Parece que la palabra RECONCILIACIÓN es poco comprendida o no comprendida del todo en nuestros días…Sucede
como con la palabra EUCARISTÍA a la que muchos no identifican con la MISA.
La gente dice con mas frecuencia:
“LA CONFESIÓN”, “voy a confesarme”, “vaya confiésese”, “Que Dios nos coja
confesados”, etc.
Así cuando hablamos de confesión de
boca, confesión de los pecados tenemos en la mira LA RECONCILIACIÓN, que es el
nombre mas bello, completo para este sacramento…Aunque otros le llaman
PENITENCIA, pero esta palabra ha tomado una significación mas de DOLOR, PENA,
SUFRIMIENTO, SACRIFICIO…y eso es recortar o disminuir en consideración la
esencia del sacramento.
En muchos juegos o dinámicas de
grupo suele emplearse esta palabreja PENITENCIA, para darle una especie de
castigo o pena a quien se equivoca en el transcurso del juego (recuerden
ejemplos: “Salga corriendo y dele una vuelta al salón o patio gritando `estoy
loco (a) estoy loco(a)!`”, haga los números al aire con el trasero vuelto hacia
el publico, cante (por si se sabe que canta feo o se le oye horrible), cuéntenos
un chiste (descachado)…Todo con el objeto de ser centro de burlas, de punición,
de vergüenza…Acaso es solo eso la penitencia y o reconciliación?
Nada mas lejano de todo esto lo
que quiere Dios de sus hijos, de su comunidad, de su pueblo, Iglesia amados…
Quizás por ello, en el
subconsciente colectivo esta presente o fijo pensar que si voy ante el
sacerdote a confesarme seré objeto de burlas, de sarcasmo, objeto objetivo
(para los demás) de vergüenza, de señalamiento…Confesarse no esta mas a la
moda, no esta IN, uno es anticuado, un “atrasado” en la evolución.
No PENITENCIA sabe decir que YO
antes que nadie sienta verdadero pesar, dolor por mis pecados, el mal, las
ofensas hechas a Dios en los hermanos.
Cuando estudié en el seminario aprendí
algunas cosas claras y puntuales sobre el sacramento de la alegría (LA RECONCILIACIÓN, PENITENCIA) que les comparto enseguida:
1. Nos decían a los seminaristas algunos padres formadores que
la confesión no debe limitarse solo a una enumeración o lista exhaustiva de
pecados (como cuando uno va al mercado), se trata ante todo de acercarse al
confesor (el sacerdote o ministro) con una verdadera y o sincera actitud de
arrepentimiento…con consciencia de haber actuado mal y con la sublime intención
de “cambiar”, de transformar su actuar (gestos, palabras, actitudes).
De poco o nada sirve tener muy
clara la lista y decirla por simple formalismo o como un autómata (deseando
cumplir solo un precepto o sacramento para complacer a alguien) sino hay una
verdadera intención de cambiar (retribuir, mejorar, perfeccionarse,
convertirse).
2. Cuando busco el sacramento de la confesión estoy diciendo
ante todo que me reconozco CRIATURA de Dios, un hombre o una mujer frágil,
dependiente que no puede nada sola sin la asistencia y o ayuda de Dios (su gracia) y de quienes me rodean…Confieso o
revelo que reconozco mis limitaciones, que necesito de ayuda para ser feliz y
realizarme.
3. Una vez que me confieso tener
la plena confianza de que recibo una GRACIA o fuerza especial espiritual (la acción
de Espíritu Santo) que me hacer sentir
como muchos dicen “liviano” (me quité un gran peso de encima), “distinto”,
“renovado” y dispuesto a continuar adelante RECONCILIADO, PERDONADO,
PURIFICADO.
4. Ahora cuantos de entre nosotros decimos o pensamos
(rechazando o siendo negligentes ante el sacramento de la alegría): “qué va, qué me voy yo a poner a confesarle
los pecados a un hombre tan o más pecador que yo…coja oficio!” Y de eso no se trata, por lo que he dicho
arriba, es preciso ver al ministro o sacerdote como un canal (un tubo, la
canoa) visible a través del cual se hace patente ese perdón de Dios, confesarme
me compromete, y necesito de alguien para guiarme, para orientarme…
Dios se vale de nosotros para
transmitirnos su amor, su gracia que santifica y que devuelve la alegría. Todos
los sacramentos no son mas que eso: la visibilidad material de las realidades
invisibles de Dios: el agua (cfr bautismo), el aceite sagrado (la confirmación),
pan y vino + agua (eucaristía),
encuentro personal (perdón y reconciliación).
5. En nuestros días uno constata
por las confesiones que escucha por todo el mundo que poco o nada hay de
conciencia social de pecado. Conciencia colectiva en dos sentidos. Uno, hay una
tendencia a confesar pecados sobretodo contra la moral sexual, no son pocos lo
que vienen mortificados por ejemplo (nada más que) por la masturbación o la
excesiva sensualidad y o deseo sexual de pensamiento o real en su vida…Es raro
que esta misma persona que confiesa su pecado sexual diga que ha pecado contra
la caridad, que ha sido indolente o indiferente ante el sufrimiento de alguien.
Dos, no se siente una contaminación
o culpabilidad social…Pocos son conscientes que las estructuras donde hemos
nacido y continuamos creciendo están infestadas de injusticia, de corrupción,
de maldad…que mismo la institución eclesial y demás iglesias de diversa índole no
se salvan…Olvidamos que San Juan y Jesús hablaron tantas veces del ” pecado del
mundo” y que es precisamente en el bautismo donde hacemos nuestra opción, nos
mostramos dispuestos a rechazar ese “mundo” y sumergirnos en el mundo nuevo
instaurado por Jesús, surgido de la Cruz y la resurrección…Un cristiano es
consciente siempre que por los sacramentos no comulga con esa maldad, con esos anti-valores propuestos por el mundo…Al contrario trabajará y se esforzará por
recrear este mundo con el Espíritu Santo recibido…
En síntesis cuando nos confesamos
somos conscientes de nuestra existencia en un mundo rodeado de fuerzas
malignas, de sentimientos anti Cristo…Pero el seguidor o discípulo de Cristo no
odia el mundo, no lo juzga, trata de mejorarlo, hacerlo mas fraternal, humano y
justo con su comportamiento…De acá entonces se deduce que será inevitable que
no confesemos pecados de negligencia, de
infidelidad, de escepticismo, de duda, de incredulidad, etc… precisamente por
esas mismas impresiones, mociones o
sentimientos falsos que el mundo nos transmita.
Para finalizar diré una buena y
adecuada confesión tiene como base examinar los 10 mandamientos (proposiciones,
consejos) del código, gramática o carta de navegación de Dios (prefiero este
nombre al de ley). Recordar que 3 de ellos me invitan a contemplar mi relación con
Dios Padre y los otros 7 mis relaciones y o encuentros con mi prójimo.
continuará...
continuará...
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Gustavo Quiceno