Quizás una de las plumas más influyentes en el mundo postrimero del siglo XX. Conocí de su obra y me dejé seducir e influir tanto por él, siendo seminarista , gracias mi hermano sacerdote ya también junto a Dios GUSTAVO VELEZ “Calixto”. Compre, leí y aun releo muchos de sus ensayos que conservo con cuidado en mi biblioteca: “Razones para vivir”, “Razones para el amor”, “Razones para la alegría”, “Razones para la esperanza”, “Razones desde la otra orilla”.
También nos regaló una hermosa cristología en 3 tomos llamada “Vida y misterio de Jesús de Nazareth”.
El estilo de escritura del padre Martin Descalzo es arrobador, sabe llegar a la sensibilidad de las personas, hace tomar conciencia, despertar del letargo y cuestionarse sobre la vida, la existencia y la razón de ser humano. Llega tanto a los religiosos como a las personas de cualquier edad y condición (jóvenes, adultos, ancianos, enfermos, desahuciados…)
En sus obras refleja ser un hombre muy leído, cultivado y polifacético, conocedor de la literatura clásica, seguidor sobretodo de George Bernanos, amante de la música de Bach ( su gran ídolo) y admirador de la historia de su vida. Martin Descalzo es un hombre abierto, un hombre poseedor de una gran fe y un gran amor por Jesucristo , la Virgen María y la Iglesia. A esta última no deja de hacerle sus criticas pero siempre con respeto y denodado amor.
Escribió por muchos anos sus artículos en diarios de España, los mismos que luego recopilo en diversos libros que han llegado a ser best sellers tanto en la península hispánica como en Latinoamérica.
Biografía
A los tres años se traslada a vivir a Astorga por el destino profesional de su padre, donde trascurre su infancia hasta que a los 12 años ingresa en el Seminario de Valladolid. Completa estudios de Historia y Teología en la Universidad Gregoriana de Roma; allí formó parte del grupo poético reunido en la revista Estría del Colegio Español, que ayudó a fundar. Se ordenó sacerdote en 1953.
Ejerce como profesor de Literatura en el Seminario de Valladolid, dirigiendo también allí una compañía de teatro de cámara. Durante el Concilio Vaticano II fue corresponsal de prensa en el mismo. Como periodista, dirigió las revistas Vida Nueva y Blanco y Negro y el programa televisivo Pueblo de Dios de RTVE. Representa una literatura relacionada con el humanismo cristiano. En 1956 obtuvo el Premio Nadal por La Frontera de Dios y en 1962 el Premio Teatral de Autores. En 1976 consigue el Premio González-Ruano de periodismo. Fallece en Madrid el 11 de junio de 1991, tras una larga enfermedad renal.
Su trayectoria dramática se inició con La hoguera feliz, montada por Mario Antolín por el Teatro Nacional de Cámara y Ensayo en 1969, una nueva recreación del personaje histórico de Juana de Arco en que se privilegia su capacidad de optar por el camino más difícil. La pieza fue un éxito de crítica y público. A dos barajas (1972) es un melodrama fácil al gusto del público de entonces. Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos (1986) es su mayor éxito y tras más de cien representaciones en provincias llegó a Madrid y cautivó al público de la capital, sobre todo por la cautivadora interpretación de Elisa Montés. El argumento, que se funda en un Cristo que, después de ser robado por las huestes napoleónicas, termina en un prostíbulo, escondía una dura crítica a las costumbres sexuales del clero católico, tanto más fundada cuanto que venía de un sacerdote. Escribió después El segundo juicio de Galileo (1978) y la póstuma El Peregrino (2001).
Obras
Novela
Diálogo para cuatro muertos. Oviedo, 1953.
La frontera de Dios (1956)
Lobos, perros y corderos (1978)
El demonio de media tarde (1982)
Ensayo
Un periodista en el concilio, 1962-1965
Razones para la esperanza (1984)
Un cura se confiesa
Siempre es Viernes Santo
Vida y Misterios de Jesús de Nazaret
Razones para la alegría
Razones para el amor
Razones para vivir
Razones desde la otra orilla
Las razones de su vida
Vida y misterio de Jesús de Nazaret. I. Los comienzos
Vida y misterio de Jesús de Nazaret. II. El mensaje
Vida y misterio de Jesús de Nazaret. III. La cruz y la gloria
Vida y misterio de Jesús de Nazaret. Obra completa
Apócrifo de María
Poesía
Fábulas con Dios al fondo (1957)
Camino de la cruz (1959)
Querido mundo terrible (1970)
Apócrifo (1975)
Apócrifo del domingo (1982)
Testamento del pájaro solitario
Teatro
La hoguera feliz (1962)
A dos barajas, (1972)
Traducción de Godspell (1974), de John-Michael Tebelak y Stephen Shwartz.
El segundo juicio de Galileo (1978)
Adaptación musical de Fuenteovejuna, de Lope de Vega.
Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos (1986)
El peregrino (2001), póstumo.
FALLECIO UN DÍA COMO HOY HACE 19 ANOS , el 11 de junio de 1991.
En agosto se cumplen 80 años de su nacimiento.
Si quieren averiguar sus obras háganlo en cualquier librería espiritual religiosa de su país…Recomendado 100 por ciento, es de los SACERDOTES escritores que más me han marcado como ser humano y me ha ensenado demasiado.
2
Se llama Jose Luis Martín Descalzo. Así, completo. Me gusta decir su nombre y apellidos porque, si no, me parece que me quedo corto alabándolo. Se coló en mi vida como un periodista en el Concilio. Sin hacer ruido, casi por casualidad. Me encontró gracias a un trabajo académico sobre la relación entre la prensa y el Concilio Vaticano II. Me encontró, me agarró y, aún hoy, no me ha soltado.
Escribe como todo periodista desearía escribir; describe como toda cámara fotográfica desearía captar la realidad; convence como todo revolucionario quisiera y entiende como poca gente es capaz de comprender. Creo que llevaba unas gafas, cuyos cristales tenían un filtro que hacía que tras ellos todo fuera amor. Era capaz de ver lo bueno del ser humano, siempre lo positivo. ¿Lo malo? Lo malo existe porque nosotros no empeñamos en que así sea.
Lo envidio sanamente. Sabía disfrutar de los pequeños detalles y exprimía al máximo la oportunidad de vivir que le había brindado Dios. Simplemente, tenía "Razones".Razones para la felicidad, para la alegría, para la esperanza, para el amor... Sin duda, este cura y periodista, este maestro del humanismo, ha conseguido que los libros sigan teniendo un lugar muy importante en el presente, y que leer sea todo un gozo. Además, acabo de mirar en internet su lista de publicaciones y, al menos veo una treintena de obras. ¡Menudo legado!
Si no lo conoces, te invito a que te lances, ciegamente, sobre sus letras. Si, por el contrario, ya eres colega de Martín Descalzo, estarás de acuerdo conmigo en que no hay mejor manera de acabar esta entrada que cediéndole la palabra:
"Ahora, Padre, que se acerca el momento de volver a tus manos, déjame agradecerte este don de ser hombre que tú me regalaste durante treinta años.
Ha sido hermoso ¿sabes? Hermoso y doloroso, es bien cierto, mas, sobre todo hermoso: tener carne, sentirme débil, conocer el paso del tiempo por tus horas, amar desde más cerca y uno a uno, tender la mano a los amigos, comer con ellos en la misma mesa y ver sus ojos líquidos que tratan de decirte que te quieren, aunque luego mil veces el corazón se descarríe.
¿Sabes, Padre? Siempre quise a los hombres, pero ahora se diría que me he enamorado de ellos, precisamente porque son tan pequeños y necesitan tanto. Ahora ya no sabría vivir sin el ser humano y por eso te pido -es mi último deseo en este mundo- que me permitas seguir siéndolo en las anchas praderas de lo eterno.
Déjame que me lleve este cuerpo, y estas manos, y estos ojos que en la Tierra aprendieron a reír y llorar, y estos pies caminantes, y el pobre corazón que fue lo que mejor nos salió en los siete días iniciales.
No creas que me olvido del mal y de la muerte. ¿Cómo podría hacerlo ahora que los siento subir por mis venas? Yo conozco la fría violencia del hombre y el egoísmo sucio que respiran su alma y sus pulmones, he visto la serpiente de su odio enroscándoseme en torno a mi vida; mas también he medido su ignorancia, su mirada de niños descarriados y he gustado el vino más hermoso: el del perdón.
¿Qué Dios seríamos nosotros si no tuviéramos nada que perdonar? El mal del hombre permite que se vea la más hondo de nuestro ser, la última razón de nuestra triple existencia, ya que amor sin perdón es medio amor".
Escribe como todo periodista desearía escribir; describe como toda cámara fotográfica desearía captar la realidad; convence como todo revolucionario quisiera y entiende como poca gente es capaz de comprender. Creo que llevaba unas gafas, cuyos cristales tenían un filtro que hacía que tras ellos todo fuera amor. Era capaz de ver lo bueno del ser humano, siempre lo positivo. ¿Lo malo? Lo malo existe porque nosotros no empeñamos en que así sea.
Lo envidio sanamente. Sabía disfrutar de los pequeños detalles y exprimía al máximo la oportunidad de vivir que le había brindado Dios. Simplemente, tenía "Razones".Razones para la felicidad, para la alegría, para la esperanza, para el amor... Sin duda, este cura y periodista, este maestro del humanismo, ha conseguido que los libros sigan teniendo un lugar muy importante en el presente, y que leer sea todo un gozo. Además, acabo de mirar en internet su lista de publicaciones y, al menos veo una treintena de obras. ¡Menudo legado!
Si no lo conoces, te invito a que te lances, ciegamente, sobre sus letras. Si, por el contrario, ya eres colega de Martín Descalzo, estarás de acuerdo conmigo en que no hay mejor manera de acabar esta entrada que cediéndole la palabra:
"Ahora, Padre, que se acerca el momento de volver a tus manos, déjame agradecerte este don de ser hombre que tú me regalaste durante treinta años.
Ha sido hermoso ¿sabes? Hermoso y doloroso, es bien cierto, mas, sobre todo hermoso: tener carne, sentirme débil, conocer el paso del tiempo por tus horas, amar desde más cerca y uno a uno, tender la mano a los amigos, comer con ellos en la misma mesa y ver sus ojos líquidos que tratan de decirte que te quieren, aunque luego mil veces el corazón se descarríe.
¿Sabes, Padre? Siempre quise a los hombres, pero ahora se diría que me he enamorado de ellos, precisamente porque son tan pequeños y necesitan tanto. Ahora ya no sabría vivir sin el ser humano y por eso te pido -es mi último deseo en este mundo- que me permitas seguir siéndolo en las anchas praderas de lo eterno.
Déjame que me lleve este cuerpo, y estas manos, y estos ojos que en la Tierra aprendieron a reír y llorar, y estos pies caminantes, y el pobre corazón que fue lo que mejor nos salió en los siete días iniciales.
No creas que me olvido del mal y de la muerte. ¿Cómo podría hacerlo ahora que los siento subir por mis venas? Yo conozco la fría violencia del hombre y el egoísmo sucio que respiran su alma y sus pulmones, he visto la serpiente de su odio enroscándoseme en torno a mi vida; mas también he medido su ignorancia, su mirada de niños descarriados y he gustado el vino más hermoso: el del perdón.
¿Qué Dios seríamos nosotros si no tuviéramos nada que perdonar? El mal del hombre permite que se vea la más hondo de nuestro ser, la última razón de nuestra triple existencia, ya que amor sin perdón es medio amor".
Fragmento extraído de "Hablan Jesús y el Padre". Recogido en el libro Fábulas y relatos de J.L.M.D.
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, aunque tampoco podía ofenderme con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
Pero un día mi amigo me dijo: “No cambies. Sigue siendo tal y como eres. En realidad, no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte.”
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como una música:“No cambies, no cambies, te quiero.” Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh maravilla!, cambié.».
Supongo que habrá algunos lectores que no estén del todo de acuerdo con esta fábula y que hubieran preferido que el consejo de mi amigo fuera un poco diferente: «Harías bien en tratar de cambiar por tu propio bien, pero lo importante es que sepas que yo te quiero. Como eres o como puedes llegar a ser.» Pero lo que me parece claro es que, en todo caso, lo sustancial de la fábula dice: nadie es capaz de cambiar si no se siente querido, si no experimenta una razón «positiva» para cambiar, si no tiene a interior suficiente para subirse por encima de sus fallos.
Temo que esta elemental norma pedagógica y humana sea desconocida por muchísimas personas. Tal vez por eso el primer consejo que doy siempre a los padres que me cuentan problemas de sus hijos sea éste: De momento, quiérele, quiérele ahora más que nunca. No le eches en cara sus defectos, que él ya conoce. Quiérele. Confía en él. Hazle comprender que le quieres y le querrás siempre, con defectos o sin ellos. Él debe saber que, haga lo que haga, no perderá tu amor. Eso, lejos de empujarle al mal, le dará fuerza para sentirse hombre. Con reproches lo más probable es que multipliques su amargura y le hagas encastillarse en sus defectos. Él debe conocer que esos fallos suyos te hacen sufrir. Pero debe saber también que tú le amas lo suficiente como para sufrir por él todo lo que sea necesario.
Y nunca le pases factura por ese amor. Tú lo haces porque es tu deber, porque eres padre o madre, no como un gesto de magnanimidad. Y cuando te canses -porque también te cansarás de perdonar por mucho que le quieras-, acuérdate alguna vez de que también Dios nos quiere como somos y tiene con nosotros mucha más paciencia que nosotros con los nuestros.
Pero, ¿y si la técnica del amor termina fallando porque también la ingratitud es parte de la condición humana? Al menos habremos cumplido con nuestro deber y habremos aportado lo mejor de nosotros. En todo caso, es seguro que un poco de amor vale mucho más que mil reproches.
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3
Una muestra...
Cuenta Anthony de Mello una fábula que me gustaría comentar a mis lectores. Dice así: «Durante años fui un neurótico. Era un ser oprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no me convencía la necesidad de hacerlo por mucho que lo intentara.
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, aunque tampoco podía ofenderme con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
Pero un día mi amigo me dijo: “No cambies. Sigue siendo tal y como eres. En realidad, no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte.”
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como una música:“No cambies, no cambies, te quiero.” Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh maravilla!, cambié.».
Supongo que habrá algunos lectores que no estén del todo de acuerdo con esta fábula y que hubieran preferido que el consejo de mi amigo fuera un poco diferente: «Harías bien en tratar de cambiar por tu propio bien, pero lo importante es que sepas que yo te quiero. Como eres o como puedes llegar a ser.» Pero lo que me parece claro es que, en todo caso, lo sustancial de la fábula dice: nadie es capaz de cambiar si no se siente querido, si no experimenta una razón «positiva» para cambiar, si no tiene a interior suficiente para subirse por encima de sus fallos.
Temo que esta elemental norma pedagógica y humana sea desconocida por muchísimas personas. Tal vez por eso el primer consejo que doy siempre a los padres que me cuentan problemas de sus hijos sea éste: De momento, quiérele, quiérele ahora más que nunca. No le eches en cara sus defectos, que él ya conoce. Quiérele. Confía en él. Hazle comprender que le quieres y le querrás siempre, con defectos o sin ellos. Él debe saber que, haga lo que haga, no perderá tu amor. Eso, lejos de empujarle al mal, le dará fuerza para sentirse hombre. Con reproches lo más probable es que multipliques su amargura y le hagas encastillarse en sus defectos. Él debe conocer que esos fallos suyos te hacen sufrir. Pero debe saber también que tú le amas lo suficiente como para sufrir por él todo lo que sea necesario.
Y nunca le pases factura por ese amor. Tú lo haces porque es tu deber, porque eres padre o madre, no como un gesto de magnanimidad. Y cuando te canses -porque también te cansarás de perdonar por mucho que le quieras-, acuérdate alguna vez de que también Dios nos quiere como somos y tiene con nosotros mucha más paciencia que nosotros con los nuestros.
Pero, ¿y si la técnica del amor termina fallando porque también la ingratitud es parte de la condición humana? Al menos habremos cumplido con nuestro deber y habremos aportado lo mejor de nosotros. En todo caso, es seguro que un poco de amor vale mucho más que mil reproches.
Del libro “Razones para el amor” José Luis Martín Descalzo
Referencias bibliográficas
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Gustavo Quiceno