sábado, 22 de octubre de 2011

En los 105 años del nacimiento del autor del ALGEBRA

Durante dos años de mi formación en el bachillerato, en 3º y 4º después llamados 8º y 9º (1984 Y 1985, RESPECTIVAMENTE) y que cursé (por fortuna) en la Normal Nuestra señora de la candelaria de Marquetalia, me enfrenté al algebra.

 Reconozco que el primer año fue sumamente difícil para mí, los binomios, la solución de trinomios y las ecuaciones iniciales me dieron literalmente “en la cabeza”, mis profesores de la materia durante estos años fueron Don Ever Ospina y don Alirio Hurtado, respectivamente.  Recuerdo que las tareas más largas y dispendiosas y que nos hacían trasnochar junto a la preparación de las clases (pues éramos practicantes pedagógicos)  eran las del bendito libro de Aurelio Baldor. 


Don Alirio en la introducción de estas materias matemáticas como álgebra y trigonometría, para motivarnos , nos decía que algún día les encontraríamos utilidad, cuando fuéramos pilotos de avión o capitanes de barco...ya que para el momento, la mayoría de los alumnos ( más apáticos y enemigos de los números  que otra cosa)  no le veíamos oficio a la tal materia.

Además, nuestro instructor matemático   nos sugería realizar la totalidad de ejercicios de hasta 150 operaciones; era bien  una  sugerencia (no era obligatorio) porque según él, entre más uno practicaba más fácil se hacía la comprensión y  por ende la resolución y éxito en las previas (o exámenes).


Evoco como yo era uno de los pocos que  realizaba la totalidad de  los ejercicios, ante cuya actitud , los otros compañeros más negligentes , perezosos e indisciplinados, je,je ,nos juzgaban de “lambones” “chupas” o “regalados” como se decía en la época a los alumnos que aparentemente querían complacer a sus profesores o aparecer muy “pilos” y estudiosos en el salón de clase (qué diferencia con los tiempos de hoy!)


Bueno, esta corta introducción viene a colación para hacerle un sencillo homenaje al autor de uno de los libros más consultados y manipulados en los centros de educación media: EL ÁLGEBRA.

Cuando uno veía y aun hoy uno ve la caratula del álgebra, piensa que el señor diseñado ahí,  árabe, con barba rala y turbante, y mirada “ desdeñosa” era  el autor... La portada presenta su tradicional imagen del matemático Abu Abdallah Muḥammad ibn Mūsā al-Jwārizmī (Abu Yāffar) (أبو عبد الله محمد بن موسى الخوارزمي ابو جعفر), conocido generalmente como al-Juarismi, quien fue un matemáticoastrónomo y geógrafo persa musulmán, que vivió aproximadamente entre 780 y 8504 y al fondo un asimilación de la natal Bagdad de Al-Juarismi que cubre parte de la portada delantera y la posterior, (wikipedia.org)
pero no, cuán lejos estábamos de sospechar que el autor AURELIO ANGEL BALDOR, era mas cubano que el habano y había nacido en la isla de Fidel,  y que había muerto 7 años atrás (pues hablo de los años 1984 y 1985).


Pues bien un día como hoy, el 22 de octubre de 1906 nacía A. BALDOR,como se le conoce,  o sea hace 105 años.



BIOGRAFIA








AURELIO ANGEL BALDOR:

(1.906 - 1.978), el autor del libro que más terror despierta en los estudiantes de bachillerato de toda Latinoamérica, no nació en Bagdad. Nació en La Habana, Cuba, y su problema más difícil no fue una operación matemática, sino la revolución de Fidel Castro. Esa fue la única ecuación inconclusa del creador del Algebra de Baldor, un apacible abogado y matemático que se encerraba durante largas jornadas en su habitación, armado sólo de lápiz y papel, para escribir un texto que desde 1941 aterroriza y apasiona a millones de estudiantes de toda Latinoamérica.


El Algebra de Baldor, aún más que El Quijote de la Mancha, es el libro más consultado en los colegios y escuelas desde Tijuana hasta la Patagonia. Tenebroso para algunos, misterioso para otros y definitivamente indescifrable para los adolescentes que intentan resolver sus "misceláneas" a altas horas de la madrugada, es un texto que permanece en la cabeza de tres generaciones que ignoran que su autor, Aurelio Angel Baldor, no es el terrible hombre árabe que observa con desdén calculado a sus alumnos amedrentados, sino el hijo menor de Gertrudis y Daniel, nacido el 22 de octubre de 1906 en La Habana, y portador de un apellido que significa "valle de oro" y que viajó desde Bélgica hasta Cuba sin tocar la tierra de Scherezada.



Baldor, el grande


Daniel Baldor reside en Miami y es el tercero de los siete hijos del célebre matemático. Inversionista, consultor y hombre de finanzas, Daniel vivió junto a sus padres, sus seis hermanos y la abnegada nana negra que los acompañó durante más de cincuenta años, el drama que se ensañó con la familia en los días de la revolución de Fidel Castro.


"Aurelio Baldor era el educador más importante de la isla cubana durante los años cuarenta y cincuenta. Era fundador y director del Colegio Baldor, una institución que tenía 3.500 alumnos y 32 buses en la calle 23 y 4, en la exclusiva zona residencial del Vedado. Un hombre tranquilo y enorme, enamorado de la enseñanza y de mi madre, quien hoy lo sobrevive, y que pasaba el día ideando acertijos matemáticos y juegos con números", recuerda Daniel, y evoca a su padre caminando con sus 100 kilos de peso y su proverbial altura de un metro con noventa y cinco centímetros por los corredores del colegio, siempre con un cigarrillo en la boca, recitando frases de Martí y con su álgebra bajo el brazo, que para entonces, en lugar del retrato del sabio árabe intimidante, lucía una sobria carátula roja.


Los Baldor vivían en las playas de Tarará en una casa grande y lujosa donde las puestas de sol se despedían con un color distinto cada tarde y donde el profesor dedicaba sus tardes a leer, a crear nuevos ejercicios matemáticos y a fumar, la única pasión que lo distraía por instantes de los números y las ecuaciones. La casa aún existe y la administra el Estado cubano. Hoy hace parte de una villa turística para extranjeros que pagan cerca de dos mil dólares para pasar una semana de verano en las mismas calles en las que Baldor se cruzaba con el "Che" Guevara, quien vivía a pocas casas de la suya, en el mismo barrio.


"Mi padre era un hombre devoto de Dios, de la patria y de su familia", afirma Daniel. "Cada día rezábamos el rosario y todos los domingos, sin falta, íbamos a misa de seis, una costumbre que no se perdió ni siquiera después del exilio". Eran los días de riqueza y filantropía, días en que los Baldor ocupaban una posición privilegiada en la escala social de la isla y que se esmeraban en distribuir justicia social por medio de becas en el colegio y ayuda económica para los enfermos de cáncer.



Algebra del exilio


El 2 de enero de 1959 los hombres de barba que luchaban contra Fulgencio Batista se tomaron La Habana. No pasaron muchas semanas antes de que Fidel Castro fuera personalmente al Colegio Baldor y le ofreciera la revolución al director del colegio. "Fidel fue a decirle a mi padre que la revolución estaba con la educación y que le agradecía su valiosa labor de maestro..., pero ya estaba planeando otra cosa", recuerda Daniel.


Los planes tendría que ejecutarlos Raúl Castro, hermano del líder del nuevo gobierno, y una calurosa tarde de septiembre envió a un piquete de revolucionarios hasta la casa del profesor con la orden de detenerlo. Sólo una contraorden de Camilo Cienfuegos, quien defendía con devoción de alumno el trabajo de Aurelio Baldor, lo salvó de ir a prisión. Pero apenas un mes después la familia Baldor se quedó sin protección, pues Cienfuegos, en un vuelo entre Camagüey y La Habana, desapareció en medio de un mar furioso que se lo tragó para siempre.


"Nos vamos de vacaciones para México, nos dijo mi papá. Nos reunió a todos, y como si se tratara de una clase de geometría nos explicó con precisión milimétrica cómo teníamos que prepararnos. Era el 19 de julio de 1960 y él estaba más sombrío que de costumbre. Mi padre era un hombre que no dejaba traslucir sus emociones, muy analítico, de una fachada estricta, durísima, pero ese día algo misterioso en su mirada nos decía que las cosas no andaban bien y que el viaje no era de recreo", dice el hijo de Baldor.


Un vuelo de Mexicana de Aviación los dejó en la capital azteca. La respiración de Aurelio Baldor estaba agitada, intranquila, como si el aire mexicano le advirtiera que jamás regresaría a su isla y que moriría lejos, en el exilio. El profesor, además del dolor del destierro, cargaba con otro temor. Era infalible en matemáticas y jamás se equivocaba en las cuentas, así que si calculaba bien, el dinero que llevaba le alcanzaría apenas para algunos meses. Partía acompañado de una pobreza monacal que ya sus libros no podrían resolver, pues doce años atrás había vendido los derechos de su álgebra y su aritmética a Publicaciones Culturales, una editorial mexicana, y había invertido el dinero en su escuela y su país. La lucha empezaba.


Los Baldor, incluida la nana, se estacionaron con paciencia durante 14 días en México y después se trasladaron hasta Nueva Orleans, en Estados Unidos, donde se encontraron con el fantasma vivo de la segregación racial. Aurelio, su mujer y sus hijos eran de color blanco y no tenían problemas, pero Magdalena, la nana, una soberbia mulata cubana, tenía que separarse de ellos si subían a un bus o llegaban a un lugar público.


Aurelio Baldor, heredero de los ideales libertarios de José Martí, no soportó el trato y decidió llevarse a la familia hasta Nueva York, donde consiguió alojamiento en el segundo piso de la propiedad de un italiano en Brooklyn, un vecindario formado por inmigrantes puertorriqueños, italianos, judíos y por toda la melancolía de la pobreza. El profesor, hombre friolento por naturaleza, sufrió aun más por la falta de agua caliente en su nueva vivienda, que por el desolador panorama que percibía desde la única ventana del segundo piso.


La aristocrática familia que invitaba a cenar a ministros y grandes intelectuales de toda América a su hermosa casa de las playas de Tarará, estaba condenada a vivir en el exilio, hacinada en medio del olvido y la sordidez de Brooklyn, mientras que la junta revolucionaria declaraba la nacionalización del Colegio Baldor y la expropiación de la casa del director, que sirvió durante años como escuela revolucionaria para formar a los célebres "pioneros". La suerte del colegio fue distinta. Hoy se llama Colegio Español y en él estudian 500 estudiantes pertenecientes a la Unión Europea. Ningún niño nacido en Cuba puede pisar la escuela que Baldor había construido para sus compatriotas.



Lejos de la patria


Aurelio Baldor trató en vano de recuperar su vida. Fue a clases de inglés junto a sus hijos a la Universidad de Nueva York y al poco tiempo ya dictaba una cátedra en Saint Peters College, en Nueva Jersey. Se esforzó para terminar la educación de sus hijos y cada uno encontró la profesión con que soñaba: un profesor de literatura, dos ingenieros, un inversionista, dos administradores y una secretaria. Ninguno siguió el camino de las matemáticas, aunque todos continuaron aceptando los desafíos mentales y los juegos con que los retaba su padre todos los días.


Con los años, Baldor se había forjado un importante prestigio intelectual en los Estados Unidos y había dejado atrás las dificultades de la pobreza. Sin embargo, el maestro no pudo ser feliz fuera de Cuba. No lo fue en Nueva York como profesor, ni en Miami donde vivió su retiro acompañado de Moraima, su mujer, quien hoy tiene 89 años y recuerda a su marido como el hombre más valiente de todos cuantos nacieron en el planeta. Baldor jamás recuperó sus fantásticos cien kilos de peso y se encorvó poco a poco como una palmera monumental que no puede soportar el peso del cielo sobre sí. "El exilio le supo a jugo de piña verde. Mi padre se murió con la esperanza de volver", asegura su hijo Daniel.


El autor del Algebra de Baldor se fumó su último cigarrillo el 2 de abril de 1978. A la mañana siguiente cerró los ojos, murmuró la palabra Cuba por última vez y se durmió para siempre. Un enfisema pulmonar, dijeron los médicos, había terminado con su salud. Pero sus siete hijos, quince nietos y diez biznietos, siempre supieron y sabrán que a Aurelio Baldor lo mataron la nostalgia y el destierro.

(Revista Dinners, Colombia-2000).



miércoles, 19 de octubre de 2011

Evangelizando a Gabriel de Las Casas

Soy un asiduo radio escucha de “La Luciérnaga” de Caracol (sobre todo en diferido, gracias a los podcast: archivos de audio, que son posibles de descargar y luego escuchar sea en el i-pod, el celular,  el pc o el mp3).
 
Ocurre que esta es la semana preparativa al domingo mundial de misiones en nuestra iglesia.


Y me pareció curioso que ayer 18 de octubre, justo en el programa mencionado (y que escuché esta mañana) en el  día de San Lucas (uno de los evangelistas) como lo recordó bien  su Diana Uribe (caracterizada por la bella y talentosa Alexandra Montoya), Don  Hernán Peláez conductor y cabeza del programa decidió (en una acto de “atravesado” como él gusta llamar a sus compañeros cuando “meten la cucharada” o hablan cuando no es el momento) lanzarle la pregunta a Gabriel de las Casas sobre cuáles eran los otros 3 evangelistas…Gabriel dijo: “Juan, se quedó callado y después de un breve silencio instigado y tratado burlonamente por sus compañeros de aquí y de allá, siguió con otros nombres como Pedro, Mateo, Lucas y Juan…Es decir para Gabrielito los evangelistas eran 5 (o sea le sobró Pedro, que fue apóstol mas no evangelista, aunque si existe un evangelio suyo pero nunca fue reconocido oficialmente por la Iglesia católica).


Y no sigamos con lo que pasó con la pregunta acerca de “cuántos eran los jinetes del Apocalipsis”. 


En diferentes momentos de concursos de televisión como “Quien quiere ser millonario” y o “millones por montones”, los participantes han perdido la oportunidad de ganar por no haber memorizado ciertos datos de la Biblia, de la historia sagrada o de la Iglesia.


Pero me sorprendió ver el sábado pasado en la emisión  del concurso millonario de caracol presentado por  don Pablo Laserna, como un joven de escasos 20 años no supo responder o descifrar que un podcast es un archivo de audio, pero si supo responder en una cuestión siguiente sobre un sujeto religioso…Qué ironia…


Traigo a referencia todo esto no para criticar o deplorar la ignorancia religiosa de los periodistas o de los medios, pero si para exponer mi preocupación acerca del modo como se asume, se ve y se trata los conocimientos  y o la cultura religiosa (que debería ser el tema de otro artículo).


Y porque lo más importante no es aprender el catecismo de memoria o memorizar de cabeza literalmente versos de la Biblia, o datos de preguntas y respuestas exactas…No eso, no es lo esencial, pues “en la tarde de la vida- como dijo San Juan de la Cruz- seremos juzgados con amor y sobre el amor”.


Así que Gabriel no te preocupes por no haber sabido responder con exactitud, certeza y convicción a las preguntas (de tradicional catecismo) formuladas claro esta y se comprende en ese ambiente de hilaridad, mismo no interesa mucho si vas o no a la misa, lo que importa es que tengas claro en tu vida que “el amor es el motor de la existencia”, “el amor es el centro de la vida”. 

Jesús nos lo recuerda en el evangelio de este domingo mundial de las misiones; ante la pregunta hecha por sus adversarios que quieren hacerle hablar y o tenderle una trampa sobre “cuál es el mandamiento más grande o importante”, Jesús resume toda la ley en el amor a Dios, el amor al hermano como a sí mismo”…hay un solo amor. Y este es el único dato valido y suficiente,  que nos bastaría memorizar y hacer descender de la cabeza al corazón y luego traducirlo en nuestras manos (con nuestra profesión, actividad, trabajo), es decir VIVIRLO: EL AMOR.


Lo que brinda la verdadera felicidad es el amor, la compasión, el servicio a los hermanos y preferentemente los más necesitados.


No es necesario andarlo tampoco pregonando en la radio, en los espacios virtuales, y mismo cuando “no le nace a uno hablar de ello”, solo basta con el ejemplo, el testimonio en los pequeños gestos cotidianos: como padres de familia, hijos, profesores, alumnos,  en el medio de trabajo, de profesión y estudio.


Esa es la misión, el llamado que nos hace Dios cada mañana al despertar: AMAR, SERVIR CON ALEGRIA, porque al hacerlo lo estamos amando y sirviendo a Él.


Y bien por la Luciérnaga porque nos sirve con alegría, nos transmite optimismo, nos hace reír en momentos tan duros como lo que se pasan en la vida personal, social, del país y del mundo.


Durante esta semana oremos, pidiendo confiadamente al Señor que nos ayude a no dividir el mundo, a no dividir una única realidad donde Dios y el prójimo deberían determinar el ritmo y la calidad de nuestras vidas; el mundo de Dios (de la espiritualidad, de la fe…) y de Cesar (la realidad política, social…) es uno solo


Pidamos a Dios a vivir con coherencia dentro y fuera del templo, que superemos el mero rezo y la asistencia al culto, expresando nuestra fe con las manos y los actos de servicio, solidaridad y compasión…


Este domingo mundial de oración por las misiones nos recuerda una vez más que lo más importante y esencial así no aparezca ( y si rara vez o nunca) en el twitter es AMAR a Dios y al prójimo como a si mismo…


Buen día!


martes, 18 de octubre de 2011

23 de octubre del 2011: 30o Domingo del Tiempo Ordinario A



EVANGELIO


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 34-40


En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
-- Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
Él le dijo:
--“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.


Palabra del Señor

A guisa de introducción :


Un solo AMOR


El AMOR es la realidad más importante de la vida. No es necesario realizar encuestas o un sondeo para llegar a esta conclusión. 

Es este también el punto de vista de Jesús. No nos sorprende porque hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios que es AMOR.


No tenemos porqué escoger entre el amor a Dios y el amor al hermano ( o al prójimo).



Jesús nos invita amar a Dios con todo nuestro corazón y al prójimo como a nosotros mismos.


El une estos dos mandamientos y declara que el segundo es semejante al primero.


He aquí la novedad de sus enseñanzas!


Cómo seria de fácil y cómodo tener que amar solo a Dios. Pero su rostro llega a ser, en ciertos días, aquel mismo del prójimo poco amable o decepcionante (que nos desinfla).


Los dos mandamientos no se oponen. No hay más que un amor en el cual la cara oculta se refiere a Dios pero en el cual el rostro visible concierne a nuestros hermanos. Sí, un solo impulso y fuerza de amor para Dios y para todos aquellos que Él ama.



El AMOR es un lenguaje que todo el mundo comprende. Es amando al prójimo que mostramos el rostro de Jesucristo siempre vivo. “Esta es la señal por la que la humanidad reconocerá que ustedes son mis discípulos: el amor que ustedes se tengan los unos para con los otros” (Juan 13,35). No es esta la manera más convincente de decir a los demás quien es Dios? Y lo más maravilloso es que está a nuestro alcance.



Aproximación psicológica del evangelio:


El evangelio lo afirma de manera absoluta: El corazón (o centro) de la vida es el amor.


Lo que da éxito en la vida es el amor a Dios y al prójimo. Es el punto de vista de Dios que Jesús nos descubre con claridad.


Las muchas dificultades que  nos hacen sufrir en el amor, encuentran su origen en la mirada negativa que tenemos de nosotros mismos. El amor que recibimos determina el amor que nosotros le damos a Dios y al prójimo. La dificultad de amar en nuestra existencia proviene a menudo de la mirada negativa de nuestro ambiente (aquello que nos rodea) sobre nosotros. No hemos sido siempre amados con gran respeto. V.g, Sucede que alguno (a) fue abusado (sexualmente)  o violentado en su infancia o adolescencia, fue víctima del escarnio o la burla de algún otro, Y entonces resulta que hemos sido edificados (educados) en una “visión” pesimista de nosotros mismos, que hemos recibido de nuestro contorno.


Por suerte y o felizmente, el amor que Dios nos da manifiesta otra imagen distinta de nosotros mismos. Es esta imagen (ideal) la que alimenta y refuerza las relaciones de amor que nos damos a nosotros mismos e inspira nuestra relación de amor con los otros. En efecto, es necesario que nos amemos en referencia a ese prototipo (real y  tangible) del amor que  Dios nos ofrece, su amor que nos edifica y nos permite podamos entrar en el  verdadero AMOR.


En la versión paralela de este texto que encontramos en Marcos 12, 28-34,  no solamente leemos que  el doble mandamiento del amor recapitula el conjunto de las Sagradas Escrituras sino que también afirma que él vale más que todos los holocaustos y sacrificios.


Es decir, el culto, el rito no sirve para nada si ellos no son la expresión y celebración de un amor que es por otro lado, en la vida cotidiana, el motor de la vida. Solo nosotros somos muy hábiles y muy sutiles para evadirnos,  para encontrar burdas imitaciones (sustitutos)  o reemplazantes a un amor que ama como Cristo nos ama, es decir, dando nuestra vida (ver Juan 15,13).


Confundimos fácilmente el amor que se nos muestra en el evangelio (que se dona, que es oblativo, compasivo, pleno de ternura, desinteresado) con un sentimiento de afecto que a menudo no sobrevive a las pruebas y o dificultades (cfr, algunos matrimonios de hoy, las promesas o votos hechos en la vida consagrada). O confundimos ese amor (del evangelio) con una atracción física, psicológica o mismo sexual, que puede verificarse o palparse como un uso (o utilización) invertida del amor: la decisión del don de sí mismo se confunde entonces con su contrario, la voluntad de poseer, de gozar o utilizar el  otro egoístamente, véase dominarlo. Es por ello que debemos desconfiar cuando vamos repitiendo muy seguido “amor… amor”…


Para Pablo el amor, que preferentemente llama “caridad”, y que es el cumplimiento de la ley (Romanos 13,6-10), está por encima de la fe, que un día cederá el lugar a la visión; por arriba de la esperanza, que terminará cuando entremos en posesión de la vida  que ella espera y que es el lugar de acceso  al amor integral (1 Corintios 13). Amor, no lo olvidemos, es otro nombre de Dios.


El amor no es una moral


“Mi religión consiste en amar mi prójimo”. El compromiso honesto y perseverante al servicio de sus hermanos, sobretodo de los más pobres entre ellos, representa en efecto la moral que está en la  más profunda conformidad (y o acuerdo) con el evangelio.


 En otra parte, Jesús mismo afirma que es a partir de esta moral que nuestra vida será evaluada (cfr, Mateo 25,31-46, el juicio final). Ya lo decía san Juan de la Cruz, “…en la tarde de la vida seremos juzgados con, sobre  y por el amor”.


Acá, Jesús toma una posición clara de cara a esta moral: Él dice que es también importante tener una moral como tener una religión.

Pero él afirma al mismo tiempo que en la tradición espiritual judía ( y a la cual Él pertenece), queda todavía un lugar para una experiencia humana que es específicamente diferente de una ética social.


Dentro de esta tradición religiosa, lo que debe polarizar al creyente, es directamente la experiencia de Dios como tal.


Para el creyente enraizado en la tradición judío-cristiana, el compromiso social puede (y en muchos casos, debe) ocupar un gran sitio. Mas este compromiso esta manifestado (o aparece) para otra cosa y él desemboca en otra cosa.


Esta otra cosa, es la experiencia espiritual, es decir la conciencia de que hay en mí una dimensión de mi ser a la cual todas mis experiencias de vida  me llevan sin cesar, si yo me comprometo con suficiente profundidad.


Con esto nunca pretendemos afirmar o  querer significar que los no creyentes son personas que no viven con profundidad. Para ellos, esta dimensión espiritual tomará (o adoptará)  otra forma y ellos la nombraran de manera diferente.


Pero Jesús dice: Mi tradición espiritual me invita a poner a Dios (o a descubrirlo!) en el centro de mi existencia, a reconocerlo en la conjunción de mis pensamientos y de mis emociones. Y más aún. Yo estoy invitado a invertir todo mi potencial en mi experiencia de Dios. El pasaje del Antiguo Testamento citado este domingo acá, contiene en efecto: “Amarar a Yahvé (…) con todas tus fuerzas (tu poder) “ (Deuteronomio 6,5), esta citación será tomada de manera integral por Marcos 12,33 y Lucas 10,27.


Es por Dios que el creyente moviliza todo su potencial. Es de cara a Dios que él se pone disponible,  y que  ofrece todo lo que  él es y todo lo que él puede.


Cuando esta opción está  hecha  y que esta canalización está en curso, los seres humanos llegan a ser los compañeros de Dios en los proyectos más queridos por Él. Ellos devienen participantes de Dios en su deseo de ternura y de justicia, y ellos son remitidos a una vida y a una acción concretas asumidas en la libertad y la creatividad.


“Todo está ahí”, dice Jesús (v.40).



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“Tu amarás el Señor tu Dios: he aquí el más grande, el primero de los mandamientos”.  Este precepto del evangelio nos es sumamente conocido, y estamos  tan habituados a leerlo y o  escucharlo, que no percibimos con profundidad e intensidad su originalidad. Y por tanto este mandamiento representa una evolución importante y decisiva con respecto a ese otro tipo de relación con Dios que se podría resumir en la fórmula: “tu temerás al señor, tu Dios”. La mayoría de las religiones se han quedado allí (en el miedo a Dios, o a su respectiva divinidad) y mismo el cristianismo a menudo ”ha agarrado la cuerda del miedo a Dios”. Vean ustedes por otro lado las reacciones espontaneas de la  gente en la vida cotidiana: ellos reaccionan frente al miedo, que tiene un aire (apariencia) de ser más eficaz (es así como se afirman todas las formas de poder). El amor tiene el aire de (pareciera) ser una cosa totalmente abstracta, que permite no importa qué o es reservada a una sola persona debidamente elegida. El Dios de la Biblia quiere hacernos superar ese estado: “si su relación conmigo se debe al  temor o por ella quieren satisfacer de manera formalista los reglamentos o actos cultuales, eso me vale nada, no me interesa. Lo que yo espero de ustedes es ser comprendido en mis intenciones profundas de salvar el mundo, yo espero es que ustedes sean seducidos por este mensaje y que se adhieran a él de todo  corazón, y que ustedes se lo apropien, que llegue a ser suyo, y más intimo a ustedes mismos que ustedes mismos”. Solo una relación de amor  (y no de temor, miedo) puede darnos, no más eficiencia, pero si la eficiencia adecuada en el Reino de Dios.


Y en el fondo, mismo en las cosas de la vida corriente, en lugar de juzgar o de dejarnos juzgar sobre criterios de eficacia inmediata, superficial, sobre el éxito o la rentabilidad, no podríamos mejor preguntarnos: “Aquello que yo hago, todo lo que hago, lo hago por amor?” El amor de Dios (es decir, la preocupación, el cuidado  que Él tiene por salvar el mundo y nuestra adhesión a este deseo o empresa) tiene su lugar en lo que yo hago y en la manera como yo lo hago?


El segundo mandamiento; « Amaras a tu prójimo como a ti mismo » ha llegado a ser para nosotros tan normal y o habitual (al nivel de principio) que no vemos más tampoco la originalidad. En efecto, si  miran alrededor de ustedes (y quizás mismo en ustedes), el principio que parece regir las relaciones podría enunciarse como sigue: “yo te amaré en la medida que tu me ames también”. Este principio de reciprocidad es ya un enorme progreso en relación al principio de egoísmo (“Ámame, pero no esperes nada de mi”), pero Cristo (que aquí, no hace más que citar un precepto del  3er del A.T , del libro del  Levítico) bien seguro, nos exige mucho más.


"Amar al otro como a sí mismo”. Notemos en el pasaje que es supuesto (se pretende) amarse a sí mismo! Es una dimensión que el cristianismo ha ocultado mucho, sobre todo en ciertos periodos, en provecho de una teología del sacrificio, de la abnegación, del olvido de sí mismo (si no es del desprecio de sí mismo). Esto no es sano. El amor propio, si él se compaginara o encuadrara con el amor de Dios, no sabría caer en el egoísmo.  Al contrario él  (el amor a sí mismo) es condición indispensable para amar el otro. Yo debo poder presentarme ante el otro como una persona feliz, pacifica, confiada (plena de confianza), gracias a esta relación con Dios.


La lectura del Éxodo viene a enriquecer todavía más, nuestra comprensión del amor al otro. La razón que nos da el Éxodo en su precepto de “no maltratar al inmigrante”, tiene el aire de hacer sobresalir el principio de la reciprocidad.  Pero no es el caso. El texto habría dicho entonces: “porque los egipcios no los han oprimido cuando estaban en Egipto” , lo que por otro lado, habría sido falso. No, el texto nos hace caer en cuenta sobre el  hecho “todos nosotros somos, fundamentalmente emigrantes, extranjeros, sobre toda tierra, mismo aquella que nosotros creemos la nuestra (por otra parte, no hay tierra que pertenezca, como una propiedad privada, a alguien ni a ningún pueblo).


De igual modo, el amor a sí mismo no impide que nosotros (en cierta manera permanezcamos siempre extranjeros para nosotros mismos y que la persona que amamos de la manera más íntima debe permanecer siendo ella misma para que el amor sea verdadero.


Nuestra relación con Dios tiene que ver con nuestra relación con nosotros mismos y con nuestro prójimo. Que ella este hecha de dignidad y de amor.


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El gran mandamiento


Ellos se reúnen y uno entre el grupo lanza una pregunta para poner a prueba a Jesús. Una pregunta tramposa. Cuál es el mandamiento más grande?  Entre los 613 mandamientos que habían sido reseñados por  los doctores de la ley, en cuál de todos esos, uno debe esforzarse  mejor por observar, para estar en regla, para ser perfecto? Y El (Jesús) no se detiene en la trampa. El responde de modo sabio y sorprendente. No hay  más que un mandamiento: Tu amaras tu prójimo como a ti mismo. El amor a Dios, el amor a sí mismo, el amor al prójimo: constituyen un solo mandamiento.


Qué liberación! (cuánto peso se quita uno de encima!) No se trata ya más de tener una rigurosa – y a menudo meticulosa (escrupulosa)-  contabilidad de sus cumplimientos (deberes) para ver bien en donde se está en la propia perfección, para poder decirle a Dios: Epa!, yo aprovecho, lo tengo  bien merecido, yo espero mi salario. Basta con amar, y el resto se desprende de este amor.


Un mandamiento que es el más grande y a la vez el único? Es mucho más que eso. Una actitud de vida, un valor en el centro de la existencia, en el corazón de la vida y que llega a ser la motivación profunda, fecunda y actuante. Todo deviene simple. Basta amar. Todo llega a ser simple pero al mismo tiempo todo se hace complejo y comprometedor. Observar una serie de prescripciones, es estorboso, pero al mismo tiempo imprime confianza (tranquilidad, seguridad). Uno ve donde está. Y llega el momento  donde se  puede decir: está hecho. Todo está en orden. Pasemos a otra cosa. Pero se trata de amar, y ello no tiene más límites fijos.  No se puede, idealmente amar mucho. Desde el arranque (la partida, el despegue, o  el principio) esta proposición del amor, es difícil.


Toda vez, la verdadera dificultad, está en el amor que es demandado (pedido, exigido). Amar a Dios: alguien que uno no ve, que se le conoce mal. Amar al otro, al prójimo, quien es bien diferente a mí, que piensa diferente a mí, que tiene sus gustos, sus hábitos que no son los míos. El otro, el prójimo que muy a menudo no es particularmente amable. Y después: amarse a sí mismo. Es quizás frecuentemente lo más difícil, porque yo me conozco demasiado bien o, al contrario me conozco  muy poco  y mal. Y la cuestión si entendida con frecuencia y que monta en nosotros: se puede demandar (exigir, pedir) el amor? El amor tiene sus cambios de luces, sus variaciones de estaciones a la medida de mi humor, de acuerdo al grado de las actitudes y sentimientos del otro.


La gran novedad, el carácter único de la palabra de Jesús, es de convidarnos a una salida de nosotros mismos y de todos nuestros “porqué” y nuestros “cómo”, sobretodo de nuestros “cómo”.


Amar llega a ser una decisión a tomar. La decisión de liarse (ligarse, unirse) a alguien de quien se quiere el bien, y a quien se le otorga derechos sobre sí mismo. Una decisión que se traduce en actos concretos. Y esta salida de si tiene su razón, su justificación fuera de sí mismo. Dios, en primer lugar, nos ha amado de un gran amor. Él se ha prendido de (apegado a)  nosotros, nos ha dado derechos sobre Él. Se puede esperar en Él, recibir de Él, gritarle en la alegría o en la tristeza. A Dios, se le puede amar porque Él nos ha un rostro suyo en el prójimo que tiene el mismo rostro que nosotros.



Demos gracias a Dios por el amor desbordante y gratuito que nos da y que este amor nos posibilite AMAR como Él.



REFLEXIÓN EN TORNO A LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES


Lo importante es el amor y no la ley por la ley. Es esto lo que Jesús viene a recordarnos de una nueva manera. Lo que da valor a una vida es el amor que le ponemos. En efecto qué valen nuestras oraciones y nuestras prácticas religiosas si no hay un verdadero amor por Dios.  Cada día, y cada ves más, mucho más, nosotros nos vemos comprometidos en múltiples ocupaciones. Pero si no hay amor en nuestra vida, eso no sirve de nada. No valemos  más que por el amor y nosotros seremos juzgados sobre el amor.


En la vida, muchos escogen ocuparse de Dios sin ocuparse de sus hermanos. El evangelio está ahí para recordarnos que toda nuestra existencia debe estar totalmente dirigida (tornada) hacia Dios y hacia los otros. Es triste constatar que muchos no oran ya; son negligentes e indiferentes a la misa y los sacramentos (no quieren saber nada de ello). A través de todo esto, es de Dios que se alejan ya quien desprecian. Sobre la cruz, Jesús mira hacia el cielo, hacia Dios y sus brazos están extendidos hacia toda la humanidad.


En este día, el Señor nos hace un llamado a amar como Él. Dios y su Hijo, nos encuentran en todas las situaciones de nuestra vida para mostrarnos el camino de la santidad. Nosotros nunca estaremos a la altura. Pero Dios nos ama sin desfallecer. En este día, Él nos invita a tener la misma mirada que Él sobre nuestros semejantes. En particular hacia aquellos más desfavorecidos, los más pobres, los excluidos, los extranjeros.


En esta jornada mundial de las misiones, este llamado nos concierne y convoca a todos. Vivimos en un mundo que sufre por las guerras, por los atentados, los secuestros (oremos por nuestros secuestrados colombianos, con frecuencia tan olvidados). Las malas noticias no dejan de acumularse.


Es en este contexto que la Iglesia se esfuerza por permanecer fiel al gran mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Ella se hace presente para anunciar el evangelio de Cristo pero también para servir el ser humano en su integridad (totalidad o globalidad).  Este año, la semana misionera dirige su mirada (está orientada) hacia el continente oceánico. En estas islas, ella es el lugar indispensable de  unión social y de solidaridad. Ella contribuye al desarrollo, a la alfabetización, al mejoramiento de la salud de la población.


Jesús nos ensena a amar a todos los hombres y mujeres como el Padre les ama. Es un amor sin límite y sin fronteras, un amor que va hasta el perdón. Es por nuestro amor a los pequeños y a los excluidos que seremos juzgados. Y a través  de ellos, es Cristo quien se hace presente aquí y ahora.  Él nos llama a amar en la vida cotidiana a todos nuestros hermanos próximos (prójimos) y lejanos. Es importante que nuestra caridad sea activa y generosa. Los organismos de solidaridad están ahí para ayudarnos a que  ella  sea más eficaz. El Señor está aquí para acompañarnos y mostrarnos el camino. Mas que nunca, nosotros podemos decirle: “Yo creo en Ti Seño; Tu eres mi vida; Tu eres mi amor”.

Por la comunión, Jesús viene a vivir en nosotros. Él viene a nosotros  para amar nuestro Padre y a todos nuestros hermanos de la tierra. Le damos gracias:


Bendito seas Señor por este AMOR. Tu nos envías a irradiarlo alrededor de nosotros. Ayúdanos y guárdanos a ser fieles a esta misión. Que ella sea el programa de toda nuestra vida. Amen.




REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


Pequeño Misal « prions en Église », version de Quebec, Novalis 2011.


HETU, Jean-Luc, Les options de Jésus.

http://cursillos.ca:   Reflexión cristiana del P. Yvon-Jacques Allard, s.d.v

http://dimancheprochain.org:  homilía del P. Jean Campazieu