Me parece hasta “raro” dedicarle una entrada a este “affaire”, como dicen los franceses para apelar a la cosa, al asunto en cuestión.
Gracias a Dios, nunca la probé y raras veces la he visto.
Entiendo que Juan Gossain escribió una novela alrededor de ella, su siembra, su comercio, en una época que no parecía ser tan inofensiva como se nos quiere presentar hoy…
Respetados personajes, entre ellos periodistas de renombre, han reconocido en sus columnas fugaces sobre ella, que la consumen, que es compañera de sus musas de inspiración y se muestran complacientes, conciliadores, partidarios, de acuerdo con que se legalice.
Si, ya la cogieron? Ya saben de qué va esto?
Siendo muy niño oía hablar de ella e incluso en la edad de mi curiosidad por la lectura, por allá en alguna revista para adultos que se deslizó en mis manos (no se escandalicen no hablo de revistas calientes en particular de fotos), es decir de artículos con lenguaje elevado, especializado, y con temas humanos, psicológicos…leí el testimonio de alguien, y lo titulaba “mi amiga la mari juana”, de primeras yo pensé que hablaría de algún idilio o un romance con una fémina…no, el hombre hablaba de amores, de odios hacia la que se conoce con el nombre científico de cannabis.
“La mala hierba”, libro del entrañable y quizás uno de los más inteligentes periodistas de este país, Don Juan Gossain, y después novela adaptada para la tv, hicieron que en mi mente infantil “demonizara” a la hierba.
Luego supe de un tío (de quien vez escribí después de su muerte) y de amigos de él, de vecinos y paisanos del pueblo que “se la fumaban” y la creencia era que aquellos humos, la aspiración ansiosa de quienes la consumían los volvía locos, delincuentes, despreciables y que por lo tanto uno no debía juntarse con ellos.
Pero imaginen que mi desconocimiento “marigüanil” (el adjetivo es mío,je,je) es tanto, tanto…que me acabo de enterar que lo que se fuma es el tallo y no las hojas…las hermosas hojas, tan estéticas como son de las poquitas plantas que he tenido el privilegio de ver en mi vida, entre el miedo y la vergüenza propia y ajena…
No soy un experto “marigüanero” ja,ja, entiéndase erudito en la materia (cannabis), otros la llaman “maracachafa”, y no puedo ocultar la simpatía que me causa esta palabra…de hecho, es mi apelativo preferido cuando quiero abordarla con humor, sobre todo en mis conversaciones reales y virtuales con amigos y conocidos.
En todo caso, no es un secreto que muchos “marihuaneros” o que le hacen al “porro” fueron y son célebres: Bob Marley, Cameron Diaz, Johny Deep…vean estos posts:
En Colombia, en sus columnas de vez en cuando periodistas como Héctor Abad Faciolince y Pascual Gaviria, dejan entender que son simpatizantes de la marihuana, de ahí a saber con seguridad si la fuman y en cuánta cantidad…no me corresponde.
"...creo que quienes a veces fumamos marihuana y no por eso somos locos ni cretinos, debemos apoyar a estos muchachos.(que consumen maracachafa y apoyan marcha pro-legalizacion el pasado 4 de mayo en Colombia). (HAF, Columna: "La cucaracha, la cucaracha" (El Espectador, 30 abril 2013)
Reportaje de Pascual Gaviria en Caracol desde Medellin, sobre la marcha de la marihuana el 3 de mayo 2013:
"Una desverguenza deliciosa", dice Pascual Gaviria definiendo la consumacion de la marihuana. Pascual, quien te asegura que algunos (con semblantes de Drs Jekyll), no todos, entre esos mismos que marchan no se transforman en horas oscuras en Misters Hydes?
Esa vaina si debe hacer daño y más cuando se fuma verde, la prueba está en la opinión de quienes la defienden...
Ahora, respecto al proyecto de ley que se discute actualmente
en Colombia sobre la legalización o no de la dosis personal de sustancias psicotrópicas,
entre ellas la marihuana (o cannabis o “maracachafa”), no creo que resulte tan
prudente y sabio darle luz verde. Mi experiencia de escuchar, analizar, leer
sobre el tema me lleva a la conclusión que en un país tan violento como el
nuestro, eso sería “atizar la candela”…(Y no me considero godo Hector Abad, que quede claro).
Nuestros niños y jóvenes no necesitan más malas influencias “vistas con carita feliz y rotuladas con un “i like” en la vida real, política social cotidiana…Ya es suficiente con el mal ejemplo transmitido en las tele series sobre narcotráfico, sicariato y prepagos…con los videojuegos killers, y el ejemplo de tantas personas del mundo virtual y real de su entorno…
Nuestros niños y jóvenes no necesitan más malas influencias “vistas con carita feliz y rotuladas con un “i like” en la vida real, política social cotidiana…Ya es suficiente con el mal ejemplo transmitido en las tele series sobre narcotráfico, sicariato y prepagos…con los videojuegos killers, y el ejemplo de tantas personas del mundo virtual y real de su entorno…
Considero irresponsable el que se llegue a aprobar tal ley,
porque nada nos asegura que de verdad se esté buscando disminuir el narcotráfico
y la ola de violencia, por el contrario quizás se esté buscando mejor ampliar
los mercados, sacar beneficios hasta ahora negados e inasequibles para ciertos sectores amangualados con la corrupción politica presente y lamentablemente creciente, bajar la guardia, y dejar que los lobos del
mal, con este primer gesto poco a poco se apoderen y lleguen a acabar con el
rebaño.
En su Catecismo la Iglesia Católica afirma: “El uso de la droga inflige muy graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de los casos en que se recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuticas, es una falta grave. La producción clandestina y el tráfico de drogas son prácticas escandalosas; constituyen una cooperación directa, porque incitan a ellas, a prácticas contrarias a la ley moral” (2291).
Hace poco el Papa Benedicto XVI dentro de las amenazas apocalípticas incluyó a la droga: “Es un poder que como una bestia feroz extiende sus manos sobre todos los lugares de la tierra y destruye: Es una divinidad, pero una divinidad falsa, que debe caer” (11 de octubre de 2010).
Meditemos esas palabras, rechacemos la cultura de la muerte y proclamemos la cultura de la vida.
Ayudemos a nuestros jóvenes mediante adecuadas campañas de educación y prevención. En los casos críticos demos a las personas adictas una adecuada atención médica, psicológica y espiritual y, en caso necesario, facilitemos programas de rehabilitación para que recobren el sentido de la vida y la esperanza que de manera plena únicamente se encuentra en el seguimiento de Jesús, el Divino Maestro.
Como diría mi papa "mariguaneros hp! jaja...Humanos pendejos!
En su Catecismo la Iglesia Católica afirma: “El uso de la droga inflige muy graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de los casos en que se recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuticas, es una falta grave. La producción clandestina y el tráfico de drogas son prácticas escandalosas; constituyen una cooperación directa, porque incitan a ellas, a prácticas contrarias a la ley moral” (2291).
Hace poco el Papa Benedicto XVI dentro de las amenazas apocalípticas incluyó a la droga: “Es un poder que como una bestia feroz extiende sus manos sobre todos los lugares de la tierra y destruye: Es una divinidad, pero una divinidad falsa, que debe caer” (11 de octubre de 2010).
Meditemos esas palabras, rechacemos la cultura de la muerte y proclamemos la cultura de la vida.
Ayudemos a nuestros jóvenes mediante adecuadas campañas de educación y prevención. En los casos críticos demos a las personas adictas una adecuada atención médica, psicológica y espiritual y, en caso necesario, facilitemos programas de rehabilitación para que recobren el sentido de la vida y la esperanza que de manera plena únicamente se encuentra en el seguimiento de Jesús, el Divino Maestro.
Como diría mi papa "mariguaneros hp! jaja...Humanos pendejos!
Para terminar les dejo este testimonio de un lector de EL
COLOMBIANO DE MEDELLIN:
Mis vecinos son marihuaneros
Una persona debe saber que sus derechos
llegan hasta donde comienzan los de los demás. Educar, en este sentido, tiene
que ver entonces con aprender a hacer uso de la libertad y esto es algo que
debe tratarse desde la temprana edad y soportarse en el ejemplo.
"Los hechos son siempre vacíos, son
recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene". J. C.
Onetti.
Los nuevos vecinos, al lado de mi casa, resultaron ser asiduos fumadores de marihuana. Aunque yo no la fumo, no le veo problema a que otro (a) la fume, porque respeto sus derechos asícomo espero que él respete los míos; sin embargo, comenzaron a suceder cosas que complicaron la situación de repente.
Una cuadra tranquila como la nuestra comenzó a verse, a escucharse, a sentirse y a proyectarse de formas diferentes: los nuevos vecinos hacían un uso deliberado de sus derechos. Comienzo por decirles que no sé cómo el olor traspasaba las paredes, las planchas de cemento, las puertas de madera e impregnaba mi casa a cualquier hora del día y de la noche; lo mismo decían los otros vecinos del sector.
Nunca dudé que fueran buenas personas, porque no mostraron lo contrario, pero o no les importaba en absoluto o no eran conscientes del impacto que su presencia estaba teniendo en el barrio.
Su casa vivía llena de gente joven todo el día, menores de edad generalmente con aspectos no convencionales. Me sorprendió que hubieran sembrado plantas de marihuana en el patio de la casa que estaba separado del mío por tan sólo una malla. Varias veces al llegar a mi casa, sentí temor de ser agredido por uno de ellos en el andén de la calle: ¡de esas cosas que uno no sabe si lo van a reconocer o no!
Opté por hablar con ellos y no lo aceptaron. Hablé con el dueño de la casa y dijo que no era su problema. Hablé con la Policía y aunque resultaba obvio me pidieron pruebas para poder actuar; hablé con otros vecinos para mirar qué íbamos a hacer y les dio miedo pronunciarse al respecto por temor a represalias.
Créanme que trato de tener una mirada abierta sobre este fenómeno pero ante la situación me sentí sin derechos y con la obligación de aguantar, ¡no me pareció justo!
Pienso que la discusión acerca de legalizar o no, debe licuarse a la luz de los derechos de las personas, por supuesto, pero sin olvidar el sentido común: si el consumo fuera legal, de todos modos en este caso se necesitaría de regulación y de control, pero especialmente de educación.
Es decir, una persona puede fumar marihuana porque simplemente es su elección hacerlo, pero subyacen normas socialmente preestablecidas, como sucede con todas las demás cosas de la vida.
Una persona debe saber que sus derechos llegan hasta donde comienzan los de los demás aún cuando esté dentro de su lugar de residencia.
Educar en este sentido tiene que ver entonces con aprender a hacer uso de la libertad y esto es algo que debe tratarse desde la temprana edad, que debe soportarse en el ejemplo y que todo el sistema debería ser funcional a ello.
Por ahora digo que este concepto deberá estar sujeto a un proceso dinámico de discusión que poco a poco vaya afinándose en la práctica. Por mi parte, mis vecinos son marihuaneros, las gentes del barrio estamos preocupados por lo que ocurre y a estas alturas del partido, ya no sé si los protagonistas de esta discusión son ellos o somos nosotros.
Por otro lado, despenalizar implica que "ya no es malo hacer lo que antes no se podía hacer", es decir, que quien lo haga ya no es culpable porque lo que hace ya no es malo.
Ambas posiciones traen consigo un mundo de cosas nuevas que inevitablemente chocan con las convencionales, por eso el tema es complejo.
Los nuevos vecinos, al lado de mi casa, resultaron ser asiduos fumadores de marihuana. Aunque yo no la fumo, no le veo problema a que otro (a) la fume, porque respeto sus derechos asícomo espero que él respete los míos; sin embargo, comenzaron a suceder cosas que complicaron la situación de repente.
Una cuadra tranquila como la nuestra comenzó a verse, a escucharse, a sentirse y a proyectarse de formas diferentes: los nuevos vecinos hacían un uso deliberado de sus derechos. Comienzo por decirles que no sé cómo el olor traspasaba las paredes, las planchas de cemento, las puertas de madera e impregnaba mi casa a cualquier hora del día y de la noche; lo mismo decían los otros vecinos del sector.
Nunca dudé que fueran buenas personas, porque no mostraron lo contrario, pero o no les importaba en absoluto o no eran conscientes del impacto que su presencia estaba teniendo en el barrio.
Su casa vivía llena de gente joven todo el día, menores de edad generalmente con aspectos no convencionales. Me sorprendió que hubieran sembrado plantas de marihuana en el patio de la casa que estaba separado del mío por tan sólo una malla. Varias veces al llegar a mi casa, sentí temor de ser agredido por uno de ellos en el andén de la calle: ¡de esas cosas que uno no sabe si lo van a reconocer o no!
Opté por hablar con ellos y no lo aceptaron. Hablé con el dueño de la casa y dijo que no era su problema. Hablé con la Policía y aunque resultaba obvio me pidieron pruebas para poder actuar; hablé con otros vecinos para mirar qué íbamos a hacer y les dio miedo pronunciarse al respecto por temor a represalias.
Créanme que trato de tener una mirada abierta sobre este fenómeno pero ante la situación me sentí sin derechos y con la obligación de aguantar, ¡no me pareció justo!
Pienso que la discusión acerca de legalizar o no, debe licuarse a la luz de los derechos de las personas, por supuesto, pero sin olvidar el sentido común: si el consumo fuera legal, de todos modos en este caso se necesitaría de regulación y de control, pero especialmente de educación.
Es decir, una persona puede fumar marihuana porque simplemente es su elección hacerlo, pero subyacen normas socialmente preestablecidas, como sucede con todas las demás cosas de la vida.
Una persona debe saber que sus derechos llegan hasta donde comienzan los de los demás aún cuando esté dentro de su lugar de residencia.
Educar en este sentido tiene que ver entonces con aprender a hacer uso de la libertad y esto es algo que debe tratarse desde la temprana edad, que debe soportarse en el ejemplo y que todo el sistema debería ser funcional a ello.
Por ahora digo que este concepto deberá estar sujeto a un proceso dinámico de discusión que poco a poco vaya afinándose en la práctica. Por mi parte, mis vecinos son marihuaneros, las gentes del barrio estamos preocupados por lo que ocurre y a estas alturas del partido, ya no sé si los protagonistas de esta discusión son ellos o somos nosotros.
Por otro lado, despenalizar implica que "ya no es malo hacer lo que antes no se podía hacer", es decir, que quien lo haga ya no es culpable porque lo que hace ya no es malo.
Ambas posiciones traen consigo un mundo de cosas nuevas que inevitablemente chocan con las convencionales, por eso el tema es complejo.
REFERENCIAS:
¿Qué aconseja la Iglesia ante el problema de las drogas?
http://es.catholic.net/familiayvida/154/203/articulo.php?id=16269
http://www.iglesiaviva.net/30-noticias/reflexiones/2411-marihuana-droga-peligrosa.html
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Gustavo Quiceno