YO ME
ACUERDO…
Para los judíos, la memoria es
importante. Al hacer memoria de las intervenciones de Dios por ellos en el pasado, ellos retoman
confianza y dirigen su mirada hacia el futuro. Ellos se dicen: « Recuerda lo que el Señor ha hecho
en otro tiempo. Puesto que el Señor ha hecho esto por nosotros en el pasado, Él
no nos dejará caer ni hoy ni mañana ».
Nosotros que somos cristianos también
tenemos memoria. Mas lo que estimula nuestra fe no es el recuerdo de los hechos
pasados, sino tener presente constantemente lo que va a venir. Nosotros hacemos
memoria del futuro, de la venida de Cristo, de su Parusía (manifestación
definitiva en el tiempo). Nosotros decimos: « Recuerda
lo que viene! Cristo viene para acabar (consumar) su Pascua, Él viene para
llevarnos consigo, para que todos estemos con el Padre para siempre ».
Y puesto que la venida o revelación definitiva de Jesús, su Parusía se acerca (ya llega) levantemos la cabeza,
tengamos confianza en el mañana. Atravesaremos sin importar cualquier
dificultad. El Señor no nos fallarâ nunca. Al seguir tras sus huellas, los
cristianos tienen la responsabilidad de transmitir el gusto del avenir!
Un Mesías
para todos los pueblos
Isaías 11: 1 - 10
1 Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y
un retoño de sus raíces brotará.
2 Reposará sobre él el espíritu de Yahveh:
espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu
de ciencia y temor de Yahveh.
3 Y le inspirará en el temor de Yahveh. No
juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas.
4 Juzgará con justicia a los débiles, y
sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con
la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado.
5 Justicia será el ceñidor de su cintura,
verdad el cinturón de sus flancos.
6 Serán vecinos el lobo y el cordero, y el
leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y
un niño pequeño los conducirá.
7 La vaca y la osa pacerán, juntas
acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja.
8 Hurgará el niño de pecho en el agujero
del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano.
9 Nadie hará daño, nadie hará mal en todo
mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como
cubren las aguas el mar.
10 Aquel día la raíz de Jesé que estará
enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán, y su morada será
gloriosa.
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Y estamos aquí, con la primera
lectura de hoy sumergidos en la plena espera mesiánica, con la figura emblemática
de un “vástago” salido del tronco de Jesé, padre de David. Todo está abarcado ahí:
ascendencia davídica y royal, plenitud del Espíritu, hombre de palabra, de
justicia, de compasión y de paz. Isaías hace eco de las esperanzas mesiánicas de
su comunidad, pero es él también entre todos los profetas, quien más ha
contribuido a elaborar estas esperanzas. Con razón es llamado “el quinto
evangelista” o sea dador de buenas nuevas.
El oráculo del profeta con respecto a
la raíz de Jesé desborda toda vez el horizonte estrictamente nacionalista de
los habitantes de Jerusalén y de Juda
del siglo VIII antes de Cristo. Desde ya, el gran profeta extiende la
perspectiva en la salvación de todas las naciones: la raíz de Jesé se erguirá “como
un estandarte para todos los pueblos”.
Lectura
del evangelio Según San Lucas 10,21-24
21 En
aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los
sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
22 Todas
las cosas me fueron entregadas por mi Padre;(L) y nadie conoce quién es el Hijo
sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo,(M) y aquel a quien el Hijo
lo quiera revelar.
23 Y
volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven
lo que vosotros veis;
24 porque
os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo
vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
***
El evangelio de hoy nos muestra como Jesús
“bajo la acción del Espíritu Santo”, se regocija del modo escogido elegido por
el Padre para revelarse: no por el deslumbre o gran estallido del poder, sino por
la humildad del corazón de los “más pequeños” que saben reconocer su bondad.
Este Dios no se concibe ni se quiere mostrar conquistador, sino servidor de los
más pequeños y de los más pobres.
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Gustavo Quiceno