jueves, 24 de marzo de 2011

IMAGINESE SI LA IGLESIA...


(Este artículo lo encontré en Internet, en alguna página de Iglesia, creo que es de servicioskoinonia.org, página que recomiendo a mis lectores), en ella se hace una crítica eclesial pero constructiva y que invita a la creatividad de cada uno de nosotros que se considere miembro de la Iglesia de Jesucristo).

Imagínese si la Iglesia estuviese verdaderamente dispuesta a asumir el hecho de que ha sido enviada a dar la Buena Noticia a los pobres y sacara todas las consecuencias de su compromiso histórico de levantar a los caídos, servir a los pequeños, defender la Vida…

Imagínese si laicos y pastores pudiesen encontrarse para un diálogo fraterno, franco y abierto sobre los signos de los tiempos que demandan, tanto en la sociedad como en la Iglesia, el coraje del testimonio profético que denuncia, anuncia y arriesga nuevos caminos…

Imagínese si la Iglesia tratase todas sus cuestiones internas como trata las sociales y, para dar el primer paso, comenzase por cuestionar su propio ejercicio del poder, respetando las diferencias y el derecho a discrepar, sin excluir a nadie, para establecer un auténtico espíritu democrático y participativo…

Imagínese si la Iglesia hiciese el mismo itinerario de su Maestro y fuese corriendo al encuentro de la Humanidad toda, que está falta de afecto y de pan, para anunciarle la Buena Noticia de la dignidad y de la paz…

Imagínese si la Iglesia se empeñase de verdad en la demarcación de las tierras de los pueblos indígenas y en la "repatriación" del pueblo negro, para resarcirles todo lo que les fue robado en el pasado y les ha sido negado en el presente…

Imagínese si la Iglesia invirtiese en la formación más seria y comprometida de sus cuadros, teniendo en cuenta la realidad socioeconómica, la diversificación de las culturas, la influencia de las ciencias humanas en la historia del pensamiento y de la praxis, la hermenéutica bíblica, la sexualidad…

Imagínese si la Iglesia revisase toda su moral, pero, esta vez a partir del Evangelio y, de una vez por todas, barriese de sus compendios todas las aberraciones que escribió y proclamó respecto del sexo, para exaltar el cuerpo como fuente de placer, de vida y de alegría, y por tanto, como manifestación del Dios Creador…
Imagínese si la Iglesia fuese consecuente en sus declaraciones contra el machismo y, con lealtad, abriese para la mujer las mismas oportunidades, tanto en el plano de los ministerios cuanto en el de las decisiones…
Imagínese si la Iglesia dejase a las parejas mismas la libertad de encontrar el método que mejor les pareciese para la planificación familiar, y no los maldijese, reproduciendo hoy la torcida moral agustiniana…
Imagínese si la Iglesia tuviese la sensibilidad de acompañar la evolución de la humanidad, del mundo y de las culturas, y tratase con el mismo cariño de Madre a aquellas personas que deshicieron su unión conyugal pero que continúan su camino a la busca del amor y de la felicidad…

Imagínese si la Iglesia cuestionase la obligación inhumana y cruel del celibato, que, impuesta a los clérigos, se hizo obsoleta en la historia, y hoy sólo contribuye para la mentira y el desequilibrio humano y afectivo…
Imagínese si la Iglesia acogiese en un abrazo tierno y fraterno todos aquellos hermanos en el sacerdocio ministerial que, casados, hicieron más completo su ministerio al expresar con la vida en pareja lo que hay de más bello en la creación: mujer y hombre a imagen de Dios…

Imagínese si la Iglesia cambiase sus criterios para seleccionar sus cuadros de mando y sólo tuviese en su jerarquía gente capacitada, abierta, equilibrada, madura humana y afectivamente, capaz de entregar su propia vida por amor al Reino…

El arte de imaginar pone en marcha ya los sueños y permite vislumbrar la posibilidad de realizarlos en la práctica. Ojalá tengamos los corazones abiertos para transformar nuestra imaginación en una realidad que transforme el rostro arrugado y desfigurado de la Iglesia, para que presente una nueva cara y cumpla, con fidelidad y celo apostólico, su misión de servir a la construcción de un nuevo milenio libre de toda prisión y exclusión.

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Gustavo Quiceno