martes, 14 de agosto de 2012

La fiesta de la Asunción de María : La belleza interior, la belleza del corazón es lo que cuenta...

La publicidad, sea en la televisión, en las revistas o los diarios, nos presenta sin cesar las creaturas de ensueño para vender tal o cual producto de belleza o de consumo corriente.

Las colecciones de los grandes diseñadores hacen alusión al encanto sensual de los maniquíes profesionales que valorizan las nuevas tendencias de la moda para el próximo otoño.

Muchos adolescentes caen bajo el encanto de esta o aquella cantante o actriz de belleza insolente y hacen todo por parecérseles en su manera de vestir, en la imitación de sus maneras, de su peinado o su maquillaje.

Al igual que ustedes, yo circulo en las calles de nuestras ciudades,

Al igual que ustedes miro la publicidad entre los programas televisivos de la noche,
como ustedes hojeo las revistas en la sala de espera de mi odontólogo,
al igual que ustedes (mismo, si soy sacerdote) no soy insensible a la belleza de un rostro femenino, a su sonrisa, a su encanto.

Ciertamente, yo veo mujeres bellas y seductoras,  en las cortas pausas publicitarias, en un pasaje de una película en el cine o la televisión.

Es necesario seducir un público para vender una nueva crema de belleza, una nueva marca de yogurt, la ultima película que causará sensación, el DVD que será el hit del verano. Esta es la ley del mercado.

La imagen de la mujer que nos fabrican los medios de comunicación con el mito de la eterna juventud
·       
Con la piel siempre tersa,
·        Con tinte brillante y claro,
·        Con aire deportivo y emancipada,
·        Audaz y refinada,

Todo esto no estará más bien deformando la verdadera feminidad o si ustedes prefieren, disimulando detrás de las apariencias o mascaras lo más precioso que hay en la vida de una mujer: su corazón?

Porque si todo, no es más que juego o ley de seducción, qué pasa cuando esto desaparece?

Lo que yo no alcanzo a percibir sea
·        En la pequeña o grande pantalla,
·        O en cualquier revista y en las fotos de prensa,
Es la belleza del corazón, la belleza interior. Esta belleza que muchos de nosotros hemos percibido en la mirada de nuestras madres después de los primeros instantes de nuestra vida hasta hoy.

Yo creo profundamente que esta mirada del corazón es la que hace realmente bella a una mujer, y aun más cuando esta se convierte en mamá.

Yo me convenzo aun más que esa mirada no se apaga con la muerte  y tengo la firme convicción que la mirada de una madre es eterna porque ella no puede quitar de sus ojos el fruto de su carne y de su ternura, ya sea que esté en la tierra o en el cielo.
María, nunca ha sido elegida reina de belleza y sin embargo, el Padre Eterno cuyo amor es todo poderoso la ha escogido como soberana y la Iglesia nos pide reconocerla como tal.

Si ustedes sienten curiosidad de recorrer los evangelios, verán que la joven chica de Nazaret, nunca revindicó ni buscó ninguna pretensión ni ningún titulo, que ella nunca se puso por adelante ni buscó ningún reconocimiento. Ella permaneció humilde y fiel en su lugar.

Pero Dios que ve el corazón de cada uno ha sabido al mirar el corazón de María y que poseía todo lo que Él preveía para acoger y amar su hijo.

Dios no buscaba solamente un cuerpo de mujer para el nacimiento de su hijo en el mundo, sino ante todo un corazón para que le amara infinita y tiernamente. Es en María que Él lo ha encontrado.

En esta etapa de nuestra historia donde la búsqueda de células embrionarias puede llevar a hacer de la vida una “mercancía”, o un “producto comercial”,
·        Que uno podrá escoger, comprar o pedir en función de sus necesidades, de su satisfacción,
·        Que uno podrá poseer como se posee una residencia secundaria, una cuenta bancaria o un vehículo.

Es urgente y necesario recordar que es el corazón y el cuerpo de una mujer que de manera indisociable, son los solos capaces de dar a un recién nacido en el seno de un hogar unido, todo lo que es necesario para llegar a ser a su turno hombre o mujer enteramente con un cuerpo, un espíritu y un corazón y adquirir de este modo plenamente su dignidad humana.

Crear, fabricar en laboratorio la materia viva sin amor, es crear y fabricar un cuerpo sin alma y sin objetivo.

María al ajustar su vida con base en la confianza que Dios le da y sobre la fe que ella deposita en Él, encarna la maternidad perfecta cuando el amor de la más bella de las creaturas se une al amor de su Creador.
De estos dos amores,
·        Donde la divinidad se sumerge en la humanidad la más sublime que sea,
·        Donde la eternidad diviniza la vida humana, surge el Hijo Eterno del Padre por el cual “Todos nosotros reviviremos”.

Al decir “Si” a Dios, María le da su vida
·        Como ella ama y
·        Como ella lo ama

De acuerdo, con la inteligencia y la pureza de su corazón. Y Dios  toma ese « SI » para dársenos a nosotros sin límites en este recién nacido que la Madre del bello amor va a parir.

Jesús nunca olvidaría que Él ha sido amado profundamente por el corazón de una madre admirable. El conserva hasta en la gloria celestial esas miradas de amor con las cuales María le ha cubierto después de su nacimiento hasta la cruz.

El recuerda que cada fibra, cada célula de su cuerpo de hombre, han sido modelados por el Si “Sin condición que su madre ha consentido al Ángel el día de la Anunciación.
Dios Creador y padre nunca olvidará que María ha dado todo de si misma para consagrar con José toda su existencia al servicio de este Hijo que muchas veces les ha desconcertado pero al que ellos han amado apasionadamente.

Entonces, ahora nosotros podemos comprender
·        Que este cuerpo que ha dado todo y que ha llevado dentro la Vida y la Luz del mundo
·        Que este corazón que tanto ha amado
No podían conocer la corrupción de la muerte sino más bien que debían recibir una gloria imperecedera, la del amor eterno del Padre, del Hijo y del Espíritu que han acogido María en su unión eterna con su alma y su cuerpo, asociándola a su Gloria Divina.

María es como un puente entre el cielo y nosotros. Ella es la primera que ha partido para abrirnos la ruta después de su Hijo. Es lo que ella ha comenzado a hacer, con la frescura de su juventud, visitando primero su prima Elizabeth. Es lo que ella continua haciendo hoy visitando el Pueblo de Dios, nuestras familias, nuestras casas, nuestras comunidades cristianas. Su misión solo se acabará  al final de los tiempos cuando todos nosotros estemos unidos en Cristo.
·       
Porque con Jesús, ella ha aprendido  amar a toda la familia humana
·        Porque el corazón de su Hijo unido íntimamente a las pulsaciones del suyo durante 9 meses y ha dilatado su corazón de madre a las dimensiones del mundo.

Dejarla entrar a nuestra casa, es dejar entrar la felicidad, la alegría, la luz, la vida, pero sobretodo dejar entrar su Hijo.

La soberanía gloriosa de María es la soberanía del amor. Ella no la conserva de manera egoísta como una recompensa suprema por los servicios prestados a los proyectos de Dios, sino que ella la comparte con toda la Iglesia y en particular con todas las madres para
·       Ayudarles a acoger y a maravillarse de su maternidad,
·        Descubrir que nada hay en el mundo más bello, ni más grande que dar la vida,

·        Hacer cantar en el corazón de todas las madres, su Magníficat como un himno de acción de Gracias a la vida, a la familia, al amor y sobretodo a Dios.

Deseo terminar esta reflexión con las magnificas palabras que el Siervo de Dios, Juan Pablo II pronunció  con ocasión del Angelus en la Plaza de San Pedro, el domingo 27 de agosto de 1989:

“Glorificada en el Cielo”, La Virgen está, con su corazón de Madre, al servicio de la redención operada por Cristo;
“Madre de la vida”, ella está cerca de toda mujer que da a luz; ella permanece cerca de cada fuente bautismal donde nacen del agua y del Espíritu miembros de Cristo;
“Salud de los enfermos”, ella está presente allí donde la vida languidece, golpeada por el dolor o la enfermedad;
“Madre de misericordia”, ella llama aquel que ha caído para que vuelva a las fuentes de la vida;
“Refugio de los pecadores”, ella indica a quienes se han alejado, el camino que conduce a Cristo;
“Virgen de los dolores”, al lado de su hijo agonizante, ella permanece allí donde la vida se apaga.
Invoquémosla con la Iglesia: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. AMEN.

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Gustavo Quiceno