado las preguntas y nos ha indicado las buenas respuestas. Contrariamente a lo que ocurre cuando presentamos nuestros exámenes académicos, los más inteligentes, los más estudiosos, los más favorecidos no tendrán ventajas específicas. Todos pueden aprobar este examen final, sin distinción de raza, de religión, de cociente intelectual, de estrato social. Cristo no nos preguntará si tenemos diplomas de una universidad prestigiosa, si hemos sobresalido en una brillante carrera, si hemos ganado mucho dinero, si pertenecemos a una clase favorecida, si tenemos la carta de un determinado partido político.
La escena del juicio final no tiene por objetivo sembrar el miedo y el terror. Es una invitación a preocuparnos del momento presente. Es ahora que comienza la eternidad, es ahora que nosotros podemos dar de comer a aquellos y aquellas que tienen hambre, visitar aquellos que viven en soledad, ayudar a nuestros vecinos que tienen necesidad de nuestra ayuda, consolar aquellos que están de luto (haciendo duelo). Es ahora que podemos asegurar nuestra amistad con Dios.
« Cada vez que ustedes  le hicieron una obra de caridad a uno de estos pequeños, es a mí que ustedes la  hicieron »


REFLEXIÓN (2)    (www.feadulta.com)
Viniendo al evangelio de hoy. Después de haber hablado para su comunidad durante muchos capítulos, Mateo amplía ese marco y habla para todas las naciones. Los judíos creían que Dios les aceptaría a ellos y rechazaría a los paganos. Mateo hace otro planteamiento muy distinto: pertenecen al Reino todos los que se han preocupado de los débiles.
El Reino ‘que es Dios’ se hace plenamente presente cada vez que un ser humano actúa desde su verdadero ser. Lo hizo presente Jesús y lo hizo presente Teresa de Calcuta. Que el Reino se haga presente aquí y ahora, depende exclusivamente de ti. Ni siquiera es imprescindible reconocer a Cristo, basta salir al encuentro del hermano que te necesita. Todo ser humano que haya desplegado su verdadera humanidad, hace presente el Reino. Lo único que se tiene en cuenta a la hora de valorar a un ser humano es su humanidad.
 Esta parábola no necesita ninguna explicación. Sólo tener en cuenta que se trata de un lenguaje escatológico que no podemos entender literalmente. Nos habla de un común denominador para todos los que quieran pertenecer al Reino.
 Fíjense bien, que en esas exigencias no aparece, ni por asomo, connotación alguna religiosa. La pertenencia o no al Reino, no depende de una actitud religiosa, sino de una actitud vital con relación a los débiles. Lo único que se nos pide es la preocupación por el otro.
 Es una pena que lo escuchemos como quien oye llover. No se nos preguntará si estoy bautizado, si he ido a misa, si he confesado, si he comulgado, si he creído todos los dogmas, etc. Aquello a lo que nosotros damos tanta importancia, Dios no le da ninguna. El servicio al otro, que es lo importante, no queremos descubrirlo, porque nos obligaría a vivir de otra manera.
 En esta parábola podemos encontrar la clave de la encarnación. Dios no se hace un hombre, sino que se hace hombre. El que juzga es el Hombre, el punto de contraste para valorar una vida humana es la similitud con Jesús “el Hombre”. No tenemos que esperar ningún juicio que se me imponga desde fuera. Mis actitudes van manifestando en cada momento el grado de identificación con el modelo de Hombre. En la medida que me identifique con el modelo, me salvo; en la medida que me separe de él, me voy condenando. No esperes a ser juzgado en un hipotético último día. Este evangelio te está juzgando ahora.
 No se trata de esperar que Dios me recompense. La clave para salir de la dinámica de toma y daca con relación a Dios, está en que lo que hacemos con los hambrientos no es más que la manifestación de que hemos descubierto y hecho nuestro el Reino que es Dios. No llegamos al Reino por hacer esto o dejar de hacer aquello, sino que nos inclinamos al necesitado porque hemos llegado al Reino. No es lo que hagas por Dios lo que te va a salvar. No nos hagamos ilusiones: si no te preocupas del otro, no estás en el Reino.
 Hemos conseguido un cristianismo cómodo colocando a Dios en el cielo. Sería demasiado peligroso descubrir a Dios encarnado en cada uno de los seres humanos que nos rodean. Pero no hay escapatoria. Dios es encarnación y lo tenemos que descubrir en las criaturas. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.
 La pregunta de los rechazados deja bien claro que, si hubieran descubierto la presencia de Dios en el necesitado, lo hubieran socorrido.

 Meditación-contemplación
A la tarde, te examinarán en el amor, dice S. Juan de la Cruz.

Ama y haz lo que quieras, dice S. Agustín.

Naturalmente, se trata del amor manifestado en obras.

No con relación a Dios, sino con relación al que te necesita.

…………………

 El amor no es una exigencia que me viene de fuera.

No es una obligación que me impone un ser superior y extraño.

Es la exigencia primera y más profunda de mí ser.

La esencia de mi humanidad consiste en desplegar esa capacidad de amar.

………………..

 El amor que nos pide Jesús en el evangelio

es fruto de una experiencia de unidad y pertenencia absoluta.

Sin esa vivencia interior, sería una programación inútil.

El amor es el agua que fluye de la fuente espontáneamente, mansamente.

 Fray Marcos

OBJETIVO DE LA SEMANA A VIVIR

Al volver a leer el evangelio, hago la lista de personas que conozco y que viven situaciones de honda tristeza.
¿Qué gestos podría yo hacer por ellos?
¿Qué acciones o gestos puedo realizar con otros, en mi parroquia o comunidad eclesial, en mi barrio o mi país para transformar lo que amerita ser cambiado?
¿Qué puedo hacer para cambiar las “estructuras de pecado” de las cuales el Papa Juan Pablo II evocaba y o decía que existían?


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:

1.     Pequeño Misal “prions en église”, versión quebequense.
2.     HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
3.     www.feadulta.com
4.     www.cursillos.ca
5.     Otras fuentes diversas