El pasado 3 de julio el IMEY celebró sus 80 años de fundación. Pero qué es el IMEY? preguntarán mis desprevenidos, olvidadizos y entretenidos familiares y amigos que me leen regularmente. Pues sí, IMEY significa Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal. Es mi comunidad religiosa, la congregación que me tiene en este otro lado del mundo[1]. También el IMEY es conocido simplemente como Seminario de Misiones de Yarumal o también para que de pronto de despierten las viejas polémicas sobre nuestra identidad, Misioneros Javerianos de Yarumal, o aun también somos conocidos simplemente con el nombre de Misioneros de Yarumal. Orgullosamente colombiano, mi Instituto, nuestro Instituto fue fundado en 1927 en Yarumal (Antioquia) por el Obispo oriundo de Don Matías, municipio del mismo departamento, Monseñor Miguel Ángel Builes.
Con este último nombre apareció en mi vida esta Empresa de Dios. Corría el año 1987 y yo cursaba mi sexto de Bachillerato o undécimo como se llamaba ya por la época. Aquel año, por los días de cuaresma y semana santa, vendría por la segunda o tercera vez a Marquetalia, uno de los sacerdotes del IMEY . El padre venía a buscar posibles candidatos para engrosar las filas de su congregación, en vísperas de la celebración también de su cumpleaños 60. Fue así como el religioso sin sotana ni nada por el estilo, gracias a la amistad con mi madre asidua a la parroquia, se apareció en la fiesta de mi cumpleaños 18 y de repente me preguntó si me gustaría hacerme misionero. Yo estaba a punto de obtener mi cartón de maestro o bachiller pedagógico en la Normal La Candelaria y aquello llamaba la atención del padre Damián Chavarría, como se llama y quien hoy trabaja en Medellín. Ver que tenía inclinación por un trabajo social de interrelación con la comunidad, sobre todo con infantes escolares, le hizo pensar que yo sería un buen candidato para ser misionero e ir al seminario. Bien, al principio hice como si nada, recuerdo que cualquier cosa le dije para deshacerme de él y salirme de paso…La verdad hacía años había desaparecido en mí la idea de ser sacerdote. Porque de hecho la había tenido en mi infancia, pero ahora no, aquella idea o posibilidad era remota.
Lo cierto es que el religioso siguió insistiendo haciendo llamadas a mi casa y enviándome una carta de invitación para venir a una convivencia o reunión de jóvenes candidatos al seminario en Medellín del 1 al 5 de julio de aquel 1987, en el marco de la celebración de los 60 años del IMEY. Recuerdo que por esos días de vacaciones escolares se había programado dizque “un campamento científico” en el Colegio Agrícola de Santa Elena de mi localidad, acontecimiento que posibilitaba la integración de estudiantes de los tres colegios del pueblo con otros venidos de municipios vecinos. La verdad yo quería asistir a tal evento, más con el animo de divertirme que por el interés científico…No se como resulté diciendo no al campamento y si a mi madre Maria Nelly (q.e.pd) para ese viaje a Medellín. Porque la verdad era ella, mi madre la más inquieta e interesada por el viaje. De todas maneras supe más tarde que entre sus razones, la principal era su sueño de ver a su hijo convertido en sacerdote, y aparte de darse un paseo y de paso conocer la capital de la montaña.
Yo acepté con una agenda encubierta, es decir motivado más por otras cosas que por el encuentro en sí. En primer lugar era también para mí la posibilidad de conocer a Medellín, ciudad mítica y misteriosa, atrayente en aquellos años. Evoco, que había una publicidad agresiva sobre la capital de Antioquia, pues por la tv , la radio y los medios escritos se invitaba a la gente a amar a Medellín, a visitarla…Poco después comprendería la razón de tal insistencia: Medellín era la ciudad más violenta del país en ese momento, con una gran cuota de inseguridad y de muertes violentas, en suma también la suciedad del río que la atravesaba y llevaba el mismo nombre , la hacían ver como una ciudad poco agradable para el turismo…He aquí el estribillo de la canción que acompañada con imágenes en la TV, invitaba a fijar los ojos en la capital de la eterna primavera:
La ciudad donde nací y con mis amigos crecí,
La ciudad que es de mis hijos,
Donde vivo y trabajo por ti.
Medellín crece contigo,
Su progreso es para todos.
Caras alegres bajo la lluvia,
Niños felices cerca del sol,
Y en sus calles, en sus plazas en sus parques
Donde pasas siempre está el amor.
Lindas mujeres que son ejemplo,
Hombres honestos que trabajan con tesón.
Ama a Colombia, cree en Antioquia
Y el futuro así será mejor…
Depende también de ti,
Darle amor a Medellín
QUIERA A MEDELLIN.
Así en el inconsciente colectivo se había creado ese mito “Medellín” y era raro quien aun con miedo no sintiera deseos de visitarla algún día. Medellín para la época era de las ciudades más alejadas de Marquetalia (a mas de 8 horas en bus, cerca de 500 kms de recorrido) y por lo mismo era raro o escaso quien la buscara para emigrar, ir a trabajar o estudiar. Para qué, si las otras ciudades como Bogotá, Manizales, Ibagué, Honda y La Dorada estaban más cercanas y ofrecían mejores posibilidades?
Recuerdo que en esos días también se iniciaba la Copa América de fútbol, si mal no estoy su sede era Chile. Aquel año se destacarían los futbolistas de la Selección Colombia, sobretodo Carlos “El Pibe” Valderrama y René Higuita. Colombia al final ocuparía el tercer puesto pues en la semifinal perdería con Chile, pero le ganaría el tercer puesto a la Argentina. El campeón de ese año sería Uruguay contando en sus filas con el policía Alzamendi y a Enzo Francescolli como sus principales figuras, Chile sería Subcampeón y el Pibe Valderrama ganaría el Balón de oro como el mejor jugador del certamen.
Al llegar a Medellín sentí muchas sensaciones: admiración, temor, inquietud…Muchas preguntas surgieron en mi espíritu de joven…y era natural, pues desde que tenía uso de razón no confrontaba mis preguntas propias de la época con una realidad social tan compleja como la que veía en las calles de la Villa del Aburrá: pobreza, suciedad, contaminación, tensión… Antes había conocido Manizales, pero la capital de mi departamento no me había dado tanta posibilidad de inquietarme y admirarme como esta capital del mundo paisa.
Gracias a lo que pude percibir en menos de una semana, y para describir mis sentimientos hacia la capital de la montaña diría que las palabras claves son , curiosidad, encanto y admiración hacia sus gentes , sus sitios, Así pues, me di un tour por el seminario, y demás instalaciones de los Misioneros de Yarumal, encontré esporádicamente otros sacerdotes y seminaristas y me impactaron ciertas cosas: La acogida y sencillez tanto de los clérigos como de los “pichones de cura”. El seminario a donde posiblemente vendría tenía una gran cancha de micro-fútbol que era mi deporte favorito. La comida parecía ser siempre suculenta y abundante y en la fiesta del cumpleaños 60, la noche del 3 de julio, me impresionó la alegría, la música y ese ambiente de fiesta particular javeriano yarumaleño que por siempre admiraría, admiré y admiro aun en mi comunidad.
Así pues la primera impresión fue positiva, y ciertas ganas de venirme para el claustro religioso una vez terminara aquel año mi bachillerato, me invadieron al final del tour.
Irresoluciones, dudas vendrían en el resto del año. La decisión de qué hacer de mi vida no era diáfana. Las oscuridades post adolescentes seguían sin superar y me estaba haciendo amigo de la bebida con mis compañeros y amigos de Colegio.
En aquel momento, la verdad yo tenia cuatro caminos en mi vida como dice la conocida ranchera: “cual de los cuatro sería el mejor? Primero, después de presentar los exámenes del ICFES (las clásicas e indispensables pruebas del Estado) había escogido la carrera de literatura. Visto que mi padre quería y proponía pagarme estudios universitarios, ya había contemplado la posibilidad de ir e instalarme en Cali para estudiar la carrera literaria en la Universidad del Valle. Segundo podía bien quedarme allí en el pueblo y ayudarle a mi padre y convertirme así en su mano derecha en lo que respectaba a los negocios de compra venta de café…Tercero podía bien buscar el empleo de profesor, pues al fin y al cabo el cartón obtenido en la Normal La Candelaria, me abría las puertas, y era esa mi especialidad…Y finalmente estaba la opción del Seminario, viajar a Medellín y emprender la aventura de la formación religiosa misionera…Pero vaya que era difícil para mí tomar una decisión.
Cierto el caso, es que por los misterios de la Vida, no se si de Dios, nadie conoce sus caminos y no estaba seguro de ello en ese momento, resulté armando viaje para el Seminario tres días antes de la llegada e inscripción. La decisión tomo de golpe a mi padre que no comulgaba plenamente con esta decisión, siendo su hijo único y el mayor, él soñaba lógicamente con otras posibilidades para mí…la noticia fue de verdad Buena para mi mamá que se entusiasmó y comenzó de nuevo a animarme sin mostrar mucha euforia…Tal vez habría hablado con papá , nunca lo supe, pero sin mayores obstáculos, aparte las espontáneas lagrimas que surgen del adiós a la familia, y los inmediatos amigos y vecinos, el 31 de enero de 1988 , con una pesada maleta gris y un bolso de mano tomé el bus de Rápido Tolima que iba para Bogotá y que me dejaría dos horas después en el llamado cruce que conducía a la capital del país , al puerto de La Dorada, a Honda y a Medellín. Recuerdo que cuando el bus de colores rojo, azul y blanco inició su camino, dejando atrás poco a poco el parque y la iglesia, estaba llorando como un chiquillo. A mi lado, 10 años más mayor y cicatrizado ya de dolores que causan las despedidas , pues acababa de renunciar al magisterio después de 7 años de trabajo en el Amazonas, estaba Rubén Darío Castillo, el otro marquetón que había decidido ir al Seminario de los Misioneros de Yarumal. Darío buscaba consolarme con las palabras ya sabidas, y con el correr de las horas la tranquilidad volvió a mí…Pero sin dejar de pensar en lo desconocido que me esperaba, y en suma con muchas preguntas sobre el por qué de aquella decisión…
El primer día de seminario fue agradable e inolvidable. Darío y yo fuimos de los últimos en llegar. El Padre y los seminaristas, así como los nuevos recién llegados nos acogieron bien. Tomaron nuestras maletas y nos instalaron en las amplias habitaciones pensadas hasta para cinco personas. Recuerdo al padre formador y que se encargaría del seguimiento de los que conformaríamos el primer año, Pedro Castro, también al rector de ese año Padre Edgar Tirado, los padres Gustavo Vélez, Omer Giraldo y Libardo Castaño. Entre los compañeros que empezarían con nosotros recuerdo nítidamente a Leonardo Cruz que venia de Amalfi y le llamaban “el tigre”, parecía ser muy beato pues de su cuello pendía una gruesa cadena plateada de la que colgaba un no menos calibrado y consistente crucifijo también del mismo material. Con el paso de los días me daría cuenta que además de su fuerte devoción por la religión católica, al “Tigre” le caracterizaba un no menos admirable sentido del humor. También estaban otros dos paisas muy buenas gentes: Gilberto Monroy de Yalí y Luís Carlos Posada de Yolombó, a quien llamaríamos dos de nosotros “el primo”, por la coincidencia de tener en común el segundo apellido de Jaramillo. Este Monroy que bautizaríamos “morrocoy[2] o morrocoyo” por haber traído al seminario una tortuga de esta especie después de una correría o misión de semana santa ese mismo año, y a la que depositó entre un pequeño acuario esférico y no desamparaba, mostrando una gran afección a la hora de alimentarla y cuidarla, me dio muchas palabras de ánimo. Fue el quien la primera noche antes de acostarnos en el mismo cuarto, nos invitó a mostrarnos las fotos unos de otros y disipar así un poco la pena por el abandono del hogar, de la familia, del pueblo por la primera vez…
Pero una vez apagada la luz, bajo las sabanas y cobijas recuerdo nítidamente como el llanto silencioso volvió a apoderarse de mí y entre lágrimas y muchas reminiscencias, con una gran nostalgia, difícilmente logré conciliar el sueño.
Después vendrían dos años más de filosofía cursados y vividos en la capital de la montaña, seguido del año de espiritualidad o noviciado en Yarumal en 1991. Primero de Teología con mi primera profesión temporal lo haría también en Medellín. Para 1993 soy destinado a realizar la experiencia del año de pastoral en Ecuador y al final, decido hacer un pare temporal en mi formación, en principio por dos años, pero se extiende a cinco…Tiempo vivido en marquetalia mi pueblo en calidad de profesor de colegio y escuela.
Amigos, el IMEY es por las cosas de la vida mi hogar ahora. Mi segundo hogar donde he aprendido lo más esencial de la vida. Donde he profundizado en el conocimiento de mi Dios y mi respectiva religión católica. Gracias al IMEY he podido aprender en la Escuela de Jesús día a día con alegría, amenidad y fraternidad hurgando en las Sagradas Escrituras. Una particular vida espiritual y un especial estilo de oración se han arraigado en mí, donde siento a Dios como padre, a Dios como Misericordia, a Dios como amor. EL IMEY me ha enseñado los valores de la vida en comunidad, me ha hecho fuerte para ser tolerante y soportar lo duro de ciertos momentos que no faltan en nuestra existencia. Han sido de una manera indirecta 20 años de la influencia de sus miembros, de su espiritualidad, de su particularidad, de su historia en mi vida. En estos 20 años he podido desarrollar mi vena literaria y musical y en el Seminario comencé a cultivar fuertemente esta inclinación por las letras y las melodías. Al interior del Seminario, a lo largo de la historia que hemos recorrido juntos, muchas frases y hechos quisiera hoy evocar en este gran acontecimiento de los 80 años del IMEY…ya que es necesario acotar que los números precisos, exactos y perfectos han coincidido en el IMEY con los momentos más importantes de mi historia. Cuando celebraba sus 60 años en 1987 lo conocí y me hizo guiños del primer amor cuando apenas estaba en la Promoción Vocacional. En 1988 en pleno primer año de mi formación filosófica me dio la oportunidad de celebrar con todos los 100 años del nacimiento de su Fundador, nuestro Padre Builes y por ende comenzar a conocerlo y amarlo y tratar de imitarlo todavía.
En 1992, cuando tuvo lugar su cumpleaños 65, cursaba mi primer año de teología , de descubrimiento más preciso y detenido de Dios.
Para su aniversario 70, en 1997, yo ya estaba oficialmente fuera pero afectivamente dentro del Seminario[3]. Así los ecos de su fiesta, me motivaron para retomar el camino que haría efectivo en 1999.
Lo que nunca esperé fue el hecho de ser ordenado en el marco de sus bodas de diamante, 5 y hasta 6 años después de mis compañeros y hermanos con los que había iniciado la aventura del seminario o del noviciado. Digo que fui un privilegiado ya que durante esta fiesta muchos signos de bendición se suscitaron y la alegría era formidable.
Y ahí no acaba aun estas maravillosas coincidencias numéricas que por lógica y hasta que Dios lo quiera y sobre esta tierra se darán, el pasado 6 de julio en plenos 80 años de vida e historia IMEY celebré gracias al sempiterno Creador mis cinco años de consagración sacerdotal misionera con mis hermanos Julio César Estupiñán, Ausberto Guerra y José María Guzmán.
Bendito sea el Señor, y aprovecho para agradecer a todos mis formadores que me han acompañado hasta el día de hoy y de quienes he recibido maravillosos rayos de luz…
Miguel Ángel Builes, mi segundo formador después de Jesús, mi otro Padre y que desde la Eternidad me ha mostrado un sacerdocio caracterizado por una contemplación y oración que se armonizan, que me recuerda que he de ser otro Cristo y que la búsqueda de la verdad y la justicia en la historia no me debe ser indiferente y que lo primero es la búsqueda constante de la Gloria de Dios en todo lo que hacemos.
Gracias mamá , a ti ahora que habitas la eternidad junto al Padre, te agradezco por haber sembrado en mí esta inquietud y haber sido tú mi primera promotora vocacional. Sin tu insistencia y apoyo no se si hubiera sido posible tantas maravillas.
Gracias a Damián Chavarría por haberme hecho esta maravillosa propuesta de la consagración en el IMEY, en la plenitud de mi ilusa y floreciente juventud.
Gracias al hoy Monseñor Edgar Tirado, quien siendo rector del Seminario en 1988 me acogió con los padres Pedro, Omer, Libardo y Gustavo. Edgar, gracias por su testimonio, usted siempre nos despertaba la inquietud y nos invitaba a la reflexión cuando en la intimidad o en ambiente comunitario nos decía: “No veo claro hermanito/hermanitos”, quizás por eso se ganó el cariñoso mote de Hermanito, con el que lo conocemos hasta el día de hoy. Además recuerdo con simpatía que a su oficina de rectoría la llamábamos, sabíamos bien por qué, “El CAI del hermanito”[4].
Gracias Padre Pedro Castro, pues además de su testimonio de sencillez, alegría y responsabilidad, su frase “Jesús fue un hombre tremendamente impactante”, desde las primeras clases de formación cristiana y otras en el Seminario calaron para siempre en mi Espíritu.
Gracias Padre Gustavo Vélez “Calixto”, por tu vida, tu amenidad a la hora de predicar el evangelio, recordarnos que el Evangelio ha de gustarse y masticarse como lo que es: una Buena Noticia. Gracias padre Gustavo, por habernos invitado en su momento a respetar el reglamento del seminario. Recuerdo que cursando el primer año de filosofía, una noche pasadas las 10, estábamos casi todos los que habitábamos el denominado apartamento No 7, allí jugando a “la Perinola”, a puerta cerrada (por miedo a los formadores) apostando unas cuantas monedas, de pronto alguien tocó decentemente la puerta y todos salieron huyendo hacia sus camas, agarrando de paso el dinero que podían, todos, menos yo que fui con espontaneidad a abrir la puerta. Me sorprendí de hecho, claro está cuando vi ante mí la alta figura del padre “Calixto”, quien mirándome fijamente a los ojos detrás de sus lentes me decía dulcemente y con voz amable: “vea hombre, usted lleva seis meses en el seminario y no sabe a qué horas es la acostada”. Ante el mal testimonio que llegaban a nuestros oídos de ciertos curas , el padre Gustavo nos solía decir: “vea hombre, mire como actúa ese curita, para que usted cuando sea sacerdote después no haga lo mismo”.
Cómo olvidar la intelectualidad y afabilidad del padre Omer Giraldo y su amor al Peñol su municipio natal, su música y su apariencia de hombre ingenuo, tanto que él mismo afirmaba : “los zurrones de los seminaristas, piensan que a mi pueden pasarme por la galleta y van a ver y si…”. Claro que hay algo de humor y exageración en la frase, disculpe padre.
Omer se ganó por unos días el apodo de “Kid pecas”, pues algún malicioso compañero pegó un papel sobre la puerta de su habitación con las dos palabrejas , después del célebre puño que Omer le propinó a un seminarista de apellido Quiñónez , luego de un caliente partido de micro…Lo inolvidable de la pequeña e insignificante anécdota fue la actitud que después tomó el Hijo del peñol, pidiéndole perdón ante la comunidad al afectado, creo que en una revisión de vida…Una verdadera muestra de humildad que por siempre me ha impactado.
El padre Libardo Castaño fue mi primer director espiritual en el seminario y cuánto le agradezco, con su ayuda pude tomar un gran y renovado impulso…Que Dios le bendiga.
Entre los mayores de aquella época qué bello ejemplo el de los padres Tulito Cadavid, Gilberto Gallo y Emilio Carvajal. El padre Tulito por ejemplo cuando nos daba clases de Antropología Filosófica mostraba en su cátedra una profunda humanidad, una admirable fe y una inmensa sabiduría. Su sentido del humor no era por menos deslumbrante y magnífico. A Tulio, si uno le ofrecía la mano para saludarle, solía contestar: “No sea lambón, vaya a lamber a otra parte”. O cuando sorprendía algún seminarista tomando café en la sala de acogida de la Casa de Emaús (residencia de los hermanos mayores) increpaba: “no venga aquí a tomarse el tinto de los viejitos, no sea descarado, para eso tienen también allá en el seminario su cafetera”. Así era Tulito cómico punzante con ironía y sarcasmo. Recuerdo también sus grandes virtudes musicales. En su cuarto de Emaús tenía un inmenso y anciano piano del cual arrancaba bellas piezas de su propia inspiración. Alguna vez, durante los minutos de descanso, yo fui afortunado con algunos otros a quienes nos condujo en su cuarto, para respirar un poco de su intimidad y timidez, y por lo tanto empaparnos de su sapiencia y poesía. Una de las cosas que hizo Tulito fue comenzar a interpretar sobre el clásico piano una melodía celeste, sin voz, siguiendo una partitura, era un pasillo que nunca olvidaré y que me conmovió al menos a mí intensamente. Una vez terminada la bella composición, nos dijo que se llamaba “Lejano azul” y que era de su propia inspiración…No se si Tulito dejaría entre su legado musical aquella linda melodía, pero en conclusión si algo aprendí y aprecié del Padre Cadavid fue su talento para la música…
El padre Gallito nos transmitió su gran devoción y amor por la Virgen María, era un Cirilo de Alejandría en aquellos días con Centro mariológico y todo, donde nos invitaba a orarle, a amarle y a pedir la intercesión de la Madre de Dios…
Admirable fue en el Padre Emilio Carvajal su coraje hasta el final y la inmensa fe con la que esperaba volverse a levantar de su silla, recuperarse de su enfermedad y reemprender la construcción de las escuelitas populares, de las cuales fue el más fuerte impulsador . En su cuarto de Emaús se le veía siempre haciendo sus rosarios para vender y ayudar con el dinero recolectado a personas necesitadas…Un misionero hasta el final, paciente, dulce, consejero…
Guillermo Bedoya, en Colombia y Ecuador nos hacía reír con sus chistes ocurrentes y a veces “descachados”…Lo bueno de él es que siempre exagera la nota…Conocedor de ciertos casos o sucesos cómicos en la historia de la comunidad, su distintivo es ese, agregar detalles para hacer reír a sus interlocutores…
Guillermo “memo” Pérez, el teólogo, el futbolista, como lo llamara en la misa de primer aniversario de resurrección su compañero y hermano el Padre Orlando Osorio. Qué capacidad de síntesis la de “memo”, las ideas sobre Dios dadas en pildoritas amenas, cortas y concisas.
Un gran agradecimiento para los padres Gonzaga García, mi maestro de espiritualidad en el noviciado 1991, y los vice-maestros alternados Juan de la Cruz Ceballos “Juanito” y el Padre Alberto Mesa, infinitas gracias por haberme conducido en ese camino de espiritualidad de conocimiento interior personal, del fundador del IMEY, de los patrones Santa Teresita del Niño Jesús y San Francisco Javier.
Gracias también al padre Jesús Emilio Osorno por haber conservado siempre las puertas abiertas para mí.
Gracias al padre Edgar Tirado por haberme acogido por segunda vez en el Instituto en 1999 después de continuas vacilaciones o indecisiones, por lo mismo mi palabra “gracias” para los padres que conformaban el Consejo General durante esa época padres Guillermo Bedoya, Jairo Guzmán, Jaime Ossa y Libardo Castaño.
En fin han sido dos épocas vividas en el IMEY, de 1987 hasta 1993 y de 1999 hasta nuestros días. El IMEY fue siempre mi destino, designio de Dios para realizar mi vida como sacerdote. Pues debo confesar que antes de ingresar por segunda vez al Instituto javeriano, hice intentos o tuve intenciones de ingresar mismo a la Diócesis de la Dorada Guaduas y por la misma falta de convicción y dudas de realizarme allí no insistí ni hice muchos esfuerzos por instalarme allá. Además en aquellos días cuando estaba en plenas conversaciones con el Obispo de aquel tiempo Monseñor Fabio Betancourt Tirado , este fue nombrado Arzobispo de Manizales y la Diócesis quedó vacante.
Después pensé que como gustaba mucho del periodismo y la formación, lo mismo la radio podía hacerme sacerdote eudista y acceder en consecuencia a la Fundación Minuto de Dios y su empresa de telecomunicaciones LUMEM 2000 en Bogotá…Pero no, no fue posible, me pusieron muchas exigencias como prolongar más años de formación y estudiar y especializarme en teología y filosofía, además eso exigía mucho dinero, y entonces decidí echarme para atrás con la idea.
Finalmente gracias a ustedes todos compañeros de recorrido comunitario y espiritual, seminaristas, hermanos y sacerdotes en estos 20 años en la casa IMEY. Cada uno de ustedes me ha enseñado algo positivo, un valor, una cualidad particular…
Gracias Dios por esta familia IMEY que no es perfecta, pero busca la perfección en ti, que se revisa, y se renueva día a día.
Durante estos días he vivido una experiencia muy especial acá en Costa de Marfil, donde he venido para participar con mi compañero de misión en Camerún, el sacerdote asociado de Bolivia Efraín Lazo, en el V encuentro Panafricano de misioneros javerianos.
Volví a ver después de varios años a Javier “el mono” Cardona que no deja de ser un hombre con gran sentido del humor. Su capacidad de hacer reír y esa capacidad que tiene de decir las verdades con jocosidad y sin ofender es una gran cualidad.
Sigamos adelante, tras los pasos de Jesús el Misionero del Padre que nos llama cada día a su mies. Demandémosle su Espíritu de Sabiduría y de Gracias para ser testigos creíbles, llenos de alegría en los distintos ambientes donde hacemos presencia hoy. Es un mundo que nos desafía a responder antes sus crisis y conflictos. El Dialogo interreligioso está por estrenarse, la vida evangélica más autentica a la manera de Jesús es un reto constante.
[1] Escribo desde la region norte del Camerun, donde trabajo con el pueblo Mafa de cultura milenaria.
[2] Morrocoy, tortuga americana que se distribuye desde Panamá, por Sudamérica hasta Argentina y Brasil, Trinidad y otras islas caribeñas. Microsoft ® Encarta ® 2006. © 1993-2005 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
[3] A finales de 1993, terminando el año de pastoral en Ecuador, decidí hacer un alto en mi formación.
[4] Centro de Atención Inmediata. Eran ancianos puestos de policía en cemento, ubicados en los barrios para velar por la seguridad ciudadana.
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Gustavo Quiceno