viernes, 16 de diciembre de 2011

16 de diciembre del 2011: 3er viernes del adviento B

Recuerdo que todos los 15 de diciembre o el 16 muy tempranito , allá en Marquetalia mi pueblo, salía con otras personas, amigos y vecinos en búsqueda de palmiche (una especie de palma) para decorar el fondo del pesebre.  En aquel tiempo principios de los 80’s no era un oficialmente un delito ecológico, ir a la montaña o a la zona rural a cortar estos arbustos para darle más vida, color y fragancia a nuestros pequeños pueblos que recreaban el país del Hijo de Dios.
 
Eran días de mucha alegría, entusiasmo e ilusión navideña, cuando creíamos de una manera primitiva, fantástica e ingenua en el Niño  Dios…Cuando no estábamos “equivocados” ni errados, porque creer es vivir, pues  si no somos como niños no podemos entrar ni descubrir ni apoderarnos del Reino de Dios como dice Jesús.

Es cuando nos hacemos un poco más “grandes”, cuando la razón nos oprime y ahoga la ilusión que devenimos “equivocados” al creer que Dios no existe y que no lo necesitamos en nuestras vidas…

Dando  también la razón a las teorías psicológicas freudianas, la niñez es la época que más nos marca, porque de acuerdo a como vivamos esta etapa de la vida, de ella dependerá el resto de nuestra existencia.

No más ayer tenía una emocionante experiencia y quiero compartirla con ustedes. Después de 30 años sin saber nada más de él, gracias a una de las redes sociales sobre Internet me encontré a uno de mis mejores (sino el mejor) amigos de la infancia…Y ha sido la oportunidad para rememorar entrañables momentos de espontaneidad, amistad, solidaridad, trabajo y diversión juntos. Esta experiencia me lleva a reafirmar que nunca hemos de renunciar a “ser como niños”, no dejar de sorprendernos, “escuchar y acatar nuestros mayores”, respetar y guardar silencio ante el misterio, aceptar la vida como viene, ser dóciles, olvidar rápidamente las ofensas, pelear y volver a reconciliarse,  y sobre todo tener abierto el corazón y la mente de manera permanente a la alegría.

No me equivoco al afirmar que eso es la NAVIDAD, tener la capacidad de revivir el niño en nosotros. 

En algún capítulo de la primera temporada de la famosa serie gringa “Ley y Orden”, dos de los agentes detectives protagonistas conversan acerca de un caso de violencia y tolerancia, y ante la actitud pesimista de su compañero,  uno interroga al otro “es que nunca se te ocurre pensar en la bondad de los otros, en que es posible perdonar? “- si- responde su camarada -dos veces al año: por pascua y por navidad.

Así debería permanecer la niñez, estar presente en todos los días de nuestro vivir, en nuestra mente y corazón, siempre abierta al misterio, a la esperanza, a la alegría y al perdón.

***
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (56, 1-3. 6-8)

Esto dice el Señor: “Velen por los derechos de los demás, practiquen la justicia, porque mi salvación está a punto de llegar. Dichoso el hombre que hace esto y en ello persevera, el que se abstiene de profanar el sábado, el que aparta su mano de todo mal. No diga el extranjero que ha dado su adhesión al Señor:
‘Sin duda que el Señor me excluirá de su pueblo’.
A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto, a los que guardan el sábado sin profanarlo y se mantienen fieles a mi alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en mi casa de oración.
Sus holocaustos y sacrificios serán gratos a mi altar, porque mi casa será la casa de oración para todos los pueblos”. Esto dice el Señor Dios, que reúne a los dispersos de Israel: “A los ya reunidos, todavía añadiré otros”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 66

Bendigamos a Dios,
nuestro Señor.
Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora.

Bendigamos a Dios,
nuestro Señor.
Las naciones con júbilo te canten,
porque juzgas al mundo con justicia;
con equidad tú juzgas a los pueblos y
riges en la tierra a las naciones.

Bendigamos a Dios,
nuestro Señor.
La tierra ha producido ya sus frutos,
Dios nos ha bendecido.
Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero.
Bendigamos a Dios,
nuestro Señor.

 Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Ven, Señor, y concédenos tu paz para que nuestro corazón se alegre en ti con alegría perfecta.
Aleluya.

 Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (5, 33-36)

Gloria a ti, Señor.



En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz.
Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXION DE KOINONIA.ORG

Hoy tenemos que dejarnos interpelar por la Palabra de Dios para comprender la identidad del cristianismo que profesamos y la manera cómo lo vivimos.

En el evangelio de San Juan, Jesús vuelve a valorar el testimonio de Juan el Bautista y la naturaleza de su predicación. Juan fue muy claro al decir que no era le Mesías, ni Elías, sino una voz que clama en el desierto y que invita a la conversión, a volverse a Dios dejando atrás todo aquello que por el pecado distancie del querer de Dios. Fue una luz en medio de la oscuridad, odiada y apagada por quienes se benefician de las tinieblas.

Jesús muestra que, además de la conversión, se necesita la construcción de una sociedad más justa, sin excluidos, sin enfermos en las calles, sin endemoniados en los caminos. Jesús gasta su vida incluyendo a los que la sociedad excluye y desprecia por alguna razón o interés. Para avanzar en esa construcción hay que relativizar el valor sagrado de las leyes, de las estructuras.

Hoy en día vivimos en una sociedad gobernada por los señores de la oscuridad, que por sus intereses, sobre todo de tipo económico, han llevado a los pueblos a la miseria y los han dejado sumidos en la explotación, la marginación y el hambre.

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Gustavo Quiceno