A mi abuela
MARIA RUBI CARDONA LOPEZ
Pensilvania (Caldas) 3 de Mayo de 193- Cali, 3 de mayo del 2007
Tu nombre María, expresaba lo que manifestaste en tu vida, pues conducías tu vida a la manera de la excelsa mujer de Nazaret, la madre de Jesús. Y el rubí siempre hemos sabido que es una gema preciosa…Así eras tu, madre ejemplar, la mejor pieza en el joyero del hogar.
La segunda mujer de mi vida se llamaba (o se llama, ahora en la eternidad) Maria Rubi Cardona López. Mi madre, su hija María Nelly quien esta ahora disfrutando también de la Gloria del Padre, nos enseñó a sus hijos a llamarle también "mamá" a la abuela Rubi.
Yo se que mi abuela nació un 3 de mayo de la década del 30.
Siempre me pareció la abuela materna una mujer muy bella, que se conservó joven hasta muy adentrada la vejez. No se como sería su aspecto físico al momento de partir de este mundo, pero conservo de ella su imagen durante mi infancia, siendo yo su nieto mayor, tuve la suerte de disfrutarla en esos años de juventud y brío. Y recuerdo que su pelo era corto y ensortijado, sin nuestras de la nieve de los años. Sus ojos caramelo eran grandes y expresivos, su semiredonda cara dejaba dibujar regularmente una sonrisa siempre de afabilidad y ternura. Su altura física era imponente y su corpulencia era equilibrada.
"Mamá Rubi”, en su edad de oro, antes de su ocaso (por la enfermedad de Alzheimer desde 1995), era una mujer de carácter, decidida, fuerte como una roca pero tierna, comprensiva y amable. Mis primeras imágenes de ella los puedo situar a mis 6 años. Ella y su esposo José Fabio Jaramillo , “Papá Fabio” de quienes supe que ambos habían venido del municipio vecino de Marquetalia y limitante con él, Pensilvania , eran propietarios de una finca en la frontera entre la vereda "Los Zainos" y "El Placer" en nuestro pueblo. . Ahí, rodeados de grandes cultivos de café, pastos y guadua, criaron a sus 9 retoños: Marìa Nelly, mi madre, quien era la hija mayor, después los 8 tíos que le seguían, en este orden: Eduardo, María Adiela, Roberto, María del Socorro, Fabio jr, Arturo, María Esneda y María Orfilia. Se disfrutaba al ambiente campestre, allá en la casa y los terrenos de los abuelos sobretodo en las Navidades, cuando era tradición el rencuentro familiar con matada de marrano, buñuelos y música propia para esas fiestas. Mi abuela era la protagonista no solo en eventos como aquellos sino en todos los asuntos que concernían a la hacienda y la vida familiar. Mi abuelo sin ser un hombre de carácter débil, era tranquilo, silencioso y demasiado paciente (parecido a mí), siempre se mostraba de acuerdo con las decisiones que tomaba su esposa en los planes y negocios de la finca. Maria Rubi como se dice popularmente era "una mujer de armas tomar", Era ella quien llevaba las riendas y se exasperaba con la tranquilidad y "parsimonia" del abuelo que no reprendía a sus hijos. Contaba mi mamá que cuando la abuela pedía al abuelo una reprimenda para uno de los chicos que había hecho alguna travesura, este se limitaba a quitarse el sombrero de paja que portaba habitualmente en el trabajo y aun sentado cogía el culpable y le daba algunos sombrerazos mientras le decía "este verriondito, carajo...por qué lo hizo...no lo vuelva a hacer" o cualquier otra cosa por el estilo...Lógicamente la matrona del hogar se enojaba interiormente , pero nunca manifestaba su descontento al abuelo por su manera de reaccionar , al menos delante de sus hijos. Porque mi abuela, eso sí, se le notaba un gran respeto y amor por su marido. Siempre lo comprendió y supo en todo caso nunca hacer aparecer a José Fabio ante los demás como un hombre débil o alguien manipulado por su mujer.
Por allá en el año 1977 cuando yo iniciaba la escuela en la zona urbana, no hacía mucho tiempo, la familia de mi madre se había venido de la finca. Bueno, una parte, los abuelos con mis tíos que estaban en edad de comenzar el colegio o continuar en una mejor escuela.
Los abuelos parecían ser que se adaptaban a la vida de pueblo, pero el problema es que no había quien atendiera con entusiasmo y tiempo el "caspete" aquel. María Rubi le gustaba el cuento de vender y surtir de abarrotes los "entrepaños", pero el abuelo, por su mismo carácter, se mostraba perezoso, o poco motivado para desacomodarse y librar una barra de jabón. Y entonces fue como un día vendieron a mi padre Tomás Antonio el granero que habían arrendado un año atrás, en inmediaciones de la calle principal de Marquetalia.
Nosotros también habíamos dejado recientemente la vida del campo. Pues mi papá no le gustaba tampoco "el trabajo de la tierra" y la casa-finca que por herencia había recibido de mi abuelo Tomas Antonio, ubicada también en "El Placer”, decidió finalmente entregársela a un "agregado", como se le sigue llamando hoy a alguien que recibe una finca para administrarla
y compartir los beneficios.
Mi papa se había ido para el pueblo con la idea de convertirse en chofer y resultó siendo un comerciante. El primer impulso lo recibió gracias a los abuelos maternos que le confiaron el negocio y se lo fiaron porque mi padre, para comenzar aún no tenía los medios para hacerse propietario. Entre tanto "Papá Fabio" y "Mamá Rubi", se mudaron a la calle que hoy llaman Barrio "EL motor", pero conocido tradicionalmente como la salida al cementerio.
En efecto, el cementerio quedaba a unos cuantos metros de la casa de los abuelos. Durante mis breves estadías ahí, vi desde la ventana muchos cortejos fúnebres, pues no había otra calle alternativa para acceder al único campo santo de "la villa del sol".
Esta era una pequeña casa que curiosamente todos llamábamos "la casita", pues en verdad era muy estrecha, sobre todo cuando los hijos y nietos venían procedentes de la finca o del pueblo para visitarles. Siempre había allí un espacio y comida para todos, y nunca se les escuchó quejarse sino que al contrario acogían con alegría tanto a los amigos como a los familiares. Recuerdo que la abuela cocinaba de maravilla. Era un placer gustar y consumir sus platos y viandas, sobre todo los fríjoles y el arroz. Dejaba ver también su maestría a la hora de preparar rellenas, buñuelos, arepas y empanadas...Ella amaba bastante la cocina. Recuerdo con nostalgia como mi abuelo se unía siempre a la preparación de las comidas sobre todo en las fechas especiales como las vacaciones escolares y la navidad. José Fabio ayudaba bastante a la abuela y a las tías en edad de ayudar, a desgranar el maíz, desenvainar el fríjol, moler el maíz, revolver la natilla...
Mi abuelo mostraba un gran gusto por la música. En el fondo del corredor de la finca, o en la sala o en su alcoba de "la casita" se sentaba escucharla, poniendo acetatos (33, 45 y 78
Revoluciones) que hoy difícilmente se encuentran, en una radiola, y parecía trasladarse a otros mundos, pues en esos momentos de concentración y éxtasis musical no era conveniente interrumpirlo o importunarlo.
Aunque no lo manifestaba tanto como su marido, la abuela parecía amar también la música popular y de carrilera , pues esa era la que se escuchaba y se sigue escuchando en los ambientes campesinos de nuestros pueblos paisas. Una canción que decía mi madre le gustaba a "Mamá Rubi" tenía como título "Por qué te alejas”, interpretado por "Los Trovadores de Cuyo" de Argentina:
"Yo que solo he vivido contemplándote mi bien,
mientras me das un poco de cariño en tu dolor...
No recuerdo muy bien su letra y siempre que la escucho eventualmente me acuerdo de mi "mamá" Rubi. Aunque nunca supe con certeza que le recordaba y por qué sentía preferencia por aquella melodía.
A su vez , alguna vez cuando escuchábamos la canción "Cuando llora un hombre" de Luis Ramírez, más conocido como "EL Caballero Gaucho", quien era uno de los artistas preferidos del abuelo, la abuela me confió que esa canción en particular le encantaba a su marido:
"No muestres tu dolor, no seas cobarde,
niega que sufres y tu pena esconde,
que a nadie ha de importarle tus pesares,
y no le queda bien llorar a un hombre.
Que uno cuando es bien hombre, no se entrega,
ni ante un cariño malo se arrodilla,
y aguanta con valor no se doblega ,
ni ruega, ni gime, ni se humilla.
Es lo que me dicen , los que no respetan el valor ajeno
y solo se ríen porque a veces lanzo mi grito bohemio.
Cuando llora un hombre es que no le queda ninguna esperanza,
por eso no extrañen si gotas de llanto me mojan la cara(Bis)
Recuerdo con simpatía que yo le insinué de querer preguntarle al abuelo si era cierto aquel gusto particular por esa canción, y enseguida me hizo gesto de no hacerlo, y que ni se me ocurriera…Tampoco supe por qué de aquella pequeña prohibición.
Y si, en verdad, después tuve la oportunidad de comprobarlo varias veces y al sonar esa canción el abuelo se tornaba más silente de lo normal y elevaba su espíritu dejándolo conducir por cierto aire de melancolía y tristeza.
Como mis padres decidieron dar a sus dos primeros hijos como ahijados a sus respectivos progenitores y yo fui el mayor confiaron la educación en mi fe y la tutela en caso de su ausencia a José Fabio y María Rubi. Alba Lucía, quien me sigue fue dada a los abuelos paternos Tomas Antonio y María Virginia.
Ella, María Rubi también fue una maestra de fe en mis primeros años de infancia.
En su casa, fuera en la finca o en el pueblo, no faltaba cada noche antes de acostarnos el Rosario, el cual, nosotros hijos y nietos sobre todo aun muy jóvenes seguíamos con cierto desazón y desinterés entre dormidos, pero con el tiempo aprendimos a valorar y a sacarle gusto a tal “acto de devoción” tanto que cada uno aprendió a rezar esta oración tradicional y popular con jaculatorias y todo.
Mamá Rubi siempre estuvo cerca , disponible para sus nietos hasta entrada nuestra adolescencia y juventud…Cuando en casa, por ejemplo a mí me pegaban corría a refugiarme al hogar de los abuelos maternos y buscaba en particular el consuelo de la abuela, quien me animaba y parecía comprenderme más que mis mismos padres. Tanto era así que mi mamá acusaba a menudo a su madre de “alcahueta con sus nietos”.
En 1991, Papá Fabio y Mamá Rubi se habían instalado ya en Cali. En aquel año estuve entre los meses de junio y septiembre en Buenaventura para hacer una experiencia de misión en el puerto. Al final de aquella experiencia me encontré bastante enfermo de paludismo y mis compañeros decidieron llevarme por el momento al lado de los abuelos para mi recuperación, debido a que el viaje a Marquetalia era largo y poco conveniente por mi estado. Pues bien, fue “mamá Rubi” quien me cuidó durante la toma de tratamiento y convalecencia. Ella estuvo fiel, a mi lado cumpliendo su papel de madre, abuela y madrina, demostrándome todo su afecto…Nunca olvidaré a mi abuela, quien lastimosamente comenzó a decaer después de la resurrección del abuelo José Fabio el 19 de marzo de 1994. No sé personalmente con seguridad que enfermedad trastocó toda la vida y existencia de la querida abuela …Se ha hablado del “mal de Alzheimer”, en todo caso, durante su tiempo de crisis y enfermedad, creo que todos sus hijos, hijas, hermanos y nietos no olvidábamos el talante de mujer que había sido María Rubi…
Tu nombre María, expresaba lo que manifestaste en tu vida, pues conducías tu vida a la manera de la excelsa mujer de Nazaret, la madre de Jesús. Y el rubí siempre hemos sabido que es una gema preciosa…Así eras tu, madre ejemplar, la mejor pieza en el joyero del hogar.
Muchas cosas más podría seguir evocando de la segunda mujer de mi vida, pero eso será descubierto si Dios quiere, por quienes lo deseen en un futuro no muy lejano.
Querida Madre abuela, Mamá, damos gracias a Dios por tu existencia fructífera, tu vida hermosa, tu testimonio tan bello que nos mostraste en tu mejor época, en aquellos años cuando eras consciente de todo, cuando nos mostrabas la sabiduría en tu propia vida. Tu ejemplo de madre abnegada, de esposa fiel, amante, de abuela comprensiva y cariñosa…Nunca, nunca se borrara de nuestra memoria. Bien dice San Ireneo que “una vida ejemplar es el mejor regalo para nuestros semejantes” y sin duda alguna, ese fue tu mejor legado para todos tus hijos y nietos…
Querida abuela, “Mamá Rubi”, perdónanos nuestra ingratitud, por no haber sabido valorarte siempre en las buenas y en las malas…Quizás por no haber aceptado en determinados momentos la Voluntad de Dios en tu Vida, en esos años de ocaso senil. Que Dios te acoja en su Gloria y no te olvides de interceder por nosotros, de orar por estos pobres pecadores ahora que resucitas al lado de Nuestro Pastor, nuestro Señor, el Rey de nuestras vidas, Jesucristo…
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Gustavo Quiceno