martes, 19 de julio de 2011

24 de julio del 2011 17º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


A guisa de introducción:

Qué es y o cual es el tesoro?

Hace ya varios años, siendo seminarista, para introducir a la reflexión de este mismo evangelio  en un grupo juvenil de Medellín, yo lanzaba la pregunta , qué es un tesoro? 

Alguien me dijo es algo que lo vuelve a uno rico.

Otro dijo es algo que se debe buscar y una vez se encuentra  lo llena a uno de alegría.

Otro diría: es algo muy precioso y valioso, pero que está escondido y se debe hallar, y el primero que lo haya se considera vencedor, rico y por lo mismo se llena de felicidad.

Todas las respuestas eran correctas, claro unas más completas que otras, yo diría la última es más precisa. Y es que Jesús sabia de estas cosas, pues la existencia y búsqueda de tesoros escondidos es de vieja data.

Quizás muchos de nosotros nos enteramos de la significación de un tesoro viendo películas de western (del oeste) antes de descubrir su existencia y o referencia en la Biblia.  Y claro, nos sorprendimos que Jesús hablara de esas cosas, y así quedaba corroborado que los tesoros son tan viejos como la humanidad.

Robert Louis Stevenson (1850-1894), escritor inglés,  publicó en 1883 (a  sus 33 años) su obra más famosa “La Isla del tesoro”, la novela prototipo cuya lectura y visión en cine y televisión nos han ayudado más a comprender una esencia clásica más secular y o material de lo que es un tesoro (joyas, dinero, bienes preciosos enterrados en un lugar secreto) y que en su búsqueda después de muchas peripecias y aventuras, verdades y mentiras, muchos pierden la vida, antes de encontrarlo…la clave es hallarlo antes de que lo hagan los malos…

Y en las lecturas de este domingo la cuestión es de tesoros, tesoros tan importantes que marcan toda nuestra vida.

Es posible que debido a nuestra mentalidad materialista, aun pensemos o nos imaginemos al pronunciar la palabra tesoro esos mismos elementos dorados, joyas, monedas antiguas de la novela, o en una lotería que de repente vuelve a alguien multimillonario, acaudalado , muy rico a algún “ suertudo “  que podrá dar rienda suelta en adelante a todos sus caprichos.

Pero no se trata de esto. Al contrario, el tesoro del cual nos habla el evangelio, SE LE BUSCA y CUANDO UNO LO ENCUENTRA, lo paga caro.

Mas,  es un tesoro que no se disipa y no le tiene miedo a ladrones, ni a la corrupción, ni a la escasez (o amenaza de debilidad,  o pérdida de poder). Es el tesoro para la VIDA.


*****
APROXIMACION PSICOLOGICA-POLITICA DEL EVANGELIO
Jean-Luc Hétu

(Tomado y traducido del libro “Les options de Jésus”)

Se le descubre antes…


Las parábolas del tesoro y de la perla permiten situar (o hallar la plaza, el lugar) de la penitencia en la vida cristiana. Es seguro que lo primero es el descubrimiento del Reino de Dios y la conversión le sucede (o viene después como una consecuencia).

Después del descubrimiento de su tesoro, la persona convierte todos sus bienes muebles e inmuebles en valores negociables y compra el campo. El mercader que descubre la perla hace la misma cosa.

La reorganización de la billetera  (o portafolio) de estos hombres es radical: se vende todo, todos sus valores los convierte en dinero contante y sonante. Quizás la operación no esté libre de hesitación (de miedos), sin una sensación de aprieto  de corazón, cuando llega el tiempo de deshacerse de tal o cual posesión, de dejar ir tal colección de perlas a la cual uno se ha apegado particularmente. Pero los sacrificios no cortan o debilitan el sentimiento dominante de estos hombres, y cual es este sentimiento? LA ALEGRIA (v.44). Ellos están totalmente seguros de hacer un buen negocio, tanto que ellos están listos a dejar (o renunciar a) todo para llevar esta transacción a término.

Jesús afirma que es la misma dinámica que se activa o trabaja en el campo de la fe. Un día, alguien cualquiera hace un insight (en psicología, es el momento privilegiado de toma de conciencia). Por una u otra razón, él llega a tener la intuición clara de que los valores contenidos en el Reino de Dios constituyen un tesoro existencial, y que él se sentirá completamente realizado si encuentra acceso a esos valores.

Desde ese momento, él convierte (transforma)  todo su tener, él reorganiza a fondo completamente todas sus actitudes y sus prioridades para hallar la manera de poder penetrar en el campo espiritual, pues está convencido que si puede prospectar ese campo, y que si puede explorar la dimensión espiritual de su existencia, encontrará un tesoro.

Para él,  tampoco, ese proceso no se desarrollara sin contratiempos. Hay valores, posesiones, hábitos y proyectos que no se dejan convertir (cambiar, transformar) fácilmente. Pero,  la motivación por trabajar en estos desarraigos, en estas reorientaciones, en estas penitencias, permanece fuerte porque el tesoro de la vida, la vida vivida intensamente, está ahí, va adelante y llama…

Esta es toda la diferencia entre la antigua moral y la aproximación verdaderamente evangélica de la penitencia. No se hace penitencia para un día merecer encontrar, para ganar el tesoro del cielo. Sino para consentir , dar paso a las rupturas y a los desarraigos  porque ya se ha encontrado lo buscado, porque uno ha realizado que el Reino nos ha sido ya dado, y que uno está determinado  (decidido) a acceder a él.

La diferencia no es más que teórica, pues a pesar de los desarraigos y o  desapegos, Jesús nos dice que el segundo acercamiento se vive en la alegría.

***

REFLEXIÓN

En tu propio campo tienes un fabuloso tesoro.

Por Marcos Rodriguez   (Tomado de http://feadulta.org)

 El domingo pasado veíamos que la única manera de superar el mal era el conocimiento del bien. Hoy se nos dice lo mismo aunque de modo distinto. Si descubrimos lo que vale de verdad, tenemos asegurado a donde se va a dirigir nuestra voluntad. No es cuestión de voluntarismo, sino de clarividencia.

Conocer lo que Dios es para mí,  es descubrir el tesoro. Tomar conciencia de lo que tenemos dentro de nosotros mismos; de esa presencia de Dios en lo hondo de nuestro ser. No se trata de un conocimiento discursivo o racional, sino de una experiencia que nace de dentro. Nosotros seguimos empeñados en descubrir a un Dios que nos llega de fuera, y que además nos da seguridades materiales.

Hoy hemos leído dos parábolas, y además muy breves. Menos mal que Mateo (la comunidad) no se atrevió a alegorizarlas. No lo tenía fácil. El mensaje es idéntico en las dos; la única diferencias es que en un caso, el encuentro es fortuito. Y en el otro, es consecuencia de una búsqueda. Las dos opciones son igualmente válidas.

La verdad es que me siento muy a gusto con el mensaje de estas dos parábolas porque apuntan a los dos ejes más importantes de mi predicación: por una parte que la plenitud es fruto de un conocimiento. Por otra, que la realidad descubierta, está dentro de cada uno de nosotros.

La parábola, al contrario de la alegoría, no juzga la moralidad de las acciones narradas; simplemente propone unos hechos para que nosotros nos traslademos a otro ámbito. Solamente uno o dos de los aspectos pueden ser aprovechados.

 En efecto, tanto el campesino, como el comerciante, obran de forma fraudulenta (aunque legal), y por lo tanto injusta. Los dos se aprovechan de sus conocimientos (información privilegiada) para engañar al vecino. Los dos actúan, no por desprendimiento, como se quiere hacer ver, sino por egoísmo. “Renuncian” a unos bienes para conseguir más bienes. No es su objetivo vivir de otra manera, sino conseguir una vida material mejor, engañando.

 En estas dos parábolas vemos bien claro cómo no se puede aprovechar todo lo que dicen. Jesús en el evangelio advierte una y mil veces del peligro de las riquezas; no puede aquí invitarnos a conseguirlas en sumo grado.

 El mensaje es muy concreto. El punto de inflexión en las dos parábolas está en el “vende todo lo que tiene y compra”. Nadie puede vender todo lo que tiene para comprar un campo o una piedra preciosa. Sería sencillamente una locura. Si vende todo lo que tiene para comprar la perla, ¿qué comería al día siguiente? Esa imposibilidad radical en el orden material, es precisamente lo que nos hace saltar a otro orden. Ahí está la clave del mensaje.

Hay dos elementos de la parábola, que nos dan la clave de lo que se quiere trasmitir. El primero es el abismo que existe entre lo que tienen y lo que descubren. El segundo es la inmensa alegría que les produce el hallazgo.

 Cuando ponemos el acento en otra parte, tergiversamos la parábola. Yo la haría todavía más simple: Un campesino pobre que sólo tiene un pequeño campo, en el que cava cada vez más hondo buscando mayor productividad. De repente encuentra en su propio campo un tesoro... O un comerciante de perlas que un día descubre entre las que tiene almacenadas, una de inmenso valor... Evitaríamos así que se ponga el énfasis en la venta (renuncia) de todo lo que tiene, que no es el objetivo de la parábola.

 Es esta una parábola interesantísima, que nos explica por qué no damos un paso en nuestra vida espiritual. No hemos descubierto el tesoro entre los bienes que ya poseemos. Sin este descubrimiento, todo lo que hagamos por alcanzar la meta, será pura programación y por lo tanto inútil. Nada, absoluta­mente nada vamos a conseguir si previamente no descubrimos el tesoro. Nuestra principal tarea será tomar conciencia de lo que somos. Si lo descubrimos, prácticamen­te está todo hecho.

 La parábola al revés, no funciona. El vender todo lo que tienes, no es garantía ninguna de encontrar el tesoro.

 Hay un ancestral relato oriental que nos puede ayudar a comprender las parábolas de hoy:

 “Cuando los dioses crearon al hombre, pusieron en él algo de su divinidad, pero el hombre hizo un mal uso de esa divinidad  y decidieron quitársela. Se reunieron en gran asamblea para ver donde podían esconder esa divinidad que le habían dado.
 Uno se levantó y dijo: pongámosla en la cima de la montaña más alta. Pero otro dijo: No, que terminará escalándola y dará  con ella. Otro dijo: La pondremos en lo más hondo del océano. Pero alguien respondió: No, que terminará bajando a lo más hondo y la descubrirá.
 Por fin dijo uno: ¡Ya sé donde la esconderemos! La pondremos en lo más hondo de su corazón. Allí nunca la buscará”...

 Pero tampoco acertó, porque alguno ha sido capaz de bajar a lo hondo de su ser y ha descubierto lo que allí  hay de divino.

 En primer lugar, tenemos que aclarar que el tesoro no es Jesús, como deja entender Pablo, y sobre todo los santos padres. Jesús descubrió la divinidad dentro de él. Éste es el principal dogma cristiano. “Yo y el Padre somos uno”.

 Tampoco la Escritura puede considerarse el tesoro. En muchas homilías, he visto esta interpretación de la parábola.

 La Escritura es el mapa, que nos puede conducir al tesoro, pero no es el tesoro.

 Ni tampoco podemos presentar a la Iglesia como tesoro o perla. En todo caso, sería el campo donde tengo que cavar (a veces muy hondo) para encontrar el tesoro.

Es verdad que la alegría es una de los elementos a destacar en el relato. Pero los dos se alegran porque van a ser inmensamente ricos, no porque hayan descubierto otros valores. 

Jesús no pide más perfección, más santidad, sino más alegría, más felicidad... Es bueno todo lo que produce felicidad en ti y en los demás. Solamente es negativa la alegría que se consigue a costa del dolor de los demás.
  
De la misma manera, cualquier renuncia que produzca dolor, en ti o en otro, no puede ser evangélica. Fijaos que he dicho dolor, no esfuerzo. Sin esfuerzo no hay progreso posible en humanidad, pero ese esfuerzo tiene que sumirme en la alegría de ser más.

 Lo que el evangelio valora no es el hecho de vender. Lo que me tiene que hacer feliz, no es renunciar, sino conseguir. Si Dios nos hace más incómoda y más difícil la vida, es que no hemos encontrado el Reino. La única manera de distinguir la perla preciosa de una falsa, es sentir dentro de ti los efectos de ese descubrimiento. Si te trae alegría es verdadera, si te deja desazón y asqueo es falsa.

 El tesoro es el mismo Dios presente en cada uno de nosotros. Es la verdadera realidad que soy, y que son todas las demás criaturas. Lo que hay de Dios en mí es el fundamento de todos los valores. El Reino que es Dios está en mí. Esa presencia es el valor supremo.

 La manera de actuar Jesús nos está diciendo que el hombre es el valor supremo. En cuanto las religiones olvidan esto, se convierten en ideologías esclavizantes. El tesoro, la perla no representan valores supremos, sino una realidad que está más allá de toda valoración.

 El que encuentra la perla preciosa, no desprecia las demás. Dios no se contrapone a ningún valor, sino que potencian el valor de todo lo bueno. Presentar a Dios como contrario a otros valores, es la mejor manera de hacer ídolos. Pero, si soy capaz de ver a Dios en todo, evitaré toda idolatría, y seré libre para vivir una vida verdaderamente humana.

No es que todas las cosas palidezcan ante el Reino, (como he leído en una homilía) es precisamente lo contrario. Todo se ilumina cuando pones en el centro de tu vida el Reino que es Dios. No se trata de renuncia, ni de exigencia. Dios no puede querer que renunciemos a nada, sino que vivamos todo en plenitud.

 No es fácil descubrir los valores auténticos. Nos ha tocado vivir en una sociedad que funciona a base de engaños. Si fuésemos capaces de llamar a las cosas por su nombre, el mundo quedaría colapsado. Si los políticos nos dijeran simplemente la verdad, ¿a quién votaríamos? Si los jefes religiosos dejaran de meter miedo con un dios justiciero, ¿cuántos seguirían creyendo?

 Si de la noche a la mañana todos nos convenciéramos de que ni el dinero, ni la salud, ni el poder, ni el sexo, ni la religión eran los valores supremos, nuestra sociedad quedaría paralizada. Sólo lo que me hace más humano, y en la medida en que me haga más humano, será positivo.

 No se trata de fastidiarme aquí y ahora para alcanzar un más allá, sino de encontrar aquí una plenitud de vida humana. Pablo dice: “A los que buscan a Dios, todo les sirve para el bien”. El “ama y haz lo que quieras” de S. Agustín.

 Tener la referencia del valor supremo, me permite valorar en su justa medida todo lo demás. No se trata de despreciar lo demás, sino de tener clara una escala de valores. El “tesoro” nunca será incompatible con todos los demás valores que nos ayudan a ser más humanos.

 Es una constante tentación de las religiones ponernos en el brete de tener que elegir entre un bien y otro bien. Radicalmente equivocado. Lo que hay que tener muy claro es cuáles son las prioridades, dentro de los valores, y qué valores son en realidad falsos.

Meditación-contemplación

En tu propio campo tienes un fabuloso tesoro.
Si aún no te has dado cuenta,
es que lo has buscado en otro campo
o que no has ahondado lo suficiente.
…………….
 Tu tarea más importante en esta vida,
es buscar ese valor incalculable.
No es objetivo fácil,
porque no se descubre por los sentidos ni por la razón.
…………………………
 Una vez descubierto lo que hay de Dios en ti,
todo lo demás es coser y cantar.
Si no experimentas al Dios vivo,
todos los esfuerzos por llegar, serán inútiles.
………………

Marcos Rodríguez


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1. HÉTU, Jean-Luc. Les option de Jésus.

2. http://feadulta.org

martes, 12 de julio de 2011

17 de julio del 2011: 16o Domingo del tiempo ordinario

LECTURAS

PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA 12, 13. 16-19

Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL
SALMO 85

R.- TÚ, SEÑOR, ERES BUENO Y CLEMENTE.

Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R.-

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
"Grande eres tú, y haces maravillas,
tú eres el único Dios”. R.-

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí. R.-


 SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8, 26-27

Hermanos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.

Palabra de Dios.


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 13, 24-43






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A guisa de introducción:

“De igual modo, Dios no se lo permite… ”

En un mundo donde el bien y el mal se mezclan íntimamente, donde conviven juntos, es normal que los cristianos se pregunten (se cuestionen) por la actitud de Dios: POR QUE ES ÉL TOLERANTE? POR QUE NO INTERVIENE? QUE ES LO QUE ÉL ESPERA?

Por fortuna sabemos que nuestro Dios es infinitamente justo; que esperamos de Él una confirmación de nuestras evaluaciones (o puntos de vista) sobre la gente y su situación actual. Uno no es optimista o espera que Dios sea benévolo con ciertas personas (que consideramos “malas”) el día del juicio particular y o final…

El texto del libro de la Sabiduría (primera lectura) y la parábola de la Cizaña  (lectura breve del evangelio) proponen una respuesta a estas cuestiones. En su momento oportuno, juzgara el bien y el mal; por el instante si Él no se permite intervenir, es para permitirle al BIEN de manifestarse y desarrollarse (florecer). No es porque Él se muestre desinteresado por nosotros o porque Él apruebe el mal. Al contrario de una actitud fatalista, nosotros descubrimos en estas parábolas del señor una doble invitación:

Primero confiar en Dios con respecto a la buena marcha de la aventura humana y enseguida como El, tomar partido por el bien y hacer factible (posibilitar) el crecimiento de las fuerzas positivas.

El crecimiento del Reino de Dios es desconcertante: el germina en medio del mal. El comienza discretamente sin mucho ruido y luego echa raíces en el mundo. Lo que es cierto es que Dios vigila , sigue de cerca este crecimiento…

Aproximación psicológica  y política del evangelio
ACTIVAR EL PROCESO.

Una bellota (fruto de la encina o del roble) que cae en el suelo es una experiencia insignificante (anodina). Pero han contemplado ustedes la majestad de un roble o una encina (el árbol) cincuentenario (a)?

Con el Reino de Dios pasa lo mismo, dice Jesús. También misteriosamente pero con la misma certeza. Nadie esta forzado (u obligado) a tener fe. Mas si ya se ha visto un roble (o una encina), es necesario creer en la bellota. Y si se cree en la bellota, se ha de creer en el misterio del crecimiento.

Y si el tiempo de los hombres transforma una semilla (o grano) insignificante en un gigante imponente, el tiempo de Dios no transformara algunos gestos de ternura y de compartir en un Reino de comunión y de paz?

…Es mi convicción, dice Jesús. Por qué? Porque yo se que el Padre es bueno. Cómo?  Al igual que el crecimiento misterioso de los árboles y la fermentación misteriosa de la masa.

Yo creo en un mundo que Dios lleva a su plenitud y desarrollo, dice Jesús. A pesar de los accidentes de esta marcha que me aparecen y quedan también tanto para ustedes como para mi inexplicables.

Y cuando Pedro escribe que por la santidad de su vida, los hombres no hacen más que  “acelerar la venida” del Reino de Dios (2 Pe 3,11-12), él está de acuerdo una convicción del mismo Jesús. Para activar el proceso del crecimiento, el viñador decide hacer mantenimiento (desyerbar, cuidar) alrededor de la higuera que tarda en dar fruto, y poner abono (Mt 13,8). De su lado, Juan Bautista, llega para comprometerse y preparar el terreno (Mt 3,3).

En cuanto a Jesús, Él va hasta el final  para que sus discípulos puedan continuar avanzando en su toma de conciencia: “es por (para) su provecho  (es necesario) que yo me vaya; en efecto si yo no me voy, el Espíritu no vendrá…”  (Jn 16,7).

Por su fidelidad, Jesús le  permite entonces al Espíritu progresar. 

Los discípulos también pueden hacer lo que les toca (su parte). Por su manera de vivir, ellos pueden transmitir a otros el IMPACTO de Jesús: “si ustedes se aman los unos a los otros, todos reconocerán que ustedes son mis discípulos” (Jn 13,35).

Resumiendo, Jesús esta convencido que Dios encamina y o lleva el mundo a su pleno desarrollo. Para Él , a pesar de las apariencias discretas, este proceso ha comenzado y es irreversible. Y por nuestro propio compromiso en y con el amor , por nuestra búsqueda activa de la justicia, Él esta convencido que nosotros estamos llamados a activar el proceso.

REFLEXION

Hoy, como en tiempos de Jesús y durante toda la historia de la humanidad, solemos dividir y “organizar” aparentemente la sociedad con criterios que consideramos muchas veces correctos: buenos y malos deben estar separados y puestos en extremos opuestos.

Esta práctica de dividir entre buenos y malos, era frecuentemente aceptada por muchos grupos en el tiempo de Jesús por diversos criterios religiosos (fariseos y esenios) igualmente que por los grupos económicos y políticos (herodianos, saduceos y celotes), pues todos ellos veían como opositores a quienes no pensaban, creían u opinaban según sus mismos criterios.

Cristo tiene una visión realista de nuestro mundo. El no es ni un optimista ciego que no ve el mal, ni un pesimista radical que no encuentre nada bueno alrededor de nosotros. Nuestra humanidad es una mezcla de bien y de mal, de “gracia y de pecado”. En nuestro propio corazón, los dos existen juntas uno al lado del otro.

La perfeccion no es de este mundo, ella no existe. 

Es verdad por la naturaleza en general: los huracanes, las tempestades tropicales, los tsunamis, los terremotos, los incendios forestales, las inundaciones, las sequias, nos afligen regularmente. 

Es verdad para las cosechas: las malezas, la cizaña, la “escoba dura” crecen junto al café, el trigo, las legumbres, las frutas y las flores. 

Es también verdad para cada uno de nosotros, San Pablo decía: “Querer el bien está a mi mano, pero no lo hago: porque yo no hago el bien que quiero y hago el mal que no quiero” (Rom 7,19).

En la vida cotidiana, las personas se enamoran y se imaginan  el futuro con muchas esperanzas y proyectos maravillosos. Después llegan las peleas de la mudanza y el acomodamiento, los problemas de dinero, las enfermedades, las infidelidades, las separaciones, los divorcios, los hijos que son intercambiados entre la madre y el padre y que sufren por ello agresiones y vergüenzas. 

Estas son realidades cotidianas.

El mensaje de la paciencia de Dios es el mismo que Cristo proclamo toda su vida, Él que fue hacia aquellos que estaban heridos, destruidos, desorientados: las prostitutas, las personas deshonestas, los escribas, los sacerdotes, los políticos, los cobradores de impuestos. 

Para Cristo no hay nada fijo de avance (definitivo) y todo puede cambiar. Él no se desespera jamás tratando de transformar la cizaña de nuestro corazón en buena semilla! Tenemos miles de ejemplos de este fenómeno en el Nuevo Testamento y en las crónicas del  cristianismo: Zaqueo, Maria Magdalena, la Samaritana, Pedro, Pablo, Agustín, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola…La historia está llena de pecadores que han llegado a ser santos.

Nosotros , todos con seguridad que conocemos personas que, con la ayuda de un pariente, de un amigo o un vecino , y con la Gracia de Dios, han logrado cambiar la orientación de sus vidas.

El Reino de Dios posee una fuerza extraordinaria que puede transformar profunda y o plenamente. El Señor no condena los pecadores, no los juzga sino que los acoge y come con ellos: “Dios no ha enviado su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por él”  (Jn 3,17).

El evangelio de este domingo quiere liberarnos de nuestros prejuicios y nuestros sectarismos, de nuestros juicios tan severos y tan odiosos para con los otros. 

Dios nunca ha querido una Iglesia de “puros”, sino una asamblea de gente frágil que cae y se levanta, que se arrepienten y son perdonados. No es un asunto de cristianos y de Iglesia provocar inquisiciones, cazas de brujas  o hacer purgas para liberar el terreno o “limpiar el mundo”. Solo Dios conoce el fondo de los corazones. 

Como cristianos, no tenemos ninguna autoridad de pronunciar un juicio (o dictamen) final sobre alguien, porque nuestras sentencias son frecuentemente injustas y falseadas por nuestros perjuicios y nuestras “tomas de partido”. Nosotros nos dejamos influenciar fácilmente por los Medios de Comunicación  y las “MAYORIAS” : “Está escrito en los periódicos!”

En Alemania, antes de la segunda guerra mundial, el 85% de los periodistas estaban a favor de Hitler. Ellos tuvieron mucho que ver al influir en lo que siguió (en los sucesos que vinieron)  después y esto le costó la vida a 50 millones de personas. Hoy, la mayoría de los Medios de información (comunicación) están a favor de los comportamientos que van en contra de nuestros valores cristianos. Esto no puede darle validez y o legalidad a aquellas maneras de actuar y de hacer. No nos corresponde a nosotros juzgar, pero si nos toca actuar de acuerdo a nuestra conciencia cristiana.

Muy a menudo, creemos que es necesario ponernos del lado de la « MAYORIA », y seguir las encuestas.

En los Estados Unidos, en el tiempo de Lincoln, la gran mayoría de la gente estaba a favor de la esclavitud. Abolir tal barbarie social representaba un desastre económico! Hoy , millones de personas están contra la reglamentación sobre el medio ambiente (o la naturaleza): eso costaría demasiado caro a la industria!

Durante este tiempo, nosotros sufrimos los cambios rápidos de la temperatura y sufrimos las consecuencias que van con este fenómeno de degradación.

Cristo nos dice hoy: no caigan en la trampa por “lo que piensa todo el mundo, atención a los juicios o condenas prematuras, apresuradas”. Antes de juzgar, dejen entrar en sus razonamientos los criterios del evangelio.

Y antes de ser intolerantes con los otros, sean críticos con ustedes mismos. Es la parábola de la paja en el ojo del otro y la viga en el nuestro. Si tenemos ganas de juzgar, comencemos por juzgarnos nosotros mismos. Esto calmara nuestros deseos ardientes de justicia vindicativos y arrogantes. “no juzguen  para no ser juzgados; porque de acuerdo a su juicio se les juzgara, y de la manera como midan serán medidos”.

DE SERVICIOS KOINONIA (SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO)

Jesús sabía que Dios está en todas partes y a todos acoge, y lo expresa simbólicamente, sembrando respeto por los demás y creando paciencia y esperanza frente a aquellos seres humanos que se han demorado en alcanzar niveles de humanidad suficientes en igualdad y justicia, por el egoísmo que empobrece y empequeñece nuestra humanidad. Jesús llama a la apertura de la mente y el corazón para acoger con esperanza (no pasivamente y con indiferencia) a quienes aparecen ante nuestra forma de vida como diferentes (que solemos catalogar como “malos”). 

Necesitamos tener apertura para acoger con pluralismo la diferencia, que siempre va a estar presente en nuestra humanidad.

No hay que ignorar en la parábola de la cizaña la presencia del mal en la historia, como lo reconoce Jesús en la presencia del enemigo que siembra la cizaña en el campo. Quiere llamarnos la atención de que no hay que buscar con afán, y posiblemente confundir la semilla buena con la semilla mala. Muchas veces dividir la humanidad entre buenos muy buenos, y malos muy malos, ofreciendo el premio de la salvación para los primeros y la condenación para los segundos, puede ocasionarnos equivocaciones irreparables. Sólo a Dios le corresponde juzgar, con inmensa justicia y misericordia, a cada ser humano, como sólo Dios lo sabe hacer.

Por creernos muchas veces con el poder y la autoridad, nos atribuimos en nuestra conciencia actitudes que excluyen y separan a unos de otros; nuestra autosuficiencia egoísta separa en la práctica cotidiana a personas que por su situación socio-económica o ideológica, son marginados y excluidos por una sociedad dividida en el poder, olvidando que todos y todas somos hermanos y hermanas que compartimos una misma humanidad.

El Reino debe implicar para el seguidor de Jesús una acción transformadora en la vida cotidiana, que llegue hasta lo más profundo del actuar de cada ser humano, y el llamado permanente a la búsqueda y construcción de un mundo más humano, no sólo para unos pocos, sino para todos. Las estructuras basadas en la injusticia no crean el bien necesario para que el mundo avance, sino que generan más muerte y división en la humanidad, atacando con su fuerza destructora cualquier propuesta alternativa de construcción de una nueva humanidad.

No podemos olvidar que la buena noticia que Jesús vino a anunciar (el Reino) es una Buena Nueva para los pobres, en la que de ahora en adelante Jesús y sus discípulos lucharán por una sociedad igualitaria. Comprender el valor de lo pequeño, de lo pobre, como opción fundamental de Jesús y de quienes proseguimos su causa, debe ser una denuncia permanente contra tantas formas de opresión y marginación de estructuras injustas que deshumanizan a tantas personas y comunidades, en donde vive ocultamente el valor de la grandeza del Reino cuando se construye organización y se promueven los valores del Reino.

Dicho esto, abordemos un segundo nivel más crítico en este comentario.

Esta parábola puede resultar alienante si se toma como una invitación a la inactividad, o a la suspensión de nuestra responsabilidad, para dejarla en las manos de Dios: él sería quien al final de la historia, más allá de la historia, debiera poner las cosas y las personas en su lugar... Esta idea de un Dios «premiador de buenos y castigador de malos», que contabiliza nuestras acciones y por cada una de ellas nos dará un premio o un castigo, ha sido una idea central de la cosmovisión cristiana clásica. El miedo a la condenación eterna, pieza central de la bóveda de la cosmovisión cristiana clásica medieval y barroca, está en la misma línea. ¿Qué decir de todo ello hoy?

Es obvio que conforme pasa el tiempo estas convicciones fundamentales del pensamiento cristiano van pasando a segundo plano, dejan de estar presentes, no se mentan, incluso se evitan positivamente... Diríamos que ésa es una manifestación más del famoso «eclipse de lo sagrado» que se da en nuestra sociedad moderna. Si nuestros abuelos y sus generaciones anteriores vivieron en una sociedad que transparentaba la eternidad, la vida del más allá, con sus evidentes y lógicos premios y castigos, hoy vivimos, por el contrario, en una sociedad –y con una epistemología- en la que nos es difícil imaginar y pensar la vida del más allá de la muerte, los premios y los castigos de Dios, la separación post mortem del trigo y de la cizaña.

No vamos a pretender aquí resolver el asunto, ni abordar el tema en profundidad. Sólo queremos llamar críticamente la atención sobre él haciendo algunas afirmaciones.

Sea la primera la de reconocer que ya no se puede seguir hablando del más allá con la ingenuidad y la rotundidad con la que durante siglos se ha hablado: el tema merece una revisión profunda, y en todo caso no permite las afirmaciones clásicas con su escandalosa simplicidad.

Buena parte de las descripciones de los premios y castigos eternos hoy aparecen como antropomorfismos insostenibles, respecto a los que no sólo merece la pena no dar más pábulo, sino que es importante también reconocerlos explícitamente como tales, liberando de ese modo la fe de la obligación de compartir esas creencias mitológicas.

Es necesario tomar conciencia de la urgencia de una revisión a fondo de la posición de la fe cristiana respecto al más allá. Habitualmente hemos dado por bueno y por supuesto el dato de la vida más allá de la muerte, como si fuera un artículo de fe obvio, indiscutible. Y en efecto, normalmente ha quedado enteramente fuera de las crisis renovadoras de la fe en las décadas pasadas. El Concilio Vaticano II y su renovación simplemente envió a la trastera el conjunto de imágenes medievales y barrocas que aún estaban en circulación, y propició una relectura de la escatología en la línea del personalismo y del existencialismo, que realmente supusieron una brisa de aire fresco. La teología de la liberación, por su parte, simplemente añadió una lectura histórico-escatológica de la realidad (caminamos hacia el Reino) y la perspectiva de la opción por los pobres (redescubiertos como los «jueces escatológicos universales», Mt 25, 31ss), pero dejó intactas las afirmaciones centrales, sin llegar siquiera a plantearse su cuestionamiento (el libro exponente máximo de la escatología de la teología de la liberación es «Hablemos de la otra vida», de Leonardo BOFF, Sal Terrae, Santander, 1978).

Hoy, el nuevo paradigma de «revisión del sentido y la identidad misma de la religión», exigen dejar de vivir de rentas, dejar de repetir incuestionadamente lo de siempre, y plantearse de nuevo las preguntas más radicales: ¿existe realmente la vida más allá de la muerte? ¿Nos ha sido realmente revelada? ¿Cuándo, dónde, cómo? ¿Forma parte del contenido mismo de la fe cristiana? ¿Se puede ser cristiano aceptando la inseguridad y la oscuridad que la ciencia actual confiesa respecto a este tema?

Ciertamente, no son preguntas para el hombre y la mujer de la calle que prefieran seguir viviendo en una edición renovada de la «fe del carbonero». No son tampoco preguntas a difundir imprudentemente, ni trofeos para exhibirse como abanderado de la crítica y el esnobismo. Pero son preguntas que los responsables han de plantearse alguna vez en la intimidad de su fe, para que sondeando la dificultad del misterio, tomen la determinación de ser muy respetuosos en su lenguaje y no seguir viviendo de las rentas de afirmaciones que hoy son de hecho tan increíbles como incuestionadas, tan insostenibles como irresponsables.

El tema sólo está iniciado. Invitamos al lector a tirar del hijo y seguir profundizando, tanto desde el estudio de la teología como en su oración y su fe.

acá otro comentario para una fe adulta:



referencias bibliográficas:

1. HETU, Jean Luc. Les options de Jesus.
2. http://cursillos.ca/  (reflexion del P. Allard)