Es este el domingo de la oración. Abraham intercede con audacia por los
habitantes de la perversa ciudad que está condenada y Jesús enseña a sus apóstoles
a orar a Dios como un niño que se confía en su padre o en su madre.
Que esta Eucaristía nos permita tomar conciencia que somos los hijos bien amados de Dios.
Que esta Eucaristía nos permita tomar conciencia que somos los hijos bien amados de Dios.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGUN SAN LUCAS
11,1-13
EL PADRE NUESTRO
11:1 Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".
11:2 Él les dijo entonces: "Cuando oren, digan:
Padre, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino;
11:3 danos cada día nuestro pan cotidiano;
11:4 perdona nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a aquellos que nos ofenden;
y no nos dejes caer en la tentación".
11:2 Él les dijo entonces: "Cuando oren, digan:
Padre, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino;
11:3 danos cada día nuestro pan cotidiano;
11:4 perdona nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a aquellos que nos ofenden;
y no nos dejes caer en la tentación".
La parábola del amigo insistente
11:5 Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: "Amigo, préstame tres panes,
11:6 porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle",
11:7 y desde adentro él le responde: "No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos".
11:8 Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
11:9 También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.
11:10 Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
11:11 ¿Hay algún padre entre ustedes que dé a su hijo una serpiente cuando le pide un pescado?
11:12 ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
11:13 Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!"
11:10 Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
11:11 ¿Hay algún padre entre ustedes que dé a su hijo una serpiente cuando le pide un pescado?
11:12 ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
11:13 Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!"
A guisa de introducción:
Un gran reto
escribir hoy…expresarse por escrito y ser leído no es tan evidente y más
cuando día a día aumentan los espacios de opinión, los blogs, los foros…Y qué difícil
encontrar como lectores, lo que es esencial, vital, afectivo y efectivo en
medio de tanta maraña literaria…Por eso hoy toca seleccionar, escoger y
quedarme con lo que verdaderamente me sirve y me edifica.
En todo caso,
personalmente me siento muy contento y después de 7 años, haber llegado a las
700 entradas en mi blog www.gusqui.blogspot.com.
Comienzo
orando y dándole gracias a Dios por eso, porque precisamente el evangelio de
este domingo nos invita detenernos en la oración, a definirla, a ver como la
vivimos y o practicamos…Aun oramos? Cómo oramos? Oramos con confianza o solo
oramos por orar? Por tradición, por costumbre? Por rutina?
Alguien dijo
muy sabiamente: “Las aves vuelan, los
peces nadan, los cristianos oran”, es decir deberíamos concluir que no hay
vida cristiana sin oración.
Y a quién están
dirigidas nuestras oraciones? A Dios Todopoderoso en amor, oramos a Dios porque
nos reconocemos sus criaturas, sus hijos, nuestro hacedor, nuestro liberador…Mientras
no haya esta conciencia no se sentirá la necesidad de orar. Los
autosuficientes, los ateos no oran, no ven el por qué ORAR…
Y cuando se
ha tenido una experiencia negativa, traumática y dolorosa de paternidad humana,
es lógico y apenas normal que sea difícil invocar a Dios como Padre. Pero es
precisamente por eso, por esa misma necesidad de ser amado, por lo que se es y
còmo se es que se puede encontrar este AMOR en Dios Padre. Nosotros podemos ir
hacia Él, dirigirnos a Él con toda
confianza puesto que Él quiere nuestro bien.
Y si no hemos
todavía tomado conciencia de ser hijos
de Dios, Jesús nos lo recuerda hoy en el evangelio.
Si, Dios es
nuestro Padre. No estamos en sintonía, ajustados con su amor? No reflejamos su
rostro, sus rasgos en nuestra vida como Jesús? Él permanece abierto y cerca de
nosotros…Él nos lo asegura!
Aprovechemos
de estos días calurosos de verano para entrar en contacto con Dios. La puerta
de su casa está siempre abierta. Él permanece sensible a todo lo que nos
afecta, o nos toca. Hablémosle del estado de nuestra alma, de nuestros amores
felices, de la naturaleza que nos admira y nos encanta.
Expresémosle
nuestro agradecimiento por esta con vida. Confiémosle nuestras dolencias y o
enfermedades, nuestros miedos, nuestra necesidad (sed) de ternura. Demandémosle
su auxilio para volvernos a levantar después de un fracaso y acoger el perdón.
Confiémosle nuestra
frustración ante la lentitud de nuestros organismos, comunidades o por los conflictos
en el mundo.
Que nuestra oración
sea acción de gracia, alabanza, ayuda para arrepentirnos, lo importante es
saber que podemos decirle todo a nuestro Padre. Él nos escucha y nos da siempre
mucho más de lo que esperamos.
Que el Espíritu
abra nuestro corazón para acoger lo que Él nos reserva.
Ahh y no
olvidemos en esa oración confiar también al Padre y estar en comunión con nuestro Papa Francisco y con todos los jóvenes
y demás personas que participan localmente, virtualmente y en la distancia en
la Jornada Mundial de la Juventud que se realiza en Rio de janeiro Brasil
durante estos días.
Aproximación Psicológica al texto del evangelio:
Asuman su humanidad y háganle (denle) un lugar a Dios!
El Jesús que
nos presenta Lucas en su evangelio es un hombre profundamente comprometido en
la experiencia de la oración. Pero los otros evangelistas también nos
transmiten como era también de importante la oración para Jesús.
Esto puede
llevarnos a sentir la continuidad que existe entre el contenido de la oración de
Jesús y el contenido de la oración que formula por pedido de sus discípulos.
De manera
habitual se nos ha llevado a distinguir entre oraciones: la “oración de Jesús”,
se ha dicho, no era necesariamente “la oración
de los discípulos”. Pero de hecho, es a partir de su propia experiencia que Jesús
le enseña orar a sus discípulos, de tal modo que el “Padre Nuestro” puede
ciertamente enseñarnos alguna cosa sobre su oración.
De paso
subrayemos las diferencias sensibles entre las versiones del Padre Nuestro tal
y como nos son presentadas por Mateo y Lucas. En Mateo hay 7 peticiones,
mientras que Lucas no ha retenido sino 5. Este fenómeno nos recuerda que los
redactores de los evangelios no se percibían como archivistas, y que ellos se sentían
libres de cortar o de agregar algo a las palabras de Jesús. Lo importante para ellos era el contenido
del mensaje de Jesús y no su formulación literal.
Si retomamos
el texto del Padre Nuestro, dos cosas nos admiran. Primero la sobriedad con la
que se demanda o pide a Dios de intervenir en la historia. El pensamiento judío
tenía la tendencia a imaginar cataclismos cósmicos y castigos terroríficos para
los enemigos de la nación, mientras que los justos triunfarían de manera
espectacular (podemos reportarnos al libro del Apocalipsis para tener una idea
de este estilo literario). No hay nada de eso aquí en el Padre Nuestro. Jesús
vuelve a llevar la oración a una gran moderación y a una profunda simplicidad: “Padre
hazte reconocer como Dios…con los medios que quieras”, “Haz venir tu Reino…cuando
Tu bien lo quieras”.
Pero la oración
del discípulo no es una oración centrada exclusivamente en Dios. Ella es la oración
de un hombre encarnado en una condición bien concreta, consciente de sus
necesidades físicas, presto (listo) a reconocer sus errores y a aceptar los
defectos del otro (metiéndose en sus zapatos), y siend consciente de su
fragilidad.
De esta
manera, por un lado, encontramos en el
PADRE NUESTRO un equilibrio admirable entre el reconocimiento y la asunción por
parte del hombre de su fragilidad, y por otra parte el sitio o lugar que quiere
darle a Dios quien se prepara para intervenir en su vida y en la historia.
Pensándolo
bien, todo este mensaje de Jesús a sus contemporáneos se encuentra en estas cuantas
líneas del Padre Nuestro: “Reconozcan sus necesidades, su fragilidad y
sus errores, y denle un lugar a Dios en su vida”.
Y de hecho,
en el Nuevo Testamento abundan pasajes que van en esta dirección o tienen tal
sentido. En el Apocalipsis, es Jesus mismo que “Está en la puerta y que toca”
(Apocalipsis 3,20). El texto a los Hebreos, por su parte, nos recuerda la
insistencia de Dios por hacerse escuchar del hombre: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo
a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por
el Hijo” (Hebreos 1,1-2).
Esta inversión
de la parábola puede mismo introducirnos en el corazón de la Encarnación.
Puesto que con la Encarnación, es Dios que se pone (no se mete) afuera, que se
pone en la situación vulnerable de aquel que está en el exterior a la merced de
aquel que puede abrir la puerta o dejarla cerrada (revisar en este sentido
Filipenses 2,5-8).
En Jesús,
como en los profetas que le han precedido, es Dios quien toma la decisión de
venir insistentemente a golpear la puerta del hombre, que se expone a la merced
de la aceptación o del rechazo por el hombre (releer en este sentido la parábola
de los viñadores asesinos- Lucas 20,9-16).
Este
acercamiento confiere una profundidad admirable a la experiencia de la oración,
ya que ORAR es dejar entrar a Dios en nuestra vida y no implorarle más dejarnos entrar en la
de él.
Puesto que en
la vulnerabilidad de Jesús, Dios ha elegido los roles: somos nosotros que
estamos adentro y es Él quien está afuera; la decisión de abrir la puerta o de
dejarla cerrada, no es decisión de Él a tomar,
sino nosotros que podemos tomarla; Ya no es mas Dios quien tiene un
poder sobre el hombre, sino el hombre quien tiene un poder sobre Dios.
La oración llega a ser la experiencia que nos permite salir de esta dinámica
vergonzante del poder y de la vulnerabilidad, para entrar en una dinámica de
intimidad. La oración abre la puerta, y cuando la puerta está
abierta, ya no hay más alguien que suplica y otro que se hace suplicar, no hay más
que dos amigos que están juntos y que se comunican el uno al otro, “yo con Él y Él conmigo”, dice Jesús
(Apocalipsis 3,20).
Pongan a Dios en su lugar
Jugamos un
juego peligroso cuando nos ponemos en el lugar de Dios, cuando proyectamos en
Dios nuestros sentimientos de rencor, de odio y nuestras fantasías de venganza.
Al igual como cuando sonamos espontáneamente con hacerle mal aquellos que nos
han ofendido o hecho mal, nosotros nos regodeamos, nos alegramos imaginando un
Dios que manda al infierno aquellos que no han respetado sus leyes (igual que
al Cura Don camilo de Guareschi antes de ser reprendido y corregido por Jesús,
je,je).
Luego
recurrimos a argumentos filosóficos (sobre la libertad) o teológicos (sobre la retribución)
para justificar esos sentimientos dudosos.
Jesús pone
completamente al revés todos esos procesos, y nos invita, no a ponernos en el
lugar de Dios y a jugar al juez universal, sino a poner a Dios en nuestro lugar
y a descubrirle a partir de nuestra propia bondad y de nuestra propia ternura.
Ustedes, son malos, ustedes tienen fácilmente fantasías de venganza y ustedes tienen
(ponen) limites serios en su capacidad
de perdonar. Y por tanto, ustedes dan espontáneamente buenas cosas a sus hijos,
independiente de su mal comportamiento o de sus méritos.
Y bien!
Pongan Dios en su lugar. Qué pasa? Piensan ustedes que Dios va a darles
serpientes y escorpiones? (pensemos aquí en nuestras imágenes del infierno,
crueles o refinadas…)
“Yo, yo les digo: se les dará, ustedes van a encontrar, se les abrirá” ,
siempre y cuando sean ustedes conscientes de sus necesidades, ya que tienen un Padre que se ocupa de
ustedes, que “conoce lo que les hace falta” (Mateo 6,32) y que no tiene otro
placer o satisfacción que ser bueno y tierno con ustedes.
No hay acá
lentes de color rosa. Jesús no dice: Todo el mundo es bello, todo el mundo es
gentil. Él conoce la dureza del mundo en el que vive y no se hace ilusiones sobre
la gravedad o fragilidad del hombre. “Ustedes
son malos”, nos dice claramente. Pero lo que es determinante para él, no es
que el hombre sea malo sino que Dios sea bueno. Para Él todo está ahí comprendido.
He aquí quien debe colorear la experiencia espiritual. La oración e igualmente
la oración de petición o suplica o demanda, se resume en acoger esta realidad
de la bondad y de la ternura invencible del Padre.
A través de estas
palabras de Jesús, es su esperanza desbordante en la bondad de Dios que surge.
Con el Dios que yo he descubierto, no puede ser de otra manera, nos dice
Jesucristo.
REFLEXION CENTRAL
Padre Nuestro
En la tradición oriental cuentan una bella historia. Había
monjes muy pobres y muy ignorantes que buscaban crecer en la oración, aprender
a orar y no habían aprendido más que el PADRE NUESTRO. Un viejo teólogo, que se
creía sabio, pasaba de vez en cuando para ayudarles a salir de su ignorancia.
Un día, el teólogo viene hacer su visita al monasterio; se acerca en chalupa,
cuando ve surgir ante él dos monjes que caminaban sobre las aguas (o el agua, mejor)
y que le dicen: “Podría usted recordarnos las palabras: “Padre Nuestro que estás en los cielos?” nosotros no sabemos orar!”
La oración del Padre Nuestro, es a la vez la guía para quien
se inicia en la oración, como el punto de llegada o el punto final para el místico.
Al comienzo, ella parece más un esquema de oración, bastante
frio y muy abstracto. Y por tanto encontramos en el Padre Nuestro todo lo que
nos preocupa y está en el centro de nuestro corazón: el pan, el perdón, el
miedo.
Cuando se aprende a orar, se recitan oraciones. Padre
Nuestros, Ave Marías, Glorias. En ocasiones se hacen bajo la forma del rosario
sea a la Virgen o al Jesús de la Misericordia. A veces uno se vale de pequeños libros,
llamados oracionales que nos ayudan a orar, que dicen las palabras que se identifican
con lo que sentimos, y percibimos mucho más bello, mucho más grande.
Uno no encuentra siempre las buenas palabras para expresar lo que se quiere decir. Entonces uno
busca un poema, una canción, “una oración sacada de otra parte”. En el fondo de
sí mismo, uno se sabe bien pobre.
Los discípulos le han pedido a Jesús que les enseñe a orar.
Jesús era un HOMBRE DE ORACIÓN, un orante. Juan Bautista había mostrado antes a
sus discípulos caminos de oración. Los discípulos quieren ahora que Jesús haga
lo mismo que su predecesor: “Señor enséñanos a orar” (Lucas 11,1).
Todo maestro espiritual inicia en la oración a los demás. Es
entonces cuando Jesús propone la fórmula del PADRE NUESTRO.
Como lo habíamos dicho en la primera parte de esta reflexión,
hay dos versiones del PADRE NUESTRO en los evangelios, la de Lucas y la de
Mateo. La que nos hemos aprendido de memoria (y que casi siempre repetimos mecánicamente
sin degustarla, saborearla demasiado) es la de Mateo. Pero la que nos propone la liturgia de este domingo es la de Lucas,
que es más breve. Lucas tiene 5 peticiones, Mateo 7. Se piensa que es Lucas el
más fiel (cercano) a lo que Jesús ha dicho, pues este no habría jamás osado
recortarle palabras al Señor, mientras que Mateo le ha agregado un poco, ampliándole.
Esto muestra hasta qué punto nuestros ancestros en la fe eran
flexibles y tolerantes, prestos y abiertos a una gran diversidad.
La primera parte del PADRE NUESTRO nos vuelca hacia DIOS: “Padre que tu nombre sea santificado, que tu
reino venga”. Yo les debo confesar que esto es un ideal. Quién de entre nosotros cuando ora piensa primero en Dios? Yo
he participado a cientos de reuniones donde se ha comenzado con una oración. La
gente, las personas siempre piden alguna cosa para ellas. Ellas piensan en el éxito
de su reunión y quieren apropiarse de Dios. Cuando uno entra en oración, es en
sí mismo que se piensa antes que nada, en su propia vida, en su tristeza, en su
salud quebrantada y cada vez más débil, en los conflictos que destrozan nuestra
existencia, en nuestros amores, nuestro dinero, en la angustia del tiempo
presente, en los hijos (en los niños).
Cuando nos encontramos con alguien, decimos: “Cómo va la cosa?, cómo va eso?” (paráfrasis
de los franceses que dicen: “Comment ca
va?”). Esta es una fórmula de protocolo, de costumbre, de educación. En
inglés la gente dice “How do you do?” Y la respuesta es How do
you do? Y las cosas se paran, se
detienen ahí.
Pero tanto en francés como en español, la persona a quien se
le pregunta Ca va?, “cómo estás…bien? Se cree en ocasiones
obligada a responder y eso no parece tener fin. Todo desfila: el trabajo, los
hijos, los amores, el tiempo o temperatura que hace, los problemas económicos,
hasta el perro que se trago un hueso de pollo!
Yo, cuando me siento o arrodillo solo ante Dios, es en mí que
pienso. Yo siento el peso de mi cuerpo, de mi edad, de mis faltas.
En la vida, yo puedo bien interpretar un personaje, hacer un
papel. Pero ante el Señor, yo soy yo y nadie más que yo, desamparado, desnudo, en
Verdad. Yo me siento “apachurrado”, disminuido, pero a pesar de todo, confiado.
Jesús evade de manera habilidosa este movimiento primero de
la oración. Y por tanto, Él mismo dirá: “Padre,
si te es posible aleja (aparta) este cáliz (sufrimiento, prueba) de mí” (Mateo 26,39). No hay vergüenza de
ser, delante de Dios, seres acongojados y necesitados. Así somos nosotros.
Cuando estamos en oración ante Dios, exorcizamos nuestro propio deseo. Tomamos
conciencia de la inmensidad de nuestros deseos, de nuestras necesidades, de
nuestros miedos, de nuestros odios. Yo no sé si ustedes han vivido conflictos difíciles
y profundos con gente que les deseaba el mal? Ustedes, con certeza que no
habrán deseado su muerte, pero no habrán pedido a Dios de eliminarlos, en todo
caso de hacerles desaparecer, salir de sus vidas?
Jesús nos sugiere en la oración, comenzar por Dios. Dura
ascesis!
Padre, que tu nombre sea santificado,
Que tu reino venga
La versión de
Mateo agrega: “Que se haga tu voluntad tanto en la tierra como en el cielo”
(Mateo 6 ,10). Sustancialmente es la misma idea. Conocer el nombre de Dios,
entrar en su intimidad, es la felicidad misma. Todo nombre es secreto. No se le
devela que a los iniciados. Pertenecer al nombre de Dios, santificar su nombre,
venerarlo, es ya desprenderse de la ganga de lo banal o superfluo. Aquí
comienza el dominio, la tierra, el programa de Dios. “Que tu reino venga”. Hay
en la esperanza de Israel y en la nuestra una nostalgia de la presencia de Dios
y de su reino entre nosotros. Acá abajo, ahora, parece ser siempre el reino del
consumismo, del sexo (pornografía en la publicidad, en los medios, sex
realities, chats y webcams eróticos,
vida desfogada de los famosos, etc…), de
la farándula, del futbol todopoderoso y omnipresente (el moderno Dios).
Los medios
de comunicación no cesan nunca de contarnos los hechos de las fiestas familiares, de
millones de jóvenes en adoración ante las vedettes, a las que de hecho han convertido en sus héroes, semidioses, ídolos,
es decir, dioses fabricados por la televisión y el sistema: ayer Elvis, Los
Beatles, Michael Jackson, Madonna; hoy Bruno Marx, Britney Spears, Beyonce, Lady Gaga, Justin
Bieber, etc…Qué importa. Detrás de cada uno de ellos se perfila una enorme máquina
de dinero que los artistas aparentemente denuncian haciendo conciertos
monumentales contra la mundialización, por la paz, por las víctimas del sida, los
estropeados por la guerra. Nuestra sociedad carbura a lo “hiper “ y cada show
que sacude las conciencias produce finalmente su peso en oro!
Jesús nos descentra
de nosotros mismos y nos anexa, nos une a Dios, en actitud de oblación (de
ofrenda).
Tantos conflictos se detienen cuando uno se pone en verdad en
presencia de Dios.
Yo Pienso en esta violencia desatada alrededor, por y contra
el Islam bajo el pretexto de Dios. Nunca hay una guerra santa. Siempre hay
guerras sucias, a veces guerras
ineluctables porque demasiada gente de todos lados han ido demasiado lejos. Matar
en nombre de Dios, que matemos a otro o que los otros nos maten, es siempre
profanar el nombre de Dios, Padre de los humanos. “Padre que tu nombre sea
santificado, que tu reino venga. El reino de Dios no es una teocracia
autoritaria que envía un asesino o verdugo a los herejes y que manda a la cárcel
a los homosexuales. El reino de Dios, está más allá de nuestros conflictos, de
nuestras guerras, de nuestros odios y de nuestras violencias.
Hay en toda oración perseguida de manera insistente y
prolongada una profunda sanación que se parece a la sanación psicoanalítica.
Cuando vamos donde un terapeuta, le contamos nuestra vida. Y poco a poco, a
fuerza de hablar, los conflictos escondidos emergen, aquellos que uno no se
atreve a manifestar, aquellos que uno camufla detrás de las historias y los
sueños. Y de repente de una sola vez, la luz aparece, se enciende.
La persona que se pone ante Dios y que ora, puede de manera
interminable no pensar más que en sí misma. Pero si lo dice nada más que una
vez con toda sinceridad: “que venga tu
reino”, ella se hace disponible, se distancia de sí misma, desata los nudos que
la retienen cautiva de sí misma. Ella se abre al otro: “Mi Señor y mi Dios”.
Por eso pienso que toda oración es escuchada por el mismo hecho que uno se pone
a orar. Orar, es descentrarse, salir de sí mismo. Es hablar a Dios a la vez
presente y ausente, presente en la fe pero al mismo tiempo oculto, escondido en
el silencio.
La persona que ora no escucha voces exteriores a ella misma.
Ella sabe muy bien, que del fondo de su corazón, en el fondo de su vientre dice
su desesperación y tristeza a Dios y que ella misma expresa a la vez las preguntas
y las respuestas. Pero por la desviación de la palabra interior, ella escapa de
su propio encierro. Padre, tú estás aquí Heme aquí ante Ti. Yo te hablo,
háblame. Tu servidor (siervo) escucha (I Samuel 3).
Cuando Jesús ora en el jardín de los Olivos, después de haber
pedido que ese cáliz se aleje de Él, el agrega de manera simple: “que no se
cumpla mi voluntad sino la tuya”.
Es por ello finalmente que el objeto de la petición que hacemos
es bastante secundario. Nosotros pedimos
dinero pero lo que nos adviene, es el desapego del corazón y la paz.
Parafraseando el evangelio de este domingo, pedimos un huevo y recibimos el
Espíritu Santo que se nos comparte (Lucas 11,13).
Es por ello que el resto viene solo. “Danos el pan que
necesitamos cada día”. El pan, es todo. Es comer primeramente, lo es todo. Que
sea bueno, que haya suficiente. Y sobre todo que no se tenga miedo del mañana.
El pan, es el pan, los frutos (as), las legumbres, el agua límpida, la carne.
Es también la mesa, la cocina y el techo. El pan son las seguridades de base y
no necesariamente el carro, ni mucho menos la moto, ni el ultimo aparato electrónico
de moda. Es la simplicidad voluntaria, al menos, y esta es la base indefinible que permite tener confianza
en el mañana. En las sociedades tradicionales, una vejez y muerte felices exigían
tener hijos. Si se les quitara a nuestros conciudadanos la seguridad que aporta
el seguro de salud universal, habría aun un pan cotidiano?
Jesús es extraordinario. El nos pide colocar ante Dios
nuestra hambre, pero también el perdón. “Perdona nuestras ofensas como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. En nuestra sociedad cada quien es
inocente. Son los otros los culpables. No hay más que víctimas. El sistema es
culpable. De manera más concreta, Jesús no invita a pedir perdón. Si, yo, hoy
soy culpable. Con toda seguridad, lo es mi padre, mis patrones, mis colegas, y
porque no, también Adán y Eva. Yo también. O me digo Yo no lo soy, yo no he
sido más que un espectador pasivo de mi vida. Yo soy también un actor. Aquella
tarde, yo mentí. Aquel día yo abdiqué….De cualquier modo, yo he tejido la tela
de araña que denuncio con tanta rabia. Es verdad, yo también soy responsable,
yo te lo suplico, “perdónanos”, porque mira, míralo tú, otros me han perdonado.
Mi padre, mi madre, mis hermanos. Igualmente mis amigos. A pesar de mis
rencores, no he hecho caso ni he respondido a un buen número de ofensas que se
me han hecho. Si lo hacemos entre nosotros, perdona nuestros pecados. Pedir
perdón, es con frecuencia, humillante, pero no lo es cuando se actúa con la
verdad.
Jesús agrega una pequeña frase que sorprende: “No nos sometas
a la tentación”. En el sentido estricto de la palabra, Dios no nos somete a la tentación.
Es por eso que Mateo agrega: “Líbranos del mal” (Mateo 6,13). Los primeros
cristianos han conocido pruebas terribles por su fe, netamente la persecución.
Ante la persecución, ninguno de entre nosotros sabe si perseverará o no, y por salvar su pellejo, entregará los suyos y
renegará de su fe. En el momento de su agonía, Jesús dice a los suyos: “Oren
para que no caigan en tentación” (Lucas 22,40). De manera paradójica, la fe se
vuelve fuerte en las pruebas, porque muy a menudo el coraje engendra coraje. Lo
que nos vuelve disolutos de espíritu, es la facilidad misma de nuestra vida, lo
que una película ha llamado el confort y la indiferencia.
El Padre Nuestro es a la vez una oración muy bella que se
debe recitar en soledad, completamente solos, algunas veces por día, y es una oración
común que se recita juntos en familia, en comunidad, cogidos de la mano. Porque
tener un padre común, es también comprender nuestra fraternidad común. El Padre
Nuestro es también una guía para la oración. Se puede en 20 minutos pensar en
el sentido de las palabras, buscar a Dios con todo el corazón, descubrir su paternidad
y su maternidad, remontar, volver a la fuente. Es santificar su nombre. Decir
un Padre Nuestro, es también decir su pobreza, decir sus necesidades: necesidad
de pan, de perdón, de protección. Es ir de si mismo a Dios, de Dios a sí mismo,
en un sentido o en el otro.
La oración del Padre Nuestro es universal. Su contenido de fe
es universal. Ella no habla más que del Padre, no nombra ni Dios, ni el Espíritu
Santo, ni a Jesús. Ella está alimentada de cultura bíblica pero no tiene ninguna alusión directa
a Jerusalén ni a la Iglesia. Ella es una oración perfectamente personal pero
que se dice en plural, en femenino, como en masculino.
Los viejos monjes ignorantes (nombrados la vez pasada al
principio de la segunda parte) pensaban que no sabían orar. Ellos no tenían sino
el Padre Nuestro. Pero estaban tan penetrados de Dios, que caminaban sobre las
aguas. El Padre Nuestro era suficiente para darles acceso al misterio. De la
misma manera ocurre para cada uno de nosotros.
OBJETIVO VIDA PARA LA SEMANA
1. Tomando conciencia de que yo soy hijo
de Dios, me dirijo a Él para hablarle con simplicidad y confianza sobre lo que
vivo.
2. Si no he conocido a mi padre biológico
o si tengo de él una imagen negativa, orar a Dios como un Padre puede ser difícil
para mí. Yo hablo sobre ello con alguien.
3. Hago una oración de alabanza, de petición,
de acción de gracias o de arrepentimiento con algunos miembros de mi familia o
de mi comunidad.
4. Le enseño el Padre Nuestro a mi
hijo(a) o a mi nieto (a).
ORACIÓN- CONTEMPLACIÓN
Padre Nuestro,
Por largo que sea el camino,
Por ruda que sea la ruta,
Nosotros vamos hacia Tí.
Que tu nombre brille sobre nosotros,
Que él se inscriba en nuestras
frentes.
Haz de nosotros tu familia.
Entre el hambre y el perdón,
Protégenos de la tentación y del mal
Porque nosotros somos frágiles y frívolos.
Permítenos renacer en Ti
Cada día más,
Hoy, aquí y ahora
Y por los siglos de los siglos.
Amén.
REFERENCIAS:
Pequeño Misal “Prions en Église”, edición
quebequense 2013. Novalis
HÉTU.
Jean-Luc. Les Options de Jésus.
BEAUCHAMP, André.
Comprendre la parole cycle C. 2007.
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Gustavo Quiceno