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viernes, 24 de agosto de 2007
Para los fanaticos de "La Guerra de las Galaxias"
Transcribo varios artículos de críticos de cine colombianos, y aparecidos en Semana.com sobre los 30 años de aparición de la saga de cine "La guerra de las galaxias", proximamente publicaré también mis impresiones sobre este fenómeno del séptimo arte. Disfrútenlos
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El Jedi Midas
Por Santiago Torrado
Para bien o para mal, la carrera de George Lucas está inevitablemente ligada a la saga que dio origen a uno de los más reconocidos imperios en el mundo del entretenimiento.
Durante su juventud en California, Lucas estaba interesado en las carreras de autos y soñaba con convertirse en un piloto profesional. Pero su sueño literalmente se “estrelló” contra la realidad cuando tuvo un terrible accidente a los 17 años en su Fiat Bianchina. Según cuentan, durante tres días estuvo entre la vida y la muerte. Fue en la cama de un hospital donde concibió por primera vez el concepto de “la fuerza” que articula las seis entregas de La Guerra de las galaxias.
Después del revelador accidente estudió en la Escuela de Cine y Televisión del sur de California, donde realizó una serie de cortos, entre ellos THX1138, que se convertiría en su primera película.
Ya graduado, Lucas fue cofundador del estudio American Zoetrope con su amigo Francis Ford Coppola. Tenían la esperanza de crear un ambiente liberador para los jóvenes cineastas que escapara al opresivo control de los estudios de Hollywood. Por esos años tuvo su primer éxito con American Graffiti, pero nadie imaginó lo que vendría después.
En contra de la corriente, Lucas simplemente quería contar una historia para niños; una historia de hadas y dragones en una galaxia muy, muy lejana. “Todos sabemos el desastre que hicimos con el mundo, todos sabemos lo mal que estuvimos en Vietnam. También sabemos, como señalan todas las películas hechas en los últimos diez años, como arruinamos el mundo y que idiotas somos y que corrupto es todo (...) Lo que necesitamos es algo más positivo”, aseguraba en una entrevista de la época para Rolling Stone.
Los estudios no tenían mucha fe en el proyecto. Tanto así que Lucas renegoció su salario como director a cambio de algunas concesiones en los derechos sobre las secuelas y las licencias de mercadeo. Fue el mejor negocio de su vida. Por honorarios solo ganó unos 100.000 dólares, un salario bastante modesto para la industria, pero esas condiciones le trajeron millones en ganancias. “Sigo viendo La guerra de las Galaxias como un accidente en mi carrera”, suele decir Lucas en las entrevistas.
La primera entrega de La guerra de las galaxias (que vendría a ser el episodio IV) rompió todas las leyes de la taquilla y cambió para siempre el rumbo de la carrera del cineasta californiano. El mismo Coppola lamenta que La guerra de las galaxias le haya quitado al cine norteamericano uno de sus realizadores más transgresores.
Tal como lo afirmó Ricardo Silva en SEMANA, “en 1997 Lucas era el primero en aceptar que, por cuenta del triunfo inesperado de La guerra de las galaxias, había dejado de ser el hijo que salva al universo para convertirse en el padre de aliento pesado que construye un aterrador imperio. Que, igual a su país, había dejado de ser el luminoso Luke Skywalker para transformarse en el oscuro Darth Vader.”
El éxito de Una nueva esperanza (el título de la película de 1977) le permitió a Lucas desarrollar su propio estudio, LucasFilm, la punta de lanza de ese imperio dirigido desde el legendario rancho Skywalker, cerca de San Francisco. Con 19 premios Oscar y 53 nominaciones en sus estanterías, LucasFilm se ramifica en algunas de las firmas más respetadas en sus respectivos campos.
No es gratuito que Lucas haya recibido el primer premio a la trayectoria de toda una vida de la Sociedad de Efectos Visuales este año. En este campo es considerado un pionero. El corazón tecnológico de Lucasfilms es Industrial Light and Magic (ILM), la principal casa de efectos visuales de la industria y el lugar donde se originaron muchos de los mejores conceptos aplicados al cine. ILM es responsable del robot de metal líquido en Terminator II: el juicio final, los dinosaurios de Jurassik Park y los efectos de otras reconocidas películas como Harry Potter o Piratas del Caribe. Los desarrollos tempranos de la división de investigación de gráficos por computador fueron vendidos a Steven Jobs, el cofundador de Apple, y se convirtieron en Pixar.
Skywalker sound, la subdivisión de sonido, es también una de las firmas más respetadas en su campo. Otra de las ramas es LucasArts, dedicada a los video juegos y considerada vital en la era posterior a La guerra de las galaxias. Parte de sus planes es revitalizar la franquicia de Indiana Jones, la otra gran trilogía impulsada por Lucas (en sociedad con Steven Spielberg).
La mismísima Estrella de la muerte palidece ante las astronómicas ganancias de LucasFilms. Desde su lanzamiento hace 28 años la saga ha recaudado unos 3.400 millones de dólares en taquilla.
La división de mercadeo, una de las tajadas más jugosas de la torta, está asignada a Lucas Licensing. El comercio de todo tipo de juguetes y productos ha dejado unos 9 mil millones de dólares, casi el triple de lo recaudado en taquilla. Solo en DVD’s la saga ha vendido 130 millones de copias.
La Revista Forbes calculó que la franquicia de La guerra de las galaxias había producido, en total, unos 20 mil millones de dólares (y contando) y que la fortuna de Lucas estaría en el orden de los 3 mil millones.
Lucas no sólo logró crear un imperio galáctico sino también uno bastante terrenal.
Fanáticos de La Fuerza
Por: María Fernanda Moreno
“Si eres un miembro de la religión Jedi, te conviertes al instante en un ‘Caballero Jedi’ y puedes hacer realidad tu sueño”, decía un correo electrónico enviado a miles de australianos e ingleses en 2001, cuando se aproximaban los censos en cada país.
El autor del mensaje, desconocido aún, quería que más de 10.000 personas pusieran en el formulario que pertenecían a la ‘Religión Jedi’. “Si hay suficientes personas en el país que pertenezcan a la misma religión ésta tiene que ser reconocida como una religión legal”, argumentaba en el texto.
Desafortunadamente para él, no muchos lo tomaron en serio o se amedrentaron por las acciones legales anunciadas por los gobiernos de cada país contra los que declararan pertenecer a ese credo.
Aunque no logró volverse una religión oficial, hoy el jediísmo es una secta con fieles en todo el mundo. En el Reino Unido hay 390 mil fieles registrados y censados. En Canadá, 20 mil y en Australia, 70 mil. También tienen amplia presencia en países como Estados Unidos y Francia, aunque no se sabe el número exacto.
No tienen ritos ni ceremonias litúrgicas de ningún tipo. La mayoría se reúne informalmente para intercambiar opiniones sobre la filosofía o en foros virtuales. Uno de los más visitados es http://groups.yahoo.com/group/Jedi_Knight_Movement/
Los seguidores tienen principios claros. Creen en ‘la fuerza’ presente en todos los seres humanos. “La saga de La Guerra de las Galaxias es como una religión que persigue el conocimiento sobre la naturaleza de nuestras vidas en este gran universo. Viendo cada una de las películas uno puede explorar la naturaleza del ser humano, encontrar la verdad, bondad, belleza y paz dentro de cada uno. La saga, como cualquier otro texto religioso, puede servir de inspiración y esperar que el poder del perdón pueda transformarnos en una fuerza de paz y redención capaz de enderezar al torcido”, explica shadowolf.net, uno de los tantos portales sobre el credo jedi.
Aunque los jediístas no tienen una doctrina clara, pues creen que “cada hombre siempre sabe en su conciencia lo que está bien”, sugieren que al utilizar La Fuerza, los fieles pueden alcanzar todo su potencial. “Recuerden que nuestro cerebro solo utiliza el 15 por ciento de su capacidad”, asegura un seguidor en otro portal.
La filosofía jedi, un híbrido entre el gnosticismo, budismo, hinduismo y cristianismo, también ha servido para que algunas religiones tradicionales atraigan jóvenes y les enseñen cómo aplicar los dogmas. Un ejemplo es el “Evangelio según Star Wars”, creado por el pastor presbiteriano Rusell Smith. Jeffrey Perkins, un seguidor de su iglesia, explicó recientemente al diario local Cincinnati Enquirer que La Guerra de las Galaxias es un buen ejemplo de cómo no se debe ceder ante las tentaciones y el valor del perdón. “Todo el sexto episodio, por ejemplo, gira en torno a la redención de Darth Vader. Él cayó en tentación y luego fue perdonado por su hijo”.
En todos los sermones de la iglesia de Smith se citan apartes de la película. Por ejemplo, cuando el pastor quiere resaltar la importancia de la predicación, habla de la escena en la que R2-D2 es motivado a irse al desierto para difundir el mensaje de la Princesa Leia a Obi – Wan Kenobi. Smith relaciona esto con Mateo 28:19, que dice: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Pero aclara que la película es sólo un vehículo para enseñar los preceptos cristianos.
La filosofía de Lucas
Elevar la filosofía de unos personajes ficticios a la categoría de doctrina y evangelio puede parecer extremo. Pero no lo es si se tiene en cuenta que George Lucas creó el concepto de La Fuerza (de donde sale la famosísima frase de los caballero jedi: “Que La Fuerza te acompañe”) basándose en varias religiones, como el Budismo, el Islam y el Cristianismo. Por ejemplo, en la trilogía original, Luke Skywalker es considerado el Mesías, el salvador del universo. En el episodio uno, entre tanto, se refieren a Anakin Skywalker como “el elegido”, cuyo nacimiento fue predicho.
Lucas se basó principalmente en el gnosticismo, una doctrina que cree en la posibilidad de ascender a una esfera oculta por medio del conocimiento de verdades filosóficas o religiosas. Sus seguidores aseguran tener conocimientos especiales, superiores a las personas comunes. Como los caballeros jedi, que gracias al balance entre mente y cuerpo podían tener en sus manos el destino de la galaxia.
“Cuando escribí la primera Guerra de las Galaxias, sentí la necesidad de impregnarle cosmología. ¿En qué cree la gente? Entonces tenía que hacer algo relevante, algo que imitara al sistema de creencias que ha estado presente durante miles de años”, dijo Lucas en una entrevista con la BBC.
Además quería compartir algo de su filosofía con los jóvenes. “Incluí a La Fuerza dentro de la película para concienciar a los jóvenes sobre la espiritualidad, que se preguntaran sobre el misterio. Que comenzaran su búsqueda”, dijo en otra oportunidad.
Lucas siempre ha dicho que sus películas no pueden compararse con una religión. Para demostrarlo, cada vez que puede recurre a la misma anécdota: una vez el director de El Padrino, Francis Ford Coppola, le sugirió que convirtiera la filosofía jedi en un movimiento religioso para movilizar el interés global en sus películas. “Recuerdo que me dijo: ‘con la religión se tiene poder real’. Y yo le respondí: ‘Olvídalo, no tengo ningún interés en el poder’”.
¿Será que tener a miles de personas siguiendo la filosofía creada por él no es tener poder?
Diez razones para preferir Star Trek que Star Wars
Cansado de que la gente confunda Star Trek (Viaje a las estrellas) con Star Wars (La guerra de las galaxias), el editor de la revista SoHo ofrece su personal decálogo para ser un buen trekker y no mediocre… un mediocre… a propósito, ¿alguien sabe cómo se les dice a los fanáticos de Star Wars?
Por Gustavo Gómez Córdoba
I
Porque en ninguno de los miles de planetas de Star Trek hay ewoks, esa especie de plantígrados enanos, melcochudos e hirsutos, que tienen el lamentable honor de protagonizar el Episodio VI. Nunca en Star Trek, como en Star Wars, sería relevante el espectáculo deprimente de ver a los pilotos que se acaban de jugar la vida para destruir la Estrella de la Muerte bailando con los ewoks en un bosque. Nunca.
II
Porque la traducción de Star Trek al castellano es siquiera cercana a la idea original: Viaje a las estrellas. La de Star Wars, por su parte, es imprecisa y pretenciosa: La guerra de las galaxias (¿cuáles galaxias?). Y si se intentara una juiciosa traducción, nunca estaría claro si se está haciendo referencia a una saga estelar o a un viejo programa de concurso de Saúl García: Guerra de estrellas.
III
Porque mientras el capitán James T. Kirk, de la Enterprise, se acuesta con cuanta fémina se le pasaba por delante, Luke Skywalker desaprovecha totalmente “la Fuerza”. Acaso le pasó por la mente una aventura con la princesa Leia, pero descubrió que era su hermana. Y pare de contar.
IV
Porque en Star Trek la gente civilizada, cuando se quiere matar, usa una pistola phaser, y no recurre al poco eficiente y algo cursi sistema de cortar al prójimo en pedacitos con un sable de luz.
V
Porque en Star Trek no hay robots. Apenas androides, pero todos ellos dotados de un mínimo de inteligencia artificial que les impide comportarse con la siempre evidente limitación intelectual de C3PO.
VI
Porque en Star Trek no actúa un perro de dos metros que aúlla lastimeramente cada vez que quiere comunicarse con alguien. Mejor dicho: porque en Star Trek no hay Chewbacca.
VII
Porque Star Trek comenzó con el capítulo uno y luego vinieron el dos, el tres, el cuatro, el cinco, el seis… y así sucesivamente en impecable orden numérico. Star Wars, por su parte, comenzó por el Capítulo IV y terminó tres décadas después con el Episodio III, que en realidad es el sexto y precede a la primera película. ¿Cómo es la cosa?
VIII
Porque en Star Trek, cuando a alguien se le cae algo, lo recoge con la mano y no con “la Fuerza”.
IX
Porque la premisa básica de Star Trek es que la humanidad superó la adolescencia tecnológica y practica conceptos como tolerancia y respeto. En ninguna de las películas de Star Trek puede decirse que se plantee algo parecido. La razón es simple: nadie en Star Wars es humano. No olvidemos que todo sucede “en una galaxia muy lejana…”.
X
Porque cualquier adulto puede disfrutar de un capítulo de Star Trek sin sentir, como sucede con las películas de Star Wars, que se está frente a una aventura adolescente ochentera.
C3PO Y R2D2
Por Tomás Obregón
Ochoymedio
Mi tío decía que eran la mejor pareja de la historia del cine. Mejor que el gordo y el flaco. Mejor que Terence Hill y Bud Spencer. Mejor que Walther Matthaw y Jack Lemmon. El primero, C3PO, a quien en mi barrio de los años 80 solían llamar Trespo, es un androide dorado, tipo premio Óscar, que conoce unos seis millones de dialectos de toda la galaxia: es refinado, meticuloso, amanerado, inoportuno, más bien cínico, como un mayordomo inglés en tiempos de la guerra fría, pero por alguna razón todos parecen tolerarlo. ¿Quieren saber de una vez cuál razón es esa? La comedia. Sin él, si no temiera por su vida reensamblable, si no fuera un cobarde en un universo de héroes, estaríamos ante otra leyenda enfática, pomposa, que no reconoce nuestra disposición a reirnos de cualquier cosa. Dígase lo mismo de R2D2, a quien en mi conjunto llamaron Arturito sin asomo de sarcasmos (¿quién iba a saber que los robots se llamaban con números?), una unidad R2, obstinado, valiente, irónico, necesario, un Quijote ejecutivo de la estatura equivocada, capaz de pilotear las naves más complejas y descifrar los mensajes crípticos enviados por los más importantes miembros de la resistencia contra el Imperio. C3PO y R2D2: dos robots amigos que han asistido, juntos, a la caída de un sistema planetario que parece vivir dentro de este mundo.
Yo he visto muchas siluetas en lunes o en soles en lámparas de cine. He visto al Quijote y a Sancho, hechos sombra por Picasso, mientras se van hacia el sol de La Mancha. Y he visto a E. T. y a Elliot mientras cruzan la luna de 1982. Pero tengo la sospecha de que si los viera a ellos dos, al dorado C3PO y al cilíndrico R2D2, alejarse en algún horizonte sin finales a la vista, tendría para mí la mejor imagen del cine. ¿No habría que reconocer la grandeza de una saga en donde los dos personajes más humanos son un par de robots? ¿No deberíamos aceptar, de una vez, que son ellos los narradores?, ¿que ellos son el Cide Hamete Benengeli de los manuscritos que George Lucas encontró alguna vez en un rincón de su habitación? Ellos vieron a Anakyn Skywalker convertirse en un demonio. Estuvieron ahí cuando Yoda conoció a Luke. Se pasearon por las naves del mal sin temores a la vista, como lamas que lo han visto todo, porque en el fondo sabían que de ellos dependía nuestra educación. Nuestra obsesión con La guerra de las galaxias.
YODA
Por Gregorio Sánchez
Ochoymedio
Yo le agradezco a Javier Moreno que me haya permitido hablar de Yoda, el maestro jedi, el centro de la trama de La guerra de las galaxias, en una de mis pocas incursiones en esta www.ochoymedio.info que ha cambiado tanto desde que tuve que irme del país. Se lo agradezco porque significa que los editores de la revista aún piensan en mi para las cuestiones fundamentales. ¿Quién es Yoda? Es el monje verde, minúsculo, de orejas de vampiro, que preside la junta de los Jedi. Es el pequeño monstruo de gramática enrevesada que ve el futuro mejor que nadie y educa a todos los hombres -los caballeros jedi: héroes medievales, de mesa redonda, cruzados con samuráis dispuestos a liberar a los pueblos de los opresores- que sólo pretenden que la galaxia exista como debe existir, como fue hecha. Yoda lo es todo. Es el guardián del lado claro de la fuerza. Podría hablar con las piedras, con los pantanos, con los árboles, en fin, conoce la lengua de todos los objetos que pueblan la naturaleza. Y aunque en términos de estatura me llega a mi hasta las rodillas, parece levantarse sobre la creación de George Lucas como Buda se levanta sobre el budismo. ¿Por qué no crear el yodismo? ¿Por qué los maestros siempre tienen baja estatura? Porque todos los maestros cargan con una enseñanza simple que parece imposible de comprender: el mundo, por infinito que sea, queda dentro de nosotros.
El Yoda de El imperio contraataca no es el Yoda de la nueva trilogía. Cuando lo conocimos, en mayo de 1980, era una especie de títere divertido que resultaba, al final, el momento preciso, ser un gran mentor jedi. Un ser venido a menos, arrinconado, perdido en el último planeta de la galaxia. Un héroe del pasado rechazado por su propio pueblo. Que moría, pacifícamente, en el intento de hacer más fuerte a Luke Skywalker, en el último capítulo de la serie. En La amenaza fantasma, en cambio, es un viejo firme, decidido, aún en control de sus poderes y sus responsabilidades. Es el maestro de siempre, claro, le enseña a los niños jedi a acceder a los secretos de la fuerza. Previene a Qui Gon y a Obi Wan de los desmanes de Anakyn Skywalker. Y cumple con el noble trabajo de ser aquel a quien nadie oye. De advertir sin poder evitar. Y de hacernos reír, de escena en escena, sin que le perdamos un centímetro de respeto. Yo respeto a Yoda. Si existiera, lo seguiría. Y le pediría que nos salvara a todos de tantos imperios.
DARTH VADER
Por Miguel Gualdrón
Ochoymedio
La saga llevada al cine de "La guerra de las Galaxias", que por ahora parece llegar a su fin, gira enteramente alrededor de una persona específica. Un personaje a partir del cual, como sucede con la mayoría de los caracteres geniales de la Historia, por ejemplo, es posible acercarse a toda una época que lo configura, pero a la cual, ciertamente, él mismo configura también.
George Lucas se permite en estas seis películas contar la historia de un señor llamado Darth Vader que es dos personas al mismo tiempo. En primer lugar se nos muestra al despiadado líder militar del Imperio, absolutamente envuelto en su máscara y en la maravillosa música que acompaña casi cada aparición suya en la pantalla. Pero este personaje oscuro y terrible es también un niño esclavo aficionado a la construcción de máquinas y a las carreras de naves; un niño alegre y travieso. Darth Vader es Anakin Skywalker y éste es también aquél, y es imposible entender a uno sin el otro. En ellos se encarna la idea milenaria del malo que no es tan malo en realidad, o que al menos no es malo del todo. El equilibrio del mundo, el equilibrio de la fuerza, necesita del mal tanto como del bien, y ese equilibrio, como nos lo cuentan en Episodio I, está en manos de Anakin tanto como de Darth Vader. Es únicamente en él (en ellos) en donde realmente se lleva a cabo una armonía que de otra manera sería imposible.
Es cierto que ese equilibrio pudo dejarnos un poco decepcionados. Es triste, por ejemplo, ver a Anakin, y no a Darth Vader, matando al emperador Palpatine en Episodio VI. Es triste verlo sin casco, muriendo, derrotado. El equilibrio no parece ser tan evidente cuando una de las dos partes deja de ser, un mundo sin mal o un mundo sin bien. Parece, sin embargo, que no podía ser de otra manera, al menos no por ahora. Y así, la historia de Darth Vader es más que cualquier cosa una historia de esperanza, la historia de tantos y tantos malos y buenos en la que vemos equilibrio tan sólo por un segundo, la duda en las manos del asesino. Al final, nuestro personaje mata, muere y vuelve a ser el niño que construía robots. El bien prevalece, como tiene que ser.
OBI-WAN KENOBI
Por Eugenio Chahín
Ochoymedio
Ben, como también se le conoce, es uno de los más importantes guerreros en la historia de los Jedi que, paradójicamente, brilló en el ocaso de la República y el establecimiento del Imperio oscuro. Es, de alguna manera, el personaje que logra conectar todos los episodios de Star Wars (I-VI), además de ser uno de los más queridos de la saga.
Al igual que todos los Jedi, Obi-Wan fue identificado en seguida y separado de su familia cuando era niño. Durante su juventud fue entrenado por el maestro Yoda. Al convertirse en adolescente, le fue asignado al célebre Qui-Gon Jinn. En Phantom Menace (interpretado por Ewan McGregor) adopta a un pequeño Anakien Skywalker como su padawan –haciendo su mejor esfuerzo para que el lado oscuro no lo cautive y en A New Hope (interpretado por Alec Guinness) lo aprendimos a querer cuando le muestra el uso de la fuerza Luke y se convierte en el padre que nunca tuvo.
LOS CABALLEROS JEDI
Por Alejandro Martín
Ochoymedio
Descubrimos, con Star Wars, que en una galaxia muy lejana hay unos seres muy parecidos a nosotros. Y resulta que a un tipo de esos, que se aburre en su casa como usted o yo, de repente se le presenta un viejito diciéndole que es una pieza fundamental de un grupo muy especial. De remate llegan dos robots y le proyectan un video tridimensional con una hermosa chica en apuros. Él no se la cree, pero como lo persiguen también unos enviados del mal, pues se ve obligado a seguir al señor este que le dice cosas raras. Le dice que es un Jedi. Y que eso es algo muy importante. Que son los caballeros de una orden de orígenes místicos, que hace tiempo se dedicaban a la contemplación, pero que por su cercanía con la divinidad terminaron enredándose con el poder político. Pero que lo suyo es un poder muy especial, lo suyo es La Fuerza. ¿Qué es La Fuerza? Eso toca pedirle a Miren Vitore que les explique, pero de una vez les aviso que ella está en apuros, porque eso no se puede explicar.
Entre Obi Wan Kenobi y Yoda hacen pasar a nuestro amigo (Luke Skywalker) por toda una serie de iniciaciones hasta que logran iluminarlo, hacerlo notar que lleva La Fuerza con él. Mis momentos favoritos son cuando aprende a puede combatir con los ojos cerrados con esas hermosas espadas de luz (otra de las ventajas de ser Jedi), y cuando se da cuenta que puede mover cosas con la mente (eso sí, todos estos poderes para combatir el mal, nada para hacer chistes del tipo Zapped).
Pero Luke la tenía complicada. Habia empezado tarde. Porque los Jedi tienen todo muy organizado, tremendamente organizado, y para ser Jedi tiene que ser uno primero iniciado, luego padawan, luego tiene que venir un caballero Jedi y llevárselo a uno por las galaxias a combatir y a meditar hasta que le pueden cortar una odiosa colita que le obligan a uno a mantener para convertirse, ahora sí, en caballero. Y luego, si es un verdadero duro llega a ser Maestro Jedi. Aunque por allí hemos visto pasearse alguno, el único que nosotros conocemos, y reconocemos como tal es Yoda.
Todo esto lo sabemos nosotros gracias a las nuevas y aburridas entregas protagonizadas por Anakin a quién le tocó pasar por todo este proceso, en el que el caballero Jedi que es nuestro profesor es tan cansón como todos los profesores de colegio. Y en el que la institución se siente igual de pesada y anquilosada. Quizás por eso hemos de agradecer que La Fuerza no es toda buena, y que existe "el lado oscuro", que como todo lado oscuro suena más interesante que el "lado claro" (sobre todo en la adolescencia). Hay que comparar los Jedi con los que se encuentra Luke, con aquellos a los que se ve sometido Anakin. Este se encuentra con unos tipos que, además de pasarse diciendo "frases sabias" y de sermonearlo todo el tiempo, tenían montado un consejo que ya parecía el Vaticano, lleno de niveles, de cargos y subcargos, en edificios hechos de corredores llenos de personajes intrigantes. El lado oscuro tenía que dar fin a todo eso (en una película que esperemos sea divertida) para que los Jedi descubrieran su verdadero origen. Se dejaran de tanta burocracia y volvieran a buscar esa luz interior que los guiaba.
Tristemente, rápido volvieron por las suyas. Pero bueno, estos seres tan parecidos a nosotros, por muy sabios que sean, al fin y al cabo son humanos, les encanta pelear y no pueden resistirse a las tentaciones del poder
LOS SITH
Por Eugenio Chahín
Ochoymedio
Los Sith son los ángeles caídos del universo Star Wars. Originalmente pertenecían a la orden de caballeros Jedi, pero su obsesión por el lado oscuro de -la fuerza- los llevó a ser desterrados de la República y a tener que vagar por los confines de la galaxia. Llegan al lejano planeta de Korriban, donde habita el pueblo de los Sith, famoso por su posesión de -la fuerza- y la destreza en las artes mágicas. La orden de Jedi renegados domina esta raza y la reduce, apropiándose de sus poderes y sus secretos para ponerlos al servicio de la oscuridad. Desde entonces su linaje esta ligado a ellos y es la razón por la que adoptan el nombre de Sith.
Durante siglos se les creyó extintos. La verdad es que vivían en la clandestinidad, haciéndose más fuertes y asechando el poder. Su gran regreso llega de la mano del lord Sith, Darth Sidious, que se hace pasar en el Senado bajo la forma del canciller Palpatine. Mientras gana terreno con sus tretas clandestinas, intenta seducir a los Jedi para convertirse al lado oscuro y poder tomarse la República para convertirla en Imperio.
Otros Sith históricamente importantes: Darth Maul, Shar Darhan, Naga Shadow, Freedon Nadd y, por supuesto, Darth Vader.
El último adiós a La Guerra de las Galaxias
Por Miren Vitore Magyaroff
Crítica de cine de Plan B
Después del final de El regreso del Jedi (Return of the Jedi) en 1983, cuando todos celebran la derrota del Imperio con una fiesta algo extraña en el planeta de los Ewoks, pensamos que no íbamos a volver a ver una película de La guerra de las galaxias. No porque la fiesta fuera, digámonos la verdad, ridícula, sino porque George Lucas había dicho que esa era la última película y que no iba a hacer más.
Sin embargo entre los fanáticos no era un secreto que los primeros episodios de la historia de Anakin Skywalker y sus hijos estaban escritos y por eso tenían la esperanza de que el director recapacitara y decidiera divulgarlos.
Pero Lucas no quería hacer una película más. Estaba cansado. Fueron más de 9 años, desde que FOX decidió apoyarlo después de que Universal, con la que había hecho American Graffiti en 1973, se hubiera negado. Además ya tenía otra historia por la que vivir los siguientes 10 años: Indiana Jones. Y tenía suficiente dinero para hacerla: casi 2 mil millones de dólares que la trilogía de La guerra de las galaxias había recaudado alrededor del mundo, más lo que logró ganar en productos sobre la película. Así las cosas, parecía no haber nada que convenciera a Lucas de contarnos cómo había empezado todo.
En 1997, casi 15 años después, cuando estrenó la versión en video y retocada de la trilogía, lo convencieron de que contara el principio de la historia. Lucas viendo lo que su compañía, Lucasfilms, había progresado en efectos especiales aceptó hacerlo y comenzó a trabajar en la escritura del comienzo de la historia.
Según Lucas todo estaba pensado. Es decir, los detalles de los personajes estaban escritos, aunque no las películas. Por eso debió concentrarse en lo que era verdaderamente importante: la historia de Anakin Skywalker y sus dos hijos.
Así fue como en 1999 estrenó el Episodio I: La amenaza fantasma, recaudando casi mil millones de dólares a nivel mundial. Aún así, aun con estos antecedentes, el director estaba preocupado dos semanas antes del estreno de la película que uniría las dos trilogías, La venganza del Sith (Revenge of the Sith), porque pensaba que no irían a verla. Cosa que parecía imposible porque nadie iba a perderse la trasformación de Anakin en Darth Vader, el asesinato de los Jedi, y en general la forma en la que Lucas iba a unir las dos trilogías.
Tras el estreno de La venganza del Sith en Cannes y después en todo el mundo, con casi $350 millones en taquilla, Lucas está más tranquilo porque siente que cerró con broche de oro la historia que ocupó casi 30 años de su vida.
Hoy, 22 años después del estreno de El regreso del Jedi, siente lo mismo que ese día: un verdadero alivio de que todo haya terminado y la seguridad de que aquí se acabó la historia de La guerra de las galaxias, que no hay más episodios escritos y que se dedicará a hacer nuevas películas.
Apocalípsis de las galaxias
Por Manuel Kalmanovitz G.
¿A quién podemos culpar por estas Guerras de las galaxias que por fin llegan a su fin? ¿Fue George Lucas y su visión simplista y rimbombante, sus fantasías de pompa llevadas al extremo, el culpable, como obsesivo del control total, de estas seis películas y todo lo que las rodea? ¿Fue la 20th Century Fox y la forma en que explotó la inesperada mina de oro que les cayó del cielo (o de una lejana muy, muy lejana, no importa) en 1977?
¿O fueron los fans, los muchachos -sí, en general son muchachos a quienes se les escurren las babas, las muchachas apenas miran distanciadas ese despliegue de entusiasmo tan extrañamente dirigido- que aprendieron, como Peter Pan, a mantenerse por siempre jóvenes sin importar su edad cronológica, gastando el dinero que en otras épocas los padres guardaban bajo el colchón para educar los hijos o tapar huecos en el techo o poner agua corriente en la casa y que estos muchachos peterpanianianos se gastan en chucherías de plástico y libros de colores y espadas que hacen ruidos chistosos al ser movidas rápidamente por el aire?
La pregunta, más bien, es ¿qué había en el terreno para que La guerra de las galaxias fuera semejante éxito? Algo debía haber para que semejante fantasía tan pedestre, básicamente eunuca (a menos de que uno quiera leer algo más en tanta pelea de espadas) y sin mayor imaginación (comparado, digamos, con la riqueza del Señor de los anillos o con los mitos nórdicos y griegos en los que supuestamente está basada) se convirtiera en una especie de fenómeno natural.
Fue una ‘Tormenta Perfecta’ donde todos los factores contribuyeron a aumentar su magnitud. Sin la publicidad, el mercadeo, el público adolescente, la historia simplona y con pretensiones metafísicas y los juguetes, Las guerras de las galaxias no habría sido lo que fue (o lo que posiblemente seguirá siendo, ya anunciaron ‘planes’ para la franquicia que incluyen, pero no se limitan a, programas de televisión, libros y juegos de video).
La guerra de las galaxias es un monumento, un fenómeno natural, algo con lo que la gente calibra sus calendarios como si fuera un tornado devastador en la antigüedad o el paso de un cometa que todo el planeta puede ver y, años después, comentar. Es algo que la gente puede usar para medir su tiempo en esta tierra. “¿Te acuerdas cuando viste El imperio contraataca?”, le preguntarán a uno como hace siglos los romanos se habrán preguntado mutuamente en una conversación callejera casual, bajo un viñedo o en una taberna o a la entrada al circo, dónde estaban cuando explotó el Vesubio.
Y, hay que decirlo, tenemos el monumento que nos merecemos. Ilumina de manera perfecta el cambio en la cultura occidental ocurrido a finales del siglo XX. Para ilustrarlo basta ver las diferencias entre los actores de las primera y segunda trilogías. En la primera, los personajes tenían alguna semblanza de humanidad. La cara huraña y sonrisa irónica de Harrison Ford, la nariz ligeramente torcida de Roger Hammil, la furia contenida de Carrie Fisher, la placidez de Sir. Alec Guiness, todo eso le daba algo de sangre a esos acartonados y prosaicos diálogos de George Lucas, como mejillas sonrosadas a pellizcos.
En la segunda, ¿quién? Todos los actores parecen muñecos de plástico. Sus facciones son todas idénticas, perfectas, sin el menor interés. Los menos plásticos (Samuel L. Jackson, Jimmy Smits, Ewan McGregor) parecen en un avanzado estado catatónico, posiblemente inducido por la combinación de diálogos soporíficos con el actuar frente a una pantalla azul, del que sólo se despiertan esporádicamente, reemplazando somnolencia por relámpagos de vergüenza por la ridiculez de todo el asunto.
El cambio es diciente. Es la diferencia entre una casa de adobe, que parece producida por la tierra misma, y una casa prefabricada de cartón, práctica, cómoda, imposible de habitar a fondo. Entre gente preocupada por problemas de fondo o enmarañada en irrelevancias, entre un mundo que duda de las apariencias y otro que se rinde, boquiabierto y sin aliento, ante lo evidente.
El mundo que trajo La guerra de las galaxias es como los monstruos de las antiguas películas de terror, los monstruos que se tragaban gente y edificios y ciudades enteras, monstruos a los que comer les abría el apetito y que sólo descansaban cuando ya no quedaba en el horizonte nada más que devorar. Tal vez un mejor título para la serie habría sido Apocalípsis ahora.
La Guerra de las Galaxias es para androides
Por Juan Manuel Rodríguez Espinel
Dice Yoda que hay que renunciar a lo que nos es preciado para suprimir el temor de perderlo, y los oídos del público escuchan cual sermón de domingo las palabras de este Paulo Cohelo pintado de verde. Desconfío de las invitaciones al desprendimiento que no son gratuitas: George Lucas jamás renunciará al dinero de la taquilla.
Tal vez por ello, para contribuir a la coherencia de La venganza de los Sith, el último episodio de Star Wars, los piratas ya tienen en circulación miles de copias ilegales de la cinta. Yo, por mi parte, decidí negarme a pagar la entrada del cine. Me invitó una amiga a la que le habían regalado un tiquete, pero que no quiso ir por considerar que La guerra de las galaxias es una saga mediocre y machista (acuérdense de la Tía Beru siempre metida en la cocina).
Tenía razón mi amiga: La hermosísima Padmé (Natalie Portman) es completamente subordinada. De mujer activa y guerrera en los anteriores episodios, aquí pasa a convertirse en triste protagonista de novela, en abnegada esposa que prefiere morir antes que divorciarse del malvado Darth Vader. Además la actuación de Hayden Christensen es patética, y la de Ian McDiarmid risible, caricaturesca. De Ewan McGregor no diremos lo mismo porque desde que lo vimos en Big Fish le hemos cobrado aprecio.
Tampoco vamos a reprobar los efectos especiales. A pesar del antipático desequilibrio entre la riqueza de lo visual y la pobreza del guión, no podemos menos que aplaudir la capacidad de George Lucas y su equipo para dar vida a un mundo, a unos personajes y a una tecnología que no existen. Bueno, decir que no existen resulta una exageración, pues el ascenso de Darth Vader, marcado por el paso de la democracia a la dictadura, puede ser claramente leído como una alegoría del gobierno de George Bush. La pista para acceder a este nivel interpretativo es una frase que Darth Vader toma prestada del inquilino de la Casa Blanca: “El que no está conmigo está contra mí”.
Pero no se crea que la aversión que nos inspiran los regímenes autoritarios del momento nos tiene delirando, y que ahora leemos todo en clave política, pues hasta el mismo George Lucas ha validado esta lectura: «Cuando escribí esta historia no existía Bush. La escribí pensando en Nixon, durante Vietnam. Me interesa la historia y me llama la atención cómo terminan las democracias, por qué la gente acepta un dictador. La escribí pensando en Julio César, Napoleón y Hitler. Eso me preguntaba hace 30 años, y me sigo preguntando ahora, porque me da miedo de que siga pasando lo mismo», le dijo al diario argentino El Clarín.
Debo admitir que no esperaba encontrarme con una crítica al gobierno norteamericano, sino más bien con una apología de la guerra o con una oda nacionalista, de esas que parecen financiadas por la CIA. Siempre me había molestado que en los episodios antiguos nunca se mostrara la sangre, que la mutilación se asumiera a la ligera (a Luck Skywalker le cortan una mano pero no se inmuta pues pronto le instalan una biónica) y que en las explosiones los cuerpos no volaran en pedazos, sino que simplemente desaparecieran como por arte de magia. Esto no lo digo por morbo ni en defensa del realismo, sino porque una tal representación de la guerra coincide con la imagen aséptica y quirúrgica que los estadounidenses nos quieren vender de sus conflictos armados (recuérdese que sólo tuvimos noticia de los soldados norteamericanos mutilados en Irak, cuando Michael Moore logró burlar la seguridad de los hospitales).
Eso, sumado a la grosera moral maniquea de la serie, me tenía convencido de que La guerra de las galaxias era una fábula de derecha. No en vano Ronald Reagan denominó a la URSS como «el imperio del mal» y su proyecto de defensa recibió el nombre de «Star Wars». En este mismo sentido, no debe extrañarnos que Jason Apuzzo, redactor de un blog cultural conservador, diga que la saga remite a categorías de derecha: "A un universo moral decididamente tradicional, donde se enfrentan el bien y el mal". Y que si bien George Lucas fulmina contra Bush y la guerra de Irak, como realizador es «fundamentalmente tradicional» («Aux Etats-Unis, Star Wars envahit le commerce et la politique», Le monde 25/05/05).
Ahora bien, en un mundo polarizado en torno a la cruzada antiterrorista norteamericana, la ambigüedad política de George Lucas constituye el secreto de su triunfo económico. En efecto, la timidez de su crítica a Bush deja abierto el espacio para que los espectadores interpreten la lucha entre el bien y el mal como mejor les parezca. Sin olvidar que denunciar a Bush asegura éxitos de taquilla, como ya lo había demostrado Michael Moore con Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11. La estrategia comercial de Lucas me recuerda un chiste de Woody Allen donde dice que ser bisexual duplica las oportunidades de conseguir una cita el sábado por la noche.
Más o menos lo mismo intenta hacer en términos estéticos cuando afirma ante los medios de comunicación que de ahora en adelante se va a dedicar a hacer «películas independientes», justamente cuando sus detractores lo acusan de haber convertido el cine «en una tira cómica de alto presupuesto». Yo, sin embargo, no estoy en contra de las vertiginosas persecuciones espaciales ni de las coloridas batallas con armas láser, sino de que nos quieran convencer de que La venganza de los Sith es modelo acabado de belleza. Afirma un grupo de periodistas que esta película es «una obra supremaestra», que se merece un «diez» y que « es de las más hermosas que he visto en toda mi vida» («La crítica colombiana quedó descrestada con el 'Episodio III», El Tiempo 17/05/05).
Si bien cada cual es libre de opinar lo que quiera, nos parece sospechosa tanta complacencia. Pregunta mi yo malicioso, aquel que piensa con Edward Said que para el intelectual «la solidaridad jamás debe estar antes que la crítica», si, en este caso, ¿los críticos no se olvidaron de ser analíticos y de orientar a los espectadores, para dedicarse, en cambio, a hacer publicidad?
Pero supongamos por un momento que tienen razón y que, en efecto, Star Wars es una obra maestra que revolucionó la historia del cine. En ese caso habría que aclarar que dicha revolución no tuvo lugar «sobre el fondo ni sobre la forma, sino sobre los medios tecnológicos conjurados por los brujos de las salas oscuras: Lucas transformó el sonido con su estándar THX, la imagen con los efectos especiales producidos por los ordenadores de Industrial Light & Magic, y la comercialización, haciendo de los productos derivados y de los juegos de vídeo de Lucasarts, la extensión inevitable del cine popular de nuestro tiempo», según Libération. Olvidarnos de esto y decir en su lugar, como quieren algunos, que George Lucas es un nuevo Homero o un nuevo Shakespeare, y que contar una historia sin empezar desde el principio es una gran novedad, implica poner el arte por el piso, erigir los grandes presupuestos y el derroche tecnológico por modelos, y renunciar a la crítica en favor de la propaganda.
El director español Alex de la Iglesia lamenta que, en su país, muchas películas hayan sido desplazadas de las casi 700 salas donde fue proyectada Star Wars. Y vaticina que, de imponerse definitivamente la tendencia actual del mercado, las películas del futuro serán juegos de video que prescindirán del «factor humano»: sin actores, directores ni guionistas. Será un cine imperial que conquiste todos los rincones de la galaxia, y donde, al fin y al cabo, ya no «habrá espectadores, sino ejércitos de androides sin ojos, con voz metálica y estridente». (El País).
Star Wars, más que una saga
Por Andrés Ramírez Mejía
Un mes antes de estrenarse el Episodio III: la venganza de los Sith, la ola de ansiedad que generaba la exhibición de un nuevo filme de Star wars invadía lo cotidiano. En el Messenger podía ver nombres como Obi-Wan, R2-D2, Darth Vader. No me encontraba conectado con un oscuro chat de freaks cuyo sueño más íntimo era engendrar a Luke Skywalker para ser el padre del redentor de la galaxia. Los dueños de los nombres eran personas con las que había crecido, es decir mis amigos.
También me sorprendía la devoción con la que mi primo de 14 años esperaba conocer cómo Anakin Skywalker se dejaba tentar por el lado oscuro de la fuerza y se convertía en Darth Vader, que es uno de los ejes temáticos del Episodio III. Dos generaciones unidas por una película que no veían el momento de estar sentados frente a la pantalla de un cinema y que emergiera de la oscuridad, la especie de hoja de libro en donde se resume la trama del filme, mientras la emocionante música de John Williams suena o todo volumen. Definitivamente algo sorprendente.
¿Será que el señor George Lucas se puede imaginar que en un país como Colombia, en donde hay más emperadores Palpetine que Luke Skywalker´s y más Darth Vader´s que maestros Yoda, su última creación tuviera tanta acogida?
Faltaban unos 15 días para el estreno y los recuerdos sobre la saga seguían pasando por mi cabeza. Recordaba cómo uno de mis mejores amigos esperaba con ansiedad un paquete que su tía que vive en Estados Unidos estaba por enviarle. Era el 2002 y por esos días se estrenaba ¨El Ataque de los clones¨. Parecía el protagonista de ¨El Coronel no tiene quien le escriba¨ cuando esperaba su pensión. Sólo que a diferencia del personaje de García Márquez, el paquete llegó una tarde de junio. Orgulloso me enseñó su trofeo: un sable de color rojo con empuñadura gris, que aunque no tenía el sonido característico de una espada Jedi, ni su maravillosa luminosidad, poseía bastante gracia.
Después de la exhibición, puso el objeto junto a la colección de muñecos clásicos de Star Wars, entre los que se encontraban Han-Solo y la princesa Leia. El recuerdo de las figuritas me hace volver en el tiempo. El muñequito del capitán Solo hace las veces de péndulo y me lleva a mi infancia. Me encuentro en una sala de cine con mi papá dispuesto a ver el Episodio VI: El regreso del Jedi (1983). Aunque no entiendo muy bien qué es una dictadura intergaláctica, ni tengo muy claro el concepto de imperio y palabras como coalición rebelde me suenan a chino, mataría por ser un Jedi y dar un paseo en la mítica nave Halcón Milenario junto a Chewbaca y Han Solo.
Ahora estoy en el jardín de mis vecinos. Tengo el muñeco de Luke Skywalker y al frente a un amigo con la figura de Darth Vader. Aunque el castillo de He-Man no se parece en nada a la Estrella de Muerte, nuestra imaginación de niños es lo suficientemente poderosa para imaginar que un castillo de plástico tumbado en la tierra es el arma superpoderosa con la que el emperador Palpatine busca someter a todas las razas de la galaxia. Algo histórico va a suceder en nuestro juego. Luke Skywalker y su padre Darth Vader están a punto de encontrarse en el interior de La Estrella de la Muerte. Vader bajo la influencia del emperador, va a tratar de persuadir a su hijo para que, como él, se rinda al lado oscuro de la fuerza.
Faltan pocos días para el estreno mundial. El 19 de mayo está cerca. Voy a la casa de un amigo y se encuentra encerrado viendo los cinco capítulos de Star Wars. Los observo por enésima vez. Vuelvo a mi casa y en mi mesa de noche hay un R2-D2 y la edición de lujo de las primeras tres películas de la saga. Una tía me invita a almorzar y en el cuarto de su hijo menor está enmarcado el afiche promocional de ¨El ataque de los clones¨. Dos días separan a la humanidad del estreno del Episodio III de La guerra de las Galaxias. En los teatros de los Estados Unidos las filas son enormes. Lunáticos seres humanos disfrazados de los personajes del filme, hacen pensar que en cualquier momento uno de ellos podría sacar de su atuendo Jedi, una espada y cortar uno que otro brazo para ganar unos puestos en la fila. El Messenger repica, es R2-D2 preguntándome si ya tengo boletas para el estreno de la película. Le respondo que no, que prefiero ir otro día, que la gente con disfraz me pone nervioso. El día del estreno es un hit para los fanáticos más acérrimos de la cinta y por supuesto para la cuenta bancaria de George Lucas.
La euforia ha bajado un poco. Son las 9:45 y para mi fortuna el teatro está casi vacío. No está el niño de brazos que de una forma irresponsable es llevado por su padre para que con sus llantos se le tire la película a todo el mundo. Tampoco está el cabezón de la silla de adelante, que cada cierto tiempo, suele amargarle el rato al espectador de cine constante. El epílogo de la película aparece de la nada mientras el clásico tun... tun ...tun.. tun... tun... tun... tun... tun... tun... tun... tun... tun... tun.. tun.. tun... tun.... Sacude mis oídos. Por fin sabré como Anakin Skywalker fue tentado por el lado oscuro de la fuerza.
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Hace minutos termino de devorarme las seis películas, a las que veo por primera vez, en dos días. Pocas palabras tengo para decir en este momento de lo impresionada que he quedado. Gracias por estos artículos.
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