INTRO
Es reconfortante para nosotros ver a Jesús orando, pero también es maravilloso y conmovedor escuchar su oración; él alaba su Padre Dios porque la Buena Nueva es revelada a los pequeños.
Es bueno también para nosotros acercarnos al Señor para confiarle nuestras penas y nuestras alegrías.
REFLEXION
El ciclo pascual ha terminado y volvemos a comenzar el conteo de los domingos ordinarios o del tiempo de la Iglesia.
El evangelista Mateo a quien leemos este año, nos dice muchas veces que Jesús es un hombre de paz y de compasión, que se siente bien con los pequeños, los más pobres, los que sufren. Él es la imagen de su Padre Dios, que no es un Dios severo, lejano y frio sino un Dios pleno de amor y de ternura. Este es el tema central de las lecturas de hoy: “El señor viene hacia ti: Él es justo y victorioso , es humilde y va montado sobre un borrico. El hará desaparecer los carros de guerra y de Jerusalén los carros de combate; el romperá los arcos de guerra, y Él proclamara la paz a las naciones (Zacarías 9,9-10).
Ya, el profeta Isaías había escrito con respecto al Mesías : « Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. Él no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente” (Isaías 42,1-3).
El Señor es un Dios de bondad que brinda siempre otra oportunidad. Basta con volver a leer los textos que mencionan a María Magdalena, a Zaqueo, la Samaritana, el buen ladrón, Pedro, el Hijo Prodigo, los obreros de la ultima hora, Pablo de Tarso y tantos otros a través de los siglos.
En nuestra sociedad Moderna se exalta la fuerza, la riqueza y el poder. La publicidad hace promoción de las victorias políticas, deportivas y económicas. Ser el número 1, ser el primero, el más fuerte sin importar el precio a pagar ni los medios para lograrlo.
Nuestra cultura y sociedad de hoy nos ofrece las grandes vedettes como las modelos a imitar. En este mundo que proclama a los vencedores, la dulzura y o mansedumbre y la humildad son valores insignificantes y en baja en la bolsa de los valores humanos. Observen los niños que tratan de imitar los adultos. Sus héroes son aquellos que ganan las batallas en las calles, que se ganan fácilmente la vida, que se parecen a Rambo, a los Marines, a los justicieros del espacio que son siempre vencedores y que hacen la ley!
Dios se nos revela , no fuerte y poderoso sino « manso y humilde de corazón ». Y los frutos del Espíritu que Él nos propone son según su imagen: “la caridad, la alegría, la paz, la paciencia, el servicio, la bondad, la confianza en los otros, la dulzura o mansedumbre, el dominio de si” (Gálatas 5,22).
El Señor se nos presenta no como un Dios a quien debamos temer, mas un Dios que nos acompaña, que está presente, que aporta la paz y la alegría! “He aquí que yo toco la puerta…Si alguien abre, yo entrare en su casa y cenare con él” (Apocalipsis 3,20).
Él es un “Dios manso y humilde de corazón”…es la primera revelación del evangelio de hoy.
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La segunda revelación importante también es la invitación que Cristo nos hace de compartir nuestra carga: “vengan a mí, ustedes todos los que sufren y sucumben bajo la carga, que están cansados y fatigados, y yo los consolaré”.
Sabemos que las leyes judías eran una carga pesada, un yugo difícil de cargar. En esas leyes se comprendían 613 mandamientos y regulaciones. Para la gente simple y sencilla y sobre todo para aquellos que realizaban ciertos trabajos, era imposible observar todas esas leyes. En consecuencia , muchos era rechazados y casi considerados como “impuros” porque eran incapaces de observar todas aquellas regulaciones: los pastores, los que conducían los burros, los vendedores itinerantes, los fabricantes de pieles, los recolectores de impuestos, sin hablar de centenas de personas expulsadas de sus ciudades debido a que ellas sufrían de alguna enfermedad de la piel.
Todas esas personas estaban privadas de sus derechos cívicos los más elementales. Ellos no podían testigos en un proceso, no podían entrar en una sinagoga ni participar en la vida comunitaria – social de la ciudad.
Jesús quería observar bien la ley, pero rechaza el que esta se convierta en una pesada carga y en una causa de discriminación y de injusticia. Para él, la ley debe ser un elemento de liberación y de justicia: “Mi yugo es fácil de llevar y mi carga ligera”.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, San Pedro y San Pablo rechazan la idea de imponer a los no judíos reglas rígidas: “eso sería imponerles un yugo insoportable como obligarles a seguir todas las leyes de Moisés. Por qué quieren ustedes imponerles un yugo que ni nuestros padres y ni siquiera nosotros mismos tenemos la fuerza para llevar ¿” (Hechos 15,10) Como Jesús , Pedro y Pablo no quieren imponer cargas pesadas o leyes imposibles que la gente no podría soportar. Frecuentemente , a través de los siglos, la Iglesia ha olvidado esta sabiduría evangélica.
Jesús acusaba a los sacerdotes, a los fariseos y a los Escribas, es decir a la Iglesia de su tiempo, de imponer cargas pesadas a la gente, y que ellos mismos rechazaban o no querían llevar: “Los escribas y fariseos se sientan en la ley de Moisés: hagan y observen entonces lo que ellos dicen, mas no se fijen en sus actos, porque ellos dicen y no hacen. Ellos imponen pesadas cargas a sus semejantes, las mismas cargas a las que ellos no osan tocar con un dedo”. (Mateo 23,2-4)
Jesús se nos ofrece hoy para compartir nuestras cargas: enfermedades, invalidez, vejez, pobreza, fracasos, soledad…Ellos se hacen menos pesados de cargar cuando Cristo los carga con nosotros.
Nuestro Dios es un Dios « Dulce, manso y humilde de corazón », un Dios « que quiere compartir el yugo o la carga de nuestra vida cotidiana ». Jesús ha venido para volverle a dar a la religión su papel o rol de sostén y de liberación. Esa es la Buena noticia de este domingo.
bibliografia
http://cursillos.ca
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Gustavo Quiceno