« La única comida que significa la reconciliación
universal es compartir el Cuerpo de Cristo. La Eucaristía nos recuerda, día
tras día, que fuera de la muerte y resurrección de Cristo no hay fraternidad
universal posible.
No sin razón, durante siglos, la Iglesia ha hecho un
deber para los cristianos participar en la asamblea eucarística, al menos una vez por
semana. Hoy insiste mucho menos, pues le repugnan los actos de autoridad
demasiado explícitos. Lo que espera la Iglesia es que el progreso de los años
venideros será tal que los cristianos no tengan necesidad de un mandamiento
concreto para participar en la misa.
Así pues, la Eucaristía es el Sacramento por excelencia,
es Cristo sacrificado que, como hombre, está completamente vuelto hacia Dios y,
como Dios, está completamente vuelto hacia el hombre. Cristo es el abrazo, me
atrevo a decir, la cristalización de estos dos impulsos… «
(Francois Varillon +1978, sacerdote jesuita en « Alegria
de creer, alegria de vivir »).
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9, 11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
-- Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado.
Él les contestó:
-- Dadles vosotros de comer.
Ellos replicaron:
-- No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.
Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos:
-- Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Palabra del Señor
A guisa
de introducción:
CORPUS CHRISTI, Dios asume nuestra historia
Cuando estaba niño se llamaba a
este día y a esta fiesta “Corpus Christi” y a uno no le decía mayor cosa. Es
más, mi hermana Alba Lucía y yo, lo testifica la fecha estampillada detrás de
la clásica foto, hicimos nuestra primera comunión el 5 de junio de 1978, que
era un jueves, cuando todavía no se había instaurado como Ley de la República
la “letal ley Emiliani”, que entre otras ha sido causa de la negligencia y paso
a segundo plano de solemnidades y momentos significativos para los católicos
como esta fiesta. Pues por la disculpa que “el día de guardar” se pasó a un lunes,
se da prioridad al descanso y al paseo omitiéndose la celebración en comunidad
eclesial…A casa se entra “mamao” para decir cansado y son muy pocos que de
buena gana van a unirse a la adoración y acción de Gracias en el templo.
Celebrar LA FIESTA DEL CUERPO Y
LA SANGRE DE CRISTO, es celebrar la entrada y toma de posición de Dios en
nuestra historia humana.
Es reconocer que hemos sido
creados para ser como Dios (divinizados),
Para tomar conciencia que Dios
valora el trabajo, la historia y la transformación del mundo, símbolo de ello
es el pan,
Es darnos cuenta que ninguna
comida material, física o humana puede saciar nuestras hambres y que solo en la
cena eucarística, comida ofrecida por el Padre (pan de la Palabra y la
eucaristía) podemos descubrir el sentido de nuestra existencia, del mal, del sufrimiento
y de la misma muerte… y asegurarnos que
el amor y o la comunión vence a la muerte.
Otro pan, otra hambre
A través de muchas cosas,
eventos del mundo, pasiones, los hombres
y mujeres buscan día a día superar el tedio, el aburrimiento, la depresión y la
sensación de vacuidad:
1.
El fútbol, considerado hoy por muchos “el mejor espectáculo del
mundo”, que ha relativizado la esencia del día domingo y hacer perder de vista
la dimensión de descanso a la vez que de agradecimiento a Dios por sus beneficios
en la vida, la naturaleza y toda la creación.
2. El recurso o Las
adicciones al alcohol, a la droga, al
cigarrillo, a los videojuegos, al internet y de paso a la pornografía. Son refugios, escapes de una realidad que no
se sabe cómo enfrentar…Pretender evitar el sufrimiento, el sacrificio, las
dificultades, tomando así la vía equivocada del egoísmo, de la soledad y la
autodestrucción que puede llevar como consecuencia a la indiferencia, al
irrespeto y agresión de los otros.
3.
Las
alternativas “espiritualistas”, llámese creencias y tendencias
en fenómenos y elementos de la “new age” (nueva era): santería, horóscopos,
cultos sectaristas, medicinas y o terapias alternativas que promulgan
incompletamente una comunión con la naturaleza, muy ecológico, confianza en un
denominado “yo superior” o “energía superior” (estilo pensamiento y filosofía
de los doctores y o médicos mediáticos en radio y tv – unos postmodernos gurús-
y sus discípulos), el yoga, en fin, buscar una religión y ritos según mi gusto
personal, que me permita ser “independiente”, romper los lazos con la familia,
la comunidad y todo aquello que me huela a “fanatismo”, “Iglesia”,
“catolicismo”, porque todas estas palabras (según lo que se piensa) tienen la
misma o sinónima connotación. Acá son maestros los zen, los hindúes, Paulo Cohello,
el indio amazónico y tantos otros gurús…
Y seguramente ustedes
encontrarán otras muchas.
No quiero decir que todo esto
sea malo o negativo, de hecho hay aspectos positivos, beneficiosos; pero
personalmente pienso que buscar la felicidad, el sentido de la vida fuera del
Dios personal, revelado en la historia, hecho humano en Jesús y la mayoría de
las veces siéndole indiferente y lo que es peor negándolo, es insensato…Como le
decía hace pocos días en un comentario respuesta a un periodista de Medellín “Es
Jesucristo o nada”, estoy con Él o mi vida será confusión, pérdida de
horizonte, mentira, ausencia de pleno sentido”, pues Él mismo dijo “Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida” (Juan
14,6).
El hambre, las ganas de
saciarse, hace parte de las primeras sensaciones que siente todo ser humano
desde su nacimiento.
Saciar nuestra hambre, una necesidad fundamental
Nosotros consagramos una gran
parte de nuestras energías a satisfacer esta necesidad diariamente. Pero una
vez se asegura nuestra supervivencia, el hambre se refina, es decir se hace más
exigente. El deseo se mezcla con la necesidad.
Cada quien tiene sus alimentos
favoritos, por ejemplo para mí, una bandeja paisa (plato típico de mi país
Colombia) es un “manjar de dioses”, de hecho, así siempre la he llamado. Las
sutilidades, especialidades y nimios detalles
de la gastronomía, alimentan también nuestra búsqueda de placer, de alivio, de convivencia.
Y la sensación de saciedad pone fin
temporalmente a nuestra búsqueda.
Nuestros apetitos, hambres, de
cualquier modo, están ligados, unidos a
nuestro deseo de absoluto, en nuestra aspiración a la plenitud.
Parece ser que Jesús haya
percibido este vínculo con una clarividencia particular. Jesús se muestra
sensible ante la multitud hambrienta, como nos lo cuenta el evangelio de hoy.
Él se niega a despedirlos con el vientre vacío.
Y más todavía, los símbolos
alimentarios son omnipresentes (presentes en todas partes) en los evangelios:
el pan, el pescado, el vino, el banquete.
Esto culmina en el compartir del
pan y del cáliz (copa) de la EUCARISTIA, el signo más fuerte y representativo
que nos ha dejado Jesús. Es así como Cristo continúa haciéndonos el don de Sí
mismo, como Él continua respondiendo a nuestras necesidades (hambres, apetitos)
más profundas, a nuestras aspiraciones más vivas.
Pero el don de la EUCARISTIA
supera nuestras hambres. Él nos ofrece mucho más de lo que podemos contener. Y
este Pan lejos de mitigar nuestro deseo, lo transforma en profundidad.
Qué hambre nos conduce a la
EUCARISTIA hoy?
Aproximación psicológica al texto del evangelio
La EUCARISTÍA, experiencia de FE, LUCIDEZ y compartir para Jesús y para nosotros
Es legítimo acaso utilizar el
pasaje de la multiplicación de los panes que se encuentra en Lucas para
celebrar la fiesta de la EUCARISTÍA? Sin ninguna duda que sí, puesto que Lucas
multiplica en su texto las alusiones de los eventos de la Semana Santa: él hace
seguir directamente este pasaje después de un anuncio de la Pasión; él utiliza
textualmente las palabras de la consagración para introducir la distribución
del pan (tomar, bendecir, partir, dar) ; él subraya el lugar o la plaza de los
apóstoles en esta distribución; en fin, él asocia el pan que alimenta (v.17) y
la palabra que es proclamada (v.11), preparando así para ver en la Eucaristía
una proclamación de fe (cfr. 1 Corintios
11,26).
Mismo si los detalles son
claros, la significación en conjunto no lo es necesariamente. Qué
significa entonces celebrar la Eucaristía?
Imposible responder sin pasar por lo que el mismo Jesús ha vivido luego de la primera Eucaristía. Para Él, esta fue una experiencia humana profunda, que le permite situar claramente su experiencia vivida en relación a su fe.
A pocas horas de morir, Jesús se
siente amenazado por la ansiedad: Él debe luchar, batirse para descubrir el
sentido de lo que vive y apropiárselo. Y como HIJO que Él era, no era fácil; al
igual que todo el mundo, Él debe “aprender
a través sus sufrimientos” (Hechos 5,8).
Para salir de esta ansiedad y de
esta tentación de lo absurdo (Dios mío, Dios mío, por qué..?) – Mateo 27,46,
Jesús no tiene más que un recurso, situar su propia partida, su propio “éxodo”
como dice Lucas (9,31), en el contexto del primer éxodo de Egipto, donde sus
ancestros han atravesado la otra orilla, han superado la situación difícil porque
Dios “estaba de su lado” (de su
orilla) (Salmo 124).
Jesús decide entonces celebrar
la Pascua con sus discípulos a partir de su drama interior. Al hacerlo, hace de
esta experiencia no solamente una experiencia de lucidez donde contempla la
muerte de frente (cara a cara), y no solamente es una experiencia de fe, sino que también es
una experiencia de apertura y de compartir.
De este modo, podríamos describir
la primera eucaristía parafraseando a Juan: Jesús que había comenzado a
compartir con sus discípulos su búsqueda y sus esperanzas, vivió este compartir
hasta el fin (cfr. Juan 13,1).
Dentro de un contexto
ligeramente ritualizado (como el de la pascua judía) la eucaristía de Jesús fue
entonces una triple experiencia de lucidez, de fe y de comunicación, centrada
toda ella en la acción de Gracias al Padre. Y más allá de la repetición de
estos gestos en un modo ritual, es esta triple experiencia que Jesús nos invita
a rehacer por nuestra propia cuenta, a partir de nuestra propia experiencia de
vida, “en memoria de Él”.
Desde luego que si bien no es
inexacto decir que al consumir las santas
especies se recibe a Dios, uno percibe cómo una tal comprensión, estrecha,
amilana y empobrece la experiencia eucarística.
Necesitamos volver a descubrir el
sentido de la experiencia vivida por Jesús en la Eucaristía, y la fuerza de
este movimiento pedagógico de su vivencia para nosotros. “Aquel que pretenda estar con Dios, sentir su presencia” (al
recibirlo en la Eucaristía, podría uno agregar), es necesario que camine él
mismo sobre la misma vía (camino) en que Jesús ha marchado” (1 Juan 2,6).
CAMINAR Y VIVIR EL EVANGELIO CON LOS 5 SENTIDOS…
(Propósitos recogidos, basados en la traducción
del comentario evangélico en francés del sitio: http://versdimanche.com)
VER
Tenemos toda nuestra vida para
sumergirnos con nuestros sentidos en esta escena de San Lucas que relata una multiplicación
de panes y de pescados. Una buena manera de entrar corporalmente en la fiesta
del “Corpus Christi” (Cuerpo y sangre de
Cristo) o del santo sacramento seria:
Primero, VER. Ver Jesús y a la multitud, los dos como
inseparables. Ver a los 12 apóstoles, un grupo bien unido, solidario pero
también heterogéneo! Ver 5
panes, dos peces y toda la multitud. Qué desproporción! Ver 12 canastas
llenas de pedazos restantes (sobrantes, no sobras para tirar a la basura). Qué profusión!
Ver también el cielo al levantar los ojos como Jesús lo hace.
Hoy pondré atención a mi manera
de ver las personas y las cosas. El señor me muestra en ellas su presencia
activa.
ESCUCHAR
Antes que nada, está Jesús que
habla. De qué habla? Del Reino
de Dios. A quién? A la multitud. Escuchar eso. Después escuchar la intervención
de los discípulos, al caer de la tarde. Qué es lo que le dicen ellos a
Jesús? Qué buen sentido y
sabiduría les anima? Escuchar. Enseguida Jesús responde con una pregunta
que suscita por ahí derecho una buena respuesta. Escuchar. En fin, escuchar la invitación de Jesús y su
bendición. Escuchar. Hoy estaré atento, estaré a la expectativa con mis oídos
abiertos, para que ellos escuchen mejor lo que se me dice o se me da para
escuchar (no meramente oir). El señor manifiesta su presencia que me habla.
TOCAR
Cuerpos curados porque Jesús los
toca con sus manos, yo también los toco en mi oración, imaginándome presente en
la escena. La tierra o el terreno sobre el cual se sienta la multitud en grupos
de 50, para comer, también la toco, sentándome
también sobre esa tierra. Panes y pescados partidos por las manos de Jesús y
repartidos (dados, ofrecidos) por las manos de los discípulos, igualmente los
toco también y me imagino presente en la escena.
Hoy, presto atención a mis manos
para que ellas toquen con tacto y respeto lo que me será ofrecido o aquello que
yo donaré. Así también, el Señor se manifiesta por una presencia que toca, que
palpa, que siente.
OLER
Oler la frescura de la noche
cuando el día con el calor del sol baja también.
Sentir el buen olor del pan partido y del pescado seco. Sentir el hambre que se
intensifica en mí y toco mi estómago. Sentir la satisfacción de tener el
vientre lleno y estar en fin saciado, colmado.
Sentir el buen olor de los
pedazos de pan restantes y que son recogidos en las 12 canastas.
Hoy, presto atención a mis fosas
nasales para que sientan el buen olor, los fragantes aromas de la vida, de la
naturaleza y de la comida.
El Señor también en todo este
universo de olores me hace sentir su presencia.
CAMINAR
Una pausa en nuestra contemplación
en este día, cuando celebramos la Visita de la Virgen María. El Ángel Gabriel
parte, María parte también. Ella se afana para visitar a su prima, estéril,
quien también está encinta, pero su embarazo está más avanzado que el de María.
Hoy me fijo en mi marcha. A
dónde me conducirán mis pasos?
El Señor se manifiesta a sus discípulos
mientras caminan (cfr. los discípulos de Emaús, Lucas 24).
GUSTAR
Beber las palabras de Jesús como
la multitud debería hacerlo. Palabras tan sabrosas como la miel. Gustar el
sabor del pan partido: fruto de la tierra, de la harina y del trabajo humano,
la harina moldeada, después cocinada por el fuego…Gustar el sabor de un pedazo
de pescado: su gusto delicado, su carne nutritiva, su humo delicioso…saborear
ese sándwich inhabitual para un pique nique, fuera de norma, bajo el caluroso
sol del ocaso, poco a poco ocultándose. Saborear este momento único, con una
multitud de personas.
Hoy, pondré atención a mi
paladar y mi lengua.
La presencia del Señor está
plena de sabores.
Doce canastos (as) para saciar el hambre del mundo
Jesús viene para dar su vida
como alimento al mundo entero.
Su cuerpo y su sangre son
verdadera comida para quienes se disponen (se alistan) a escuchar su Palabra y le
muestran confianza.
Todos nuestros sentidos son
satisfechos por la presencia de Cristo Resucitado que continua convidando
(invitando) el universo a su mesa.
En nuestras iglesias la reserva eucarística-
los restos de las hostias consagradas guardadas con mucha delicadeza y respeto
en el tabernáculo- nos recuerda que todos los seres humanos no están todavía saciados,
satisfechos con el Pan de Vida, y de igual manera con el pan material.
Y si nos gusta, amar, adorar el Cuerpo de Cristo, es sin duda, para
sentir en nosotros esta hambre del mundo que no espera sino nuestra ayuda, pues
sólo en nosotros le queda esperar…Acaso no somos nosotros también EL CUERPO DE CRISTO? (una de las bellas
definiciones de la Iglesia, la familia de los que creemos en Cristo),
Entonces, FELICES, DICHOSOS,
nosotros los invitados!
REFLEXION CENTRAL:
“Hagan esto en memoria mía”
El Corpus Christi es en esencia
una fiesta popular, una fiesta de la presencia de Dios entre nosotros,
particularmente de la presencia del Señor Resucitado que se nos da bajo los
signos del PAN y del VINO. La EUCARISTIA, en cierto sentido, es nuestra marca
de comercio, el rito de referencia por el cual nos identificamos. Cada religión
tiene sus reuniones, agrupamientos y sus ritos. El nuestro es la EUCARISTIA.
Volvamos a la idea, si ustedes
lo quieren, al relato que nos hace San Pablo en su Primera Carta a los
Corintios. En el primer siglo de nuestra era, la ciudad de Corinto es un gran
Puerto a orillas del mar, es un ambiente social diversificado donde hay
trabajadores manuales, carpinteros, transportadores, hombres que reparan y
también una clase de mercaderes, comerciantes, de negociantes. Gracias al
ministerio de Pablo, habrá en Corinto una comunidad de creyentes que se reúnen
el domingo para comer la cena del Señor. Esta cena es una verdadera comida, un
cierto ágape, que tiene lugar probablemente en una casa privada, en la
residencia de un rico propietario que tiene suficiente espacio para acoger
muchísimas personas.
Pablo no se muestra contento de
la manera como los corintios celebran la Eucaristía. Se puede pensar que los
ricos son los primeros en llegar y que se pagan una buena comida. Los más
pobres llegan más tarde, comen modestamente. Esto crea disparidades en el seno
de la comunidad. Pablo se muestra severo en su juicio:
Siguiendo con mis
advertencias, no los puedo alabar por sus reuniones, pues son más para mal que
para bien.
Ustedes, pues, se
reúnen, pero ya no es comer la Cena del Señor, pues cada uno empieza sin más a comer
su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se embriaga. No tienen
sus casas para comer y beber? ¿O es que desprecian a la Iglesia de Dios y
quieren avergonzar a los que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Tendré que
aprobarlos? En esto no.
(1 Corintios 11,
17.20-22)
Es entonces cuando Pablo cuenta la
institución de la Eucaristía tal y como la tradición la transmite.
Nosotros no celebramos la Eucaristía a la
manera de los Corintios. La comida o alimento profano ya no existe. Nuestra
Eucaristía ha guardado los elementos de la oración judía en la sinagoga.
Uno escucha
entonces la Palabra de Dios proclamada en diferentes lecturas del Antiguo Testamento, en cartas,
en los evangelios, acompañada de
cantos y de comentarios. Después oramos por toda la Iglesia a través de la
llamada ORACION UNIVERSAL. Nosotros volvemos a decir las Palabras de Jesús
sobre el pan y el vino, en el momento de su última cena. Después compartimos el
pan y a veces el vino que son el Cuerpo del Resucitado en medio de nosotros. Y
a veces, después de la misa, compartimos un café, algunos alimentos, como por
ejemplo galletas, queso, a la vez que hablamos de asuntos corrientes de la
vida.
(Cada vez que compartimos, así sea una comida
sencilla y una bebida entre amigos, a la vez que hablamos trascendentemente de
nuestras penas y alegrías, prefiguramos la Eucaristía).
Cuando realizamos este rito, ponemos en
práctica la recomendación del Señor: “Hagan
esto en memoria mía”.
Es para nosotros un deber de retomar por
nuestra cuenta la cena del Señor. Es necesario escuchar juntos la Palabra,
orarle al Señor reunidos, decir la bendición, después compartir el Cuerpo y la
Sangre del Señor.
Cuando hacemos esto, nosotros guardamos el
sentimiento de ser LA IGLESIA DEL SEÑOR. Nosotros no solo conformamos una
reunión de amigos, de compañeros, de vecinos. Si, es verdad que también lo somos,
puesto que nuestra parroquia está inscrita en un territorio (jurisdicción)
dado. Pero nosotros estamos presentes en el templo, en tanto que discípulos que
viven del amor y de la esperanza del Resucitado, de quien esperamos su regreso.
“Cada vez
que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, ustedes proclaman la
muerte del Señor hasta que vuelva” (1 Corintios 11,26).
Hay en la Eucaristía una densidad y una
riqueza extraordinarias. Es verdaderamente el Cuerpo del Señor. Nosotros
recordamos el don que ha hecho Jesús de sí mismo, su caminada hacia la muerte,
la ofrenda de su Vida. Repetimos los gestos hechos en el momento de la cena: Él
ha dado gracias, partido el pan, lo ha compartido. “Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre”. Este es el Cuerpo del Señor,
esta es la Sangre del Señor. Esta es la Vida del Señor. Él ha dado su Vida. Él descendió
hasta los abismos de la muerte, murió en la cruz. Pero Él también ha resucitado,
de modo que el cuerpo que compartimos es el Cuerpo del Resucitado, presente y
vivo en medio de nosotros ahora. También nosotros esperamos su segunda venida,
el cumplimiento de todas las cosas en Él.
Fielmente domingo a domingo, del tiempo de
Adviento (última semana de noviembre o primera semana de diciembre) hasta la
Fiesta de Cristo Rey (finales de noviembre) pasando por Pascua, Pentecostés y
el Corpus Christi, nosotros anunciamos a Cristo Resucitado hasta que termine su
obra (hasta que vuelva). A menudo, los
católicos de lengua francesa cantan este
himno:
“Cristo ha venido, Cristo ha nacido. Cristo ha sufrido, Cristo ha
muerto. Cristo ha resucitado, Cristo está vivo, Cristo volverá, Cristo está
aquí, Cristo regresará, Cristo está aquí”.
Es por eso que el Pan que se comparte es
sagrado (y digno de escribir en mayúsculas), Es el símbolo de una presencia
divina. Nosotros lo recibimos dignamente en la mano. El Padre dice “el Cuerpo
de Cristo” y nosotros respondemos “amen”. Una pequeña hostia (la palabra hostia
quiere decir víctima), un pequeño pedazo de pan que simboliza el Cuerpo de Jesús
dado como alimento. Un pan que respetamos, que veneramos, no por magia sino
porque él representa la presencia
de Cristo Resucitado en medio de
nosotros.
Mas, cuando nos reunimos para compartir la
Cena del Señor, no hacemos más que religarnos (unirnos) al Resucitado. Ella (la
misa) nos hace devenir cuerpo de Cristo. No basta con comer el Cuerpo de
Cristo, compartir el pan y beber de la copa para devenir su Cuerpo. Nos es
necesario hacer, crear también la comunidad. De otro modo, mereceríamos también
el reproche de Pablo a los Corintios: “el
uno queda con hambre, mientras que el otro ha bebido demasiado” (1 Cor
11,21). “No podemos humillar a los que no
tienen nada” (11,22).
Para recordarnos esto, el evangelio nos
cuenta la multiplicación de los panes. Este prodigio que Jesús ha realizado
marcó profundamente la primera comunidad cristiana. Los cuatro evangelios nos
cuentan el suceso 6 veces, Mateo y Marcos dos veces cada uno, Lucas y Juan 1
vez. Esto se entiende, puesto que la multiplicación de los panes reenvía a la
Eucaristía.
Al alimentar la multitud, Jesús prefiguraba
de cualquier modo la cena sagrada por la cual sus fieles conmemorarían su
presencia. Vemos bien la alusión y en la manera como Lucas cuenta el hecho.
Jesús toma los panes “elevando los ojos al
cielo, los bendice, los parte y se los da a sus discípulos” (Lucas 9,16).
Estas son las mismas palabras del relato de la última cena: tomar, bendecir,
partir, dar.
Por lo tanto, el pueblo se sienta para comer
y calmar su hambre.
Comer no es accesorio. Comer y beber, lo
hemos dicho, son las primeras necesidades de la existencia. Uno puede
arrullarse con ilusiones diciéndole bellas palabras a la gente. Las Palabras no
son vanas. Ellas son necesarias. Pero las palabras no pueden por si solas dar
cuenta de toda la realidad. Amar, amar realmente, es compartir. Compartir el
Cuerpo de Cristo, comulgar su sangre, hacer viva su esperanza, es también
compartir realmente el pan. Es compartir su dinero y su tiempo (de cada quien),
compartir el alimento, vestir, acompañar, sostener, defender. No hay alusiones
metafóricas simplemente sostenidas por un simple y vago sentimiento a
distancia. Hay ahí una exigencia concreta inmediata, aquí y ahora.
No hay Eucaristía sin multiplicación de
panes, o mejor, sin fracción de pan, sin el compartir real de la fraternidad
concreta. Es participar en las mismas luchas por la sindicalización, el
albergue, la defensa de los derechos de la persona. Igual en el plan monetario,
es ante todo pagar sus impuestos sin hacer “vivezas” o robarle al fisco. Es
agregar o sumar otros dones después de la ofrenda en el templo hasta la
contribución para los mercados y anchetas de los pobres en navidad, pasando por
el apoyo o sostenimiento a las causas donde estamos implicados, de modo
diverso, de acuerdo a las responsabilidades y las solidaridades de cada quien.
El Corpus Christi, reitero, es la Fiesta del
Cuerpo de Cristo. Su Cuerpo Eucarístico, pero también su Cuerpo eclesial, a
saber, la comunidad de la Iglesia y su cuerpo que yo llamaré humanitario, es
decir, todos aquellos que tienen hambre, que tienen sed, que están desnudos,
que son extranjeros, enfermos o en la cárcel, que conocen la depresión, la
tristeza, ellos son la imagen de Cristo mismo. “Es a mí que me lo habrán hecho” (Mateo 25).
La Eucaristía está en el Centro de la vida
cristiana, y es la vez su FUENTE y su culmen. En el centro y o corazón de la
vida hay EUCARISTIA. En el corazón de la Eucaristía, está Cristo Resucitado y
toda persona desalentada o afligida.
El Corpus Christi es también la Fiesta de la
Humanidad, la fiesta de la humanidad de Dios, la fiesta de la humanidad en
Dios.
OBJETIVO-VIDA
PARA LA SEMANA
(Sugerencia: escoger uno)
Realizo un
gesto para guardar viva mi hambre por la EUCARISTIA, por ejemplo:
Participar
en una celebración eucarística durante la semana.
Visitar una
capilla para un tiempo de adoración eucarística.
Meditar la
segunda lectura de la liturgia de este
domingo, en soledad.
Darme un
tiempo para compartir el evangelio de hoy en un grupo de reflexión, de catequesis
o evangelización, etc.
ORACIÓN-
MEDITACIÓN
Al igual que
tus discípulos, Señor Jesús,
nosotros
escuchamos también tu invitación urgente:
“Denles ustedes
mismos de comer”
Pero como
ellos, nosotros nos sentimos si pobres, si impotentes.
No es que nos
falte el alimento:
Nuestros
supermercados y centros de compra están llenos todo el año
Tanto de
productos locales como de productos extranjeros y exóticos.
Nosotros
compramos y consumimos más de lo necesario
Y desechamos
por toneladas productos que no se alcanzan a vender,
Mientras que
poblaciones enteras por todo el mundo
Y un número
cada vez más grande de hogares y personas de la calle
Se hacen la
pregunta: “solamente tendremos hoy cualquier cosa para comer?”
¿Cuándo
entonces, Señor Jesús,
se abrirán
finalmente nuestros corazones y nuestras manos
y nos dejaremos
invadir por un espíritu de compasión y de compartir?
Ayúdanos, Señor
Jesús,
A poner fin a
nuestros excesos de consumo
Para ir al
encuentro de los menos afortunados que nosotros
Y aportarles el
pan que alimenta el cuerpo
Y el gesto de
amistad que calienta el alma y reanima la esperanza.
(traducción de
la oración en francés de Jean-Pierre Prévost)
REFERENCIAS:
Pequeño Misal "Prions en Église", edicion quebequense, 2010.
HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
http://paroissevalcourt.org
http://versdimanche.com
http://paroissevalcourt.org
http://versdimanche.com
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Gustavo Quiceno