Día litúrgico: Martes III de Adviento
Texto del Evangelio (Mt 21,28-32):
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».
ES MUCHO MEJOR HACER QUE HABLAR…(actuar que predicar…)
Es una actitud insensata encerrarse en
certezas cómodas: los buenos, de los cuales nosotros pensamos seguramente hacer
parte, serán salvados, y los otros, los cuales estimamos o creemos no comparten nuestros valores, nuestras creencias no lo serán…serán condenados y arrojados al
infierno! irán al abismo…Se piensa por ejemplo…
Pero como podemos estar seguros? De los misterios, de lo que no sabemos (y
solo sabe Dios), de lo que no podemos constatar, es mejor no hablar con categorías
definitivas…
La parábola de Jesús sobre los dos
hijos, donde uno dice Si, pero no hace
nada, y el otro dice NO, pero termina por realizar la voluntad de su padre,
viene para romper las certezas.
Es el mismo toque de campana de la
parte del profeta Sofonías, que no le da pena denunciar las infidelidades de Jerusalén
“la rebelde”, y de todos aquellos, que con todo reclamando (o dándoselas de ser)
el pueblo elegido (escogido), no han sabido respetar las exigencias de la
alianza. La salvación viene siempre de otra parte, siempre de otra manera, siempre
más allá de nuestras previsiones
humanas. Es a partir de un pequeño resto solamente que el pueblo de Dios será
restaurado. Este pueblo también será formado por todas esas personas de Buena
Voluntad, a quienes no se les pegaría la etiqueta de “creyentes” o de “practicantes”, pero que hacen gestos
concretos con los cuales testimonian su amor al prójimo y su sentido de la
justicia.
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Gustavo Quiceno