Hacia una conversión eco-lógica:
3ª semana de ARREPENTIMIENTO: Aceptar nuestra responsabilidad
En un campo de cucurbitáceas (o cocombros)
Lectura del libro del Profeta Isaías 1,7-8
Aquí está la Hija de Sión como cabaña de viña, como choza de melonar, como
ciudad que ha sufrido un largo sitio.
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Para empezar un rápido dato de botánica. A las cucurbitáceas pertenecen los melones y pepinos cocombros o cohombros (calabazas)…La
biblia se refiere a estas plantas de enredadera o que tiene la cualidad de
montar, extender sus tallos con hojas y “enredarse” (alargarse) en otras plantas y partes de la casa o del
terreno.
El melonar es una de esas plantas
trepadoras, que produce gruesas hojas y se extiende en toda dirección. Es difícil
caminar con comodidad o de modo normal en un campo sembrado de melones, pepinos
u otra cucurbitácea, y mas cuando carece de cuidado y trabajo de mantenimiento.
Si no se controla su crecimiento, su presencia llega a ser anárquica: semejante
al campo o lugar de los carros (autos) en nuestras ciudades!
En otro tiempo, había mucho más
transporte en común, había tramways y
trenes que cubrían rutas entre las ciudades y pueblos. Pero en lugar de acrecentar el uso de estos
medios de transporte eficaces y poco perjudiciales para el medio ambiente, la urbanización
de las ciudades ha sido “infiltrada” por la ideología del reino del carro. Vemos que acá también hay cierta negligencia
(dejar hacer), y por analogía, esa falta
de mantenimiento y cuidado ausente en el campo de las cucurbitáceas.
Después de cierto tiempo,
asistimos al despertar de las administraciones municipales que se preocupan por
darle más cabida al transporte en común, incentivar la utilización de un solo
carro para el transporte de varias personas que tienen la misma ruta o trayecto
y la promoción de las ciclo rutas.
Sigamos invitando y apoyando a
nuestros dirigentes para que continúen con este proyecto.
Soñemos con una ciudad que de el primer
lugar a los humanos…
Y oremos para que no dejemos
triunfar a las cucurbitáceas en nuestro campo…
Que tu Espíritu Señor nos
renueve!
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Gustavo Quiceno