A guisa de introducción:
« Cristo Rey del universo » es el nombre de la celebración de este último domingo del año litúrgico ciclo A.
Y en la frase puede haber un pleonasmo, es decir una repetición de una repetición: como decir salir para afuera, entrar para adentro, etc. Cristo significa ungido, el Mesías, que viene a ser sinónimo, un príncipe o rey quien ha sido empapado con aceite o ungüento para significar su elección por Dios para dirigir, gobernar, liderar sobre el mundo, la sociedad, la naturaleza…
El gobierno o régimen del rey se le conoce como monarquía.
El término monarquía proviene del griego μονος (mónos): ‘uno’, y αρχειν (arjéin): ‘gobierno’, traducible por gobierno de uno solo. A ese único gobernante se le denomina monarca o rey (del latín rex) aunque las denominaciones utilizadas para este cargo y su tratamiento protocolario varían según la tradición local, la religión o la estructura jurídica o territorial del Gobierno. (www.wikipedia.org)
EL problema con esta expresión o palabra REY es que se presta para ambigüedades, malos entendidos e inclusive puede aparecer anacrónico: pues las monarquías existentes en el mundo de hoy son tan pocas y por ende poco conocidas (Liechtenstein, Arabia Saudita, Brunéi, Catar, Omán y Suazilandia). En algunos países solo existen como adorno o honorarias pero con poca incidencia en las repúblicas participativas o democráticas (a ejemplo de Bélgica y el Reino Unido).
Los reinos más memorables para nosotros son quizás aquellos bíblicos, como la de los famosos David y su hijo Salomón en el Antiguo Testamento o los de la dinastía de los Herodes en el nuevo testamento.
Los reyes de los reinos como aquellos de los cuentos de hadas de la edad media, donde el rey vivía en un inmenso y bello castillo, con muchos sirvientes y casi siempre tenían una hija princesa infeliz, enferma y siempre bella que buscaban el amor de un príncipe…
Ahora entonces podríamos imaginarnos a Cristo Rey con su poder y cetro mandando, imponiéndose a la fuerza…haciéndonos una imagen falsa de su manera de dirigir…
Hoy considerando las formas de gobierno que se han instaurado en el mundo, deberíamos preferir la democracia (gobierno participativo del pueblo) a la monarquía.
El teólogo latinoamericano Pablo suez ha propuesto cambiar el término “reino de Dios” por democracia participativa del Reino de Dios. Y quizás purificar la idea errónea de la forma como adviene o advendría esa soberanía de Cristo y o su Padre Dios.
Pero lo que menos importa acá son los términos o el vocabulario desactualizado o trasnochado o ambiguo…
Lo que esta fiesta quiere subrayar simple y llanamente es que el mundo será otro, un mundo alternativo, más luminosos y libre cuando Cristo y su evangelio (Buena Noticia) sean el centro y o primera preocupación de nuestras vidas, cuando le dejemos a Él dirigir nuestros pensamientos, palabras, gestos y o acciones.
Y según el evangelio que leemos hoy llamado del “juicio final”, Jesús es un rey de compasión, su nombre es ternura, y quiere que todos los hombres y mujeres de la tierra sin mirar ninguna religión o pertenencia ideológica o cultural le imitemos…
Se creía quizás que el juicio se realizaría con base en acciones destacadas y hechos heroicos o de gran santidad, o por los comportamientos de conducta moral y religiosa. De hecho, se trata de gestos de todos los días, de gestos que realizan los padres por sus hijos todos los días, la gente ordinaria por sus vecinos, gestos de solidaridad, de gentileza, de acogida, gestos que pueden ser realizados por todos y cada uno y que una multitud realiza de manera efectiva y sin por tanto gritarlo (proclamarlo) a alta voz.
El reino o la “democracia” de Dios se establecerá nada más que a punta de compasión y servicio…en una palabra a pulso, impulsos e inspiraciones del amor.
El buen uso del Reino
Las sociedades son difíciles de dirigir. El descontento del pueblo es evidente en ciertas regiones. Lo hemos visto este año en Túnez, En Egipto, en Libia y los países vecinos, allá donde las poblaciones de jóvenes parecen ahogarse bajo el peso de regímenes autoritarios. En otros países como el nuestro, por lo tanto dotado de instituciones democráticas importantes, la indiferencia parece tener el protagonismo. ¿Para qué sirve eso? Se pregunta la gente. Finalmente se vuelve a caer en lo mismo. Mientras que en otras partes del mundo la gente muere por reclamar simplemente el derecho al voto, acá parece que uno se desinteresa cada vez más por el sufragio y o el derecho democrático. Existe en algún lado una autoridad legítima?
En una parábola inagotable, Jesús muestra la dirección a seguir: “yo tenía hambre y ustedes me dieron de comer, yo tenía sed y ustedes me dieron de beber”. Esto es válido para todo mundo, para nosotros los simples creyentes que somos como para los dirigentes de empresas y los jefes de Estado.
De otro lado, la lista mencionada por Jesús no es ni limitada, ni exhaustiva. Estos son ejemplos que podemos multiplicar en nuestra vida: mi hijo lloraba en la noche, y yo me levanté para consolarlo y cuidarlo. Mi anciana madre no podía moverse más y yo le he ayudado a bajarse de la cama para sentarse en el sillón. Nuestros vecinos tenían necesidad de amistad y nosotros nos les hemos acercado y hemos entrado en relación con ellos. En la parroquia se buscaban voluntarios para enseñar la catequesis y yo acepté esta responsabilidad. Mis colegas de trabajo tenían necesidad de ser defendidos y yo tomé responsabilidades sindicales y políticas. El tercer mundo nos solicitaba y yo he participado en campañas mundiales contra el hambre (o la hambruna)…Mi cónyuge, mis hijos, mis amigos, mis vecinos…me necesitaban y yo he estado atento.
Jesucristo Rey? Por qué no? Su Reinado llega cada vez que las personas más vulnerables son tenidas en cuenta. Él viene para los creyentes y los no creyentes, a veces en medio de situaciones donde la esperanza parece imposible. El instaura la revolución del amor y del servicio hasta el fin de los tiempos.
El buen uso del Reino está en nuestras manos.
APROXIMACIÒN PSICOLÓGICA
Eso algo cambia…
Acá “la fe en el hombre está identificada con la fe en Dios”. Es este un comentario que años atrás habría chocado por su ambigüedad. Pero de hecho, hay un paralelo admirable entre creer en la capacidad de Dios de surgir progresivamente en la vida de todo hombre, hasta el día en que el Cristo cósmico será “todo en todos”, y creer en la capacidad del hombre de surgir progresivamente desde sus dificultades que lo aprisionan a un nivel pre humano.
En otras palabras si creo que Dios existe y que Él está presente en el hombre, yo creo al mismo tiempo que esta presencia llevará al hombre a deshacerse (liberarse) de todo aquello que le destruye.
Si yo no tengo fe en que alguien puede librarse, salir adelante, de acuerdo a un escenario que yo puedo prever (liberación económica, liberación social, liberación psicológica…) o según un escenario que me es difícil de imaginar, entonces yo lo abandono a su sin sentido, o bien yo le doy un vaso de agua, no para aligerar (calmar) su situación (de él) sino para tranquilizar mi conciencia.
Mas, si yo voy a visitar alguien en su prisión, si yo acojo un extranjero, si yo le doy de comer a alguien que tiene hambre, es que yo creo, clara o confusamente que él puede salir adelante, que hay para este hombre un “más allá” de su prisión, de su separación de la comunidad, de su hambre. Y esto sin importar el punto de la historia donde se situé ese “más allá”: más allá del hambre, esto puede ser después que el hombre haya terminado de comer, si yo soy pragmático, esta puede ubicarse después de la revolución, cuando la sociedad habrá hecho estallar sus contradicciones, si yo soy socialista , o comunista (marxista), o este podrá ser cuando el Reino llegara a su plenitud, si yo soy cristiano. De otro lado, estas perspectivas están lejos de excluirse las unas de las otras.
Es necesario una FE, sin importar su contenido, para estar convencido que la situación del hombre es mejor después del vaso de agua que antes, para creer que mi intervención en la historia por más insignificante que aparezca a ojo desnudo, puede cambiar algo. Y al pensar bien con un retroceso suficiente, uno se da cuenta que saciar un sediento, sonreír a un extranjero y militar en un partido de trabajadores, esto reviene a la misma apuesta, esto se desprende de la misma opción: la fe en un mejor Estado después del vaso de agua o la sonrisa que antes, en una sociedad mejor después de la toma de poder por el partido obrero que antes. Y esta fe no está lejos de aquella que Jesús nos demanda cuando nos dice: amen (pero verdaderamente) y crean que todo el resto va venir: “busquen el Reino y la justicia de Dios, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mateo 6,33): apliquen los medios para amar verdaderamente, en actos y las cosas cambiaran inevitablemente…
Esta profecía es entonces eminentemente política, puesto que ella funda y llama al compromiso del creyente (hombre y mujer de fe) en la historia. Jesús me dice que eso cambia algo y lo que yo hago por mi hermano mucho más todavía puesto que Él es sensible ante cada una de mis intervenciones.
Es solamente en la medida que nosotros aceptemos hacer lo que nos corresponde que vamos a representar un real poder de transformación de la cultura. Cuando nosotros obedecemos a Jesús, tenemos un impacto real sobre los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Esto no genera la primicia de los noticieros de televisión, pero su influencia es absolutamente real.
El Reino de Dios no es un ideal sino una decisión histórica de Dios que Jesús anuncia y sobre todo que el culmina (realiza) en su propia persona.
Reconocer que Cristo es el Rey del Reino de Dios a través de su muerte y su resurrección, tiene al menos dos consecuencias para el cristiano: Por aquí, este último llega a ser fundamentalmente libre ante toda realeza (o poder) terrestre; de otro lado, él no sabría identificar la Iglesia con el Reino que vendrá, mismo si ella lo anuncia, le sirve y lo comunica.
Sin ambición de poder:
En la época de Jesús, los judíos esperaban la instauración del Reino de Dios. Y por tanto él estaba ya presente ahí. Pero ellos no lo veían. El había tomado otra forma distinta a la que esperaban. Jesús no vino para establecer un Reino ordinario. Él mismo, en calidad de rey, no podía ser equiparado o puesto entre los grandes de este mundo. El no buscó ensalzarse. El permaneció humilde entre los humildes y los débiles. Esta ausencia de signo exterior de poder dejo una grande impresión de que el Reino no estaba todavía allí presente. Y por tanto él estaba ahí, como una realidad escondida en el corazón de un pequeño número de individuos.
Dondequiera que hombres y mujeres se arrepentían de sus pecados, ponían su confianza en Jesús y le obedecían, el Reino se extendía un poco más.
Cuando reflexionamos sobre el impacto de los cristianos sobre la sociedad, es de capital importancia comenzar por recordar que el Reino de Dios no tiene ni los medios ni las ambiciones de los reinos de este mundo. Pero a pesar de su aparente fracaso porque no es visible, sabemos que Cristo ha recibido de Dios todo poder en el cielo y en la tierra. Cristo reina. El Reino de Dios es un hecho bien real! Pero, entonces, como explicar por qué no se le percibe lo suficiente (de modo aventajado) la existencia de este Reino en el mundo? Tenía Jesús realmente la ambición de transformar la sociedad? Querria Él con la extensión del Reino, cambiar el mundo?
Cambiar la sociedad cambiando los corazones :
Leyendo los evangelios de manera superficial, uno podría dudarlo. Así, Jesús no llamó al pueblo judío a rebelarse contra la ocupación romana. El apóstol Pablo no incitará tampoco los numerosos esclavos de su tiempo a sublevarse y rechazar la autoridad de sus amos. La autoridad de Jesús no lleva a otra transformación que la salvación del alma? El Reino no es más que Reino espiritual, sin ningún efecto transformador sobre la sociedad? No! Pero Cristo concibe la transformación de la sociedad distinta a como la concibe el mundo. En lugar de proponer a los hombres una simple reorganización de la sociedad en sus estructuras, Él invita a una transformación radical del corazón del ser humano.
EL hace que los hombres estén atentos a las pasiones que forjan sus miserias. El llama a un cambio total de la persona humana para que nazca una sociedad nueva a través de la cual Él pueda reinar.
Mostrarnos distintos (estar al margen) en nuestra manera de vivir :
Si nosotros reconocemos a Jesús como nuestro rey, si El reina en nuestra vida, tenemos entonces la responsabilidad de manifestar su carácter por nuestra manera de vivir, Cuando la gente nos observa, que ellos puedan decir: “Es un cristiano, yo puedo entonces confiar en él?” Es que el conjunto de la población podría espontáneamente declarar que los cristianos del país son más honestos en los asuntos de negocios, más conscientes y leales en sus compromisos, más fieles a su conyugue, etc? Si los cristianos decepcionan regularmente las esperanzas de la gente alrededor de ellos, la Iglesia tendrá menos impacto sobre la sociedad…
De otro lado, si reconocemos que Jesús es soberano sobre todo lo que existe, entonces Él está también presente y vivo en el mundo. Es por ello que nosotros estamos llamados a trabajar por la transformación de este mundo, sea anunciando el evangelio sin vergüenza, manifestando el amor y la compasión hacia nuestro prójimo (Jesús nunca disoció el anuncio del evangelio de la compasión), o tomando de todo corazón el mandato cultural que Dios nos ha confiado; nosotros somos en efecto, responsables de la manera cómo manejamos los recursos naturales. También nosotros somos responsables del bienestar de todo ser humano, ya sea o no creyente, ejerciendo todo tipo de actividades de acuerdo con los valores y la visión cristianas que tenemos de la vida.
San Juan Crisóstomo hace la aclaración con mucha fineza al decir que el Señor pide gestos bien modestos. No se dice que aquel que tiene hambre es saciado, que el enfermo es sanado, que quien está en prisión es liberado. Lo importante y que cuenta verdaderamente es hacer algo, así la acción sea pequeña o aparentemente insignificante.
Durante este encuentro con Cristo, Dios no nos juzgará. Nosotros mismos nos juzgaremos a lo largo de toda nuestra vida. Dios no hará que develar (descubrir) lo que estaba “escondido” en cada una de nuestras jornadas. Aquel día, el Señor nos ayudara a verificar si hemos sido realmente humanos con los otros.
De hecho, el examen no producirá grandes sorpresas. Nosotros podemos conocer los resultados de avance puesto que conocemos la materia del examen. El profesor nos ha dado las preguntas y nos ha indicado las buenas respuestas. Contrariamente a lo que ocurre cuando presentamos nuestros exámenes académicos, los más inteligentes, los más estudiosos, los más favorecidos no tendrán ventajas específicas. Todos pueden aprobar este examen final, sin distinción de raza, de religión, de cociente intelectual, de estrato social. Cristo no nos preguntará si tenemos diplomas de una universidad prestigiosa, si hemos sobresalido en una brillante carrera, si hemos ganado mucho dinero, si pertenecemos a una clase favorecida, si tenemos la carta de un determinado partido político.
La escena del juicio final no tiene por objetivo sembrar el miedo y el terror. Es una invitación a preocuparnos del momento presente. Es ahora que comienza la eternidad, es ahora que nosotros podemos dar de comer a aquellos y aquellas que tienen hambre, visitar aquellos que viven en soledad, ayudar a nuestros vecinos que tienen necesidad de nuestra ayuda, consolar aquellos que están de luto (haciendo duelo). Es ahora que podemos asegurar nuestra amistad con Dios.
« Cada vez que ustedes le hicieron una obra de caridad a uno de estos pequeños, es a mí que ustedes la hicieron »
Viniendo al evangelio de hoy. Después de haber hablado para su comunidad durante muchos capítulos, Mateo amplía ese marco y habla para todas las naciones. Los judíos creían que Dios les aceptaría a ellos y rechazaría a los paganos. Mateo hace otro planteamiento muy distinto: pertenecen al Reino todos los que se han preocupado de los débiles.
El Reino ‘que es Dios’ se hace plenamente presente cada vez que un ser humano actúa desde su verdadero ser. Lo hizo presente Jesús y lo hizo presente Teresa de Calcuta. Que el Reino se haga presente aquí y ahora, depende exclusivamente de ti. Ni siquiera es imprescindible reconocer a Cristo, basta salir al encuentro del hermano que te necesita. Todo ser humano que haya desplegado su verdadera humanidad, hace presente el Reino. Lo único que se tiene en cuenta a la hora de valorar a un ser humano es su humanidad.
Esta parábola no necesita ninguna explicación. Sólo tener en cuenta que se trata de un lenguaje escatológico que no podemos entender literalmente. Nos habla de un común denominador para todos los que quieran pertenecer al Reino.
Fíjense bien, que en esas exigencias no aparece, ni por asomo, connotación alguna religiosa. La pertenencia o no al Reino, no depende de una actitud religiosa, sino de una actitud vital con relación a los débiles. Lo único que se nos pide es la preocupación por el otro.
Es una pena que lo escuchemos como quien oye llover. No se nos preguntará si estoy bautizado, si he ido a misa, si he confesado, si he comulgado, si he creído todos los dogmas, etc. Aquello a lo que nosotros damos tanta importancia, Dios no le da ninguna. El servicio al otro, que es lo importante, no queremos descubrirlo, porque nos obligaría a vivir de otra manera.
En esta parábola podemos encontrar la clave de la encarnación. Dios no se hace un hombre, sino que se hace hombre. El que juzga es el Hombre, el punto de contraste para valorar una vida humana es la similitud con Jesús “el Hombre”. No tenemos que esperar ningún juicio que se me imponga desde fuera. Mis actitudes van manifestando en cada momento el grado de identificación con el modelo de Hombre. En la medida que me identifique con el modelo, me salvo; en la medida que me separe de él, me voy condenando. No esperes a ser juzgado en un hipotético último día. Este evangelio te está juzgando ahora.
No se trata de esperar que Dios me recompense. La clave para salir de la dinámica de toma y daca con relación a Dios, está en que lo que hacemos con los hambrientos no es más que la manifestación de que hemos descubierto y hecho nuestro el Reino que es Dios. No llegamos al Reino por hacer esto o dejar de hacer aquello, sino que nos inclinamos al necesitado porque hemos llegado al Reino. No es lo que hagas por Dios lo que te va a salvar. No nos hagamos ilusiones: si no te preocupas del otro, no estás en el Reino.
Hemos conseguido un cristianismo cómodo colocando a Dios en el cielo. Sería demasiado peligroso descubrir a Dios encarnado en cada uno de los seres humanos que nos rodean. Pero no hay escapatoria. Dios es encarnación y lo tenemos que descubrir en las criaturas. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.
La pregunta de los rechazados deja bien claro que, si hubieran descubierto la presencia de Dios en el necesitado, lo hubieran socorrido.
Meditación-contemplación
A la tarde, te examinarán en el amor, dice S. Juan de la Cruz.
Ama y haz lo que quieras, dice S. Agustín.
Naturalmente, se trata del amor manifestado en obras.
No con relación a Dios, sino con relación al que te necesita.
…………………
El amor no es una exigencia que me viene de fuera.
No es una obligación que me impone un ser superior y extraño.
Es la exigencia primera y más profunda de mí ser.
La esencia de mi humanidad consiste en desplegar esa capacidad de amar.
………………..
El amor que nos pide Jesús en el evangelio
es fruto de una experiencia de unidad y pertenencia absoluta.
Sin esa vivencia interior, sería una programación inútil.
El amor es el agua que fluye de la fuente espontáneamente, mansamente.
Fray Marcos
OBJETIVO DE LA SEMANA A VIVIR
Al volver a leer el evangelio, hago la lista de personas que conozco y que viven situaciones de honda tristeza.
¿Qué gestos podría yo hacer por ellos?
¿Qué acciones o gestos puedo realizar con otros, en mi parroquia o comunidad eclesial, en mi barrio o mi país para transformar lo que amerita ser cambiado?
¿Qué puedo hacer para cambiar las “estructuras de pecado” de las cuales el Papa Juan Pablo II evocaba y o decía que existían?
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:
1. Pequeño Misal “prions en église”, versión quebequense.
2. HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
5. Otras fuentes diversas