jueves, 5 de mayo de 2011

8 de mayo del 2011: 3er domingo de Pascua

TEXTO DEL EVANGELIO


Evangelio según San Lucas 24,13-35. 

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.
En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste,
y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!".
"¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo,
y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas.
Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro
y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".
Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?"
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.
Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos.
Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos,
y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!".
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 A guisa de introducción:

UNA PRESENCIA QUE NO SE TOCA
Vivimos en un mundo donde las comunicaciones ocupan una plaza preponderante. El internet y la telefonía alámbrica o inalámbrica nos permiten tener contactos fáciles y rápidos.
Mismo si las personas están lejos, podemos contactarlas de manera casi instantánea. Aunque estén ausentes, llegan a ser presentes por la voz y lo mismo por la imagen.
Sin embargo a pesar de los grandes avances tecnológicos que nos permiten acercarnos los unos a los otros, parece que el desaliento por la vida, la soledad, el desespero y la perdida de sentido sean la realidad de un gran número de personas.
Es decir, nuestros medios de comunicación conocen al menos una limitación, aquella de no poder calentar y sanar un corazón frio, vacío, traumatizado, desalentado o herido? Gracias a los medios, la ausencia llega a ser presencia, mismo si esta se presenta finalmente impotente para llenar completamente el corazón.
En el orden espiritual, es lo contrario que se produce.
En el relato de los discípulos de Emaús, la presencia de Jesús deviene ausencia, pero sin antes haber calentado el corazón de los discípulos y de haberlo llenado de alegría y esperanza.
No lo reconocemos siempre, pero el Resucitado camina con nosotros en nuestra ruta cotidiana, Él se interesa en lo que vivimos, Él nos habla al corazón y nos comparte el pan.
Cuando llegamos a reconocer su presencia “intocable e inmaterial”, tomamos conciencia que nuestro corazón arde y esta pleno de vida.
                        Michel Talbot

Una aproximación psicológica:

LA PALABRA Y EL PAN

San Lucas resalta la mirada (o visión)  de los dos discípulos que se devolvían a Emaús. Jesús se les agrega en el camino. “…pero sus ojos estaban ciegos y ellos no lo reconocían”. El mismo fenómeno es subrayado en cada aparición de Jesús Resucitado. María Magdalena cree (tiene la impresión de) ver un jardinero. Los apóstoles creen ver un fantasma. Todos ellos ven, bien un hombre que está ahí, ante ellos.
Pero en un primer momento, de entrada, ellos no lo reconocen. Y esto nos parece extraño. ¿No han sido ellos víctimas de una  ilusión o mismo de una alucinación? Reflexionemos por un momento!
Si Jesús hubiera aparecido tal como sus discípulos le habían conocido antes de su muerte y de depositarlo en el sepulcro, habría habido un desprecio enorme, totalmente, que nosotros no estaríamos aquí hoy, reunidos alrededor del Señor Resucitado. Ellos habrían entendido en efecto, que Jesús había vuelto a encontrar su vida de antes (de morir), al igual que su amigo Lázaro.
Pero Lázaro ha debido morir por segunda vez, y nadie ha podido jamás decir que él estaba todavía vivo. Jesús habría entonces de morir una segunda vez.
Pero entonces, los apóstoles no habrían tenido ninguna razón de irse por el mundo a anunciar que Jesús estaba todavía vivo, vencedor definitivo de la muerte. La fe cristiana habría muerto, mismo antes de nacer.
Era necesario entonces que Jesús condujera sus amigos más allá de lo inmediatamente visible. Él debía hacerles atravesar un umbral, llevarlos a un acto de fe que supere la experiencia humana de la vida y de la muerte.
Para ello, Él recurre  o se vale de diversos medios. A los discípulos de Emaús les dona ante todo una lección bíblica: “hablando de Moisés y de todos los profetas, explicándoles todo lo que le concernía a Él en las escrituras”. Jesús se dirige entonces a su razón, pero también a su inteligencia de corazón (emocional) :“No ardía nuestro corazón, mientras Él nos explicaba las escrituras?”
Y después “Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo rompe y se los da”. No hay más palabras, es un acto. Él los reenvía a la última cena tomada con ellos, en la víspera del jueves santo, al último momento de intimidad con Él.  Es lo que Jesús hace siempre con nosotros en cada eucaristía. Por la escucha de su Palabra, el alimenta nuestra inteligencia. Por el compartir del pan de vida, el alimenta nuestro corazón y lo mismo nuestro cuerpo para acrecentar en nosotros su presencia de Resucitado. Nuestros ojos entonces pueden abrirse y podemos reconocerle en el amor que nos permite vivir con Él y los unos con los otros.
                                                           Père Jean Civelli

No ardían nuestro corazones…?

El jueves santo hacíamos hincapié en  como San Juan a diferencia de los otros evangelistas (Lucas, Mateo y Marcos) no hace ninguna alusión a la eucaristía y más bien habla del lavatorio de los pies, que a su turno no mencionan los otros tres…Y concluíamos que para Juan tanto el lavatorio de los pies como la eucaristía tenían el mismo sentido, desembocaban en el mismo objetivo: el servicio, la acogida, el amor…
Pero también es porque Juan escribe su evangelio más tardíamente, hacia el año 80 cuando la eucaristía ya era cotidiana y estaba en la raíz de las comunidades cristianas, era oficial…quizás se había vuelto rutinaria, a veces simple, indolora…
Uno de los grandes riesgos o  el  máximo peligro de la eucaristía es que esta pase de ser un rito a “ritualismo”. De un rito que debería vivirse con intensidad pasara a ser algo monótono, sin sentido, indiferente…
Es lo primero que remarcan nuestros amigos y familiares que se han pasado a sectas, y hacen hoy por hoy parte de otros grupos de oración extraños a la catolicidad en familias, en garajes, en grandes salones de nuestros pueblos y ciudades.
Ellos dicen “yo ahora siento algo especial, me siento contento, muy bien, de verdad en la reunión, en la asamblea en aquella x o y iglesia (adventista, testigos de Jehová, pentecostal, mormona…)”.
“Allá uno se siente acogido, en familia, uno puede compartir la Palabra de Dios, nos escuchamos, visitamos y ayudamos unos a otros…es una bacaneria!”
Y lamentablemente uno tiene que darles la razón…Nuestra Misa o eucaristía católica debería  evidenciar que vive todo eso que allá se ha sentido…Era o más bien es el objetivo, el gran sueño de Jesús aquel jueves santo cuando instituyo la Eucaristía.
En pequeños grupos como en los seminarios, las casas de retiros especiales es posible acercarse a ese ideal eucarístico…porque decimos no hay tanta masa, no hay tanta despersonalización, puede haber mayor control de todo, hay más intimidad y posibilidad de llegar más a los corazones, a las mentes, a los espíritus…
Pero es indudable que hay eucaristías de eucaristías…No las habrá muchas donde el sacerdote acoge los feligreses a la entrada de la iglesia y los despide igualmente al final de la celebración.
Habrá seguramente eucaristías donde el presidente y los ministros, el coro, posibilitan los momentos de silencio interior para digerir y poderse alimentar más efectivamente del mensaje de la Palabra y los gestos que allí se presentan.
Yo he estado en eucaristías donde es una pasión compartir la Palabra, es ameno escuchar el presidente y a las personas que intervienen en un espíritu de inteligencia, serenidad y mucho amor. Eucaristías donde no hay “sermón” sino “homilía” (o sea enseñanza  o conversación familiar).
El padre Calixto (Gustavo Velez. Mxy)  nos decía : “cuando sean sacerdotes muchachos , no reganen los poquitos que van a misa…”. Cuantas misas se aprovechan para hablar de moralismos, de hacer denuncias locales sin fundamentos, corrigiendo sin caridad y prudencia…
El evangelio de este domingo, el de los discípulos o peregrinos de Emaús nos hace recordar que la asamblea dominical es para reencontrarnos con los hermanos, sobretodo con quienes tenemos diferencias o dificultades para aceptar,  reconocer a Jesús en nuestra historia remota y presente y para compartir el pan eucarístico . , porque al final sumergidos o inmersos en la eucaristía nuestro corazón deberia arder, sentir calor y salir a ofrecer ese calor de la fraternidad, del perdon, de la compasion, la misericordia y la solidaridad a todos los demás con quienes nos encontramos en nuestros diversos ambientes de vida.

Buena semana
P. gustavo

miércoles, 27 de abril de 2011

1o de mayo del 2011: 2o Domingo de Pascua, Domingo de la Misericordia


A guisa de introducción:


CREER PARA VER

Yo he conocido algunos “Tomás”. Uno de ellos fue mi profesor de filosofía en la Universidad. Un hombre fuerte, inspirador, que perseguía siempre la misión de estimular en sus estudiantes el gusto del cuestionamiento y de la búsqueda de la verdad.

Otro era un primo. Su padre había muerto antes de nacer, él debio confiarse al testimonio de los otros para reconocerlo, sentir su presencia en su vida y amarlo.
Agregaría a estos, los grandes Edison, Becket, Mann, Camus, Moore encontrados en la cadena y o colección de mis lecturas, sin olvidar Albinoni.

Mas, a mis ojos, el Tomás del evangelio, solo él encarna la pasión, la determinación, el realismo y la sinceridad de los otros.

El discípulo referido, al igual que los otros también esta impactado, sacudido en sus ideas y sentimientos por la muerte de Jesús. Pero, cuando sus amigos se esconden (quisieran desaparecer) ante el miedo, é lesta afuera en las calles de Jerusalén. Lucido y entero, no acepta lo que los otros le reportan (o cuentan).  Que Jesús está vivo? Tomas solo creerá cuando toque sus heridas con sus manos!

El relato no dice que lo haya hecho. San Juan cuenta preferiblemente su reacción al ver al Señor. Y como se muestra feliz de haberse equivocado!

Su fe se expresa en la más bella profesión de fe: “Señor Mío y Dios Mío!”

Cristo vive! Es necesario creer para palpar su presencia, vivir en Él y ser testigos.

Creer para ver como la paz y la esperanza llegan a ser tangibles en nuestra vida, nuestra familia y nuestra comunidad…
                                                                                  Lise Hudon – Bonin

REFLEXION DE SERVICIOS KOINONIA

Hch 2,42-47: La primera comunidad cristiana

Salmo responsorial: Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia

1 Pe 1,3-9: Nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva

Jn 20,19-31: La incredulidad de Tomás

Si la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en la vida del discípulo, es decir, si la Resurrección no tuviera como sentido final la re-creación del ser humano y por tanto la re-creación de un nuevo orden, entonces eso de la Resurrección de Jesús no habría pasado de ser un asunto particular entre el Padre y su Hijo. Pero, como la resurrección de Jesús es la base y fundamento de una comunidad y el horizonte hacia el cual tiende toda la creación, por eso tanto el evangelio de hoy como la primera lectura de Hechos, tratan de iluminarnos sobre cuál es ese horizonte y cuáles, por tanto, son los efectos inmediatos, reales y concretos de la Resurrección.

Las fallas, los tropiezos y las caídas en el proceso de construcción de una comunidad igualitaria y justa no hay que verlos como la demostración de que no se puede lograr esa construcción; esos aspectos negativos se pueden percibir como el signo de que ciertamente no es fácil, pero en todo caso no es imposible, máxime si hay plena conciencia de que ése es el proyecto de Dios y que por ese proyecto Jesús hasta derramó su sangre y entregó su vida. Pero, también por ese proyecto, el Padre lo resucitó, para que quienes confesamos ser seguidores suyos veamos si nos comprometemos o no con ese “su” proyecto que él quiere compartir con nosotros y que ciertamente él respalda y acompaña en todo momento. Ese es el principal sentido de la Resurrección y eso es lo que los discípulos no entienden de manera inmediata.

Justamente el evangelio de hoy nos da la pista para entender que el descubrimiento de los efectos y alcances de la resurrección de Jesús no se comprenden rápidamente, de un momento a otro. Una vez que los dos discípulos han comprobado que Jesús “no está” en la tumba y una vez que María Magdalena les anuncia que Jesús está vivo y que ha hablado con él (cf. Jn 20, 1-18), los discípulos siguen encerrados. Dos veces en el pasaje de hoy escuchamos estas dos expresiones, “los discípulos estaban con las puertas bien cerradas” (v.19) y “ocho días después los discípulos continuaban reunidos en su casa” (v.26), lo cual es signo de que esto es un proceso de maduración de la fe. No nos dice el evangelista que los discípulos “no creyeran” en el Resucitado; con excepción de Tomás, todos lo habían visto y creían en él; pero una cosa es creer y otra abrirse a las implicaciones que tiene la fe, y ese es el proceso que le toma a la comunidad de discípulos un buen tiempo, tiempo por demás en el que Jesús, con toda paciencia y comprensión, está ahí cercano, acompañando, animando y ayudando a madurar la fe de cada discípulo.

Tal vez a nosotros, como creyentes de este tiempo, nos hace falta madurar aún mucho más el aspecto de la fe; tal vez nuestros conceptos tradicionales aprendidos sobre Jesús y su evangelio no nos permiten ver con claridad cuál es el horizonte de esa fe cristiana que confesamos tan folclóricamente y que, por tanto, no impacta a nadie. Valdría la pena hacer el ejercicio de desaprender; vaciar completamente nuestro ser, nuestro corazón, hacer lo de Tomás, viendo el caso de Tomás desde la óptica más positiva, claro está; es decir, si no lo juzgamos de entrada como “el incrédulo”, sino como el que quiere creer y poner en práctica su fe, pero que desde su vacío interior necesita ser llenado por la presencia de su Señor. Éste es el camino que estamos llamados nosotros hoy a recorrer.


Una aproximación psicológica
JEAN-LUC HETU
En “Les options de Jesús

JESUS NO CREE EN MILAGROS

Para muchas personas que viven un cuerpo a cuerpo  (en la lucha) entre sus dudas y su fe, las palabras que Jesús dirige a Tomás aparecen difíciles de aceptar.

En el sentido como se han comprendido habitualmente, es decir, “cree sin preguntarte, sin cuestionarte tanto”, esta frase o expresión es inaceptable. Y no solamente inaceptable, es totalmente contraria al pensamiento de Jesús.

En efecto, Jesús nos dice: antes de creer, antes de seguirme, antes de tomar la decisión de hacerte mi discípulo, tomate el tiempo para sentarte! ( es la parábola de la torre a construir y del ejercito a afrontar- Lucas 14,25-33). Examina, escudriña primero el terreno, aprende a conocerte, explora tu potencial. De otro modo tú te preparas para enfrentar preocupaciones, estar aburrido tener  y dolores de cabeza!

San Pablo retoma la misma exigencia de exploración  y de verificación rigurosa en lo referente a la vida espiritual, cuando el pide: “Verifiquen, examínenlo todo: lo que es bueno, reténganlo (quédense con ello) (1 Tes 5,21).

Sería entonces bastante inverosímil que Jesús reprochara a Tomas por poner cuidado a las cuestiones que surgían en su interior.

La reacción de Jesús se comprende mucho mejor si la situamos en el contexto de su actitud habitual de cara a aquellos que “piden o exigen signos”. Esta manera de exigir milagros para arreglar sus problemas de fe, indisponía profundamente a Jesús (Marcos 8,11-13) y hacia que se impacientara tanto que dejaba plantado allí todo el mundo en medio de la discusión (Mateo 16,4).

Jesús no creía en milagros, en los “signos”, para fundamentar la fe (Juan 2,23-25), y aquello lo frustraba tanto el que se asociara la fe con la vista de un milagro (Juan 3,48).
Así entonces, lo que le reprocha a Tomas no es que éste se cuestione (o se haga preguntas) acerca del sentido de los sucesos de la Pascua o sobre el sentido de su relación personal. Lo que le reprocha a Tomas, es que él piense que el simple hecho de verle (a él)  a Jesús podrá arreglar todos sus problemas.

Bienaventurados (o felices) aquellos que no esperan después de respuestas ya hechas, pero que son capaces de situarse en su fe, yendo hasta el final de las preguntas que ellos portan consigo!

DESPUES DE UNA DECEPCION

El “descubrimiento” de la resurrección de Jesús, por parte  de los apóstoles no ocurrió de un solo golpe. La fe en Jesús resucitado no fue una intuición pura e instantánea. Al igual que los peregrinos de Emaús, no partieron de cero. Ellos debieron hacer esfuerzos para digerir el viernes santo y así integrar su decepción y para salir de la sensación de vacuidad en la cual se encontraron al día siguiente después de aquellos sucesos.

Y cuan verdadero es aquello de que un hombre decepcionado es un hombre reforzado! Después de una grande decepción, el corazón se blinda, se protege de la posibilidad de nuevas heridas, se mantiene lejos de toda aventura que podría terminar en el mismo desenlace desdichado.

En este sentido, no hay de un lado 10 apóstoles que son crédulos, buenos y que han creído de una,  de manera espontánea, y del otro, Tomas, el malo que se hace “halar (jalar) las orejas” para que crea. No hay sino hombres que poseen ritmos diferentes, algunos un poco más rápidos para integrar lo vivido, y hay  otro que tiene necesidad de un poco más de tiempo.

Y en este sentido es muy revelador que Jesús reproche a los peregrinos de Emaús “Su lentitud para creer”  (Lucas 24,25). Aquí el tiempo es un factor importante. Después de los sucesos que nos sacuden , después de las heridas, es normal que uno sienta la necesidad de recogerse, de darse tiempo para integrar lo vivido.

Pero una vez que el tiempo necesario pase, y que varíe  de una persona a la otra, uno a veces continua arrastrando los pies lentamente, complaciéndose en sus fallas, uno persiste a quedarse en la timidez, a encerrarse delante toda ocasión para empezar de nuevo, como si se le impidiera a la vida de volver a encontrar su frescura de antes.

Esos son los sentimientos dudosos  que Jesús sacude con virilidad acá.

LA FE NO ES UN DOGMA

Los sucesos de la Pascua conllevan un desplazamiento de acento en la fe de los discípulos. Durante todo el tiempo que había pasado con ellos, Jesús les había centrado en el Reino que emergía en sus vidas; Él los había sensibilizado sobre la ternura del Padre, Él les había hecho descubrir la importancia de la oración, Él les  había hecho nacer a la gratuidad del amor fraterno.

Se tiene la impresión que con estos sucesos de Pascua, aquellas pistas están un poco olvidadas. Lo que llega a ser importante para los discípulos, ya no es más la riqueza de la vida a la cual Jesús les había iniciado, pero si  lo que le sucedió a Jesús , a él mismo, después de su muerte.

Es así cómo, y  si se comenta sin arreglos el versículo 31, uno es llevado a decir que lo que cuenta ahora  no es más aquello lo que Jesús ha sido , la libertad, el coraje con las cuales Él ha vivido su búsqueda de Dios. Lo que importa ahora, es creer que Él es el Cristo. Al final, lo que salvaría a la persona, no será tanto vivir como Jesús sino creer que Él es el Mesías.

Las cosas suceden como si fuera más  fácil propagar un enunciado dogmático sobre Jesús que sensibilizar lentamente las personas sobre la manera  como Jesús ha vivido su vida. Es así como Pedro definirá la misión de los apóstoles: “testimoniar que Dios ha designado Jesús  de Nazaret como juez de vivos y muertos” (Hechos de los apóstoles 10,42).

Era probablemente necesario que los apóstoles se centraran por un tiempo en el hecho de la Resurrección. Visto su carácter misterioso, era probablemente inevitable que ellos no reflexionaran sobre la transmisión de este evento con un vocabulario más parecido y cercano a la teología que no próximo a un testimonio de vida (juez, Mesías, Hijo de Dios, Señor, salvación…).

Mas estos hechos no pueden hacernos olvidar que Jesús no nos envía a proclamar dogmas que Él mismo no ha proclamado.

EL no nos envía tampoco  (a) para defender una moral, porque estando vivo sobre esta tierra, Él estaba quizás del lado de aquellos a quienes atacaba la moral de su tiempo.

Estas observaciones arriesgan de chocar (molestar)  a  muchos cristianos que cada domingo de sus vidas, se han hecho encaminar de la mano de la moral del sermón en los dogmas del Credo.

Pero es suficiente con leer las cartas de Pablo, de Juan y de los otros, para captar, a través algunas expresiones a veces teológicas, la profunda continuidad entre aquello que el cristiano está llamado a vivir y lo que los evangelios nos refieren de la vida de  Jesús.

La fe no es un dogma. Ella es la influencia de Cristo en nuestra vida.

lunes, 25 de abril de 2011

EN los 100 anos de la muerte del Padre de SANDOKAN y del Corsario Negro: EMILIO SALGARI


Recuerdo que en mi pueblo Marquetalia (Caldas) Colombia,  por allá en los anos 80s había un mendigo alto y flaco de larga barba que lo llamaban así, ya que al verlo inmediatamente a uno se le venía a la cabeza el heroe del ibro y de la serie en boga en esos días y de historietas del mismo nombre “Sandokàn”: el tigre de La Malasia.

Y a sandokàn lo referenciábamos los niños, o al menos yo con TAMAKUN y Kaliman, quizás por la consonante común K en sus nombres y sus turbantes de hombres de  oriente, mar y paisajes desérticos…

Eran nuestros héroes de infancia, casi superes como Superman o Flash Gordon, solo que quizás más cerca de lo humano y de su fragilidad.

El escritor italiano Emilio Salgari se suicidó justo hace 100 años. Aconteció un 25 de abril de 1911. Era una década prebélica en la que los intrépidos exploradores y los grandes novelistas relataban el mundo no conocido por los occidentales. Ese fatídico día, un hombre llamado Emilio Salgari ya había publicado Los mineros de Alaska, Los bandidos del Sahara, Sandokán, El tigre de la Malasia o El Corsario Negro. Tal día como aquel, moriría.

Salgari  ya lo había intentado dos años antes, pero esta vez certificó su suicidio. Tomó un cuchillo afilado y se abrió el vientre. Siguió así el rito japonés del seppuku. En una carta escrita momentos antes, reprochaba a sus editores que se hubieran enriquecido con su obra literaria, mientras la familia Salgari bordeaba la penuria. El escritor suicida también les pidió a sus editores que tuvieran la decencia de pagar su funeral.

El escritor llevaba años soportando problemas psíquicos que se juntaron con la enfermedad mental de su mujer. Las dificultades económicas no hicieron más que agravar su sufrimiento.

“A mis editores: A vosotros, que os habéis enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua miseria o aún peor, sólo os pido que en compensación por las ganancias que os he proporcionado, os ocupéis de los gastos de mis funerales. Os saludo rompiendo la pluma. Emilio Salgari” . In Memoriam.

ENLACE PARA VER LA MINI SERIE  COMPLETA DE SANDOKAN:


EN los 100 anos de la muerte del Padre de SANDOKAN y del Corsario Negro: EMILIO SALGARI (2)







Memoriam.

Emilio Salgari Emilio Salgari: 100 años que nos falta
Hoy, 25 de abril de 2011, se cumplen 100 años del fallecimiento del gran escritor Emilio Salgari, autor de populares libros de aventuras para jóvenes y no tan jóvenes, que han gozado siempre de gran éxito por el dinamismo de la acción y por los sugerentes ambientes en que se desarrollan.
El 21 de agosto de 1862 nace Emilio Salgari en Verona, Italia, autor de famosos libros de aventuras para niños y adolescentes que han gozado siempre de gran éxito por el dinamismo de la acción evocadora de sugerentes ambientes.
Hijo de una familia de prósperos comerciantes, desde pequeño mantuvo una gran pasión por la aventura, armando y desarmando colecciones de barquitos de juguete mientras pensaba en realizar viajes por todo el mundo, lo que le llevó, al terminar el colegio, a estudiar en el Instituto Técnico Naval de Venecia, para obtener el título de capitán, pero no llego a terminar su aprendizaje, y cuando apenas era un adolescente, consiguió un empleo como segundo de bordo de un barco que hacía la ruta del Adriático. Bajo la dirección de un capitán borrachín y algo peleón, vivió las aventuras que en su imaginación ya había disfrutado y siempre había deseado hacer realidad.
No hay constancia de ningún otro viaje, pero él siempre aseguró que todo lo que reflejaba en sus libros, lo había visto él personalmente. De hecho, en sus memorias nos cuenta el enfrentamiento con un enorme tiburón que, al embestir el barco, se encaramó a la cubierta y, justo cuando tenía a toda la tripulación aterrorizada y a punto de atacar violentamente al capitán, llegó Emilio Salgari (por supuesto) y, a pesar de ser sólo un aprendiz de marinero, con valentía y arrojo consiguió matar al enorme escualo. También en sus memorias nos dice como luego viajó en otro velero para llegar a la India y vivió sus mejores aventuras.
No obstante, casi todo el mundo afirma que todo es producto de su imaginación y sus memorias son una fantasía literaria más para alimentar así su propia leyenda.
Regresó a Italia por culpa de una fiebre tropical que le mantuvo alejado del mar y otros trabajos pesados, se dedicó a escribir. Organizó una biblioteca ambulante y se dedicó al periodismo. Sus primeros escritos fueron poemas, relatos breves y memorias, pero un año después se inició en la novela con Los salvajes de Papua, publicada por entregas en el periódico milanés “La Valigia”.Así comenzaría su carrera como autor de más de 130 relatos y 80 novelas de aventuras, desde el primer momento tuvo gran acogida del público y que le convertirían en uno de los escritores más leídos de todos los tiempos, siendo traducidas a muchísimas lenguas.
Sus novelas, llenas de acción, fueron muchas, pero probablemente sea conocido sobre todo por crear el personaje de Sandokán, pirata protagonista de la serie“Los piratas de Malasia”, con títilos como “Los dos tigres”, “Los tigres de Mompracem”, “El desquite de Sandokan” o “El rey del mar”.
Otra serie de novelas que obtuvieron gran acogida y popularidad fueron ”Los corsarios del Caribe”, con títulos como “El corsario negro”, “La reina del Caribe” y “Yolanda, la hija del corsario negro”.
Su obra, se había popularizado en toda Europa. Era leído incluso por la realeza y se le había honrado con el título de caballero. Pero los editores le pagaban a Salgari una cifra ridícula por cada texto. El contrato con su primer editor, le obligaba a entregar tres novelas anuales por 4000 liras, cifra que no llegaba ni siquiera para hacer frente a los gastos más elementales y a pesar de su gran éxito, nunca pudo escapar de la miseria, y tenía que escribir constantemente historias nuevas para que su familia (tenía mujer y cuatro hijos) no pasara hambre.
A pesar de su fuerte personalidad las presiones laborales, económicas y familiares, dejaron huella en Salgari, y junto con el desequilibio mental de su esposa, a la que se vio obligado a internar en un psiquiátrico, le condujeron a suicidarse en 1911, en completa soledad, en un bosque de Turín, realizando el rito tradicional del Hara-kiri.
Su estilo, de gran intensidad, expresividad y muy directo, capaz de dar vida a personajes que encarnan los sentimientos más elementales, como la justicia, el honor, la amistad o la defensa de los débiles, influiría, no sólo en otros escritores de novelas de aventuras, sino también en autores de comics y en guiones cinematográficos.

Corsario negro Emilio Salgari: 100 años que nos falta
Sus aventuras de personajes épicos, de osados y aguerridos piratas, como el Corsario Negro o Sandokán, que se movían en la difusa línea que separa el bien del mal, lo lícito de lo ílicito, revestidos de un romanticismo heroico, han entusiasmado y emocionado a jóvenes lectores durante muchas generaciones e inspirado películas de cine y series de televisión  de gran éxito, en algunos casos encumbrando a los actores que las protagonizaban.
Sandokan Emilio Salgari: 100 años que nos falta
Emilio Salgari era un hombre de fuerte personalidad, pero un cúmulo de circunstancias, como las presiones laborales, y familiares o sus problemas económicos, dejaron huella en su carácter. Estos problemas se vieron acrecentados por una enfermedad mental de su esposa, a la que se vio obligado a internar en un psiquiátrico, y esta situación tan angustiosa  le llevó a suicidarse el 25 de abril de 1911, en completa soledad, en un bosque de Turín, realizando el rito tradicional del Hara-kiri, cual si fuera un personaje de sus obras.
Hoy, el mundo entero homenajea la figura de este escritor que nos dejó tantos y tan buenos libros y nosotros nos sumamos desde aquí a su recuerdo.







Una PASCUA ETERNA


UNA PASCUA ETERNA

En ella vivimos los hombres y mujeres de fe autentica y como debe ser!

Nuestra religión, creencia o fe, como queramos llamar a ese conjunto de sentimientos, gestos, ritos y actitudes nació la primera mañana de pascua ante el sepulcro vacío.

Es irónico, yo diría a veces suena “patético” y es inaudito escuchar expresiones en la boca de cristianos católicos después de terminar los días de cuaresma y del triduo pascual:

“estamos en vacaciones”, “los días normales vuelven otra vez”…”ahhh, mañana , esta semana la misa es ordinaria…no tiene nada de especial”…

Increíble! Todo ello denota una fe provisoria, de agenda, superficial y sin sentido…
Y todo lo contrario, los días posteriores al domingo de resurrección deberían vivirse en la eterna alegría y el infinito regocijo porque estamos convencidos de que Cristo venció la muerte, de que  la Vida ha triunfado, de que nuestra vida no se termina acá, ella ni tampoco el mal y el pecado tienen la última palabra!

Copiando a lo que decía y o escribía el venerable y muy querido sacerdote español JOSE LUIS MARTIN DESCALZO: “ que bueno que los cristianos rezáramos el VIA LUCIS (Camino de la luz) así como se le da tanta importancia al VIA CRUCIS en el tiempo de Cuaresma y el Viernes santo!”

Es tan difícil vivir en una pascua eterna, diaria y en todo momento?

Cuan diferente seria nuestro mundo, nuestra vida en las ciudades, pueblos y en nuestros barrios, parroquias, casas y nuestro corazón.

La Eucaristía diaria nos recuerda esa permanente promesa de Jesús Cristo: Que siempre estará con nosotros, en medio, hasta el fin del mundo o sea hasta su segunda venida.

La Eucaristía fortalece nuestra esperanza por la lectura y escucha atenta de la Palabra del Dios Padre que no olvida sus promesas y ama inmensamente sus hijos e hijas, a todas sus criaturas.

La Eucaristía nos alimenta con el cuerpo y Sangre de Cristo misteriosamente actualizados y siempre presentes para fortalecernos, darnos coraje ante el sufrimiento, la enfermedad, las dificultades y la muerte…

Cuando vivimos en una Pascua Eterna no hay lugar para el desaliento, ni la abulia, ni la mediocridad, ni el egoísmo, ni el “quemeimportismo” (del cada cual sálvese como pueda!, “es su problema , no el mío”, “A mí que me importa su problema!” “Arrégleselas sin mí!”).

Durante estos días de Pascua dejémonos cuestionar y o interpelar por la palabra diaria de Dios, que nunca deje de acompañarnos, de ser actual, de acompañarnos…
Cuando seamos conscientes de esto verdaderamente será Pascua en nuestras vidas…

Felices Pascuas!

P. Gustavo