La voluntad de Dios “en la tierra como en el cielo”
Isaías, quien sabe bastante de la Palabra de Dios, nos dice que ella siempre es eficaz.
Còmo nos gustaría decir lo mismo de nuestras palabras, pues muy a menudo sucede que nos quedamos en meras palabras sin hacerlas práctica, no las volvemos vida y no realizamos los gestos que ellas anuncian.
La Palabra de Dios es creadora, unificadora y reconciliadora: ella reconforta, sana y salva. Ella no vuelve nunca a Dios sin haber producido fruto.
El acercamiento que hace la liturgia entre la enseñanza de Jesús sobre la oración y el propósito de Isaías sobre la eficacia de la Palabra de Dios nos sugiere dos preguntas: Qué pasa con la palabra humana dirigida a Dios? ¿Retorna a la tierra, cerca de los hombres y de las mujeres que la han hecho montar hasta Dios, después de haber tocado su corazón y dado fruto? Las respuestas a estos interrogantes deben ser definitivamente afirmativas, pues Jesús nos dice: “Su Padre del cielo sabe qué es lo que necesitan ustedes antes que se lo pidan”. Si la oración es palabra dirigida al corazón de Dios, ella llega a ser también el terreno fértil donde la Palabra de Dios echa raíces en el corazón humano.
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Gustavo Quiceno