jueves, 19 de abril de 2012

22 de abril del 2012: 3er domingo de Pascua (B)

L    E   C   T   U   R   A   S



PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 3, 13-15.17.19

En aquellos días, Pedro dijo a la gente:
-- El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis ante Pilato, cuando había declarado soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por tanto arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados.
Palabra de Dios


SALMO RESPONSORIAL
SALMO 4

R.- HAZ BRILLAR SOBRE NOSOTROS EL RESPLANDOR DE TU ROSTRO

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío,
tu que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mi y escucha mi oración. R.-

Hay muchos que dicen:
"¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?". R.-

En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú sólo Señor, me haces vivir tranquilo. R.-


SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN JUAN 2, 1-5a

Hijos míos:
Os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en El.
Palabra de Dios


ALELUYA Lc 24, 32
Señor Jesús, explícanos las Escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas


EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 23, 35-48

En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y como reconocieron a Jesús en el partir el pan. Mientras hablaba; se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo:
-- Paz a vosotros.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo:
--¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
--¿Tenéis ahí algo que comer?
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. El lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
--Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
--Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.



A guisa de introducción

Quién nos hará ver la felicidad?

Es un verso del salmo responsorial de este domingo que ha acaparado mi atención y que finalmente me ha sugerido el tema: “muchos cuestionan, reclaman: Quien nos mostrara la felicidad?  (la alegría, el bien) , dicen otras traducciones.

“Que tu rostro Señor nos ilumine!” Al lanzar la pregunta (sin lugar a dudas la mas vital para la mayoría de nosotros, el salmista al mismo tiempo da la respuesta. La gente feliz y contenta en efecto tiene el sol en sus ojos y de su figura se desprenden rayos de luz. Y uno no podrá sorprenderse al constatar que esta luz les viene del mismo señor Resucitado.

La Palabra de Dios que encontramos en las lecturas de hoy, nos hablan abundantemente de la resurrección de Jesús, como la fuente de nuestra paz y de nuestra alegría, como estimulante por el perdón de nuestros pecados y por la observancia de los mandamientos.

Comentarios de las Lecturas:

Hechos de los Apóstoles 3,13-19

El discurso de Pedro al pueblo recuerda la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús. De igual modo, él recuerda el pecado del pueblo quien ha entregado, rechazado y asesinado a Jesús. Mas es “por ignorancia” que el pueblo y sus jefes han actuado de este modo. En fin, Pedro exhorta  la gente a convertirse, a volver a Dios para que sus pecados sean borrados.

Jesús ha resucitado. El hecho es afirmado con solemnidad. Y Pedro testimonia con claridad y pasión. Pero si Cristo ha resucitado, es para que finalmente, las personas puedan acceder a la verdadera felicidad liberándose de sus faltas y apegándose (o siguiendo)  a Jesús.

Salmo 4, 2.7.9

El salmo primero hace eco de la miseria y de la desgracia del salmista. Este grita su súplica al Señor y aspira ver la felicidad que se revela en el rostro luminoso del Señor. Entonces, encuentra la paz en la confianza.

1 Juan 2, 1-5ª

El apóstol Juan pide a sus “hijitos” evitar el pecado, porque para él es un camino importante para alcanzar la felicidad. Pero él agrega de manera realista: “Si alguno de nosotros llegara a pecar…no hay lugar para el pánico, “puesto que tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el justo”.

Es este un camino importante de esperanza. Al final Juan da otro camino hacia la felicidad y la “perfección”: guardar, observar como debe ser los mandamientos del Señor.

Cristo resucitado tiene la capacidad de hacernos felices perdonando nuestros pecados y los del mundo entero. Él también puede capacitarnos para “conocerle” viviendo según sus mandamientos.

Lucas 24, 35-48

El relato del evangelio de este domingo es la continuación del encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús. Los discípulos aun “calientes” y entusiasmados por aquel encuentro, mientras  les cuentan a los 11 y a sus compañeros  lo sucedido , de pronto ven como todavía,  Jesús resucitado aparece en medio de ellos.
Qué sorpresa pero ante todo qué alegría!

Jesús se da a conocer a través de un gesto concreto y verificable por los sentidos (come con ellos, les habla, se deja tocar) y a través de la Escritura (que confirma lo que le ha pasado). Él les comunica su paz y se alegran. Finalmente Él les invita a ser testigos de todos estos hechos, principalmente de su resurrección, “para el perdón de los pecados”.

Jesús quiere la felicidad (bienestar, alegría, bien, lo bueno) para todos. Él sabe que todos quieren ser felices. Pero Él sabe también que existe el mal en nosotros y alrededor nuestro. Es por ello que Él nos invita a la conversión y al perdón de los pecados, pero sobretodo a poner nuestra esperanza en el poder de su resurrección.


Aproximación psicológica del evangelio

Una ecuación con 4 incógnitas

Es imposible cerrarle la puerta a Jesús! Él irrumpe en la vida de sus discípulos en el momento en que ellos no lo esperan, o como dice Juan, en el momento en que tienen “todas las puertas atrancadas o cerradas” (Jn 20,19). En todo tiempo, Jesús conserva el derecho a la iniciativa (o el derecho de admisión que puede reservarse alguno).

Al igual que el Padre Misericordioso de la parábola esperando que su hijo pródigo regrese, pero decidiendo ir Él mismo delante de su otro hijo que se hace “halar las orejas”. Porque Dios no cierra su puerta ni siquiera ante aquel que le cierra la suya, “Él es bueno, para los desagradecidos y malvados” (Lc 6,35).

La Biblia no quiere hacer del ser humano un juguete, y ella insiste sobre su responsabilidad. Todas las amenazas de castigo y de juicio que ella contiene, buscan o tienen como visión salvaguardar esta idea de la responsabilidad del ser humano. Es en este sentido que Juan hace decir a Jesús en el Apocalipsis: “Yo estoy a la puerta y yo toco. Si alguien entiende mi voz y abre la puerta, yo entraré a su casa y yo cenaré con él…” (Ap. 3,20).


Mas esto no nos debe hacer olvidar que Dios no esta atado por nada, ni por las dudas, los miedos o los errores de los seres humanos. Cuando se dice que “Dios respeta la libertad del hombre”, es necesario poner mucho cuidado, porque se enuncia una ecuación con 4 incógnitas!

Primera incógnita: Dios. Solo Dios conoce a Dios. Y Job nos pregunta: “pretendes tu auscultar la profundidad de Dios?” (Jb. 11,7).

Segunda incógnita:  Respeto. Respetar significa “no intervenir”. Pero quién puede poner una barrera a la intervención de Dios? “tengo piedad de quien quiero, y doy mi preferencia a quien la quiero dar.» (Ex 33,19).

Tercera incógnita: libertad. Cuando se habla de libertad, es necesario ante todo retener (o tener claro qué es)  la libertad de Dios, que consiste justamente en escapar a los cálculos y a las teorías humanas sobre el respeto de la libertad: “¿No tengo derecho a llevar mis cosas (mi bien, mi amor…) de la manera que quiero?” (Mt 20,15).

Cuarta incógnita: Hombre. Solo Dios le conoce, “se lo que hay  en (dentro) del hombre”, “por haberlo tejido en el seno de su madre” (Sal 139,13). Ninguna persona, nadie más que Dios no puede saber como utiliza su libertad el hombre.

Con seguridad que Dios está presto a respetar la libertad del hombre, es decir, a darle el tiempo y el espacio necesarios para que aprenda a descubrirse y a liberarse, para que él aprenda poco a poco el amor. Pero Dios se reserva el derecho de un” proceder excepcional”: pasar a través de las puertas que el hombre cierra sobre (o ante) si mismo y hacerle sentir su presencia en el centro de su vida, para venir a darle un poco de su paz (v.36) y de su alegría (v.41).



REFLEXIÓN SOBRE LA INTELIGENCIA DE LAS ESCRITURAS:
(comentario del evangelio del P. Allard, svd)

“El Señor les abrió el espíritu a la inteligencia de las escrituras”

Lucas nos cuenta 3 relatos de apariciones después de la resurrección. En 2 de ellos- aquel de los discípulos de Emaús y el de hoy- Jesús termina el encuentro con una explicación de las Escrituras teniendo como objetivo que los discípulos puedan comprender lo que pasa. “Entonces Él les abrió el espíritu a la inteligencia de las Escrituras”

El hecho que uno esté presente en un evento no quiere decir que hemos comprendido lo que sucede. T. S Eliot (1888-1965) el gran poeta estadounidense le hacía decir a uno de sus personajes: “hemos vivido la experiencia pero no hemos captado el sentido”. Es lo que le ocurre a los discípulos con la muerte y la resurrección de Cristo. Ellos han vivido la experiencia pero todo esto no tenia para ellos ningún sentido, hasta que Jesús les abre el espíritu a la inteligencia de las escrituras.

 Los discípulos de Emaús son un bello ejemplo de este fenómeno de no- comprensión. Ellos estaban presentes en Jerusalén durante el proceso de la condenación y muerte de Jesús. La mañana de Pascua, ellos encontraron las mujeres que habían hallado la tumba vacía. Ellos sabían que Pedro y Juan habían ido a la tumba y no habían hallado el cuerpo de Jesús.

A pesar de todo eso, ellos pierden toda esperanza y deciden regresar a su pueblo. En el camino, Jesús se les une pero no saben que es Él. Ellos le cuentan lo que ha sucedido en Jerusalén y de sus esperanzas defraudadas. No es sino hasta cuando el Señor les explica las Escrituras y que comparte el pan con ellos que lo reconocen  y que comprenden el sentido de los sucesos (eventos, hechos).

Cristo Resucitado nos invita a nosotros los creyentes que somos a leer las Escrituras para conocer mejor a Dios y comprender el sentido de nuestra vida. Las Escrituras nos ayudan a ver con más profundidad. Ellas se dirigen no solamente a nuestra inteligencia sino también a nuestro corazón. “El corazón tiene sus razones que la razón no entiende”, decía Pascal. Alli, donde algunos no ven más que una gota de agua, el investigador y el científico descubren todo un mundo de moléculas, de bacterias, de vida microscópica. Allí donde no vemos más que una realidad cotidiana, el poeta, el artista, ven un mundo de belleza y poesía.

Los antiguos decían que no hay cristianos sin la meditación de la Escritura. La Palabra de Dios debe llegar a ser para nosotros una comida diaria. Tenemos necesidad de ella para reforzar nuestra fe y encontrar cada vez de nuevo el verdadero sentido de nuestra existencia. Daniel-Ange, un autor italiano, decía: “La Palabra de Dios debe ser gustada en el silencio, escrutada por el estudio, asimilada en la oración, celebrada en la liturgia, vivificada y recreada  en la vida fraternal, anunciada en la misión…hasta que llegue a convertirse en nuestra lengua maternal”.

La Palabra de Dios puede aclarar (iluminar) el conjunto de nuestra existencia, con sus alegrías, sus penas, sus esperanzas, sus desalientos o frustraciones, sus limitaciones, sus enfermedades y sus muertes trágicas o anunciadas. La Palabra de Dios llega a ser para quienes la saben leer, una Palabra de sabiduría, de consolación, de coraje y de hermandad (o fraternidad). Ella nos alimenta domingo a domingo, semanalmente (a algunos diariamente) y nos aporta la alegría, la serenidad y la paz.

Escuchar la Palabra de Dios es abrirse a ella de modo que sea creadora en nosotros y esto es entrar en el gran ciclo de la fecundidad divina.

Ya el profeta Isaías decía con respecto a esta Palabra: “como la lluvia y la nieve caen del cielo y no vuelven a subir sin haber irrigado la tierra, haberla fecundado y hacerla germinar, para que ella de semilla al sembrador y el pan comestible, de igual modo la Palabra que sale de mi boca no volverá a mi sin resultado, sin haber hecho lo que yo quería y cumplido su misión”  (Isaías 55,10-11).

En nuestros encuentros comunitarios del día del Señor (o séase el Domingo), la Palabra de Dios y el compartir del pan hacen que la presencia de Cristo sea activa y o dinámica en nosotros.  

“El Señor abre nuestro espíritu y nuestro corazón a la inteligencia de las Escrituras”.




Otra reflexión anterior en este mismo blog sobre el evangelio de este 3er domingo de Pascua (año B).


Oración – contemplación:

Tu has resucitado Señor!
Y eres Tú a quien he encontrado en esta Eucaristía.
Me has hablado y yo he hablado contigo.
Permíteme aprenderá descubrir tu presencia
en lo ordinario de mis jornadas.

Porque Tú estas presente, en el trabajo como en mis descansos.
En la fidelidad de mi conyugue y en la confianza de mis hijos.
En la admiración (deslumbramiento) y la inocencia de mis nietos.
Tu estas ahí, cuando la alegría pone sonajeros en mis risas
O cuando la tristeza invade mi corazón.

Me gustaría que a veces tú  intervinieras de manera espectacular,
Sobretodo cuando el dolor y el desaliento me atrapan.
Pero no es esa tu manera de actuar.
Tú das tu palabra
para permitirme discernir
lo que da sentido a mi vida (a la vida).
Tú das tu fuerza y tu ternura
para que yo multiplique los gestos de amor,
de perdón y de paz.

Tu presencia da sentido y fecundidad a mis días, Señor.
Que tu Espíritu me ayude a reconocerla!
Entonces mi vida será más auténtica
y testimoniará que tú estas vivo!
Lise Hudon-Bonin

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