Iglesia
El Papa culmina su obra sobre Jesús
Benedicto XVI cierra su trilogía sobre la vida de Cristo, en su intento por probar que los evangelios «no son mitos», con un libro dedicado a su nacimiento
El título del tercer y último libro de Benedicto XVI sobre la vida deCristo puede llevar a error. 'La infancia de Jesús' no habla de suniñez, sino de su concepción y nacimiento. No podía ser de otra manera, pues no hay menciones a los primeros años de Jesús, salvo el episodio del niño hallado en el templo, que cierra el libro. Y son los evangelios la base del análisis del Papa, con una atención escrupulosa por cada palabra, que con esta trilogía ha intentado dar historicidad a la figura de Cristo, como un personaje real, y categoría de prueba casi científica de verdad.
En este volumen, que sale publicado en España y otros 49 países en nueve lenguas, con un millón de copias, Ratzinger insiste en ese método, capital en su forma de ver la fe, pues para él se conjuga sin problemas con la razón. Por ello contempla su empresa literaria de nueve años como su contribución al diálogo con los no creyentes y las sociedades descreídas, además de un vehículo para reforzar en los católicos una fe con sólida base intelectual. En este sentido, siempre ha firmado los libros con su nombre laico y el de pontífice, y el Vaticano repitió ayer que no es un texto "magisterial, sino expresión de la búsqueda personal del rostro de Jesús por parte del Papa".
Los inconvenientes de 'La infancia de Jesús', calificado como "antesala" de los otros dos libros, son los de los anteriores. Un ateo no verá ninguna lógica en sus argumentaciones y el creyente se encontrará de nuevo con un libro denso, lleno de citas de teólogos, casi todos alemanes, pensado casi para eruditos y expertos. Pero es más accesible, con 147 páginas, no 300 y 400 como los otros dos.
Un paradigma del peculiar método de Ratzinger se halla en la cuestión de la virginidad de María. Le dedica un pasaje titulado precisamente 'El parto virginal: ¿mito o verdad histórica?'. Según apunta, es algo que "debemos preguntarnos con toda seriedad", por si es solo "una pía leyenda". ¿Cómo se responde Benedicto XVI? Primero cita mitos similares de egipcios, griegos, romanos y judíos, pero concluye que no se parecen. Y ya pasa a deducir que "las narraciones de Lucas y Mateo no son mitos desarrollados posteriormente". Tendrían sus raíces en la tradición bíblica y "en su contenido provienen de la tradición familiar". Es decir, el Papa cree que la fuente es la propia Virgen, que contó su experiencia a los primeros cristianos. Para la exégesis crítica moderna esto es algo "bastante ingenuo", admite, pero Ratzinger rebate con un "¿por qué no?". También opina que la concepción de Cristo, igual que su resurrección, son "un escándalo para el espíritu moderno", porque "a Dios se le concede" actuar en la esfera espiritual, pero no sobre la materia. Para el pontífice no es algo "irracional o contradictorio, sino algo positivo: el poder creador de Dios".
En otros casos el Papa se mueve en la continua referencia a citas de profetas que al cumplirse demostrarían la verdad de lo ocurrido y en el entramado de la rica tradición bíblica. Así explica hasta la mula y el buey de Belén, que no estaban en el pesebre. En resumen, toda la erudición que maneja el Papa sirve para dar sentido a los evangelios, aunque realmente no pruebe nada. En otros momentos simplemente acepta el misterio, como cuando San Mateo sitúa en el portal de Belén solo a María y su hijo, con San José ausente.
Benedicto XVI se agarra a datos objetivos cuando los hay. Por ejemplo, la época del nacimiento de Jesús ("No es el impreciso 'érase una vez' del mito, pertenece a un tiempo exactamente datable y a un ambiente geográfico exactamente indicado"); el hecho de que Herodes asesinó efectivamente a sus tres hijos por el miedo a que le derrocaran, en referencia a la verosimilitud de la matanza de los inocentes; e incluso la explicación de la estrella de Belén, pues ese año hubo "una gran conjunción de Júpiter y Saturno en Piscis" a la que se añadió "la explosión de una supernova". A fin de cuentas, aunque el Papa está volcado en unir fe y razón, el libro resulta ser una gran catequesis, no una demostración empírica. Él mismo lo asume al final: "Las palabras de Jesús son siempre más grandes que nuestra razón. Siempre supera nuestra inteligencia".
En este volumen, que sale publicado en España y otros 49 países en nueve lenguas, con un millón de copias, Ratzinger insiste en ese método, capital en su forma de ver la fe, pues para él se conjuga sin problemas con la razón. Por ello contempla su empresa literaria de nueve años como su contribución al diálogo con los no creyentes y las sociedades descreídas, además de un vehículo para reforzar en los católicos una fe con sólida base intelectual. En este sentido, siempre ha firmado los libros con su nombre laico y el de pontífice, y el Vaticano repitió ayer que no es un texto "magisterial, sino expresión de la búsqueda personal del rostro de Jesús por parte del Papa".
Los inconvenientes de 'La infancia de Jesús', calificado como "antesala" de los otros dos libros, son los de los anteriores. Un ateo no verá ninguna lógica en sus argumentaciones y el creyente se encontrará de nuevo con un libro denso, lleno de citas de teólogos, casi todos alemanes, pensado casi para eruditos y expertos. Pero es más accesible, con 147 páginas, no 300 y 400 como los otros dos.
La virginidad de María
Un paradigma del peculiar método de Ratzinger se halla en la cuestión de la virginidad de María. Le dedica un pasaje titulado precisamente 'El parto virginal: ¿mito o verdad histórica?'. Según apunta, es algo que "debemos preguntarnos con toda seriedad", por si es solo "una pía leyenda". ¿Cómo se responde Benedicto XVI? Primero cita mitos similares de egipcios, griegos, romanos y judíos, pero concluye que no se parecen. Y ya pasa a deducir que "las narraciones de Lucas y Mateo no son mitos desarrollados posteriormente". Tendrían sus raíces en la tradición bíblica y "en su contenido provienen de la tradición familiar". Es decir, el Papa cree que la fuente es la propia Virgen, que contó su experiencia a los primeros cristianos. Para la exégesis crítica moderna esto es algo "bastante ingenuo", admite, pero Ratzinger rebate con un "¿por qué no?". También opina que la concepción de Cristo, igual que su resurrección, son "un escándalo para el espíritu moderno", porque "a Dios se le concede" actuar en la esfera espiritual, pero no sobre la materia. Para el pontífice no es algo "irracional o contradictorio, sino algo positivo: el poder creador de Dios".
Los reyes magos y el pesebre
Con los reyes magos es aún más simple: "¿Se trata de historia o de una meditación teológica?". El Papa acepta, con el teólogo Jean Daniélou, que podría ser una invención sin que en realidad se alterara ningún pilar de fe, pero tiene "la convicción", sin más, de que son hechos reales. Cierra el libro secundando una reflexión de Klaus Berger que es su última argumentación definitiva, aplicable a toda la trilogía: "Hay que suponer, hasta prueba contraria, que los evangelistas no pretenden engañar a sus lectores, sino que quieren contar hechos históricos".En otros casos el Papa se mueve en la continua referencia a citas de profetas que al cumplirse demostrarían la verdad de lo ocurrido y en el entramado de la rica tradición bíblica. Así explica hasta la mula y el buey de Belén, que no estaban en el pesebre. En resumen, toda la erudición que maneja el Papa sirve para dar sentido a los evangelios, aunque realmente no pruebe nada. En otros momentos simplemente acepta el misterio, como cuando San Mateo sitúa en el portal de Belén solo a María y su hijo, con San José ausente.
Benedicto XVI se agarra a datos objetivos cuando los hay. Por ejemplo, la época del nacimiento de Jesús ("No es el impreciso 'érase una vez' del mito, pertenece a un tiempo exactamente datable y a un ambiente geográfico exactamente indicado"); el hecho de que Herodes asesinó efectivamente a sus tres hijos por el miedo a que le derrocaran, en referencia a la verosimilitud de la matanza de los inocentes; e incluso la explicación de la estrella de Belén, pues ese año hubo "una gran conjunción de Júpiter y Saturno en Piscis" a la que se añadió "la explosión de una supernova". A fin de cuentas, aunque el Papa está volcado en unir fe y razón, el libro resulta ser una gran catequesis, no una demostración empírica. Él mismo lo asume al final: "Las palabras de Jesús son siempre más grandes que nuestra razón. Siempre supera nuestra inteligencia".
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Gustavo Quiceno