LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron los discípulos; y él se puso a hablar, enseñándolos:
-- Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos lo que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Palabra del Señor
COMENTARIO
EL CÓDIGO DE FELICIDAD DE JESÚS Y DE LOS SANTOS
El corazón de la enseñanza de Jesús está en lo que llamamos “las bienaventuranzas” o dichas, que no es más que un código de felicidad al estilo de Jesús. No es un código moral, no es un conjunto de normas, ése no es el estilo de Jesús. Si intentamos entenderlo bien, habría que mejorar la traducción.
“Bienaventurados” es una palabra que ha perdido su significado de “dichoso” o “feliz”. Hoy llamamos ”bienaventurado” al ingenuo que se lo cree todo. La expresión “pobre de espíritu” se aplica a los apocados. La palabra “manso” es peyorativa, lo opuesto a “bravo”. Pero no quieren decir eso, y ya es hora de que traduzcamos las palabras de Jesús a nuestro idioma, no al de nuestros tatarabuelos, quizá por un falso respeto, una miope fidelidad el texto (¡pero no a su significado real y actual!)
Cuando Jesús hace estas exclamaciones está profesando su fe en una felicidad sorprendente y antagónica a nuestro concepto normal de felicidad. Aventurando una traducción más significativa podríamos quizá decir:
“¡Cuánto más felices seríais si no necesitarais tantas cosas, si no os fiarais tanto de tener y consumir!”
“¡Cuánto más felices seríais si vuestro corazón no fuese violento!”
“¡Cuánto más felices seríais si aprendierais a sufrir!”
“¡Cuánto más felices seríais si tuvierais hambre de un mundo justo!”
“Cuánto mas felices seríais si aprendierais a perdonar!”
“¡Cuánto más felices seríais si tuvierais un corazón transparente!”
“¡Cuánto más felices seríais si trabajarais por la paz!”
“Y si tenéis que sufrir algo por ser así, ¡mucho más felices todavía!”
Éste es el código de felicidad de Jesús. Un código completamente absurdo, que niega los valores normales de nuestra sociedad. Nosotros ponemos la felicidad en poseer y disfrutar, en imponernos sobre otros, en no sufrir absolutamente nada, en no meternos en los líos de los demás, en pedir cuentas, en disimular, en desentendernos del dolor del mundo… y siguiendo esta lógica hemos construido un mundo inhabitable y hemos conseguido (a veces y para muy pocos) un mundo inhabitable, lleno de infelicidad.
Está extraordinariamente bien elegida esta lectura para la fiesta de Todos los Santos. Celebramos a todos aquellos que aceptaron el código de felicidad de Jesús, les rendimos homenaje, reconocemos que son ellos, no nosotros, los que tienen razón, los que aciertan, los que trabajaron eficazmente por una humanidad mejor… y los que fueron más verdadera y completamente felices.
Y, como siempre, todo esto termina en la palabra “misión”. La misión de Jesús fue dejar claro cómo es Dios y cómo es su sueño sobre sus hijos. La misión de Jesús fue poner en marcha ese sueño. Nosotros, los que decimos que creemos en Jesús, hemos aceptado continuar con su misión, trabajar por su sueño. Para eso, antes hemos de creérnoslo, hemos de hacer nuestro su código de felicidad.
Y hoy celebramos, agradecidos a los que antes de nosotros le creyeron y nos demostraron que es posible, satisfactorio, vivir al estilo de Jesús construyendo el Reino, el sueño de Dios.
Autor
José Enrique Galarreta
Tomado de
http://betania.es
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