17 de octubre 1912- 17 de octubre del
2012
Un día como hoy nacía en Forno di
Canale ( (hoy Canale d'Agordo), en la provincia italiana de Belluno, cerca de
la frontera austríaca, Albino Luciani. Sus padres, Giovanni (un socialista: “cada
quien debe ser libre de pensar a su manera sin necesidad de obedecerle al Papa”)
y Bortola (muy católica) , son humildes trabajadores, que durante años han
conocido el duro mundo de la emigración…
Al nacer su padre estaba ausente y tuvo gran riesgo de morir. Su madre decidió escoger al momento del
bautismo el nombre de Albino para complacer a su marido…Albino era el nombre de
un compañero de trabajo que había muerto ante sus ojos…Y cuando Albino manifestó
a su padre por primera vez su deseo de
hacerse sacerdote éste no estuvo de
acuerdo… pero después le dijo que si quería hacerse cura “no se olvidara de
amar a los pobres”, todo esto según una película
biográfica para la tele italiana que cuelgo abajo.
Juan Pablo I ha pasado a la historia
como el “Papa de la sonrisa” y por ser su pontificado uno, sino el más corto de
la historia 33 días… Como es sabido por todos después de su muerte surgió la
gran pregunta que aun no se resuelve con toda claridad hasta hoy: murió o fue
asesinado? Al respecto a lo largo de
estos casi 35 años después de su muerte, se han hecho muchos documentales en
diversas lenguas, se han escrito varios libros y escrito miles de artículos…
Lo cierto es que Juan Pablo I quien escogió
su nombre en honor a sus predecesores Juan XXIII (1958-1962) y Pablo VI (1962-1978).
Nacido en la montana, su
personalidad era la de un hombre reservado, prudente pero alegre…Su alegría y
entusiasmo patentes el día de su elección llamaron la atención de el mundo
entero…Por eso se le llamaría “El Papa de la sonrisa”, una especie de continuación
del gozo papal que no era tan evidente desde el Papa Juan XXIII…Pues Pablo VI, según
dicen era demasiado serio y adusto…
Para hacer memoria en este día de su
centenario de nacimiento y en el marco del año de la fe, les dejo acá algunos
enlaces y videos de interés sobre la vida, obra y muerte del Papa que quiso
transformar la Iglesia, que volviera a ser la Iglesia humilde, pobre y cercana
a la gente…Fue acaso una tarea demasiado pesada para un Papa que no fue lo
suficientemente asesorado y cayo bajo el peso de su cruz?
Hay demasiadas preguntas, corresponde
a cada quien dar una respuesta o una hipótesis después de escuchar las
exposiciones…
Película
de la RAI sobre la vida de Juan Pablo I
Documental
sobre muerte o asesinato?
www.comayala.es
Libros en
red sobre el asunto:
El día de
la cuenta. Juan Pablo II a examen.
Se pedirá
cuenta. Muerte y figura de Juan Pablo I.
Pliego
Vida Nueva: La incógnita Juan Pablo I.
LA EXTRAÑA
MUERTE DE JUAN PABLO I
Fue hace
25 años. El papa Juan Pablo I apareció muerto en su cama. Llevaba sólo 33 días
de pontificado. Según el comunicado oficial, murió de un infarto agudo de
miocardio. Sin embargo, la forma en que se encuentra el cadáver no responde al
cuadro típico del infarto: no ha habido lucha con la muerte, tiene unas hojas
de papel en las manos, como si aún leyera.
Aunque
oficialmente se negó, un benedictino que trabajaba en la Secretaría de Estado
dio a conocer a un amigo, el mismo día de la muerte, que hubo autopsia. Por
ella se supo que murió por la ingestión de una dosis fortísima de un
vasodilatador, que en la tarde anterior habría recetado por teléfono su médico
personal de Venecia.
En
realidad, nunca me creí (y así lo manifesté) que el Dr. Da Ros, médico personal
del papa Luciani, hubiera recetado una medicina contraindicada. Pero sólo él
podía desmentir algo que tan directamente le afectaba. Pues bien, en 1993, tras
quince años de silencio, el Dr. Da Ros declaró que Juan Pablo I estaba bien de
salud y que aquella tarde no le recetó nada.
Por tanto,
un diagnóstico sin fundamento, una autopsia secreta, un medicamento que mata al
papa y que no ha recetado su médico personal... Sigamos.
El 14 de
mayo de 1989 la llamada persona de Roma (para nosotros el cardenal Pironio)
envía un informe a Camilo Bassotto, amigo personal del papa Luciani y testigo
principal de la fuente veneciana. El informe va firmado, pero debe publicarse
sin firma: el puesto que ocupa el misterioso comunicante no le permite otra
cosa. Según dicho informe, Juan Pablo I
tenía un programa de cambios y había tomado decisiones importantes, incluso
arriesgadas: terminar con los negocios vaticanos, cortar la relación del Banco
Vaticano con el Banco Ambrosiano, destituir al presidente del Banco Vaticano
(Marcinkus), hacer frente a la masonería y a la mafia.
Todo esto
se ha intentado ocultar. Sin embargo, tiene clara relevancia judicial. Desde la
primera investigación (Yallop, 1984) las mayores sospechas recaen en la
desaparecida logia Propaganda Dos, aunque hubiera colaboración interna dentro
del Vaticano. El Banco Vaticano tuvo que pagar por la responsabilidad contraída
en la quiebra del Ambrosiano más 240 millones de dólares. En el juicio por la
quiebra, que concluye en 1992, las mayores condenas caen sobre los jefes de la
logia P2: 18’5 años de cárcel para Licio Gelli y 19 para Umberto Ortollani.
Sorprende la serie de asesinatos y atentados violentos relacionados de una u
otra forma con la P2, con la mafia, con el Ambrosiano, con el Banco Vaticano:
Ambrosoli, Alessandrini, Calvi, Sindona, Pecorelli..., sin olvidar el atentado
contra Juan Pablo II, la desaparición de Emanuela Orlandi (hija de un empleado
vaticano) y el triple crimen de la Guardia Suiza.
Don Germano Pattaro, sacerdote veneciano que
Juan Pablo I llevó a Roma como consejero, dejó en su momento a Camilo Bassotto
un testimonio fundamental sobre el papa Luciani, cuya figura ha sido
injustamente distorsionada: “estaba en el camino de la profecía”. Esto no
significa adivinar el futuro, sino hablar y actuar en nombre de Dios. Además,
don Germano atestigua algo realmente sorprendente, que también tiene relevancia
judicial: Juan Pablo I sabía a los pocos días de pontificado quién iba a ser
(y, además pronto) su sucesor.
Comunicado
oficial
Casi tres
horas después del hallazgo del cadáver, el Vaticano dio el siguiente comunicado
oficial: "Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, hacia las cinco y media,
el secretario particular del Papa, no habiendo encontrado al Santo Padre en la
capilla, como de costumbre, le ha buscado en su
habitación y le ha encontrado muerto en la cama, con la luz encendida,
como si aún leyera. El médico, Dr. Renato Buzzonetti, que acudió inmediatamente,
ha constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23 horas del día
anterior a causa de un infarto agudo de miocardio".
Realmente,
pocas cosas quedan en pie de las afirmadas en dicho comunicado. Sólo una: se le
encontró muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera. No fue el
secretario, sino una religiosa quien encontró muerto a Juan Pablo I. La forma
en que se encuentra el cadáver no encaja con el cuadro típico del infarto: todo
está en orden, no ha habido lucha con la muerte. La hora de la muerte ha sido
anticipada. Según diversas fuentes, el papa murió en la madrugada del día 29.
De forma
tajante, el cardenal Oddi, que asistió al cardenal Villot durante el periodo de
sede vacante, afirmó que no habría investigación alguna: "He sabido con
certeza que el Sagrado Colegio cardenalicio no tomará mínimamente en examen la eventualidad de una
investigación y no aceptar el menor
control por parte de nadie y, es más, ni siquiera se tratará de la cuestión en el colegio de cardenales”.
Hallazgo
del cadáver
Camilo
Bassotto, testigo principal de la fuente veneciana, me dio esta versión del
hallazgo del cadáver, la versión que le dio la religiosa que lo descubrió:
"Hablé en dos ocasiones con sor Vincenza.
La primera, con la provincial delante. La segunda, a solas. En esta ocasión,
sor Vincenza se echó a llorar desconsoladamente. Yo no sabía qué hacer. Sor
Vincenza me dijo que la Secretaría de Estado le había intimidado a no decir
nada, pero que el mundo debía conocer la verdad. Ella se consideraba liberada
de tal imposición en el momento de su muerte (ya acaecida, en 1983). Entonces
podría darse a conocer. Según sor Vincenza, el Papa estaba sentado en la cama,
con las gafas puestas y unas hojas de papel en las manos. Tenía la cabeza
ladeada hacia la derecha y una pierna estirada sobre la cama. Iniciaba una leve
sonrisa. La frente la tenía tibia. Cuando Diego Lorenzi, sor Vincenza y otra
religiosa fueron a lavar el cadáver, al volverle, tenía la espalda también
tibia. El Papa pudo morir entre la una y las dos de la mañana".
Diego Lorenzi, secretario de Juan Pablo I, vio
así el cadáver: "Tenía dos o tres almohadones a la espalda. La luz de la
cama estaba encendida. No parecía que estuviera muerto. Y las hojas de papel
estaban completamente derechas. No habían resbalado de sus manos ni habían
caído en el suelo. Yo mismo cogí las hojas de su mano".
El Dr.
Francis Roe, que fue jefe de cirugía vascular en el Hospital London de
Connecticut, dice que hay algo verdaderamente sospechoso en la forma en que se
encuentra el cadáver de Juan Pablo I:
"Los
cuerpos muertos no están sentados sonriendo y leyendo. Conozco gente que muere
durante el sueño, pero no conozco de nadie ni he visto morir a nadie en medio
de una actividad como la lectura. Realmente, encuentro difícil creer que
estuviera leyendo en el momento justo anterior a su muerte. Pienso que habría
tenido tiempo suficiente para notar que algo estaba pasando. Habría sentido
seguramente un dolor, y habría hecho algún esfuerzo para respirar, o para salir
de la cama y pedir auxilio... He visto muchas muertes de esta clase, pero nunca
he conocido a nadie que muriese sin inmutarse ante lo que le estaba
pasando”.
Por su
parte, el Dr. R. Cabrera, forense del Instituto Nacional de Toxicología, afirma
lo siguiente: "La forma en que se encuentra el cadáver no responde de suyo
al cuadro propio del infarto de miocardio: no ha habido lucha con la muerte. No
existe otra sintomatología que lo delate... El cuadro encontrado podría
responder mejor a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en
profundo sueño".
Juan Pablo
I estaba bien
En agosto
de 1993, me llamó Andrea Tornielli , de la revista 30 Giorni, de Comunión y
Liberación. Estaban preparando un número dedicado a Juan Pablo I . Entre otras
cosas, me preguntó sobre la salud de
Luciani .
Juan Pablo
I, respondí, estaba bien de salud. Su
muerte fue totalmente inesperada. Cuando su secretario Diego Lorenzi le comunicó la noticia, su médico personal no
se lo podía creer. El Dr. Da Ros “le
había visitado el domingo anterior y le había encontrado con muy buena salud”.
El propio
Lorenzi dio este testimonio sobre la
salud de Luciani: “Puedo decir que en los 26 meses que yo he estado con él,
Luciani no ha pasado nunca 24 horas en cama, no ha pasado nunca una mañana o
una tarde en cama, no ha tenido nunca un dolor de cabeza o una fiebre que le
obligase a guardar cama, nunca. Gozaba de una buena salud; ningún problema de
dieta, comía de todo cuanto le ponían delante, no conocía problemas de diabetes
o de colesterol; tenía sólo la tensión un poco baja”.
Tornielli
me preguntó también sobre los hechos que se desarrollaron aquella tarde en el
Vaticano. Le comenté el testimonio de Gennari , que fue profesor del Seminario
Diocesano de Roma. Según Gennari, a Juan Pablo I “ se le hizo la autopsia” y
“por ella se supo que había muerto por la ingestión de una dosis fortísima de
un vasodilatador recetado por teléfono por su ex médico personal de Venecia”.
En mi
opinión, le dije, es muy posible que a Juan Pablo I s e le hiciera la autopsia.
Ello concuerda con lo que dice Lorenzi a
Cornwell : “El primer día retiraron partes del cuerpo, posiblemente las
vísceras, etc”. Obviamente, esto se podría confirmar por la apertura de
archivos secretos o por la exhumación del cadáver. Es también posible que
muriera por la ingestión de un vasodilatador. Es una medicina contraindicada
para quien tiene la tensión baja. Ello encajaría con la forma en que se halla
el cadáver: no ha habido lucha con la muerte, como corresponde a una muerte provocada
por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño.
Sin
embargo, le dije también, no me puedo creer que el Dr. Da Ros , médico personal
del papa Luciani , recetara por teléfono una medicina contraindicada: él podría
desmentir algo que tan directamente le afecta.
Unos días
después, me volvió a llamar Tornielli . Estaba especialmente interesado en la
cuestión de si el Dr. Da Ros había
visitado a Juan Pablo I u nos días antes de morir. Le dije que diversas fuentes
coincidían en ello, aunque -claro- nadie mejor que el propio doctor para
precisar estos extremos. Pero llevaba quince años de silencio...
Al final,
salió el número de 30 Giorni. Apenas se publicó nada de la entrevista que se me
hizo. Sin embargo, el número presenta una aportación fundamental. El Dr. Da
Ros rompe su silencio para decir, entre
otras cosas, que el papa estaba bien y que aquella tarde no le recetó
absolutamente nada: “Todo era normal.
Sor Vincenza no me habló de problemas particulares. Me dijo que el papa había
pasado la jornada como acostumbraba. Luego nos pusimos de acuerdo para la
próxima visita, que era para el miércoles siguiente”, “a quella tarde yo no le
prescribí absolutamente nada, cinco días antes lo había visto y para mí estaba
bien. Mi llamada fue rutinaria, nadie me llamó a mí”.
Comentando
estas cosas, me dijo Camilo Bassotto: “Juan Pablo I p ensaba seguir con el Dr.
Da Ros como médico personal y pensaba
incluirle en nómina dentro del Vaticano”, “el Dr. Da Ros fue ignorado como
médico personal de Juan Pablo I por los médicos del Vaticano”, “ni siquiera
quisieron conocer su historial clínico”.
Por tanto,
con este extraño modo de proceder, se emitió el diagnóstico oficial sobre la
muerte del papa Luciani .
Una dosis
letal
En junio de 1998, en Roma, pude hablar con
Giovanni Gennari , que ahora es periodista en el servicio de prensa de la RAI,
la televisión italiana. Gennari conocía personalmente a Luciani y era amigo de don Germano Pattaro , teólogo
veneciano que Juan Pablo I s e llevó a Roma como consejero.
Gennari me confirmó lo publicado por él, o sea, que
se le hizo la autopsia al papa Luciani y
que “por ella se supo que había muerto por la ingestión de una dosis fortísima
de un vasodilatador recetado por teléfono por su ex médico personal de
Venecia”, que “el papa a las diez y media de la noche hizo abrir la farmacia
vaticana”, que “el papa debió equivocarse y tomó una dosis altísima que le
provocó un infarto fulminante”. Le pregunté que si su fuente era fiable. Me
dijo: “Para mí es totalmente fiable. Me llamó a las siete de la mañana un
benedictino que trabajaba en la secretaría de Estado con Benelli ”. Benelli fue
Sustituto de la Secretaría de Estado antes de ser enviado a Florencia como
arzobispo y ser nombrado cardenal, en junio de 1977.
Nunca he
creído, le dije a Gennari , que el médico personal de Juan Pablo I, el Dr. Da Ros , le recetara una medicina
contraindicada. Le dije también que el Dr. Da Ros se había manifestado al
respecto en septiembre del 93: el papa estaba bien y aquella tarde él no recetó
nada.
Comenté
estas cosas con Marco Melega, conocido profesional de la televisión italiana,
que preparaba por entonces un programa de la RAI 2 (Mixer, 14-3-1994) sobre
Juan Pablo I. Utilizó como base mi libro Se pedirá cuenta (1990). Lo tenía
totalmente subrayado. Me dijo que Gennari, a quien había entrevistado
recientemente, valoraba especialmente mi libro. En él, como es sabido, no
comparto la idea de que “el papa debió equivocarse”, hablo de muerte provocada
en el momento oportuno.
En Roma
pude hablar también, en la Farmacia Vaticana, con un hermano de San Juan de
Dios, José Luis Martinez Gil. Me dijo lo siguiente : “De la Farmacia no salió
nada en todo el mes para Juan Pablo I”,
“el libro de la Farmacia no se puede ver, sin un permiso especial de la
Secretaría de Estado”. Mi interlocutor lo había visto.
Como en
otros viajes, me acompañó un matrimonio de la comunidad, Carlos y Carolina.
Para que lo conocieran, nos acercamos al Colegio Español, donde residí del 65
al 69 y donde fui ordenado sacerdote. Saludamos al actual rector, Lope Rubio ,
que nos atendió amablemente. Estando allí nosotros (ciertamente, llama la
atención) apareció un momento para despedirse del rector el actual obispo de
Tarazona, Carmelo Borobia. El obispo
(¡además!) aparece en el Anuario Pontificio (1977, 1978), que
consultamos a continuación en la Biblioteca del Colegio. Borobia trabajaba
entonces en la Secretaría de Estado. En la misma página aparece un benedictino
(olivetano), el único benedictino que figura dentro del personal de la
Secretaría de Estado: se llama Giuliano
Palmerini . No sé si después de
tantos años, alguno de los dos tendrá algo que decir. Aún están a tiempo.
Con todo
ello, se refuerza la hipótesis de que efectivamente se le hiciera la autopsia a
Juan Pablo I y de que, según la misma,
muriera por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador. Ahora
bien, si - como creemos - su médico personal no recetó nada aquella tarde y la
farmacia vaticana no despachó nada, no se puede explicar todo por un error,
como afirma Gennari . Hay que pensar en una acción criminal. Lo dijo el Dr.
Cabrera , del Instituto Nacional de Toxicología: “Los vasodilatadores producen
hipotensión. ¿Cómo se le pudo dar un vasodilatador a un hipotenso, como Luciani
. Si se le dio un vasodilatador, no me cabe duda, eso es una acción criminal”.
Además, ello encaja con la forma en que se encuentra el cadáver: no ha habido
lucha con la muerte, todo está en orden.
La revista
alemana Der Spiegel, con fecha 10 de noviembre de 1997, en un artículo que
lleva por título “Cantidad letal” hace referencia a un misterioso testigo que
finalmente ha decidido declarar sobre el asesinato del papa Luciani: “La
fiscalía de Roma ha ordenado ahora una nueva investigación sobre aquel
misterioso caso de muerte. No es la primera vez que los fiscales investigan
sobre el caso del papa Luciani. Ahora un testigo misterioso sostiene que hace
años llegó a saber por un conocido detalles que se refieren al homicidio del
popular pastor de la Iglesia. Que el hombre sólo ahora se haya hecho vivo en
los palacios de justicia probablemente tiene que ver con una serie de artículos
aparecidos en el periódico La Padania... El fiscal Pietro Saviotti, que ha
reabierto el caso de la muerte del papa en 1978, no quiere decir nada sobre las
declaraciones del misterioso testigo: Sería demasiado pronto”.
Había
tomado decisiones importantes
Un
testimonio fundamental es dado once años después de los hechos por la llamada
persona de Roma, que, con fecha de 14 de mayo del 89, fiesta de Pentecostés, y
firmada a mano, envía a Camilo Bassotto una carta con unos apuntes. Entre otras
cosas, dice: “Los apuntes que le adjunto son para usted. Había pensado tenerlos
para mí. Me vino también la idea de publicarlos, pero el puesto que ocupo no me
lo permite, al menos por ahora. El papa Luciani
me gratificaba con su benevolencia y, me atrevo a esperar, también con
su estima. Por qué quiso hacerme partícipe de algunos pensamientos expresados
por él al cardenal Villot , no lo sé. Ellos constituyen un auténtico
compromiso, vivo y presente en su corazón hasta el último día. Yo sostengo que
se debe hacer justicia y dar testimonio de Juan Pablo I” .
He aquí
algunos pensamientos que el papa Luciani
llevaba en el corazón y que, además, quería que fueran conocidos. Juan
Pablo I p ensaba, entre otras cosas:
- destituir al presidente del IOR
(Instituto para Obras de Religión, Banco Vaticano) y reformar íntegramente el
mismo, para que no se repitan experiencias dolorosas del pasado, que el papa
Luciani sufrió ya de obispo y que de ningún
modo quiere que se repitan siendo papa.
- tomar abierta posición, incluso delante
de todos, frente a la masonería y la mafia.
Como
consta en el documento de la persona de Roma, Juan Pablo I era consciente del
riesgo que corría. Dijo al cardenal Villot : “Eminencia, usted es el Secretario
de Estado y es también Camarlengo de la Santa Romana Iglesia, usted sabe mejor
que nadie que el papa tiene que actuar con prudencia y con paciencia, pero
también con coraje y confianza. El riesgo lo ponemos todo en las manos de Dios,
del Espíritu Santo y de Cristo Señor. Estos pensamientos que le confío, de
momento brevemente, los llevo muy en el corazón. Usted me ayudará a realizarlos
de forma adecuada”.
Juan Pablo
I, con firmeza ya demostrada en asuntos semejantes, quería poner orden en las
finanzas vaticanas. Para ello pensaba destituir al obispo Paul C. Marcinkus ,
presidente del IOR, Instituto para las Obras de Religión, llamado también Banco
del Vaticano. Una tarde, el secretario de Estado cardenal Villot le habló del IOR en estos términos: “El IOR
es una piedra caliente que abrasa en las manos de todos. Alguno corre el riesgo
de quemarse”. Juan Pablo I le dijo claramente: “En cuestiones de dinero la
Iglesia debe ser transparente, debe obrar a la luz del sol. Va en ello su
credibilidad. Se lo digo también a usted. La Iglesia no debe tener poder, ni
debe poseer riquezas”.
Le dijo
también Luciani a Villot: “El presidente del IOR debe ser sustituido: cuando
usted lo juzgue oportuno. Deberá hacerse de modo justo y con respeto de la
dignidad de la persona. Un obispo no puede presidir y gobernar un banco.
Aquella que se llama sede de Pedro y que se dice también santa, no puede
degradarse hasta el punto de mezclar sus actividades financieras con las de los
banqueros, para los cuales la única ley es el beneficio y donde se ejerce la
usura, permitida y aceptada, pero al fin y al cabo usura. Hemos perdido el
sentido de la pobreza evangélica; hemos hecho nuestras las reglas del mundo. Yo
he padecido ya de obispo amarguras y ofensas por hechos vinculados al dinero.
No quiero que esto se repita de papa. El IOR debe ser íntegramente reformado”.
De tiempo
atrás, la relación de Marcinkus con
Luciani era tensa. Marcinkus no había
recibido bien la elección del nuevo papa. Luciani lo sabía. Le dijo a Villot :
“Alguno aquí, en la ciudad del Vaticano, ha definido al papa actual como una
figura insignificante. No es un descubrimiento. Siempre lo supe y nuestro Señor
antes que yo. No fui yo quien quiso ser papa. Yo, como Albino Luciani, puedo
ser una zapatilla rota, pero como Juan Pablo es Dios quien actúa en mí. Siento
que necesitaré mucho coraje, mucha firmeza, gran humildad, mucha fe y mucha,
mucha caridad. Un obispo, alto y robusto, siempre de esta casa, ha declarado
que la elección del papa ha sido un descuido del Espíritu Santo. Puede ser. No
sé entonces cómo ha ocurrido que más de cien cardenales han elegido a este papa
por unanimidad y con entusiasmo”.
Juan Pablo
I p ensaba tomar abierta posición, incluso delante de todos, frente a la
masonería y frente a la mafia. En el informe de la persona de Roma esta
posición del papa aparece a continuación, después de hablar de la destitución
de Marcinkus y de la reforma integral
del IOR. Le dijo a Villot : “No se olvide que la masonería, cubierta o
descubierta, como la llaman los expertos, no ha muerto jamás, está más viva que
nunca. Como no ha muerto esa horrible cosa que se llama mafia. Son dos
potencias del mal. Debemos plantarnos con valentía ante sus perversas acciones.
Debemos vigilar todos, laicos, curas, y especialmente los párrocos y los
obispos. Debemos proteger a las gentes de nuestras comunidades. Es un tema que
un día afrontaremos con más claridad delante de todos”.
Todavía no
se había publicado la lista de la logia P2, que en Italia constituía un Estado
dentro del Estado. Fue en mayo del 81 y su publicación provocó la caída del
gobierno italiano. Pero, sobre su mesa de trabajo, tenía el papa Luciani una lista de presuntos masones vaticanos,
elaborada por el periodista Mino Pecorelli , miembro arrepentido de la logia
P2. Como es sabido, en el juicio por la quiebra del Banco Ambrosiano, las mayores condenas caen sobre los jefes de la
P2: 18 años y medio de cárcel para Licio Gelli y 19 para Umberto Ortollani.
Estaba en
el camino de la profecía
Muy
importante es el testimonio de don Germano Pattaro , sacerdote y teólogo
veneciano, llamado por Juan Pablo I a
Roma como consejero. Pertenece también a la fuente veneciana.
De su
testimonio emerge la figura de un papa profeta, que quiere hablar y actuar en
nombre de Dios: un papa que no quiere ser jefe de Estado, que no quiere
escoltas ni soldados, que se abandona totalmente al Señor, pase lo que pase; un
papa que quiere la renovación de la Iglesia, sin olvidar las razones profundas
que hicieron necesario el Concilio; un papa que no quiere gobernar solo, sino
con los obispos; un papa que pide perdón por los pecados históricos de la
Iglesia, como la Inquisición, el poder temporal de los papas, el odio a los
judíos y la tolerancia ante las masacres de los indios, el racismo y las
deportaciones de los pueblos africanos; un papa que reivindica la figura
profética de quienes valientemente denunciaron el genocidio de aquellos
pueblos; un papa que quiere hacer justicia a todos aquellos que en tierras de
misión, en el Este y en América Latina, han sido encarcelados, torturados,
exiliados o asesinados por causa de Cristo; un papa que denuncia fuertemente el
sistema económico internacional; un papa que se pone al lado de quienes, de
cualquier raza y religión, defienden los sacrosantos derechos del hombre; un
papa que quiere promover en el Vaticano un gran instituto de caridad, donde
poder hospedar a quienes duermen por las calles; un papa que quiere diez
discursos menos y un testimonio más; un papa que sabe, a los pocos días de
pontificado, quién será (y, además, pronto) su sucesor; un papa que no se deja
intimidar, a pesar de las dificultades encontradas.
Muerte
anunciada
Con fecha
12 de septiembre de 1978, el periodista Mino Pecorelli publicó en su revista OP (Osservatore
Político) un artículo titulado La gran logia vaticana. En él se decía que el 17
y el 25 de agosto la agencia de prensa Euroitalia había dado los nombres en
código, el número de matrícula y la fecha de iniciación a la masonería de
cuatro cardenales considerados papables: Baggio , Pappalardo , Poletti ,
Villot.
“ Nos hemos hecho, decía Pecorelli, con una lista de 121 masones: cardenales,
obispos y altos prelados indicados por un número de matrícula y nombre
codificado. Ciertamente, la lista puede ser apócrifa, incluso la firma de un
cardenal hoy puede ser falsificada”. En cualquier caso, “el papa Luciani tiene ante sí una difícil tarea y una gran
misión. Entre tantas, la de poner orden en las alturas del Vaticano” .
En el
mismo número de OP, Pecorelli proponía a sus lectores la extraña historia de un
papa laico, Petrus Secundus, que muere asesinado tras un breve y tempestuoso
pontificado. El papa “es periodista en un diario”. El obispo Luciani había
confesado en una entrevista: “Si no hubiera sido obispo, hubiera querido ser
periodista”. Además, se hicieron famosos sus artículos en la revista Mensajero
de San Antonio (Padua) y en el diario Il Gazzettino de Venecia.
El nuevo
papa “toma el nombre de Pedro Segundo sólo porque rechaza cambiar de nombre,
así como rechaza también aspectos importantes de la Iglesia que, forzado por
las circunstancias, ha aceptado dirigir. Breve y tempestuoso es el pontificado
de este papa que terminará asesinado por obra de fuerzas políticas adversas,
alarmadas por sus denuncias”.
Su
elección, dice Pecorelli, se produce “por aclamación y por mayoría casi
unánime”, como sucedió con Juan Pablo I. Pues bien, en la inauguración del pontificado,
dijo el nuevo papa Pedro Segundo:
- “La elección de un laico al papado es
un hecho insólito en los tiempos recientes, dijo el papa. A mí el
acontecimiento me ha caído encima de improviso, dejándome turbado y lleno de
aprehensión. Lo estoy todavía y a veces me pasa que me considero la víctima de
un acto del cual sin embargo se me ve protagonista”.
- The son of a bitch is fishing for
solidarity, dijo en la Casa Blanca el presidente que seguía el discurso con sus
consejeros.
- “Pero vamos al grano, dijo el papa, pienso que
ningún rey, ningún presidente, ningún emperador y ningún papa tienen derecho a
comer si antes no han comprobado que todos sus súbditos, ciudadanos y
seguidores pueden hacerlo...El presidente, el papa no podrán enviar embajadores
ante los poderosos de la tierra si antes no han enviado sus mensajeros ante
aquellos que sufren injusticia, que padecen tiranía, que gimen en las cadenas
de las muñecas y de las mentes”.
- “Está loco como Cristo y es tan peligroso”,
dijo el presidente del Consiglio italiano, “en las próximas elecciones
perderemos cuatro millones de votos”.
- “Y ahora basta de palabras, concluyó
el papa. El tiempo apremia y debemos pasar a los hechos. De todo corazón, os
agradezco que me hayáis escuchado”.
- “La Iglesia se está hundiendo, dijo
furioso un cardenal conservador, y pierde toda influencia. La gente no cree ya
en nada, y ahora ni el papa da ejemplo”.
El papa
decidió comenzar un trabajo en el que había pensado a menudo desde los primeros
días: “Se trataba de un trabajo ímprobo y lleno de peligros: hacer el censo de
las riquezas de la Iglesia. No se trataba sólo de saber lo rica que era, sino
de dividir lo que era fácilmente enajenable de lo que no lo era. La idea de Pedro
era usar el beneficio para ciertos fines, a su parecer esenciales”.
Como queda
dicho, el nuevo papa es asesinado “tras un breve y tempestuoso pontificado”.
Todo esto
lo publica Pecorelli diecisiete días antes de la extraña muerte del papa
Luciani. Es, justamente, la crónica de una muerte anunciada.
Dos
semanas después, el 26 de septiembre, Pecorelli publica el artículo titulado
Santidad, ¿cómo está? Pregunta enigmáticamente por la salud del papa Luciani y
habla de la reacción que suscitan los cambios que pensaba hacer: “Hoy en el
Vaticano muchos tiemblan, y no solamente monseñores y sacerdotes, sino también
obispos, arzobispos y cardenales”.
Pecorelli
, que tuvo estrechos contactos con los servicios secretos italianos, anunció de
diversas maneras el trágico destino de Aldo Moro, presidente de la DC y
artífice del nuevo gobierno italiano, en el que por primera vez el partido
comunista italiano llegaba al poder . Fue también en 1978, “el año de Europa”,
que para el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger significaba
situarse “en el contexto de la política americana”. El 16 de enero de 1979
Pecorelli anunció nuevas revelaciones,
pero dos meses después fue asesinado de un tiro en la boca, por hablar.
Caso
abierto
Para el
Vaticano la desaparición de Juan Pablo I es un caso cerrado el 29 de septiembre
de 1978. Para muchos es un caso abierto, también para el magistrado italiano
Pietro Saviotti, de la Fiscalía de Roma. El autor de estas líneas le envió sus
dos libros hace un año, ofreciéndole los resultados de su investigación y poniéndose a su disposición.
En el
plano eclesiástico, se han dado los primeros pasos hacia el proceso de
beatificación del papa Luciani. Contradiciendo una tradición secular que se
refiere a los papas, la causa de beatificación no parte de Roma, sino de su
tierra de origen, donde es recordado por su “santidad ordinaria”. Es decir, el
planteamiento es este: ¡qué bueno era! Sin embargo, hay que decirlo claramente,
un proceso de beatificación que eludiera el modo de la muerte estaría viciado
de raíz. Para nosotros, Juan Pablo I es
mártir de la purificación y renovación de la Iglesia. (Jesús López Sáez)
PAPAS DESDE 1878 HASTA HOY:
León XIII- 1878- 1903
Pio X- 1903- 1914
Benedicto XV- 1914- 1922
Pio XI- 1922- 1939
Pio XII- 1939- 1958
Juan XXIII- 1958- 1963
Pablo VI- 1963- 1978
Juan Pablo I- 1978 (33 días)
Juan Pablo II- 1978- 2003
Benedicto XVI- 2003 ---
León XIII- 1878- 1903
Pio X- 1903- 1914
Benedicto XV- 1914- 1922
Pio XI- 1922- 1939
Pio XII- 1939- 1958
Juan XXIII- 1958- 1963
Pablo VI- 1963- 1978
Juan Pablo I- 1978 (33 días)
Juan Pablo II- 1978- 2003
Benedicto XVI- 2003 ---
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Gustavo Quiceno